Por Víctor Hugo Moreno Noviembre 3, 2017

Puede parecer claro que la presidenta Michelle Bachelet tiene su candidato favorito y que existe un pacto de guante blanco entre el senador Alejandro Guillier y la mandataria. Sin apoyos explícitos, pero con pequeños gestos que marcan una relación que tras la primera vuelta del 19 de noviembre debería hacerse ya más evidente, sin demasiadas ataduras, salvo las propias de la llamada “intervención electoral”. Hoy, simplemente no se puede: Carolina Goic y la Democracia Cristiana impiden que la relación se haga pública. Todo este escenario se traduce en que La Moneda no presenta en sociedad un candidato oficial y no debe mostrarse en favor de uno ni de otro, porque incluso en el mismo comité político hay diferencias: el ministro del Interior, Mario Fernández, tiene su corazón con la candidata DC.

Uno de los primeros gestos hacia Guillier fue cuando el 25 de julio pasado la madre de la mandataria, Ángela Jeria, firmó por la candidatura del periodista, argumentando que sería el único de la lista que profundizaría las reformas impulsadas por su hija. Desde el comando recuerdan que fue Jeria quien llamó a Isidro Solís para saber cómo tenía que hacer para firmar. De inmediato el gesto fue tomado —en el naciente guillierismo— como el inicio de un pacto de honor entre Guillier y Bachelet, una tregua de cualquier crítica dura del senador hacia la gestión del gobierno. Para el senador, detrás de esa firma estaba la presidenta, quien le transparentaba su respaldo. De ahí en adelante la estrategia del candidato reforzaría el concepto inaugurado el 12 de junio por el senador en su discurso de proclamación que dio ante la militancia política en el Teatro Caupolicán: continuidad y cambio; es decir, seguir el camino trazado por el gobierno de Bachelet y la Nueva Mayoría, pero haciéndoles las transformaciones que se requieran. Se reconoce que las bases ya están construidas de aquí a por lo menos 10 años y que sobre ellas un eventual gobierno de Guillier trabajaría. Con ello, la estrategia de campaña se centraría en captar ese voto duro bacheletista que debería bordear el 30%, más disciplinado para votar, pero desencantado con los enredos de la Nueva Mayoría. Con todo, el foco de Guillier comenzaba a clarificarse.

En este escenario, Bachelet ya no sería acusada de ser la “barra brava” de Guillier como sí lo fue en 2009 del entonces candidato Eduardo Frei Ruiz-Tagle, quien en varias ocasiones la acompañó a actos públicos en su rol de senador. En este caso ni a Goic ni a Guillier —ambos senadores— se les ha visto acompañando a la presidenta. Bachelet debe mantenerse al margen. No le queda otra, por ahora. Pero el despliegue será para la segunda vuelta, tal como ha sido la tónica en la ex Concertación en elecciones pasadas. De hecho, en La Moneda no descartan que algún ministro salga del gabinete para asumir algún rol más protagónico en segunda vuelta, donde se espera que el gobierno tome una postura más decidida.

Pero, por ahora, sigue la prescindencia: no hay libertad de acción salvo casos excepcionales. El tema ha sido tratado en diversos comités políticos.

 

La paciencia de La Moneda

La directriz expresada por la presidenta Bachelet a sus ministros es la prudencia en pos de cuidar ambas candidaturas y ante ello se han extremado las medidas, incluso más allá de lo legal. Así fue como el 5 de junio el ministro del Interior, Mario Fernández, emitió un instructivo que prohibía las reuniones de funcionarios públicos de confianza de la presidenta —lo que, por supuesto, incluye a los ministros— con los candidatos presidenciales. Esta medida provocó reclamos en algunos presidentes de partidos; mientras que otros timoneles se mostraron de acuerdo, e incluso buscaban ser aún más estrictos en la llamada prescindencia del gobierno. No es fácil nunca dejar contento a nadie, confiesa una fuente de palacio.

La Moneda ha marcado una línea a seguir en lo que denominan “zona de tolerancia”, para que sus ministros puedan hacer explícitos sus apoyos a los candidatos oficialistas, porque la idea, por ahora, es cuidar ambas candidaturas.

Sin embargo, a medida que se ha ido desarrollando la campaña, desde el gobierno han marcado una línea a seguir en lo que califican como una “zona de tolerancia”, descartando que exista algún tipo de diseño estratégico para que los ministros comiencen a transparentar sus opciones (aunque todo el mundo sepa quién apoya a quién).

