Por Víctor Hugo Moreno // Foto: AGENCIAUNO Octubre 20, 2017

Nicolás Eyzaguirre 31,1%

Ana Lya Uriarte 28,8%

Pedro Güell 11,5%

Nicolás Eyzaguirre no lo dudó en ningún segundo. Cuando la presidenta Michelle Bachelet lo llamó para que se hiciera cargo del Ministerio de Hacienda, su respuesta fue un sí rotundo. No hubo margen de duda. Es un puesto que le acomoda: lo suyo son los números, las cifras, más que la política. De todos modos, y pese a su alegría inicial y difícil de disimular, había sentimientos encontrados, pues el que se iba, Rodrigo Valdés, era su amigo y habían consolidado una sólida dupla entre La Moneda y Teatinos 120.  Ambos con pensamientos económicos más o menos similares —aunque Valdés es un punto más neoliberal que Eyzaguirre—, estaban empoderados bajo la idea de hacer terminar este gobierno de la mejor forma posible. Pero Valdés cayó en el intento: no aguantó las diferencias con la presidenta; mientras Eyzaguirre —sin chistar— se quedó hasta el final.  Ya no tiene nada que perder.

Así, este año ante la pregunta: ¿Quiénes son las personas que más influyen hoy en las decisiones de la presidenta Michelle Bachelet? el ahora jefe de las arcas fiscales asoma por primera vez en el primer lugar con un 31,1%, destronando del primer puesto (de las dos ediciones pasadas) a la jefa del gabinete presidencial, Ana Lya Uriarte, quien alcanza en esta oportunidad el 28,8% de las preferencias. Mientras que en la tercera posición aparece un clásico dentro de este selecto e influyente grupo: el jefe de las políticas públicas de la presidenta, Pedro Güell.

¿Cómo ha logrado Eyzaguirre mantenerse firme junto a la presidenta pese a incluso discrepar en muchas ocasiones de las decisiones que se toman?: lealtad sin matices, alegando con firmeza, pero aceptando que la jefa es una sola, dicen en Palacio, ha sido la receta. No hay más. Y su paso por este gobierno ha transitado por varios de esos caminos.

En la práctica, Nicolás Eyzaguirre actuó desde el inicio del gobierno (2014) como un ministro de Hacienda en las sombras. No fue nombrado en el puesto, básicamente, porque Alberto Arenas había sido el más activo mentor del programa de gobierno y Bachelet le debía el cargo, según comentan fuentes de La Moneda; aunque de todos modos la voz del ex jefe de Hacienda del gobierno de Ricardo Lagos era escuchada por la mandataria, quien ante cualquier duda dejada por Arenas no vacilaba en llamarlo para oír su parecer. Pero el destino del economista para este gobierno era otro y en una decisión consensuada con Bachelet resuelve tomar la cartera de Educación para liderar la mayor de las reformas estructurales propuestas en el programa: la educacional. Su apuesta era bien concreta, simple y directa; pero a la vez muy ambiciosa y compleja: si la reforma se transformaba en el mayor éxito del gobierno, Eyzaguirre tendría la posibilidad de erguirse como figura presidencial para suceder a Bachelet. Como todo político, la aspiración de dirigir el país siempre está latente y esta no es la excepción. El problema es que el guión de esa historia transitó hacia otros caminos más nebulosos y enredados que terminaron por sepultar ese natural deseo.

¿Cómo ha logrado Eyzaguirre  mantenerse firme juntoa la presidenta?: lealtad sin matices, pero siempre alzando la voz es la receta.

Según recuerdan en Palacio, la idea de Eyzaguirre para la reforma era otra, sobre todo al momento de establecer las prioridades. Él pensaba que se debía partir por la educación pública y así dar forma al cambio estructural que se planteaba para el sistema. Sin embargo, la visión del entonces ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, y Alberto Arenas era otra: había que empezar atacando el lucro. Y por esos años la opinión de esa dupla era ley sagrada y el entonces ministro de Educación la aceptaba y asumía.  Ya en ese momento, y antes de asumir en la Segpres, Eyzaguirre alegaba en torno a lo que la propia Bachelet bautizó esta semana como la llamada “hemorragia legislativa”. Según afirman cercanos al ministro, él siempre puso el punto de que era un programa muy ambicioso, sobre todo en educación, reflexión que haría pública en una polémica entrevista de El Mercurio en septiembre de 2015, donde se confesó sin filtro al decir que en la agenda de educación se había padecido de exceso de ambición. Entrevista que le causó un tirón de orejas de la presidenta al día siguiente.

