Por Juan Pablo Garnham Marzo 19, 2015

© Patricio Otniel

“El cerebro y su funcionamiento no es tan racional como podríamos esperar, porque intenta preservar los circuitos de supervivencia: comer, reproducirse, luchar contra los enemigos. Son los tres circuitos necesarios para que el ser humano evolucione y para preservar nuestra especie”.

Le llegan e-mails constantemente de pacientes de todo el mundo, gente que ha escuchado de sus investigaciones, gente que sufre de enfermedades como la esclerosis múltiple, lesiones en la médula espinal, o que sufrieron un derrame cerebral. Le piden participar en sus ensayos con humanos. Pero Gianvito Martino sabe que no es tan fácil, especialmente con el cerebro.

“Los pacientes escriben preguntando si pueden ser parte de este tipo de terapia, pero todavía no estamos listos”, dice Martino, neurólogo italiano de 53 años, quien dirige la División de Neurociencia del Instituto Científico San Raffaele, en Milán. “Tenemos que mantener todo bajo el agua, porque es demasiado riesgoso decir a los pacientes que podemos hacer algo y no lograr nada. A veces, la desilusión es mejor”.

A pesar de su cautela, los descubrimientos de Martino han generado muchísimo interés en la última década y es, con justicia, uno de los principales invitados que participarán en Puerto de Ideas, -festival de ciencia de Antofagasta presentado por Minera Escondida-, que se realizará entre el 10 y el 12 de abril. Su laboratorio ha logrado importantes avances en terapias génicas y con células madre, y hoy están comenzando las pruebas con humanos para tratar la esclerosis múltiple, aunque sabe que queda mucho camino todavía. “Tengo que ser muy cuidadoso y explicarle a los pacientes que esta es una terapia experimental, muy riesgosa aún”, explica Martino. “Reservamos estas terapias experimentales a un tipo muy particular de paciente, que no está respondiendo a ninguna de las terapias tradicionales”.

Martino y su laboratorio trabajan en lo que se llama medicina traslacional, es decir, toman descubrimientos que se han logrado en la ciencia básica e intentan aplicarlos a la medicina. Específicamente, trabajan en daños al sistema neurológico, en males como la esclerosis múltiple. Y se ha enfocado en dos tipos de métodos: la terapia de genes y la de células madre.

“Hay terapias que puedes entregar sólo en órganos específicos. Si tomas una píldora, va a todas partes del cuerpo. No la puedes controlar ni hacer que vaya sólo al sistema nervioso central, por ejemplo”, explica Martino. “En cambio, la terapia de genes es más sofisticada, es como una terapia quirúrgica, porque va exactamente al lugar donde quieres que vaya”.

La terapia de genes consiste en modificar, por ejemplo, un virus, quitándole lo que lo hace dañino e insertando moléculas que pueden ser beneficiosas, como un antiinflamatorio. “La esclerosis múltiple es una enfermedad inflamatoria del cerebro y la médula espinal; la idea es hacer que este vector viral no produzca más la partícula viral, que es infecciosa y causa una enfermedad, sino las moléculas antiinflamatorias para disminuir la inflamación en el cerebro y la médula espinal. Y hemos sido muy exitosos con algunas de esas moléculas, al menos en roedores”, comenta el médico.

LAS CÉLULAS MILAGROSAS
Hoy, el principal foco de Martino está en la terapia con células madre. Es con este método con el que ha empezado las pruebas con pacientes humanos. “Las células madre son muy poderosas, ya que pueden ser transformadas en distintos tipos de células que hay en el cuerpo, que son más de 200”,  explica Martino, “en particular podemos tomar células madre hasta del cerebro, y hacer que  generen células neuronales, células del sistema nervioso”.

Pero cuando Martino y su equipo comenzaron a trasplantar estas células en roedores y luego en monos, al poco tiempo descubrió algo que no esperaba. “Sí, sustituían algunas células que se han perdido, pero también descubrimos que podían liberar moléculas, sustancias que son tróficas para el cerebro, que mantienen a las células del cerebro más listas, funcionando más”, recuerda. El tratamiento no sólo reemplazaba las neuronas dañadas, sino que a veces apoyaba el crecimiento de las células que estaban sanas. Fue ahí cuando empezaron a aplicarlas a distintas enfermedades.

“Las podíamos usar no sólo para reemplazar las células perdidas, sino también para apagar el proceso inflamatorio o eliminar las señales que causaban la enfermedad. Hasta cierto punto, no sólo para reparar lo dañado, sino para prevenir daño futuro”, dice Martino. Pero también estas células podían generar consecuencias negativas, dependiendo de cómo y dónde se aplicaran, como por ejemplo, tumores.

Hoy su equipo está trabajando en regular estas distintas funciones que tienen las células madre, y aplicándolas en un grupo muy reducido de pacientes. Trabajan con las llamadas células madre mesenquimales, obtenidas de la sangre.

