Por Nicolás Alonso Diciembre 27, 2012

La semana pasada, Pablo Cabrera estuvo en Washington, sellando acuerdos de cooperación de la Academia Diplomática chilena con la American University y la Georgetown University, para enfrentar temáticas de la globalización. Antes, le había sido imposible moverse del país: había pasado las dos semanas previas frente a una pantalla gigante, en el auditorio del Palacio Edwards, donde funciona la institución, analizando junto a sus alumnos y otros profesores un streaming en directo del juicio de La Haya. El objetivo era sacar las lecciones del primer proceso diplomático transmitido en directo por televisión, y comentado en tiempo real en redes sociales. La primera gran prueba de lo que él llama la diplomacia 2.0.

Desde el primer día de la fase oral del juicio, después de cada sesión de visionado y discusión con sus alumnos, el director actualizó  el blog  de la academia, “Apuntes Internacionales” -inaugurado el año pasado-, con los resúmenes del día de La Haya. Otra de sus actividades fue elaborar junto a la U. del Desarrollo la encuesta sobre la percepción del juicio. Éste era, dice el diplomático, el momento de aprovechar el repentino interés del país por la diplomacia.

“La Haya ha servido para que se involucre la sociedad entera en la diplomacia, con la televisión y las redes sociales siguiendo una acción diplomática importante. Antes estaba la idea de que todo era secreto”, dice Cabrera. “Era el momento de decir: bueno, hagamos carne de esto”.

Según Cabrera, durante este siglo la diplomacia en Chile cambió. No lo hizo por el juicio de La Haya, pero ése fue el primer gran escenario del cambio. La transformación, dice, viene de antes, con la irrupción de la globalización y la caída de las barreras entre los países. Por eso, en un contexto de flujo de información y capitales incontrolable, una de las claves para el futuro es trabajar en conjunto con los distintos estamentos de la sociedad. La Haya fue la gran prueba, y en la academia creen que el país respondió.

“Hoy todo es diplomacia, aunque no todo es política exterior. Hasta el contrato de un futbolista o de un cantante puede tener efectos diplomáticos”, dice Cabrera. “Lo que viene ahora es fortalecer la cooperación. Hay que acercar la diplomacia a la sociedad civil, entendiendo que ésta puede contribuir a la formación de políticas”, agrega. “El diplomático no puede ser experto en todo, requiere de especialistas”.

Para preparar a sus alumnos en este nuevo contexto, en la academia están trabajando en varias iniciativas con las cuales piensan aprovechar el boom por el juicio. La más importante es el llamado “Magíster de las 3 D”: un flamante acuerdo entre la Escuela de Derecho de la U. de Chile, la Academia de Guerra del Ejército y la Academia Diplomática para dictar un posgrado en conjunto (Derecho, Defensa y Diplomacia). Algunos de los temas serán la virtualidad, la irrupción de las redes sociales en la actividad diplomática y las disputas limítrofes entre países. La idea de fondo es generar una mayor interconexión entre los diplomáticos y el mundo civil, el mismo objetivo detrás de los acuerdos de la academia con universidades y organismos diplomáticos extranjeros.

Analizar el streaming del  juicio ya fue, dice Cabrera, una primera capacitación en límites y derecho internacional para sus alumnos. Para prepararlos para la instancia, fueron introducidos durante este año dos nuevos ramos en la formación del programa: uno sobre derecho marítimo y otro sobre la discusión de la Antártica. Además, se reforzaron fuertemente los contenidos sobre la disputa chileno-peruana en el ramo Política vecinal, dictado por los propios agentes de Chile en La Haya, Alberto Van Klaveren y María Teresa Infante, quienes también fueron los encargados de dictar en agosto un seminario sobre los detalles del juicio, en donde debatieron en  las posturas de ambos países y la forma de leer sus intervenciones en el juicio.

Por último, el 12 de diciembre, durante la ceremonia de egreso de la academia, dos días antes del fin de la fase oral, Cabrera se acercó al embajador peruano Carlos Pareja y le planteó lo que podría ser el primer espacio de reflexión binacional diplomática de cara al futuro: un encuentro entre los estudiantes y profesores de de las academias peruana y chilena, para reflexionar en torno a la relación entre sus países y del rol de la región en el concierto internacional. 

El embajador quedó de responder a su regreso de Lima.

La opinión de los cancilleres

Las figuras diplomáticas chilenas se han visto sorprendidas por la participación activa de distintos estamentos sociales en el diferendo, desde la información aportada por el grupo Angelini, quienes explotan la mayor parte de los recursos pesqueros de la zona, hasta la intensa participación de expertos y abogados de distintos colores políticos en la defensa. Según el ex canciller Hernán Felipe Errázuriz, el juicio llegó a ser un factor de unidad social.

“Hubo participación de todos los partidos políticos en la defensa, y también de la sociedad civil, especialmente en la vinculación con el Perú”, dice el abogado. “Aquí participaron dirigentes políticos, rectores de universidades, parlamentarios, sectores de la Iglesia. Eso es una novedad, y contra todo pronóstico ha servido para acercar las relaciones con Perú”.  

Juan Gabriel Valdés,  canciller durante el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, cree que probablemente el juicio generará una mayor conciencia de la sociedad respecto a la importancia de la diplomacia y mayor conocimiento sobre los grandes temas internacionales en disputa.

“La idea de la ‘diplomacia del cóctel’, que tanto daño le ha causado a la democracia, es algo que esto ha servido para despejar”, asegura. “La globalización está llevando a un tipo de relación entre países donde los flujos sobre fronteras son incontrolables, y la pretensión de que la Cancillería controle  de una manera ordenada la relación entre dos naciones es algo impensable. El diplomático tiene que tomarlo como parte de su entorno y su contexto”.

Cabrera dice que están trabajando en adaptar a sus alumnos a ese nuevo entorno, y también en lo que llaman la “identidad pública” del diplomático, especialmente en las redes sociales. Para eso, dice, han aprendido cosas como que “los diplomáticos deben comportarse en Twitter, tal como antes se comportaban en un cocktail”, y fortalecer la transparencia de sus labores. También que en tiempos de hiperconexión no hay espacio para consultar asesores, y por eso el diplomático debe tener un bagaje argumentativo mucho mayor. Temas como la capacitación para atender a la prensa ya son requisitos mínimos de los egresados.

El gran objetivo para esta nueva etapa de la academia, en donde las postulaciones han subido en más del 33%, es la innovación. Para eso están trabajando con la Fundación Chile en los requerimientos de egreso para sus alumnos -resumidos por Cabrera como “cuestionarse, establecer redes, aplicar la experiencia y mover el statu quo”- y este año fueron la única división de Cancillería que aumentó su presupuesto. El dinero será usado en la modernización de la sede, en la incorporación de profesores y en generar retroalimentación académica con las universidades chilenas. El objetivo es romper el “cerco” de la diplomacia.

“Se sabía poco lo que hacían los diplomáticos antes de la globalización y de las redes sociales. WikiLeaks dio una primera idea, y ahora este juicio ha servido para interesar”, concluye Cabrera. “Después de La Haya hay un convencimiento de que hay que involucrarse, y es un desafío para el diplomático del siglo XXI; tiene que tener una identidad pública, salir a la sociedad. Hay que quebrar los estereotipos”, dice. “El único estereotipo es servir al país”.

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