Por Juan Pablo Garnham Abril 4, 2012

Armar y desarmar. Los fines de semana de la infancia de Benedicto López estuvieron plagados de herramientas y horas en el taller, al lado de su papá, un analista de sistemas en un banco que disfrutaba haciendo muebles y otros artefactos. "Era un Giro Sin Tornillos. Yo, mientras tanto, me hacía una metralleta de madera o una honda", recuerda Benedicto. Por eso, a la hora de hacer su tesis de Ingeniería de Sonido no fue raro que quisiera hacer algo. Aunque algo de extraño tenía, no era lo común en su escuela: "Mis compañeros hacían desarrollos de software o un estudio para medir acústicamente un espacio". Benedicto, en cambio, hizo una reposera con altavoces diseñados especialmente para tener la mejor experiencia de sonido. Fue el comienzo de muchos productos que mezclan diseño con audio y que sigue creando.

El lugar donde relata estas historias de creación y de inventar cosas es el que será su futura oficina y taller. Una oficina particular, ya que será compartida con cuarenta o más personajes como él, que harán lo mismo: crear. El Santiago Maker Space será un espacio donde, pagando una membresía, cualquier persona podrá tener su lugar de trabajo y podrá usar una serie de herramientas -desde impresoras 3D a sistemas robóticos para crear circuitos- que normalmente no son de acceso público. "Estas tecnologías existen hace años, pero en el laboratorio de una empresa como 3M o en universidades caras", explica Tiburcio de la Cárcova, el creador de esta iniciativa.

De la Cárcova tiene experiencia en crear. Llegó a Chile desde Argentina hace una década y fundó  Wanako Games (junto a Esteban Sosnik y Wenceslao Casares), la primera empresa exitosa de videojuegos del país, que fue adquirida por la división de juegos de Vivendi. Hoy está a la cabeza de Atakama Labs, estudio de videojuegos sociales, que recientemente fue comprado por la japonesa DNA, la compañía más importante de este tipo de software para dispositivos móviles. Pero, más allá de todo este trabajo, hace un buen tiempo que De la Cárcova quería generar este espacio, para gente como él, que le gusta ese armar y desarmar. "Muchos tienen experiencias en el hacer en la universidad, pero después siguen su carrera y se convierten en partes de maquinarias más grandes y ahí terminan", dice De la Cárcova, "pero, ¿qué queda del Edison? ¿Qué queda del tipo loco que quiere construir algo?".

Los maker spaces o hackspaces, como también son llamados, son un crisol de estos Edison. Ya existen en lugares como Londres, Silicon Valley, Nueva York o Tokio, pero éste será el primero en América Latina. Algunos han partido de iniciativas de grupos, en garajes. Otros funcionan prácticamente como un gimnasio de la creación e innovación: es el caso de la marca TechShop, que funciona en San Francisco, Merlo y Palo Alto. De este tipo de lugares han salido innovaciones como la MakerBot, una impresora 3D de bajo costo que será parte de las maquinarias que estarán en el recinto de Santiago y que permitirá crear prototipos sin tener que mandarlos a hacer a China. "Esto es lo que en los setenta fueron los clubes de microcomputadoras. De ahí salió Apple y muchas otras empresas", dice De la Cárcova. Para él, con este lugar no habrá ningún problema para que un próximo iPhone sea made in Chile.

El Maker Space no sólo será un espacio de trabajo creativo, dice De la Cárcova: "Si vemos un producto o una idea suficientemente innovadora y con capacidad comercial, la apoyaremos".

