Por M. Eugenia Fernández G. // Fotos: Mabel Maldonado Diciembre 1, 2017

En 2009 dejó la política y cuatro años más tarde renunció a la UDI para acompañar a su marido, Andrés Allamand, en su campaña como presidenciable de Renovación Nacional. “Retirarme era un paso natural; soy la mujer del candidato de la tienda aliada”, dijo ese mismo 2013 cuando dio su última entrevista.

Pero Marcela Cubillos —exdiputada y quien fuera una de las figuras promisorias de la derecha— no está tan alejada de las pistas como dice. Reinventada como abogada en temas de familia, tanto en su casa como con sus amigos —entre los que se cuenta a Andrés Chadwick y Gonzalo Cordero—, el análisis de lo que pasa en Chile y, en específico, en la campaña de Sebastián Piñera es algo habitual.

En realidad, tampoco dejó la política sólo para su vida privada. En marzo de 2016 se integró al consejo asesor del Instituto Libertad y Desarrollo, y ha ayudado en cosas puntuales al equipo del expresidente Piñera: coordinó las propuestas programáticas realizadas por los alcaldes y, ahora, la estrategia hacia los dirigentes universitarios. La noche del 19 de noviembre estuvo con el propio exmandatario en el Hotel Crowne Plaza.

—De la política lo que echo de menos es el sentido de misión, de causa. Me gustaba la parte que menos gusta a muchos parlamentarios, que es el trabajo legislativo. Aprendí mucho en la Cámara. Lo que me gustaba menos era estar obligada a la exposición pública y vivir en un ambiente de conflicto —dice en su pequeña oficina ubicada en Lo Barnechea, al recordar sus ocho años en la Cámara de Diputados. De las paredes cuelgan sus diplomas universitarios. Marcela Cubillos se sienta detrás del escritorio, en el que se ven recuerdos familiares, fotos de sus hijos y del senador RN.

Tiene una visión positiva de los movimientos que ha seguido Piñera tras los resultados de la primera vuelta, que le dieron un 36,64%. Y advierte un escenario complejo en el país en caso de que sea el senador Alejandro Guillier el ganador en esta cerrada contienda presidencial.

—El 19 Ud. estuvo en el Hotel Crowne Plaza. ¿Vio muchas caras largas?

—Creo que fue un buen resultado, independiente de las expectativas que generaron las encuestas. Estuve entre los que celebraron, y vi a Piñera siempre en la misma actitud. Y creo que, además, lo que pasó esta semana muestra que fue un tremendo resultado para nosotros, que la rápida suma que el gobierno sacó de Alejandro Guillier más  el Frente Amplio (FA) no era tan fácil de hacer.

De esa noche fue positivo que, quizás, muchas personas de nuestro sector que estaban mirando la elección desde su casa o desde su trabajo en el mundo privado, esperando que otros trabajaran por ellos, vieran que también tienen que jugarse para ganar. Ahora se ve mística y entusiasmo. Para ganar tenemos que estar todos y eso es positivo, se generó algo potente.

—O sea, lo que provocó este resultado es que la derecha saliera a la calle...

—No me gusta eso porque es un simplismo. La campaña de Sebastián Piñera estaba en la calle hace muchísimo rato y la de los partidos, para qué decir; por algo tuvieron un tremendo resultado. Pero más allá de eso, es evidente que las dinámicas de una primera y una segunda vuelta son distintas. Para la segunda vuelta obviamente tienen que acogerse ideas y personas nuevas. Y el sello de Piñera, que es muy receptivo a ideas y personas que vengan de diversas vertientes, ayuda mucho a hacer esa integración.

La centroderecha hoy está mucho más abierta a convivir con las diferencias que antes. Eso es tremendamente positivo para nuestro proyecto político. Antes cualquier diferencia era mirada como deslealtad. Hoy somos un sector que ha aprendido a convivir con las diferencias y a valorarlas.

“Guillier está en una posición tremendamente complicada. Él está buscando votos más que apoyos. Está en una especie de subasta buscando qué decir para caerle bien a un FA que ya dijo que va a ser su opositor, si gana”.

—¿Esta apertura es una evolución de la coalición?

—Tiendo a pensar que es una evolución del sector, y obviamente el carácter del candidato y su personalidad influyen muchísimo: tiene un tremendo liderazgo y credibilidad en buscar esta unidad. Y te digo más: el sello que ha impreso Andrés Chadwick como coordinador político de la campaña es un estilo que busca la integración y la unidad. Son personas respetadas por los adversarios políticos, que hacen fácil sumarse a un proyecto sin venir de la vertiente más tradicional de la derecha.

