Por Enrique Mujica, Director Abril 3, 2010

En privado, más de alguna vez Sebastián Piñera esbozó ciertos reparos respecto de la elite empresarial chilena. De hecho, durante la campaña, le desagradaba profundamente el derrotismo imperante, sobre todo cuando él estaba arriba en las encuestas, y pese a eso, campeaba, en  algunos hombres de negocios, el escepticismo frente a su triunfo. En su entorno, por convicción o por táctica, nunca le han esquivado el bulto a esa endeble confraternidad: "Hay que despejar un mito a partir de una realidad: Sebastián ha forjado su posición empresarial a partir de sus propios esfuerzos y talentos, no es uno más de la clase empresarial típica", dijo, en diciembre pasado, Rodrigo Hinzpeter a Qué Pasa.

Las declaraciones de Arturo Fontaine, el camino de independencia frente al empresariado que pregona el ministro Hinzpeter y la discusión sobre el alza de impuestos avivan el viejo tema de las confianzas entre Sebastián Piñera y la elite. Con un bemol monumental: ahora no se trata de cuchicheos y suspicacias entre pares, sino de la relación entre el siempre poderoso mundo empresarial y el jefe de Estado.

Relacionados