Por Víctor Hugo Moreno y Carolina Sánchez Enero 4, 2018

A partir del 11 de marzo Michelle Bachelet, ya como ciudadana, tendrá una importante tarea doméstica: mudarse de su casa arrendada en La Reina. Lo que significa dos cosas: o volver a la residencia de su propiedad, en la misma comuna y colindante con la de su hijo Sebastián Dávalos, o buscar otro domicilio, pero siempre en Santiago. Con ese plan, Bachelet organizará su futuro, coordinando las eventuales asesorías que ya le han ofrecido en organismos internacionales como la ONU, en un rol como mediadora de conflictos, o la Organización Mundial de la Salud (OMS) que le habría ofrecido realizar consultorías ligadas a materias de salud pública, a lo que se suman las ofertas para dictar cátedras en algunas universidades en Europa y Estados Unidos. Para ella, todos estos ofrecimientos tienen una única y exclusiva condición: no hacer maletas. Irse de Chile no está en sus planes. Su salida del país en 2010 no se repetirá, ni mucho menos el apoteósico regreso en 2013.

 

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—Presidenta, no la dejaremos sola—.

Esas fueron las palabras y el compromiso que le daba la entonces alcaldesa de Santiago, Carolina Tohá, a Michelle Bachelet el 27 de marzo de 2013 en el salón VIP del Aeropuerto de Santiago al recibirla en su esperado regreso al país. La ex mandataria llegaba con la misión de liderar una candidatura presidencial amparada en una nueva mayoría social y política que pretendía fundar. Su figura era la única capaz de aunar fuerzas en una centroizquierda resentida aún por la derrota electoral de 2010.

Su estilo era ya por todos conocido: distante de los partidos, pese a su militancia socialista, hermética, pero cobijada por el beneplácito de la calle. Ella misma tampoco buscaría ni esperaría mucho más de los partidos que la apoyaban. Bachelet, desde el primer momento, al asumir en 2014, sabía que el complejo conglomerado que fundó (la Nueva Mayoría) sería imposible de ordenar. Según comentan sus más cercanos, no tiene el mejor diagnóstico del mundo partidario, pues cree que hace mucho tiempo se han alejado de la realidad, preocupándose más de asuntos internos, de luchas de poder que de conectar con la realidad de las personas. Por eso, tampoco se hizo muchas expectativas. Eran ellos los que necesitaban de ella y no al revés.

Entonces, su apuesta fue ambiciosa: tres reformas estructurales (tributaria, constitucional y educacional) para tan sólo cuatro años de gobierno. De a poco comenzaron los matices, pero también la retroexcavadora: nacía el fuego amigo. Su primer año se tiñó de dificultades sobre el camino a seguir. Desde la DC la acusaban de apuntar demasiado a la izquierda. Bachelet se vio presionada y no le quedó otra que moderar ese camino. El 11 de mayo concretaba un doloroso cambio de gabinete al remover a dos de sus principales escuderos: Rodrigo Peñailillo (Interior) y Alberto Arenas (Hacienda). El caso Caval y el curso reformista le pasaban la cuenta, con un escuálido 29% de aprobación ciudadana según la CEP. Como recuerdan en Palacio, ese fue el momento más difícil para ella, aunque nunca perdió el control.

Bachelet no tiene en mente la creación de una nueva fundación. Las redes sociales serán su herramienta para defender su legado.

Quizás fue ese el único instante en que la presidenta transó, instaurando el contradictorio concepto de realismo sin renuncia. Rodrigo Valdés y Jorge Burgos eran los llamados a afinar el coro hacia la realidad; pero Bachelet no quería renunciar. En La Moneda comentan que a la presidenta nunca se le vio cómoda con ese gabinete, pues el fuego amigo ahí sí que se sentía cerca. Pero en ese momento no había otra salida; aunque ahora, ya al final, volvió al origen con un gabinete más afín, sin tanto matiz.

Así, Bachelet no claudicó en su proyecto original bajo la certeza de que su programa perduraría en el tiempo, trascendería por décadas y sentaría las bases de un nuevo Chile en materia valórica, educacional, política: una sociedad de derechos. Aunque en ese camino, y pese al compromiso de Tohá a su llegada, sí se fue quedando sola con una Nueva Mayoría cada vez más disgregada, que tuvo su máxima expresión con la debacle de la noche del 17 de diciembre.

El día de la derrota, Bachelet vio los resultados con serenidad en La Moneda junto a sus ministros y más cercanos. De hecho, ella misma levantó el ánimo de los presentes, según recuerdan varios de los que estuvieron ahí. Su cara de enojo, que salió al aire para todo el país a través de la televisión, fue porque no se podía comunicar con el presidente electo, no por otra cosa, intentan aclarar en Palacio. A la mandataria se le ve ahora más relajada, convencida de que la misión se cumplió (al menos la suya) pese a lo ingrato de tener que entregarle la banda presidencial, una vez más, a Sebastián Piñera. En la casa de gobierno afirman que ella sabe que sus reformas pasarán a la historia y que de ahora en más, cualquier debate se centrará en su obra, más allá de quien gobierne. Para ella ya es un logro que Piñera hable de gratuidad universal, de reformas a la AFP, desconociendo sí que Chile Vamos se ha juramentado “meterle mano” a la Reforma Tributaria y a la Laboral, dos íconos de esta administración.

