Por quepasa_admin Agosto 18, 2011

"Me puse a escribir muy tarde, ya pasados los 30 años. Antes me dediqué a hacer otras cosas. Deambulé un poco. Recuerdo que cuando estudiaba Teatro en la Universidad de Chile, no pensaba que terminaría escribiendo y dirigiendo obras. Quería ser actor. Pero me acuerdo de un profesor que me dijo que yo era lento. Nunca olvidé eso. Y sí, creo que tenía razón, que por eso me demoré tanto en empezar a escribir. A veces pienso que cuando tenga 60 años me pondré a escribir novelas. Pero no estoy seguro. Ahora estoy contento. He escrito las obras Neva, Diciembre, Clase, Villa + discurso.

Estudié en el Liceo Manuel de Salas. Fue importante estar ahí, había mucha diversidad de opiniones. Llegué a ser presidente del centro de alumnos, pero me expulsaron cuando ya estaba por salir del colegio. Un día, cuando estaba la campaña del Sí y el No, llegó Lucía Hiriart al colegio y seleccionaron a un grupo de alumnos para que la fueran a recibir. Me acuerdo que yo me acerqué  a una reja y la insulté. Ahí, los guardias que la acompañaban me detuvieron y me amenazaron, pero no pasó nada, sólo me expulsaron. Pero recuerdo que fueron años importantes. Muy formadores.

Para nosotros, la democracia -en los 90- fue un periodo de esperar y reprimir, un poco, ese impulso transformador que traíamos cuando llegamos a la universidad. Nos reprimimos para dejar que esta nueva democracia tomara forma y se estabilizara. Me acuerdo cuando apareció el presidente Aylwin diciendo que en el tema de los derechos humanos habría justicia en la medida de lo posible, lo que en realidad no era justicia, porque la mayoría de esos casos nunca llegó a un proceso judicial. La década de los 90 fue muy deprimente, porque al final la democracia se transformó en una gran negociación y terminó decepcionándonos a todos. Ahí se nos fue la juventud.

Son días raros los que vivimos. Las movilizaciones, el descontento. En 2008 monté una obra que se llamaba Clase. Ahí, en una sala de clases, un profesor conversaba con el único alumno que había decidido no ir a marchar con sus compañeros. Y el profesor, entonces, decidió desahogarse. Y habla. Habla de hacer muchas cosas. Y en un momento le dice al alumno que él desconfía un poco del movimiento de los jóvenes, de esta revolución pingüina, porque cuando él estaba en esa misma pelea, en los años 80, era, en realidad, una pelea distinta, más amplia. Él y su generación querían transformar el sistema. En cambio ahora, dice el profesor, no lo quieren cambiar sino que quieren tener mejores armas para insertarse en ese sistema.

A veces creo que ésa es una de las grandes diferencias entre los que estudiamos en los 80, y ellos, que estudian hoy.

Hace poco estuve en Inglaterra, becado, terminando de escribir una obra que van a montar allá. También debo escribir una obra que me pidieron en Alemania. En realidad, el teatro me ha dado muchas alegrías. Disfruto de ir a festivales y ver, por ejemplo, que la gente en Corea del Sur se ríe en las mismas partes en que se ríe el espectador chileno, más allá del idioma. También disfruté la experiencia de ser parte de los guionistas de Violeta se fue a los cielos. Trabajar con Andrés Wood fue un lujo.

Me siento afortunado por todo lo que me ha pasado, pero también sé que esto es un momento y que en cualquier instante se puede acabar.

A veces siento que he hecho todo lo que he querido. Aunque también pienso que quizás podría haber tenido un hijo y que ahora ese hijo podría tener 20 años, y quizás tendríamos una relación muy especial. Ahora, en cambio, si tengo un hijo, nuestra diferencia de edad será mayor. A veces pienso en eso, pero no sé".

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