Ningún sector tiene hoy la mayoría que necesita para hacer los cambios que quiere. Por tanto toda la política parlamentaria te empuja a buscar coaliciones y acuerdos. En ese sentido, considero mucho más valioso lo que está haciendo Piñera —buscando más apoyos— frente a un Guillier que pide más votos que apoyos.

—Pero genera ruido que Piñera haya acogido extender la gratuidad. ¿No le puede salir cara la vuelta de carnero?

—Más que cambios de ideas o imposición de condiciones, lo que hay de cara a la segunda vuelta es diálogo, y hay que tenerlo para ganar la segunda vuelta y también para gobernar. Como coalición no vamos a tener todos los quórum en caso de ser gobierno, y por tanto el diálogo debe darse siempre. Y el diálogo no es imposición, no se da con un candidato que dice “esta es mi postura, y al que le gusta, la adhiere, y al que no, no”.

Además, es una demostración de seriedad. Cuando, después de reunirse con (Manuel José) Ossandón, Piñera dijo que va a avanzar en gratuidad pero vinculándola al crecimiento, es creíble su postura porque es responsable. A diferencia de lo que vimos el lunes con Guillier, que en dos minutos promete condonar la deuda del CAE, en circunstancias que el gobierno que él sigue ha dicho que no es factible.

—¿Se pueden equilibrar tantos factores a la vez? Por un lado Piñera intenta negociar con Ossandón, tiene a José Antonio Kast en gira nacional y, por otro, incorpora a ex Ciudadanos.

—En democracia la competencia es entre alternativas. Hay sectores que no están identificados con todo lo de Piñera o con uno u otro aspecto de él. Pero al final son dos alternativas: la gente está en la disyuntiva entre Piñera o Guillier. El resto es música, como diría Lagos. Son muy distintas las razones que tienen para elegir a Piñera un votante de Kast o uno de Ciudadanos, pero todas son igualmente válidas.

Piñera tiene el liderazgo para entender que aquí hay una plataforma de consensos básicos, un programa, ciertos compromisos, y diversas áreas en las que tiene que haber libertad y mucho respeto para los adherentes a su candidatura. Esto no es un dogma.

—Pero Ossandón metió mucho ruido. Advirtió que si Piñera no cumple sus compromisos, será “su peor enemigo”.

—La democracia se trata de optar entre alternativas; habrá personas que adhieren con más o menos entusiasmo a una candidatura, pero lo hacen igual. Lo importante es centrarnos en lo que nos une y creo que la campaña ha sido muy efectiva en eso.

***

—¿Comparte que Piñera compare a Guillier con Nicolás Maduro, o que en su equipo planteen que votar por Guillier es tomar un camino hacia Venezuela?

—Lo que hay detrás de estas comparaciones es ver cómo puede terminar un país si es dominado por la demagogia. En eso sí tiene un punto certero. Cuando el lunes Guillier hizo una promesa que sabe que no puede cumplir, eso es demagogia. Y los países conducidos por la demagogia terminan como lo hizo Venezuela. La luz de alerta es pensar en esos riesgos, y Guillier está en una posición tremendamente complicada.

—¿Por qué?

—Él está buscando votos más que apoyos. Está en una especie de subasta buscando qué decir para caerle bien a un FA que ya dijo que va a ser opositor a su gobierno, si es que gana. El quiere ser elegido con el 50% y gobernar con el 28%, y eso lo pone en una situación de fragilidad. Estaríamos en un escenario bastante curioso, el de un presidente elegido por sus opositores. Eso no se ha dado, no tiene asidero y no parece que sea un camino de estabilidad. Esto se acrecienta con una campaña en la que no vemos un programa ni propuestas claras, pero sí promesas que el propio gobierno de Bachelet dijo que no se pueden cumplir.

—¿Guillier no asegura gobernabilidad?

