Por Mario Hamuy, académico Departamento de Astronomía U. de Chile, director Instituto Mileno de Astrofísica MAS Octubre 23, 2014

El Programa de Formación de Capital Humano Avanzado de Conicyt, creado en 1988, es la principal agencia gubernamental dedicada a la administración de becas de posgrado. Hasta el año 2008, sus principales instrumentos fueron los concursos para becas de magíster y doctorado en Chile. Esta situación cambió radicalmente con la creación, ese año, del Programa Becas Chile (PBC) con el fin de que el país pudiera participar en la generación de conocimiento de frontera, el cual abrió la oportunidad a muchos jóvenes para realizar estudios de posgrado en el extranjero. Luego de seis años de implementación de este modelo mixto, surge la pregunta: ¿Debe Chile definirse por invertir sus recursos en becar a estudiantes para posgrados en las mejores universidades del extranjero; o, por el contrario, debe invertirlos en mejorar sus programas de estudio en nuestro país? Para abordar esta pregunta es necesario mirar separadamente las características de los programas de magíster y doctorado.

En el periodo 2008-2013, el número de becas de magíster al extranjero fue 2.715. El  69% de ellas fueron en Ciencias Sociales y Humanidades, preferentemente en áreas de Economía y Administración, Derecho y Ciencias Políticas, en Reino Unido, Estados Unidos, Australia y España. El monto promedio anual por estudiante ascendió a US$ 42.000 . Del total, un 61% efectuó sus estudios secundarios en establecimientos particulares pagados, 67% provenientes de hogares con ingresos mensuales superiores a $2.170.000, y un 50% de las comunas de Las Condes, Providencia, Vitacura, La Reina y Santiago, porcentajes que han ido en aumento en las últimas convocatorias.

Esto contrasta con el programa de becas nacionales de magíster (2.496 becarios en los últimos seis años) el que, además de tener costos muy inferiores -unos US$ 12.000 al año-, cuenta con un universo mucho más equitativo en el origen socioeconómico de los becarios (33% de colegios particulares pagados, 36% de particulares subvencionados y 29% de municipales). ¿Es sensato que el país destine varios millones de dólares al año al programa de becas magíster al extranjero, apoyando preferentemente un perfeccionamiento que irá al beneficio individual de los becarios en vez de lograr el objetivo de la generación de conocimiento? En esta línea, es oportuno revisar el programa de becas magíster al extranjero y plantearse si parte de estos recursos debieran destinarse a fortalecer los programas nacionales de posgrado.

En el caso de las becas doctorales, 2.030 personas han recibido el beneficio para ir a estudiar al extranjero en el periodo 2008-2013 (frente a 3.390 estudiantes que decidieron hacerlo en el país). Su principal fortaleza es haber ampliado las opciones de búsqueda de conocimientos en áreas  donde el país no tiene programas de doctorado suficientemente desarrollados, por falta de laboratorios, infraestructura o masa crítica, habiendo permitido a jóvenes investigadores  insertarse en problemas de investigación de frontera y establecer redes de colaboración internacionales que les permitan mantenerse vinculados a la vanguardia de la generación de conocimiento desde Chile. Esta fue mi experiencia en 1995, cuando realicé mi doctorado en Arizona -aún no existía un programa en Astronomía en Chile-, lo que me permitió ampliar mis horizontes científicos, culturales y el dominio del inglés.

Entre las debilidades del sistema está la alta preferencia de los becarios (56%) que van a doctorarse al extranjero en Ciencias Sociales y Humanidades, que podría traducirse en una saturación en el corto plazo. Por eso, sería oportuno implementar un proceso de selección en función de las prioridades de desarrollo del país. Otra debilidad es la falta de incentivos para atraer de vuelta a los cerca de 400 nuevos doctorados que el país financia anualmente en el exterior. Para que el PBC funcione y el país pueda beneficiarse de esta importante inversión en capital humano avanzado, es fundamental contar con incentivos para que los becarios se reinserten en el sistema chileno, y ampliar las capacidades nacionales en investigación, nuevas tecnologías e innovación. El Estado tendría que abrir más oportunidades laborales a los nuevos graduados a través de sus programas posdoctorales, que en la actualidad son sólo 300 cupos anuales, así como con los centros de excelencia Milenio, Fondap, Basal, y Centros Regionales Conicyt que juegan un rol muy relevante en la investigación de frontera.

El sector privado, por su lado, debería involucrarse activamente en materia de investigación y desarrollo, permitiendo la incorporación en las empresas de personas talentosas y con conocimientos técnicos complejos adquiridos en sus estudios de posgrado, dejando atrás los bajos niveles de innovación que se observan en Chile.

En resumen, el PBC ha sido una iniciativa positiva para el país que debe mantenerse tanto a nivel de magíster y doctorado, pero sujeta a continuos procesos de evaluación y perfeccionamiento, para lograr más efectivamente su objetivo de insertar a Chile en la sociedad global del conocimiento.

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