Por María Soledad Holley, desde Córdoba, Argentina Abril 23, 2014

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El cordobés goza con un buen asado, con un mate a media tarde, con la masa crocante de la pizzería de la esquina y una docena de empanadas con cerveza. Aquí nadie intenta aparentar lo que no es.

Desde hace 16 años viajo constantemente a Córdoba. Mi marido es cordobés y toda su familia vive allá. He pasado vacaciones y navidades, he festejado bautizos, cumpleaños, aniversarios y matrimonios, he sufrido tórridos y lluviosos veranos, he tomado mate en las Sierras el domingo a la orilla del río. He hecho la vida que hace cualquier hijo de vecino en Córdoba y, no hay caso, no logro enamorarme del todo de esa ciudad.

Objetivamente sé que Córdoba es maravillosa, de gente encantadora, de una calidad de vida envidiable y con todos los beneficios culturales, profesionales, educacionales y económicos que puede ofrecer una ciudad de alrededor de un millón y medio de habitantes. Pese al centralismo que hay en Argentina -ellos mismos dicen: “Dios está en todas partes, pero atiende en Buenos Aires”-, tiene vida e identidad propias. Por algo, cuando les pregunto a mis conocidos qué les ha parecido Córdoba, la respuesta suele ser “no tenía muchas expectativas y me encantó”.

UN POCO DE HISTORIA

Córdoba fue fundada en 1573, y tiene un acervo histórico bastante interesante, principalmente en las calles del centro. Aquí están la catedral, cuyas obras comenzaron en 1580, la Universidad Nacional de Córdoba, la cuarta más antigua de América, y el Colegio Nacional de Monserrat, fundado en 1687 por la Compañía de Jesús, todos declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Sin embargo, lo que más se respira es la historia reciente, la de los inmigrantes del siglo XX. Españoles, turcos e italianos marcan la vida del barrio de Güemes, a escasas cuadras del centro. Ahí tenían sus tiendas y almacenes y, como estaba a pasos de la antigua estación de buses, también proliferaron los conventillos o inquilinatos. Estos edificios eran pasajes con pequeñas habitaciones para los comerciantes que venían desde las Sierras, una cadena montañosa de características similares a nuestra cordillera de la Costa, y debían hacer noche ahí.

Los primeros años que fui a Córdoba, esa zona estaba muy deteriorada. Siempre fue la sede de los anticuarios y el Paseo de las Artes (una feria de artesanía enorme que se instala los sábados y domingos), pero el resto de los edificios eran bodegas, estacionamientos o lavaderos de autos. Hoy, es un ejemplo más de la crisis no crisis que vive Argentina.

Un sábado a las 7 de la tarde no se puede caminar por sus angostas veredas. A los anticuarios se sumaron tiendas de diseño y pequeñas boutiques, las piezas de los conventillos son hoy bazares vintage y onderas cafeterías, y el oscuro galpón donde por años mi suegro estacionó su auto es el flamante restaurante Mercado Central, con jardines verticales y comida peruana. Vale la pena darse una vuelta por Casa de Pepino, un centro cultural instalado en la casa de un inmigrante italiano y que hoy ofrece espectáculos de tango y exposiciones de arte gratuitos.

VIDA DE BARRIO
El cordobés es todo un personaje. Con ese acento cantado que alarga las sílabas, resulta muy gracioso. Es bueno para el chiste corto, para reírse de lo cotidiano, de sí mismo. Se burla del porteño, lo encuentra agrandado. Es cordobés ante todo, y de Córdoba capital, como recitaba la canción del fallecido cantante de cuarteto Rodrigo.

Aquí la movida no es hipster ni trendy ni vegana ni cool. El cordobés goza con un buen asado, con un mate a media tarde bajo un árbol en el parque, con el vino con soda, con la masa crocante de la pizzería de la esquina y la docena de empanadas con cerveza. Aquí nadie intenta aparentar lo que no es. El cordobés es orgulloso de su esencia y sincero al demostrarlo. Es lo que hay. Y a los chilenos eso nos encanta.

