Por Alejandro Alaluf Diciembre 10, 2014

Esta semana falleció Ralph Baer, a los 92 años, a quien le debemos muchísimo: fue el responsable de crear la industria que hoy genera más dinero en el mundo del entertainment. Considerado el padre de los videojuegos y las consolas caseras, visionario e inventor, Baer se hizo famoso en 1972, al crear la Magnavox Odyssey, un aparato que permitía jugar rudimentarios videojuegos en el televisor. O sea, la primera consola de videojuegos casera. Su costo de producción fue de 2.500 dólares y logró vender más de 330 mil unidades. El modelo dio pie para que otras compañías, como Atari y Nintendo, replicaran el plan pocos años después.

Judío, nacido en Alemania en 1922 y forzado a dejar su país ante la irrupción del nazismo, Baer emigró a los EE.UU. sólo dos meses antes de la Noche de los Cristales Rotos. Allá estudió radio e ingeniería en televisión, por lo que armar, desarmar e inventar cosas fue su pasión toda su vida. También fue el creador de la pistola de luz, que se vendió como un periférico de la Odyssey,  y que fue imitada con muchísimo mayor éxito, años más tarde, por Nintendo. También inventó el icónico Simon, juguete electrónico ochentero cuya dinámica era seguir de memoria patrones musicales y de colores, entre muchos otros gadgets. Así, durante su vida obtuvo más de 150 patentes distintas. Por cierto, todos sus proyectos están presentados en el Museo Smithsonian. Pero creo que Baer se merece un museo completo. Mal que mal, inventó el pasatiempo más popular, transversal y democrático de los últimos tiempos.

www.ralphbaer.com

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