Por Diego Zúñiga Septiembre 29, 2011

La presentan como cantante, compositora, escritora, productora y multinstrumentista. Como una chica de 24 años, que nació y vivió hasta los 13 en California, que tiene dos álbumes, que ganó un Disco de Oro y  que ha tocado en varios lugares del mundo. Ella, Francisca Valenzuela, escucha a la presentadora, se ríe y se sube al estrado. Está en un salón de CasaPiedra, rodeada de mujeres, empresarias y emprendedoras. Es el foro anual de Icare "Mujeres al timón", y se apresta a hablar en el segundo foro: "Talento de exportación".

Se pone frente al micrófono y habla con desplante, con esa naturalidad que la ha hecho destacar como una de las cantantes con más proyección del país, con la misma fluidez de cuando, por ejemplo, cantó junto a Bono en el concierto de U2 en Chile.

Lo primero que deja en claro, frente a cientos de mujeres, es esto: que para ella ser mujer no es un tema. Que su generación se atreve más allá del género, que no se cuestiona el rol de ser mujer.

Y va narrando su vida, sus primeros pasos en el masculino mundo del rock. Porque quería ser rockera y en muchos lugares le dijeron que no, que parece una princesita pero no una rockera.

Francisca lo dice como quien ha contado demasiadas veces la misma historia y se detiene en algunos conceptos. Por ejemplo, repite varias veces la palabra autogestión y dice que la nueva generación de músicos chilenos ha tenido que aprender a responder la siguiente pregunta: "¿Cómo hago para que mi música llegue a más gente?". Y la respuesta es la autogestión, saber que no basta con el talento, que hay que buscar y buscar sin detenerse.

Unos minutos antes de que ella se pusiera frente al micrófono, habló Luis Hernán Cubillos, quien recordó a su hermano Felipe, y luego Verena Horst, quien habló sobre su experiencia de haberse ido con su familia a China y lo duro que fue adaptarse; por ejemplo, lo difícil de tener una nana que no hablaba su mismo idioma.

Quizás por eso, por las personas que la antecedieron, es que Francisca Valenzuela parecía ahí, tras el micrófono, efectivamente una mujer moderna, rockera, con las ideas claras sobre lo que hace, de su talento, de su conciencia absoluta acerca de sus capacidades más allá de ser mujer.

Y todo eso quedó más claro cuando terminó su discurso, después de 24 minutos, dijo "suficiente bla blá", se sentó tras el teclado y comenzó a tocar "Quiero verte más". Ahí estaba toda su historia: una chica, un teclado, su voz y la voluntad de llegar hasta donde ella ha querido llegar.

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