Dentro de esa “zona de tolerancia” estuvo la presencia, hace dos semanas, del ministro de Defensa, José Antonio Gómez, en una subasta para reunir fondos para la campaña de Guillier. Ese tipo de actos califica, confirman desde La Moneda, porque además fue visado dentro del gobierno. Lo que estuvo al límite fue la entrevista de la ministra de Educación, Adriana Delpiano, a El Mercurio, donde dijo que para ella el senador “representaba la consolidación de las reformas”. De esa entrevista no estaban al tanto. En todo caso, desde La Moneda,  el PPD (donde milita Delpiano) y el Ministerio de Educación descartan que dicha entrevista haya sido parte del inicio de una operación de transparencia de los ministros o formara parte de una estrategia, y aclaran que sus dichos fueron expresados como comentario personal en el marco de una conversación sobre política que abarcó muchos más temas.  Eso sí, desde el PPD comentan que la ministra se ha visto muy incomodada por la serie de matices impuestos desde la DC para la reforma educacional y que, sin duda, ve en Guillier a alguien que está más por la reforma que Goic. Dicha versión contrasta con lo que piensan desde la casa de gobierno, pues allí creen todo lo contrario: la ministra está muy agradecida de la DC, que ha cumplido un importante rol en la reforma, sobre todo, con el trabajo en las respectivas comisiones tanto del senador Ignacio Walker como de la diputada Yasna Provoste.

Pero más allá de estas “zonas”, en La Moneda la misión hasta el 19 de noviembre será resguardar a sus candidatos en el mejor clima de amistad cívica posible dentro del conglomerado y continuar con un insistente llamado para que la gente vaya a votar. Bachelet aprovechará cada instancia posible para reforzar la campaña, afirman en el Ejecutivo. Y en esa línea, en la sede del gobierno aclaran algo: la campaña, iniciada desde hace dos semanas, se viene trabajando hace un año luego de analizar con organismos internacionales como el PNUD la alta abstención electoral que se podría producir para estas elecciones. La misma fuente explica, también, que la decisión de hacer esta campaña ahora y no en primarias fue tomada antes de que la Nueva Mayoría optara por no ir al primer proceso.

En los partidos de la NM afirman que durante varios meses se presionó al gobierno para que se hiciera parte de este llamado, porque todos los cálculos electorales muestran que mientras más gente vote, más le conviene a la centroizquierda. En La Moneda saben esa realidad, pero dicen que más allá de eso, lo importante es que la gente vote, porque si la participación bordea el 40%, incluso podría cuestionarse la legitimidad de quien salga elegido.

En el gobierno están a la espera de que pase rápido el 19/11 y el escenario se esclarezca completamente. Allí la apuesta, sin duda, apunta al acuerdo de la centroizquierda. “De una u otra manera, aunque estén en lados opuestos, siempre se llega al centro para lograr un acuerdo”, expresa un inquilino de Palacio. La presidenta también apuesta porque su legado sea impulsado por una fuerza progresista, y quien mejor cuadra para lograr ese objetivo es Alejandro Guillier. Él fue el elegido por la militancia y sus bases. A la presidenta y a La Moneda sí le interesa la proyección del conglomerado, pues creen que será la única manera de que ese legado perdure en el tiempo y para eso es necesaria una fuerza progresista en el poder.

 

La estrategia de Guillier

Cuando se dio a conocer la encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP) la semana pasada, las caras en el comando de Guillier fueron largas: no eran los resultados esperados, comenta una fuente del comando. Dentro de su campaña se manejaban otras cifras. De hecho, hubo un sondeo previo que sorprendió: el 11 de septiembre un estudio interno basado en focus group había revelado un alza significativa para el senador. Desde ese día, incluso, se mostró un mayor entusiasmo en los candidatos al Parlamento y Cores por participar de la campaña junto a Guillier, algo que —confiesan en su comando— estaba resultando muy difícil de lograr: “No había mucho entusiasmo”, confiesan. Con la CEP muchos decayeron, los números no estaban dando para una segunda vuelta.

El gobierno aclara que la campaña para votar se ideó hace un año y que no tenían contemplado hacerla para primarias. Bachelet reforzará estos días el mensaje.

Sin embargo, dentro de los partidos que apoyan al candidato confían en que el mensaje llegue al mundo de la ex Concertación progresista que representa también al mundo que votó por Bachelet y que hoy no lo estaría haciendo por Guillier. Un presidente de partido apunta a que es necesario enfocar los esfuerzos en los grandes centros urbanos donde se está perdiendo un importante grupo de electores. También comenta que es muy importante establecer lazos con todo el mundo de centroizquierda, incluido el Frente Amplio, aunque confiesa que esa tarea será muy compleja porque en ese universo coexisten muchas fuerzas muy diferentes unas de otras. Con ello, afirma la misma fuente, un posible triunfo de Guillier “no depende de Piñera, sino de nosotros mismos”.

Tanto al gobierno como a la Nueva Mayoría no les ha resultado grata esta nueva experiencia de tener dos candidatos presidenciales. Lo que está claro es que a Bachelet y su gobierno les interesa de sobremanera extender su legado con una visión progresista de centroizquierda, y con todos los bemoles es finalmente Guillier quien representaría esa continuidad. Por ahora se guardan las artillerías para la segunda vuelta, donde sí se jugará el todo por el todo. Allí no hay vuelta atrás.

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