La vida de barrio es todo, y la cultivan. Los barrios se reinventan, como Nueva Córdoba, donde han plantado cientos de edificios para albergar a los universitarios que llegan desde diversos puntos de Argentina, o General Paz, a un puente del centro atravesando el río Suquía, donde  proliferan restoranes y bares. Pero la esencia es la misma. El quiosco de la esquina no desaparece, la fábrica de pastas y la de sándwiches de miga llevan 35 años en la misma dirección y no la piensan sofisticar, y el almacenero sigue comentando con los vecinos si Cristina habló o dejó de hablar por cadena nacional.

Y esto se aplica a la gastronomía también. Es así como en La Cañada, ese canal que cruza de sur a norte la ciudad hasta desembocar en el río Suquía, hay dos clásicos que nunca defraudan: Alcorta y La Mamma. El primero es de carnes, delicioso (www.alcortacarnes.com.ar). Y el segundo, de pastas (www.lamammarestaurante.com.ar). Ahora, si uno busca algo más sofisticado, hay que darse una vuelta por el Paseo del Buen Pastor, una antigua cárcel de mujeres reciclada en centro gastronómico, sala de exposiciones y fuente de aguas danzantes.

 

DEPORTE PARA TODOS
Otra característica de Córdoba es la cantidad de deportistas de élite que ha regalado a Argentina y al mundo. David Nalbandian, Mario Alberto Kempes, cuyo nombre está grabado para el recuerdo en el estadio local, y el nadador José Meolans son algunos de ellos. Y esto no es gratuito. Así como en el resto de Argentina, aquí las condiciones para practicar deportes son mucho mejores que en Chile.

Por ejemplo, en cada barrio hay un club deportivo. Mis sobrinos van a nadar a uno llamado ACV (de la Asociación Cordobesa de Volantes), que les queda a la vuelta de la esquina en el barrio de Cofico y que lleva décadas donde mismo. No hace falta pagar una cuota de incorporación ni es exclusivo de un determinado grupo. 

Y con el golf pasa lo mismo. Ángel “Pato” Cabrera, ganador del Masters de Augusta en 2009, se inició como caddie en el Córdoba Golf Club de Villa Allende, de la mano de otro grande de esta especialidad, Eduardo Romero. A este club, ubicado en las afueras de la ciudad, donde ya existen varios barrios privados y country clubs, puede acceder cualquiera. Incluso un simple turista. Basta pagar los 320 pesos argentinos que cuesta el green fee y ya se puede jugar en una de las canchas más lindas de la región (www.cbagolfclub.com.ar).

La cercanía con las Sierras favorece, además, deportes como el trekking, parapente, montañismo y escalada. Y para los amantes de los fierros y las tuercas, aquí se corre una de las fechas del circuito mundial de rally (ver recuadro).

Entonces, ¿qué es lo que encanta de Córdoba? Creo que es la sencillez y la facilidad con que se accede a todo. La actividad propia de una ciudad moderna que no olvida la placidez del día a día. Aquí hay escala humana y calidad de vida. A mí, me dan vueltas todas las cosas que se dicen sobre Argentina -que la inestabilidad, que la política, que la inseguridad y un largo etcétera- porque estando casada con un cordobés la posibilidad de terminar acá está siempre latente. Sin embargo, después de este último viaje puedo decir que me vendría feliz.

Córdoba: Amor a segunda vista

CAPITAL TUERCA
Cada otoño, los cordobeses preparan una mochila con lo necesario para acampar y una parrilla para ir a instalarse en los caminos menos transitados de las Sierras, y reservar la mejor ubicación para ver pasar los autos conducidos por pilotos de la talla de Sébastien Loeb o Carlos Sainz en la fecha del rally internacional que se corre en Córdoba.

Este año, el evento será del 8 al 11 de mayo y tendrá como sede la ciudad balneario de Carlos Paz, ubicada a 40 kilómetros de Córdoba. Ahí se desarrolla el Súper Especial, un circuito cerrado donde los pilotos corren dos vueltas cronometradas, y abundan las promotoras. El resto del circuito pasará por localidades como Yacanto, Villa del Dique y Mina Clavero.

Para los interesados, existen paquetes turísticos para viajar exclusivamente al evento. Más información en www.rallyargentina.com

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