Por M. Eugenia Fernández G. // Fotos: José Miguel Méndez Noviembre 3, 2017

Cristián Larroulet fue el único de los ministros políticos que permaneció incólume en los cuatro años de gobierno de Sebastián Piñera.

Frente a sus ojos pasó gran parte de las definiciones y aprendizajes que, dice, harían de un segundo gobierno de la centroderecha algo distinto. No sólo eso. Su anterior participación, como director del Instituto Libertad y Desarrollo (LyD), fue clave su instalación en el aparato público. Ahora conoce a gran parte de quienes el lunes acompañaron de a Piñera en la entrega de su programa de gobierno.

Es un optimista y en su gestión como ministro secretario general de la Presidencia fue criticado por la dificultad para sacar adelante algunas leyes. Pero ese es un rasgo de su carácter. Por estos días en que la centroderecha anda exultante de ánimo ante el favoritismo para la próxima elección presidencial, Larroulet no se queda atrás.

"El acierto político más grande del periodo 2010-2014 fue demostrar que la centroderecha era capaz de gobernar bien. Esa capacidad política nos permite estar hoy en una posición expectante"

El economista no sólo sabe que Piñera es el favorito. Va más allá y afirma que el actual gobierno de Michelle Bachelet terminará siendo un paréntesis en un largo periodo en el cual gobernará su sector. Piensa que predominan las ideas de la centroderecha en los chilenos, y que el paso por La Moneda entre 2010 y 2014 fue necesario para que el país pusiera a prueba, además de las credenciales democráticas del sector, su capacidad para gobernar.

¿Es sólo un wishful thinking (deseo)? El tiempo lo dirá.

Vicerrector de Posgrado en la Universidad del Desarrollo, donde ejerce a tiempo completo, Larroulet es un representante, además, de los Chicago Boys. Defiende a rajatabla el aporte que realizó esa escuela y no dramatiza la discusión respecto de la injerencia del grupo al interior de la coalición opositora.

Con el programa de gobierno sobre la mesa, el ex ministro sostiene que ahí está el relato que tanto se echó de menos en el gobierno del cual él participó.

—¿Cuál es el nuevo relato?

—Es este concepto de una nueva transición, la segunda transición. Piñera rescata la transición a la democracia como el mejor ejemplo de haber hecho bien las cosas en Chile, y les da el crédito a todos los sectores políticos que participaron. Si uno estudia los procesos de desarrollo de los países, se ve que no es tarea de un gobierno, sino de un horizonte más largo que tiene que convocar a todos. ¿Cuáles son sus requisitos? Los que tuvimos para hacer exitosa la transición a la democracia: unidad, capacidad de diálogo, convocar a personas de distintos sectores.

—¿Esto subsana la crítica que se escuchó durante su gobierno en términos de la falta de un sueño de país?

—No hay duda de que ha habido un proceso de aprendizaje. Sebastián Piñera, como presidente, tuvo muchos aciertos, pero también cometió errores, y él aprendió de eso. Quiero rescatar al gobierno anterior desde una dimensión política y desde las circunstancias en las que llegó, que fue la crisis posterremoto. En su dimensión política, la centroderecha en el siglo XX fue elegida democráticamente sólo una vez, en el gobierno de Jorge Alessandri. No había mucha experiencia de gobiernos democráticos del sector. La gran duda era: ¿Tendrán la capacidad para gobernar, lo harán para todos los chilenos? Me parece que el acierto político mayor del período 2010-2014 fue demostrar que la centroderecha era capaz de gobernar bien. Esa capacidad política nos permite estar hoy en una posición expectante. Los ciudadanos están prefiriendo a Piñera —el 70% cree que va a ser el próximo presidente— y son personas exigentes. Por eso la sanción al actual gobierno, que ha sido un mal gobierno.

—O sea, para estar donde están era necesario el paréntesis de cuatro años...

—Es que creo que el verdadero paréntesis es el gobierno de Michelle Bachelet II. ¿Quién creó la cultura de la retroexcavadora?, ¿quién dijo que para avanzar hay que quitar los patines? Esa es la antítesis de la transición a la democracia y del gobierno de Piñera entre 2010 y 2014. Los chilenos valoran eso, lo valoraron en la transición.

—Llama la atención que quienes reivindican la transición y los acuerdos sean quienes fueron oposición en su minuto.

—Lo que rescatamos son las características profundas de ese proceso, que fue resultado de un proceso de diálogo. Todos los sectores tuvieron que transar parte de sus voluntades y propósitos políticos, y ese proceso no fue sólo de la coalición de gobierno, sino que ahí jugó un rol activo la oposición. Recuerda, por ejemplo, el cambio constitucional bajo el gobierno de Ricardo Lagos.

—Pero Lagos mismo ha dicho que no realizó todos los cambios que pretendía por la oposición de la derecha.

—Es verdad, lo dijo, pero creo que era una justificación...

—¿Para salir del paso?

