Por quepasa_admin Octubre 23, 2014

"MOTOR DEL DESARROLLO"

Renunciar a la minería en la zona central, donde se ubican las mejores reservas de cobre del país, sería un lujo que Chile no se puede dar. El camino fácil de oponerse a todo terminaría perjudicando principalmente a los más necesitados.

Esto nos lleva a otra pregunta:  ¿Qué minería necesitamos para aprovechar esas reservas?

No cualquiera. Una de altos estándares, innovadora y tecnológica, que minimice y compense apropiadamente sus impactos ambientales y maximice su aporte a la sociedad. Una minería responsable en su uso de agua, que aplique y transfiera buenas prácticas, respetuosa, inclusiva y dialogante. Una industria que amplifique la creación de valor del proceso minero, mediante el fomento de encadenamientos productivos, la provisión de servicios intensivos en tecnología y conocimiento, y la compra de insumos locales con valor agregado.

La gran minería en Chile ha avanzado en todo esto, y está a la vez consciente que queda camino por recorrer. En ello está enfocada.

Pero las reservas y el compromiso de las empresas no son suficientes para la concreción de inversiones. También son necesarias la superación de desafíos de competitividad, políticas públicas modernas y eficaces, y la modernización del Estado. Y se necesita un debate con altura de miras y perspectiva de largo plazo, como base de un acuerdo multisectorial que dé un nuevo impulso a este sector como motor de un mejor desarrollo para todos los chilenos.


"EL GIGANTE EGOÍSTA"

Chile es el mayor productor de cobre a nivel mundial. Nuestra tasa de extracción minera es dramáticamente alta en el contexto de un país pequeño; siendo la relación explotación minera versus territorio la más extrema del mundo. A ello se suma que las regiones con mayor actividad minera como Tarapacá, Antofagasta y Atacama son las de mayor escasez de agua dulce. Esto, junto a la búsqueda de yacimientos de mejor ley, motivó al empresariado minero a proyectar el extractivismo hacia el centro del país, como las expansiones de Andina 244; Los Bronces hacia Sulfatos; Teniente Norte, entre otros. Estas faenas se desarrollan en cabeceras de cuenca y han contaminado aguas superficiales, napas subterráneas y tranques de relave.

Todas han intervenido glaciares y planifican seguir destruyéndolos, aunque de ellos depende la seguridad hídrica y el riego del 40% de la producción agrícola del país, la mayor producción industrial y el agua potable de Santiago, Valparaíso y Rancagua que albergan a casi el 50% de la población nacional. Así, proyectan una expansión minera absurda e insustentable hacia el centro agrícola y poblacional de Chile, cuya sequía y desertificación ya alcanza más de 48 millones de hectáreas (62,4% del territorio nacional) y se prevé mayor afectación futura por la escasez hídrica que trae el cambio climático.

La minería -para muchos el “gigante egoísta”- no es compatible con las actividades productivas y asentamientos humanos de la zona central. Ésta pretende monopolizar los recursos naturales y territorios bajo el eslogan “Chile país minero”; como si no hubieran otras alternativas de desarrollo.

Estamos frente a una discusión estructural sobre el desarrollo de Chile. Queremos un modelo inteligente, sustentable y solidario, con participación de la sociedad y resguardo de los derechos humanos, a la salud y al medio ambiente.

 

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