“La terapia de células madre está avanzando mucho más rápido de lo que esperábamos. De seguro, en quince o veinte años tendremos una idea de qué tipo de células madre podemos usar en qué campos. Pero no sabremos si serán eficaces”, explica el médico. “Las células madre tendrán un espacio en la terapia, pero no resolverán definitivamente enfermedades, más allá de algunos casos particulares, porque esas células no se preocupan de atacar la causa de la enfermedad, sino que evitan que la enfermedad se desarrolle”, explica. “La causa sigue ahí y hasta que no lleguemos a la causa, incluso aunque usemos células madre, no podremos curar definitivamente estas enfermedades con las que trabajo”.


LO (POCO) QUE SABEMOS

-¿Qué podemos esperar sobre su charla en el marco del festival Puerto de Ideas Antofagasta?
-Quiero hacer que la gente se dé cuenta de cuánto sabemos del cerebro y su funcionamiento. En particular me gustaría enfocarme en que el cerebro y su funcionamiento no es tan racional como podríamos esperar, porque intenta preservar los llamados circuitos de supervivencia: comer, reproducirse, luchar contra los enemigos. Esos son los tres circuitos, que son absolutamente necesarios para que el ser humano evolucione y para preservar nuestra especie. Es el funcionamiento automático de nuestro cuerpo, que no es racional. Es por esto que cometemos errores todo el tiempo.

-¿Dónde se ven estos errores?
-Por ejemplo, el neuromarketing y la publicidad toman provecho de esto, y por eso es que la publicidad se basa en comida, sexo y peleas. Esto es porque ajustan los estímulos a lo automático, a lo que no piensa, y así vas y compras lo que sea que te sugieren que compres, porque ese tipo de mensajes te hantocado en la parte irracional de tu cerebro.  Mi idea es hacer una lista de estas cosas que nos pasan por no ser seres humanos racionales, y tratar de evitar a la gente que trata de aprovecharse de estos errores para lograr ganancias. Entonces tenemos que estar alerta. Así probablemente seríamos mejores con los demás y habría más solidaridad con los otros, en vez de pelear tanto por nuestros intereses.

-¿Cuánto sabemos de nuestro cerebro hoy?
-Hoy pensamos que sabemos todo, pero esto no es así. Podemos decir claramente cómo unos pocos cientos de neuronas funcionan. Hemos estudiado las células del gusano, porque es lo máximo a lo que hemos llegado. ¿Cómo podemos pensar en que sabemos algo del cerebro humano, que tiene cien mil millones de células? Sabemos muy poco. Lo que sabemos hasta ahora es suficiente para saber que debemos ser muy cautos en interpretar cualquier cosa que se diga del cerebro.

-En este sentido, ¿qué podemos esperar de la BRAIN Initiative, el proyecto del presidente Obama en el que se están invirtiendo 300 millones de dólares por diez años?
-En quince años nada de lo que Obama dijo en 2013 va  a pasar. Podremos entender cómo funciona el cerebro de un ratón, nada más que eso. Eso no significa que no importe. Tendremos información crucial que podríamos quizás traducir en nueva medicina, pero la publicidad de esto es mucho más grande que la realidad. Aparte de eso, hay algunos temas técnicos que deben ser discutidos. La BRAIN Initiative nace de la idea de que todas las células del cerebro son similares entre sí, y al poco tiempo sabemos que esto no es así. Cada una tiene características y hay grupos de células con características similares, pero distintas. Hay subpoblaciones de neuronas en términos de funcionamiento. No así en términos de morfología, porque la apariencia ya la conocemos. Pero pensábamos que los principios de funcionamiento eran los mismos para cada célula del cerebro, y no es así. De todas maneras, el proyecto es importante porque pone el dedo en un campo que es sumamente complicado y del que tenemos que saber más, pero terminará de manera distinta a como ha sido publicitado.

-Tomando en cuenta lo que sabemos y lo que no sabemos, ¿cómo ve el futuro de la investigación del cerebro?
-Sabemos de lo que está hecho el cerebro, pero no sabemos cómo funciona. Sabemos cómo aparecen las células, sabemos su morfología, pero no sabemos cómo interactúan entre ellas. Ahora sabemos cómo mil células interactúan entre ellas, las podemos estudiar en un laboratorio, vivas. En quince años con este proyecto vamos a llegar al cerebro del ratón, de 75 millones de células trabajando juntas. Deberíamos escalar a cien millones de células. Si en 15 años vamos de mil a cien millones, ¿cuánto tiempo tomará ir de cien millones a cien mil millones? No es una cuestión de números, sino de complejidad. Pero la ciencia avanza paso a paso.

-Esta es la única forma de pensar, me imagino, haciendo un trabajo que parece de tan largo alcance...
-Mi mentora, Rita Levi-Montalcini, que ganó el Nobel en 1986, dijo que su trabajo fue una simple gota de agua en el océano, pero el océano está hecho de gotas de agua. Esta es la forma en que pienso y es lo que me digo cada día.

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