—Obviamente. Ahora, no estamos planteando los consensos porque sí: es para seguir una guía, este programa, que haga posible que Chile sea un país desarrollado en el amplio sentido de la palabra.

—¿Y con quiénes se pueden construir esos acuerdos? ¿Cómo crear un entorno favorable para los consensos que en estos 4 años se rompieron?

—De dos maneras: primero, con este mensaje central de unidad, que es lo que el presidente ha estado haciendo. Y, políticamente, valorando ese estilo.

—Es precisamente de ese estilo que la Nueva Mayoría y sus partidos han renegado...

—Hay una parte relevante de la Nueva Mayoría que lo rescata. En público —a través de entrevistas de prensa— y, en privado, muchas personas no están contentas con la lógica de gobernar que ha tenido la Nueva Mayoría. Y esto no es una ingenuidad o un wishful thinking (mero deseo): hoy ya se refleja en el número de candidaturas presidenciales de izquierda. ¿Es eso producto de estar felices con la Nueva Mayoría? No. Y, segundo, me lo dice la experiencia: cuando tienes este espíritu en las iniciativas concretas, logras acuerdos.

 

“A los Chicago Boys se les debe mucho”

—Gonzalo Blumel planteó que a la centroderecha le faltan sociólogos, músicos, humanistas... ¿Existe un soporte intelectual para un proyecto de centroderecha?

—Yo hago una autocrítica en esto, porque he estado toda mi vida en el mundo de las ideas. Durante mucho tiempo nos relajamos y fuimos un poco autocomplacientes. Ahora nos hemos puesto las pilas. En los últimos dos años hemos aumentado muchísimo la cantidad de publicaciones de profesionales y centros de estudios cercanos a la centroderecha. Tenemos nuevos jóvenes, intelectuales de políticas públicas, nuevos medios de comunicación. Esta tarea está sólo comenzando y debe continuar.

"El punto es si la visión histórica de Piñera, al ser el líder de la transición al desarrollo, va a ayudar a plantear un Chile Vamos que va a tener la influencia que tuvo la Concertación. Yo lo veo perfectamente posible."

—El programa de gobierno habla de 4 principios: libertad, progreso, justicia y solidaridad. ¿Le ganó la solidaridad a la subsidiariedad, uno de los principios defendidos por la derecha post-Pinochet?

—No creo que le haya ganado. El principio de subsidiariedad sigue siendo importante. El presidente lo dijo hoy (lunes): el Estado no puede ahogar la iniciativa de las personas ni apropiarse monopólicamente de la responsabilidad pública. Para eso está la sociedad civil. El concepto de solidaridad tiene también que ser propio.

—Así lo hizo, por ejemplo, David Cameron en Inglaterra. ¿Piñera apunta a un proyecto de ese estilo?

—No me gusta etiquetar, pero obviamente es una centroderecha moderna.

—Mauricio Rojas planteó que el programa es “el inicio en serio del estado de bienestar”, contrario a las políticas focalizadas de los Chicago Boys. ¿Qué pasó con su influencia en la derecha?

—Las sociedades, pienso, se mueven siempre por ideas, por liderazgos, y por las instituciones que ellos construyen. A los Chicago Boys se les debe mucho en el cambio en las ideas que han permitido el desarrollo de Chile. Hoy llevamos más de 20 años gozando de estabilidad de precios y esa es la obra de los Chicago Boys, continuada después por los Cieplan Boys.

Pero ahora los temas son otros. Hoy, por ejemplo, en educación el consenso mundial y nacional —al cual adhiere la escuela de Chicago— es que hay que ir a la educación de la primera infancia. ¿Qué está haciendo Piñera? Incorporar esa visión. Hace 20 o 40 años esa visión no existía.

—¿Lo que vemos hoy en el programa se parece más a un estado de bienestar, como dijo Mauricio Rojas?

—Me preocupa usar palabras antiguas para los fenómenos de hoy. Estado de bienestar fue un fenómeno europeo que tuvo un rol, sin duda, pero que fracasó. Este es un país diferente. Es un concepto moderno, no es el estado de bienestar del año 40, ni el de derechos universales de Fernando Atria o de Beatriz Sánchez.

Lo que rescato es que las ideas son las mismas. La idea de la confianza en la persona humana es central en este programa de gobierno, y es una idea matriz de los Chicago Boys y es universal en todos los países que han logrado el desarrollo.

—Carlos Peña dice que si Piñera logra refundarla, se convertirá en el gran político de la derecha chilena. ¿Lo ve decidido a hacerlo?

—Eso ya está ocurriendo. A los dos partidos tradicionales de Chile Vamos —UDI y RN—, se les agregó un partido nuevo —Evópoli— que enfatiza la libertad en todos los planos y tiene mucha gente joven. Está el PRI que viene de un tronco histórico de la DC de regiones. Y se agrega un movimiento de gente independiente enorme. El punto es si la visión histórica de Piñera, al ser el líder de la transición al desarrollo, va a ayudar a plantear un Chile Vamos que vaya a tener la influencia que tuvo la Concertación. Yo lo veo posible.

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