Por Rodrigo Fresán Mayo 14, 2010

Lo siento, disculpas, no puedo evitarlo… y tampoco puedo jurar que no volverá a suceder. Mi problema con Shakira. Con los videoclips de Shakira. Y, por las dudas, vuelvo a aclararlo: Shakira no me cae mal y hasta la admiro. No es fácil mantenerse en el panorama del pop internacional habiendo comenzado como producto novelty étnico al que no se le auguraba más que una primavera  y, sin embargo, allí sigue estando. Tampoco me cae mal (de hecho, me ha hecho pasar grandes momentos, en especial aquella tarde en que pulverizó a Federer en Wimbledon) el tenista español Rafa "Hulk" Nadal. Pero otra cosa es verlo  con Shakira en ese asunto/canción llamado "Gypsy". Nadal descamisado y Shakira, una vez más, odalisqueando a su alrededor con sonrisa de boa constrictor. ¿Qué necesidad tiene? ¿Para qué? ¿Por qué esa cara de becerro seducido por esa mujer condenada a girar, vibrar, sacar pecho, revolear cadera, centrifugarse con cara de así me hice famosa?

* Escritor.

Relacionados