Por Nicolás Alonso Enero 31, 2013

Están allí, ahora pareciera que desde siempre. Pero lo cierto es que hace tres años, sin previo aviso, apareció el grupo en la estancia San Clemente, en ese territorio olvidado de Tierra del Fuego que es Bahía Inútil, y allí se quedaron, apretados y quietos, observando. Al principio parecieron ser unos 20, pero pronto, con el calor, llegaron los otros. Entonces se supo que eran más de 60. Ni Cecilia Durán, la dueña del terreno, que ahora hace de guía y que transformó su predio en un lugar de conservación, sabe por qué escogieron ese lugar para quedarse, ni qué pretenden hacer en él. Pero desde que los pingüinos rey aparecieron, la gente no tardó en empezar a llegar, de todos lados, a ver el fenómeno. Después de todo, estos visitantes no son comunes: son nada menos que los segundos en la escala de poder de toda su especie, sólo detrás de los pingüinos emperador. Las visitas, de martes a domingo, duran 20 minutos y cuestan $12.000, niños gratis. Sólo puede entrar una docena de personas por vez, no vaya a ser que los reyes se vuelvan a sentir amenazados, y esta vez sí quiebren su misteriosa calma. Desde una distancia prudente, los turistas pueden tirarse cuerpo a tierra, y observarlos, primero desde el frente y, luego de un rodeo, también desde atrás.

www.pinguinorey.com

 

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