Todos Juntos

La idea es que afuera flamee una bandera pirata que ha acompañado a Tiburcio de la Cárcova en todas sus locuras. El espacio es un galpón amplio en Avenida Italia con Francisco Bilbao, un segundo piso en parte de lo que fue la sombrerería Girardi. Cuando Tiburcio de la Cárcova lo vio, no lo pensó dos veces y firmó el contrato de arriendo. Hasta el momento ha invertido cerca de veinte millones de pesos en equipar y habilitar el lugar y acaba de confirmar el apoyo de Microsoft. Hoy el espacio está listo para recibir gente. El piso está dividido en dos partes: a un lado están los escritorios, una colección de reliquias tecnológicas que ya no le caben en su casa -desde pinballs hasta computadoras Mac de los ochenta- y el área de servicios. Ésa es la zona silenciosa. La otra mitad está tras una puerta de fierro: el área de ruido y máquinas. Ahí se manipularán sistemas de corte que permitirán trabajar con madera,  plástico y con circuitos.

"A mí no me gustan esos centros de innovación todos blancos. Para transmitir innovación tienes que transmitir caos. Esto va a ser un quilombo", dice Tiburcio de la Cárcova, "va a ser el paraíso nerd".

Nada tiene que ver esto con el gran jardín donde los hermanos Nicolás y Tomás Aracena construían cosas desde mucho antes de entrar a la universidad. "Teníamos como cuatro casas en los árboles. La diferencia es que a nosotros no nos las hacían nuestros papás, sino que las construíamos nosotros mismos", dice Nicolás, hoy arquitecto de profesión.  Sin embargo, durante su paso por la universidad no tenían ni un minuto para hacer todas las ideas que tenían en su cabeza. "Cuando terminamos, dijimos 'ya, ahora podemos'", comenta Tomás, diseñador. Así comenzaron con "Losgogo", su estudio en el que crean desde accesorios de ropa hasta skates, pasando por todo tipo de muebles.

Tal como Benedicto López, Nicolás y Tomás Aracena son parte de los primeros miembros del Santiago Maker Space. Ahí esperan crear sus nuevos productos. Para esto pagarán una membresía mensual -de entre 40 ó 50 mil pesos-, que les permitirá acceder a este espacio, usar las herramientas y tener un locker. En el Maker Space también habrá empresas residentes y se realizará, en algunos casos, un "aceleramiento de hardware". "Si vemos un producto o una idea suficientemente innovadora y con capacidad comercial, la apoyaremos", dice De la Cárcova, "eso significa mentoría y apoyo financiero en la creación de prototipos, producción final del producto y lanzamiento al mercado". Además, habrá seminarios y talleres abiertos al público en temas como circuitos electrónicos.

Un taller de locos

Pero lo que más motiva a los Aracena de trabajar ahí son los otros locos con los que se van a encontrar. "En tu taller o en tu casa estás encerrado. Acá va a haber diferentes personas trabajando en diferentes cosas y ahí altiro se producen conversaciones o ayudas. Habrá maquinarias que es más fácil tenerlas solo, pero lo principal son las personas con las que nos vamos a encontrar", dice Tomás.

En este momento, por ejemplo, están trabajando en una tabla de surf amigable con el medioambiente. "El surfista es ultraecológico por naturaleza, pero la tabla que usan es una de las cosas más nocivas que existe: su producción industrial genera gases tóxicos, y cuando las tablas se rompen no se pueden reciclar", dice Nicolás. Ya han hecho varios prototipos y ellos mismos los han ido a probar. Ahora esperan crear el producto final y saben que en el Maker Space puede que se encuentren con alguien que pueda complementar su trabajo.

"Solo es difícil hacer algunas cosas. Acá se pueden dar colaboraciones. Si alguien sabe mejor cómo manejar un material, te puedes unir a él", explica Tomás.

"O si hay un diseñador gráfico, él nos puede hacer la gráfica de la tabla", complementa Nicolás, "eso puede ser muy interesante".

