Por Enrique Mujica, Director Mayo 14, 2010

Durante el último gobierno de la Concertación existían cinco, y no cuatro, tiendas dentro de la coalición: la DC, el PS, el PPD, el PR y La Moneda. El partido La Moneda vivía un microclima soleado, mientras afuera llovía. La presidenta subía en las encuestas, mientras los timoneles de las colectividades eran increpados. Los ministros disfrutaban de los aplausos; los parlamentarios eran tildados de flojos. La Moneda tenía think tank puertas adentro: cuadros preparados y eficientes, mientras a los partidos se les imputaba ser una escuela de operadores de cuarta.

La desafección -palabra de moda- que exhiben sectores de la hoy coalición gobernante tiene mucho que ver con esa distancia que La Moneda engendra. Los partidos están en baja y cualquier cosa que huela a ellos es mejor evitarla. Gabinete técnico y no cuoteo; los "intereses de la gente" por sobre los de los dirigentes. El partido La Moneda, antes y ahora, promueve la independencia y el pragmatismo. Antes se llamó bacheletismo; ahora podría llamarse piñerismo.

Por eso parte de RN y de la UDI se sienten al margen. El ideario está en el tapete. El estilo del mandatario también. En esta edición, nos preguntamos si el derechicidio ha regresado. La historia de ese sector, en las últimas dos décadas, estuvo marcada por rencillas y desconfianzas, aplacadas en el último tiempo por la inminente llegada al poder. La interrogante no sólo tiene que ver con la coyuntura, sino con la proyección de la coalición que hoy gobierna. No se trata únicamente de diferencias personales: hay ideas en juego que pueden determinar cómo será la derecha en la próxima década.

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