Por Rodrigo Fresán Julio 28, 2011

¿Se acuerdan? En los cómics clásicos y en los primeros dibujos animados, el que se encendiera una bombilla eléctrica sobre las cabezas de héroes o villanos equivalía a "¡Eureka!" o a plan maestro para salvar o destruir el mundo. Eran tiempos en que la electricidad traducida a luz era el cenit de la tecnología. Eso sí, se sabe: las bombillas de General Electric y derivados no duraban para siempre, se quemaban, había que cambiarlas, y así hasta el día de hoy, en que tenemos el debate de las ecológicas, que son más caras y duran más y todo eso mientras, allí fuera, pervive ese leyenda urbana. A mí me la contaron: las ampolletas eléctricas -así como la aspirina que cura el resfrío para siempre-podrían ser eternas, pero a sus fabricantes no les conviene. Argumento para alimentar semejante especie puede contemplarse vía internet, en vivo y en directo y en tiempo real. En http://www.centennialbulb.org/ podemos asistir al milagro certificado de la centennial bulb, iluminando ininterrumpidamente (con breves pausas al ser mudada de un sitio a otro) los altos de un cuartel de bomberos en Livermore, California, desde hace 110 años. Por supuesto, la ampolleta inmortal ya ha encontrado merecido sitio en el Guinness Book of World Records, en el Believe It or Not! de Ripley. Quiero una, varias, muchas. Y, de paso, también, una de esas superaspirinas.

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