Por Jorge Isla Diciembre 30, 2011

El 8 de abril, y bajo la atenta mirada de Guillermo Luksic -quien minutos antes había sido nombrado presidente de la Compañía Sudamericana de Vapores (CSAV)-, el entonces gerente general de esa empresa, Juan Antonio Álvarez, sorprendió a una audiencia atestada de accionistas y medios de comunicación con su franqueza: el negocio estaba definitivamente en crisis.

Pero la oportunidad entregaba un nuevo "salvavidas" para la principal naviera chilena. En esa misma junta de accionistas se consolidó el acuerdo entre los grupos Luksic y Claro, el que no sólo fijó la participación en la compañía de ambos holdings empresariales en 20,6%, sino que además propuso las directrices para la nueva hoja de ruta que recorrerían en conjunto al mando de la CSAV. Pero estas intenciones iniciales no resistieron el peso de los acontecimientos y, transcurridos ocho meses desde esta reunión, todo indica que la administración de la naviera está ad portas de un cambio rotundo.

Un anticipo de los nuevos tiempos se produjo a mediados de octubre, con la salida de Juan Antonio Álvarez, mano derecha del fallecido empresario Ricardo Claro y muy cercano a su viuda, María Luisa Vial. Esa misma semana, además, CSAV aplicó un drástico ajuste, desvinculando al 18% de la planta -unas 700 personas- en Chile y el exterior.

Así se concretaron las primeras acciones en la reestructuración de CSAV, operación liderada por  Óscar Hasbún, gerente general Naviero-Contenedores y el hombre fuerte del clan de origen croata en la compañía. Eso sí, en esto no ha estado solo: Guillermo Luksic ha tenido un activo rol en la gestión de un rescate efectivo de la naviera.

Pero la tarea ha sido enorme para este grupo. La duración y profundidad de la crisis del transporte marítimo mundial superó todo pronóstico, demandando un aumento de capital en CSAV por hasta US$ 1.200 millones, que se encuentra en pleno curso. Esta millonaria inyección de recursos transformará radicalmente los poderes al interior de CSAV, ya que cuando los Luksic suscriban los hasta US$ 1.000 millones que comprometieron se transformarán en los capitanes indiscutidos de la empresa. Y aunque se encuentran en pleno road show para atraer nuevos inversionistas, el mercado ya internalizó que lo más probable es que controlen cerca del 65% de la compañía cuando finalice esta operación durante la primera semana de febrero.

En paralelo, los Luksic impulsan medidas radicales: junto con dar el vamos a la división de las áreas de contenedores y de servicios portuarios, profundizaron su apuesta en este último negocio con un ambicioso plan por US$ 2.800 millones para la filial SAAM, la más rentable. "Hay un mandato muy agresivo de crecimiento", indica una fuente cercana al proceso, como ratifican las negociaciones con la holandesa SMIT en remolcadores y la postulación a licitaciones portuarias en el continente. "Acabamos de ganar en Mazatlán (México) y debemos mirar a Brasil como un destino importante", indica un ejecutivo. Y para reflotar el negocio de contenedores, la fuente de las mayores pérdidas, el grupo prefiere capear la crisis antes que insistir en una asociación estratégica: "Eso pasa por encontrar un socio con visión común y financieramente sano, pero ese es un objetivo de mediano y largo plazo", explican desde Quiñenco.

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