Hecho en China, diseñado en Chile

La gente que ya está inscrita en el Maker Space está acostumbrada a crear cosas. Los hermanos Aracena, si necesitan un bolso, se lo hacen ellos mismos. El argentino Luciano Lussello inventó un detector de alcohol que impide que el chofer de un vehículo encienda el auto si ha tomado, luego de que un familiar muriera en un accidente automovilístico. El mismo Tiburcio de la Cárcova instaló en el techo de su oficina una pistola de juguete con proyectiles de goma con la que puede "disparar" desde su computador a quienes entran o a los empleados que están flojeando. "Esto es parte de una nueva revolución industrial, que tiene que ver con la microfabricación. Yo puedo hacer cualquier cosa que quiera", dice De la Cárcova, "antes esto estaba limitado a compañías más grandes".

Macarena Pola, diseñadora industrial, será la socia de De la Cárcova en el Maker Space, e instalará su empresa ahí. Ella será clave en ayudar al proceso de creación de productos y de asesorar a los creadores. Ha vivido dos veces en China y tiene los contactos para, luego de diseñar, mandar a hacer las unidades. "La gente cree que no se puede mandar a hacer cosas a baja escala, pero hoy el mundo está hecho para el custom. Queremos sacar este prejuicio", dice Pola.

"La gente cree que no se puede mandar a hacer cosas a baja escala, pero hoy el mundo está hecho para el custom. Queremos sacar este prejuicio", dice Macarena Pola, socia de Tiburcio de la Cárcova.

Antes, crear un producto en Chile era algo difícil para pequeños emprendedores. "Hasta hoy, te tenías que saltar muchos pasos. Pasabas de un dibujo a un modelo 3D y luego a unos dos o tres prototipos máximo", dice Ximena Muñoz, quien crea productos de iluminación y que también participará en el Maker Space. Ésa fue su experiencia inventando un sistema de lámparas activadas con luz solar que iluminan plantas de jardín. Pese a las dificultades, sus productos, bajo la marca Luxia, han ganado premios de diseño.  Sin embargo, ahora cree que su trabajo será más fácil y más acabado. "Ahora podremos ir y volver, antes de mandar a hacer el producto final".

"Algo muy importante en esto es el proceso, el testeo, el probar. Eso en Chile no se hace", dice Macarena Pola. Junto a De la Cárcova esperan que su espacio contribuya a generar un cambio en ese sentido.

La experiencia de los demás es algo que Luciano Lussello vendrá a buscar a Santiago desde Córdoba. El creador del sistema de ignición de vehículos previo alcotest ya tiene el producto listo, pero lo que necesita es ir mejorándolo y comercializándolo. Han incluido en el aparato una cámara, que certifica que el conductor sea quien está haciendo el test, y un GPS, que informa del lugar donde está el vehículo. "Para nosotros, que estamos emprendiendo, es muy importante estar continuamente con gente que está en lo mismo que uno", dice Hernán Tello, socio de Lussello, "éste será un lugar para nutrirse, para conocer otras experiencias, otras técnicas. En los negocios se habla de networking. Acá será eso, pero enfocado en el diseño y la creación".

El plan de Macarena Pola y Tiburcio de la Cárcova para este año es conseguir a los genios. El paso dos, más hacia el final de 2012, será fomentar que de este ecosistema surjan productos que se puedan comercializar. Si todo sale bien, les gustaría abrir en el futuro Maker Space en Concepción, Valparaíso, y eventualmente cruzar la frontera hacia Perú. Algunos le han preguntado si hay gente suficiente en Santiago como para lograr que el sistema funcione y se sostenga. Él está optimista, su experiencia con sus estudios de videojuegos le demuestra que locos hay suficientes en esta ciudad. "Esto no es algo exótico. Existe en Barcelona o Nueva York. ¿Está Santiago listo para esto? Yo creo que sí", comenta.

En el sitio han recibido ya 200 interesados, lo que, esperan, les permitirá elegir proyectos y miembros de mucho interés. La variedad de la gente que quiere participar va desde ingenieros hasta periodistas.

"Acá está la nafta", dice Tiburcio de la Cárcova, "hay que tirar el fósforo. Lo que vamos a hacer es simplemente prender el fuego".

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