—Acá hay dos caminos que son claramente contradictorios desde el primer minuto. Hay una coalición, dirigida por Piñera, que está sumando apoyos reales a su proyecto y a su gobierno. Con diferencias, con más o menos sintonía, pero lo creen mejor para Chile. Por otro lado, está Guillier con un grupo que le dijo que, independiente de la decisión que tomen, serán opositores a su gobierno, si gana. Por tanto, la base de apoyo con que pretende gobernar es de 28%. Si a eso le agregamos que, además, tiene un programa “en mantención”... Creo que la falta de seguridad o de estabilidad es bastante complicada. Las campañas, además, son un reflejo de cómo pretendes gobernar. Si buscas unidad, es garantía de que vas a poder gobernar haciendo unidad. Si haces una campaña sembrando divisiones, ¿por qué tu gobierno va a ser distinto? Si no tienes un programa, ¿cómo pretendes gobernar con solidez?

“Chile hace rato es muy difícil de gobernar, hay que preguntarle a la Presidenta. Por eso es mil veces preferible un liderazgo fuerte como el de Piñera que uno como Guillier, que a mi juicio tiene mucho menos que Bachelet, que ya tiene poco”.

—Ud. fue parte del gremialismo, movimiento estudiantil muy fuerte por años. ¿A qué atribuye el éxito electoral del FA, a su renovación o su proyecto político?

—Efectivamente, yo pasé de la dirigencia universitaria al mundo político... Siento que el FA hoy tiene una deuda. Lo que los agrupa es un diagnóstico, bien negativo, más que un sueño de país, y ellos no se van a conformar con los ofertones de Guillier: lo que ellos quieren es que él comparta ese diagnóstico. Y él no lo va a hacer porque Guillier y la Nueva Mayoría son parte del diagnóstico. Lo verdaderamente atractivo en política es ser capaz de construir una alternativa, un proyecto. Por primera vez la votación del FA muestra que hay ciertos consensos básicos que se han ido rompiendo y por tanto es una elección importante la que tenemos por delante.

***

—Respecto de la primera vuelta, ¿qué falló? Acusaron falta de profesionalismo del comando, el exceso de números y poca “narrativa”, un pobre despliegue territorial...

—Para mí la pregunta es equivocada, porque pienso que se ha hecho una buena campaña, con un buen resultado. Además, las bases de esta campaña —la forma en que se condujo, el equipo que existe, tener un programa y un trabajo unitario—, permiten que a una semana de la primera vuelta se sumen gente e ideas nuevas.

—¿Incluso en términos de manejo de expectativas?

—Ahí el que mejor lo hizo fue Piñera: era quien tenía las expectativas más acotadas y realistas. Uno no puede hacerse cargo de lo que las encuestas hayan instalado.

—Si ganan, ¿será una prueba de fuego para Chile Vamos? En el sentido de realmente integrar y dar cabida a quienes se suman en la campaña.

—Piñera ha dicho claramente que quiere hacer un gobierno de unidad, y hay muchos temas que requieren unidad y que son prioritarios. No hay ninguna razón para que en temas de seguridad, de infancia o crecimiento económico no podamos confluir con estas personas que hemos sumado y, quizás, con muchas otras que queden en la oposición. Yo espero que esta unidad se nos dé incluso en proyectos para los que tengamos mayoría parlamentaria: ojalá vayamos a buscar el consenso de otras coaliciones porque es bueno para la estabilidad de Chile, a diferencia de lo que ocurrió con este gobierno, que tenía mayoría y prefirieron pasar la aplanadora en vez de sentarse a dialogar con las fuerzas del frente.

—Antes de la primera vuelta, era la UDI la que planteaba que vetarían proyectos “liberales”...

—Yo prometí no hablar de la UDI cuando renuncié. Van a haber temas de la agenda de Piñera que tendrán más apoyos que otros, pero esta ha sido una campaña que desde él y su equipo directivo se ha conducido con mucho liderazgo y respetando las sensibilidades de los distintos movimientos.  No hay razón para pensar que un gobierno tendrá un estilo distinto.

—¿Comparte la idea de que si Piñera gana, será un gobierno difícil? Al frente habrá un FA empoderado, un Congreso atomizado y, eventualmente, una Nueva Mayoría en búsqueda de identidad.

—Chile hace rato es muy difícil de gobernar, hay que preguntarle a la propia Presidenta. Por lo tanto, creo que es más importante que nunca el liderazgo, la coalición gobernante y la unidad al interior. Por eso es mil veces preferible un liderazgo fuerte como el de Piñera que uno como Guillier, que a mi juicio tiene mucho menos liderazgo que Bachelet, que ya tiene poco. Hay ciertas pautas que muestran una alternativa que da ciertas estructuras que  pueden hacer al gobierno más conducible y estable.

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