Por Enrique Mujica, Director Enero 2, 2010

Cien años son generaciones. No es tiempo, son personas.  Que más de 17 millones de seres humanos tengan algo en común por lo menos una vez en su vida es un hito. Eso es al fin y al cabo, eliminando la fanfarria, el Bicentenario. Tener algo en común.

Cien años es nada para un país y mucho para sus habitantes. Los proyectos históricos no pueden ser ciegos a las voluntades y esperanzas individuales. La gente muere, los países -generalmente- no. Los tiempos eternos de las naciones no son los mismos tiempos de las personas. Por eso, el derecho a pedir urgencia.

En esta primera edición del 2010  les mostramos cómo este país cambió en 10 décadas. En 1910, los chilenos sabían que los 30 años era su esperanza de vida. Que de cada mil nacidos, 330 morían. La Universidad Católica no tenía una sola alumna. Las mujeres no votaban. Y los que elegían autoridades eran apenas el 3,06% de la población.

Realidades que suenan increíbles desde la actualidad.  Y que motivan a hacerse una pregunta que puede sonar a ficción, pero ni tanto: del Chile del 2010, ¿qué realidades serán inverosímiles, arcaicas e indignas cuando se celebre el tricentenario?

Hay muchas que a estas alturas -no hay que esperar tanto- ya clasifican.

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