Por Diego Zúñiga Noviembre 5, 2014

© Lisbeth Salas

Pueden ser las series de televisión, las librerías o la no ficción: el escritor español Jorge Carrión (1976) ha publicado novelas, ensayos, crónicas y antologías en las que se mueve con soltura por sus obsesiones. Esta semana llegó a Chile, invitado por la Universidad Adolfo Ibáñez, para participar en Filsa -el sábado 8 de noviembre presentará la antología Mejor que ficción (Anagrama), junto a Claudia Darrigrandi, Alberto Fuguet y Juan Pablo Meneses- y en las II Jornadas de Literatura Comparada UAI -el martes 11 de noviembre, donde dictará una conferencia a propósito de su ensayo Librerías (Anagrama)-.

-Has publicado novelas, ensayos, crónicas… ¿Dónde te sientes más cómodo?
-Cada vez me siento más cómodo con la idea de que escribo narrativa. La crónica, el ensayo y la ficción pueden converger en esa forma, amplia, extensa, generosa, de entender el fluir de las historias y de las ideas. Otra palabra que me interesa es “artefacto”. Trato de que mis textos, breves o extensos, tengan la ambición de ser máquinas completas. En ese sentido, intuyo que Teleshakespeare o Librerías [finalista del Premio de Ensayo Anagrama], ensayos-crónicas, son construcciones menos sofisticadas que Los muertos y Los huérfanos, novelas. De modo que habría límites. Límites que deben ser pensados.

-En 2011 publicaste Teleshakespeare, en el que abordabas distintas series de televisión para decir que ahí estaban ocurriendo avances importantes respecto al arte de narrar, adelantándote a algunas ideas que hoy son más comunes…
-Sí, tienes razón, tal vez Teleshakespeare llegara demasiado pronto: la opinión pública no estaba totalmente preparada para aceptar su propuesta; pero la nueva edición argentina, actualizada [publicada recién por Interzona], me da una segunda oportunidad, al menos en el Cono Sur. Hay unas veinte páginas más que en la edición original. Pero no analizo series nuevas, como True Detective o Fargo, porque estoy escribiendo un nuevo libro sobre el tema. Una especie de segunda parte, pero totalmente distinta, más transversal.

-Sobre esto mismo: ¿qué series del último tiempo te han impactado tanto como para quizá dedicarles ensayos más largos?
-Hay que ver qué pasa con las nuevas temporadas de The Knick o de Masters of Sex, pero son series muy potentes, con muchos niveles de lectura. El problema de ser crítico del presente es que el presente no para de ampliarse, de discutirte, de contradecirte.

-Vienes a Chile, entre otras cosas, a hablar sobre no ficción. ¿Te parece que la crónica sigue siendo uno de los géneros más importantes que se desarrollan en Latinoamérica?
-La crónica está muy viva. Es un género radiante (que brilla y que irradia) y políticamente necesario. Pero es importante recordar que su vigencia no es una novedad. Hay una generación, que ahora tiene entre cincuenta y setenta años, que ha escrito durante décadas no ficción de alto nivel, experimental, comprometida, desde Pedro Lemebel en Chile hasta Marcos Ordóñez en España, pasando por María Moreno en Argentina o Edgardo Rodríguez Juliá en Puerto Rico. La tradición no se ha roto, hay que recordarla: Darío, Martí, Pla, Arlt, Walsh, García Márquez, Tomás Eloy Martínez, Poniatowska, Monsiváis... A veces las modas nos nublan la memoria.

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