Bachelet ahora reforzará sus salidas a terreno, donde está su hábitat. No tiene programado encuentros con partidos, ni reuniones de balance.

Lo que sí se está ideando es un gran cierre que sería el 8 de marzo en el Día Internacional de la Mujer. Ese día se espera sea una gran celebración ciudadana y el último adiós. Pero antes de eso, habrá otro hito: la visita del Papa Francisco es vista, en La Moneda, como una buena coincidencia con el proyecto social que buscó impulsar durante estos cuatro años.

A diferencia de su anterior salida, esta vez ella podrá en persona defender su legado. Y una de las plataformas a la cuales recurrirá serán las redes sociales. Siguiendo la línea, por ejemplo, de Barack Obama o del ex presidente Ricardo Lagos, Twitter será un buen espacio para expresarse. Bachelet no se quedará callada y ahora, aseguran sus cercanos, estará pendiente de cada paso que dé Piñera, tal como él lo hiciera a poco dejar el mando en 2014. La luna de miel será corta. La presidenta quiere defender el legado socialdemócrata a toda costa, independiente de la nueva conformación que tenga la centroizquierda como oposición a partir del 11 de marzo. Y en ese plano, sus cercanos descartan que tenga pensado asumir algún tipo de liderazgo político. Tampoco tendría en mente crear alguna fundación u otra institucionalidad que defienda su legado como lo fue Dialoga.

Bachelet no lo pasó del todo bien en esta segunda administración. De hecho, muy probablemente saldrá de La Moneda con la mitad de apoyo que en 2010. Los problemas familiares, que siempre intentó mantener en estricta reserva, fueron una gran piedra en el zapato. También sufrió con los desastres naturales que siempre la afectaron emocionalmente, sumados a los problemas políticos, aunque para estos ella siempre optó por el pragmatismo. Aunque en lo político espera ahora una ayuda en el nuevo Parlamento.

 

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¿La centroizquierda estará en línea para defender el legado? Es una pregunta que comienzan a hacerse en lo que queda aún de Nueva Mayoría. No está del todo claro que desde el Parlamento se instaure una “bancada bacheletista” o algo similar. Aunque hay algunos más entusiastas que otros con la idea de defender acérrimamente el legado de este gobierno.

—Si algo que nos unió en los últimos años fue justamente el gobierno de la presidenta Bachelet, que es un gobierno transformador, de reformas. No me cabe ninguna duda de que el futuro va a demostrar que estas reformas no sólo estuvieron bien pensadas, sino también bien implementadas, porque especialmente en la educacional, como siempre dijimos, son reformas que dan sus resultados no en el corto plazo, por lo tanto, creo que defender los avances va a ser una de las preocupaciones que la futura oposición va a tener presente —dice el senador PPD y autor intelectual de la retroexcavadora, Jaime Quintana.

Ahora el miedo para algunos es que el nuevo gobierno también apele a las maquinarias pesadas, pero para borrar de un plumazo el legado. El ex vocero de gobierno y diputado electo PS Marcelo Diaz cree que la nueva oposición debe ahora ser inteligente y estratégica.

—Sin duda se buscará defender el legado en el Congreso, porque ya vemos que la derecha se plantea retroceder en muchos de esos planos. Ellos saben que no tienen mayoría en el Congreso y creo que vamos a tener que ser muy inteligentes, asertivos y proactivos para defender las conquistas sociales, los derechos sociales alcanzados durante este período, porque tenemos una derecha que lo único que quiere es desregular el mercado laboral, y si tuvieran los votos intentarían que el aborto en tres casuales se diluya. Tenemos una contraofensiva en términos de reformas y derechos sociales que va intentar el gobierno de Piñera por todos lados.

Son pocos los que se atreven a hablar de algún tipo de articulación de la futura oposición en torno a cómo actuarán y si saldrán o no en masa a proteger lo que consideran ganado. Pero la diputada PC Karol Cariola confía en el éxito de los primeros acercamientos, sobre todo para defender la propuesta de una nueva Constitución:

—Hasta ahora hemos estado conversando con distintos parlamentarios electos y también en ejercicio, por lo menos, en el plano de la nueva Constitución. Desarrollamos hace unas semanas una conferencia de prensa, donde llegaron diputados del FA, de la NM, independientes, porque efectivamente para nosotros el retroceder en esto que ha sido una demanda histórica del movimiento social en relación con tener una nueva Constitución democrática para Chile sería tremendamente complejo y doloroso.

Bachelet nunca logró unir puentes con los partidos y La Moneda sufrió por lograr la coordinación del conglomerado. Cuando Bachelet caía a su peor nivel de aprobación, no fueron pocos los que se comenzaron a desmarcar de su figura. Ya no convenía estar cerca de ella. Resultaba mejor apuntar los dardos del fracaso a la mala gestión del gobierno. A partir del 11 de marzo se abre una nueva etapa, en que la oposición aún no define qué tanto será conveniente defender el legado. Mientras eso pasa, la presidenta se mantendrá activa, atenta a cada jugada, porque aún está confiada en un reconocimiento histórico.

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