Varias son las oportunidades en que Bachelet ha tenido que reprender a su ministro por sus declaraciones públicas. La más recordada: los patines, cuando también como ministro de Educación en un programa de TV hizo la desafortunada metáfora de que para igualar la cancha en educación había que bajar de la carrera a los que iban más rápido, lo que le trajo una esperable lluvia de críticas por su recurrencia a analogías poco claras, y la lista sigue con más piezas de colección.  Y ante ello el ministro siempre llega a la misma conclusión según describen sus cercanos: que se excedió y habló de más. De hecho, hace pocas semanas hubo otra entrevista de la cual se arrepintió un poco, cuando a través de La Tercera prácticamente anunció su retiro de la política tras este gobierno. Después lo pensó mejor y concluyó que era muy apresurado anunciar eso, pero ya no había nada que hacer. El ministro sufre de incontinencia verbal y cada vez que se anuncia una entrevista suya, sobre todo en un medio escrito, en La Moneda tiemblan.

Pero Bachelet lo conoce y lo perdona, incluso cuando, de forma una vez más inapropiada, la trató de “gordis”. Eyzaguiirre es así, y a veces su humor excede lo irónico y el doble sentido. Y la última de estas reprimendas presidenciales fue hace poco: todos los ministros ya estaban arriba de la tarima en el patio de Los Naranjos de Palacio, dispuestos para la última foto oficial del 18 de septiembre, cuando de pronto se sienten risas y la voz de Bachelet diciendo: Nicolás eres un bruto. Nadie sabe bien qué fue lo que dijo, pero varios se imaginan que un chiste blanco precisamente no debe haber sido.

Lo cierto es que Bachelet lo escucha y lo necesita. Por eso ha acudido a él cada vez que lo estima necesario, llevándolo al sacrificio al nombrarlo primero en Educación (un fierro caliente) para luego trasladarlo a la Segpres, sabiendo las escasas habilidades blandas que tiene y la mala relación que con el tiempo ha cultivado con los partidos políticos; para ahora darle la última batalla en Hacienda, donde de alguna manera u otra deberá hacer milagros para cumplir promesas como la de la gratuidad ya establecida en la ley de inclusión, puesta en duda por la estrechez presupuestaria que hay para el próximo año.

Con todo, Eyzaguirre siempre está y finalmente se convirtió en el primer ministro de Bachelet, más allá de cualquier otro.

En torno al futuro del economista, la política no está dentro de sus prioridades. De hecho, no se ha mostrado interesado en la elección presidencial y su militancia en el PPD es bastante poco activa, según explican desde esa tienda. La academia puede ser un espacio que se le abra, aunque su otro mayor deseo es ser algún día presidente del Banco Central, según comentan desde su entorno más cercano.

En esta lista de influyentes presidenciale, también, siempre aparecen las herméticas y a esta altura míticas figuras del Segundo Piso: Uriarte y Güell. La primera es una figura de confianza que hoy por hoy es parte importante de los puentes de una quebrada relación entre la presidenta y los partidos de la Nueva Mayoría. Ella es la mensajera cada vez que terminan los comités políticos de los lunes para llevarle a Bachelet las decisiones que allí se toman, o más bien para traspasarle las quejas de los timoneles de los siete partidos que aún sobreviven a la Nueva Mayoría.

Pero cuando se pregunta en Palacio qué hacen estas personas del Segundo Piso, nadie tiene una respuesta concreta o nadie se atreve a decirlo. Pero lo cierto es que Uriarte es más que la persona que le maneja la agenda. Es mucho más que eso y todos en el oficialismo y en La Moneda se resignaron ante ese poder de la jefa de gabinete, aunque no es nada personal, porque la gran mayoría tiene buenas opiniones personales de Ana Lya. Mientras que Güell ya todos saben que es más que un pensador de discursos, ya que marca las pautas y las ideas,  y la presidenta lo escucha. Aunque en la última cuenta pública del 1 de junio le salió algo de competencia, pues Valdés habría intercedido bastante en la moderación de algunas frases, como recuerda una fuente consultada. Pugna que siempre ha estado presente en La Moneda en las llamadas dos almas: las transformadoras sin apellido, y las moderadas con matices.

Bachelet confía en este Segundo Piso sobreviviendo a todo. Han sido parte de ese selecto grupo de los más fieles y hasta el final lo seguirán siendo.

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