Por Victor Hugo Moreno // Fotos: Mabel Maldonado Octubre 13, 2017

Paula Narváez (45), psicóloga y PS, responde cada pregunta con seguridad, desplante y, a veces, envolviendo ideas políticas en conceptos académicos. Mira directo a los ojos cuando se siente incómoda para captar la atención. No le tiembla la voz. Por el contrario, desde que llegó a ocupar las dependencias de la Secretaría General de Gobierno (Segegob) hace casi un año, quiso mostrar su impronta: un nuevo trato con la Nueva Mayoría (NM), aprovechando su experiencia de diálogos intensos y que se extienden hasta la madrugada, característicos de la cultura socialista. Ha intentado dar a conocer  “las buenas noticias”, aunque muchas veces no se publiquen en ninguna parte. Ahora está empeñada en defender sin claudicar el legado de la presidenta Michelle Bachelet. Su oficina es sólo un lugar de trabajo. Existen escasos objetos personales. Sobre una mesa hay una foto del ex Presidente de la República, Salvador Allende.

Llega a Palacio cada mañana a las 7: 30 a.m., para irse de noche. Tiene poco tiempo para estar con sus mellizas de tres años, pero no se queja. Para Narváez es la realidad de la mujer chilena que trabaja y es madre y se siente como una más de ellas.

Paula Narváez es cercana a la presidenta: la conoce desde su primer gobierno y se acercaron más cuando el 2011 la militante PS cursaba un posgrado (en Washington, DC) y luego se mudó a la Gran Manzana a trabajar en ONU Mujeres.

 "Tenemos una institucionalidad que funciona y que es independiente de las personas. No existe un vacío de poder (en la Subsecretaría del Interior). Hay un subrogante "

En 2014 fue nombrada jefa de gabinete, pero tuvo que salir del cargo para dar a luz a sus hijas, ocupando un rol de asesora en el Segundo Piso hasta el 18 de noviembre de 2016, día en que arribó a su último y más importante cargo: ministra. La vocera es, para la presidenta, su mejor intérprete, algo así como su escudera.

—¿Es muy diferente ser jefa de gabinete a ser vocera? Existe una especie de mitología en torno a la figura del jefe de gabinete, como un ser casi supremo.

—Uno cumple un rol muy importante como jefa de gabinete, que alguien podría considerarlo un rol muy sencillo cuando se habla de llevar la agenda presidencial, pero eso tiene una serie de correlatos. Es una relación diaria y personal, pero es un rol acotado: Ella tiene como principales asesores a sus ministros de Estado y, especialmente, a su comité político.

—¿Se fue quedando sola en el camino la presidenta, sacando de su lado a personas que eran de su plena confianza, para colocar a otros y así mantener los equilibrios y dejar contentos a los partidos que la apoyan?

—En Chile tendemos a interpretar la realidad como algo estático. Todo se transforma permanentemente. Y en el ejercicio de la política, que tiene su propia dinámica, también se producen transformaciones y los equipos se modifican. La presidenta tiene un equipo estrecho, leal, muy comprometido con su programa de gobierno, que nos hace sentido a todos. La presidenta difícilmente podría estar sola.

—¿Y qué pasa con esas llamadas “dos almas” de La Moneda, los que están por las transformaciones sin matices y quienes prefieren mayor gradualidad y moderación?

—No soy partidaria de mantener calificaciones que se hacen sin mucha reflexión. No hay gobierno donde no haya matices distintos, donde se ponen énfasis diferentes. No es raro pensar que un ministro del área social tenga  su interés más puesto en cómo llevar adelante esos programas sociales y que uno del área económica, que evidentemente tiene que compatibilizar el crecimiento económico. Además, debemos entender que este gobierno nace de una coalición de siete partidos y, evidentemente, no hay un orden monolítico; pero debemos decir algo. Estamos en un régimen presidencial y la última palabra es de la Presidenta de la República y todos los ministros y las autoridades tenemos que entender que eso es así.

—Esas diferencias pueden llegar a extremos, como la abrupta salida de Rodrigo Valdés de Hacienda. ¿Dolió en algo su partida? ¿Se resintió algo con su salida?

—Pero es que esto es política. En la política pasa que las personas en algún determinado momento pueden decidir no continuar y eso es así. En lo personal, uno establece relaciones de afecto, pero no hay que confundir: lo importante es la continuidad en el trabajo y eso tiene que estar garantizado, porque la institucionalidad es muy relevante. La presidenta toma decisiones y ahora tiene un equipo económico que rápidamente se ha subido al tren que iba avanzando y con resultados que están a la vista.

—¿Cuál ha sido el principal énfasis que ha intentado dar a su gestión?

—Hacer una defensa de los logros del gobierno y a sus políticas públicas y a lo que ha sido el programa de gobierno de la presidenta Bachelet, darle valor. Hay que hacer una defensa política del gobierno.

—Pero esa defensa también la tiene que hacer dentro de su mismo conglomerado con tanta diferencia que se observa ahí adentro.

—En la centroizquierda tenemos experiencia de saber llevar y canalizar nuestras controversias. Eso está a la vista, es histórico y forma parte de la evidencia que tenemos como país: la centroizquierda se ha sabido poner de acuerdo. Y eso somos capaces de hacerlo en esta coalición, que es diferente de lo que fue la Concertación, pero que la anima el mismo espíritu y es que la centroizquierda progresista, canalizando sus diferencias por el buen diálogo entre nosotros, el buen trato, permite darle gobernabilidad a Chile.

"Piñera ha expresado que no cree en la gratuidad de la educación, en el matrimonio igualitario, en la adopción homoparental, en la igualdad de los hijos nacidos fuera del matrimonio, en la despenalización del aborto"

—Pero esa unidad tiene, quizás, un costo que es finalmente ceder ante las posturas más opuestas de la Nueva Mayoría, sobre todo pensando en la DC y el PC

—La realidad está más mezclada que las dicotomías simplistas que se tratan de hacer. Hay muchas coincidencias en nuestros parlamentarios de la Nueva Mayoría en algunos énfasis de las reformas. Hay coincidencias en el mundo DC y PC en el plano educacional, por ejemplo. Esta es una coalición que se ha sabido poner de acuerdo y que puede exhibir con tranquilidad y orgullo los logros que tenemos. “No ha sido fácil ni perfecto”, dijo la presidenta el 1 de junio, y los resultados están a la vista.

—Ese mismo 1 de junio la presidenta hizo un llamado a la unidad y a ir en una sola lista parlamentaria de la Nueva Mayoría. ¿No es un fracaso que, pese a todo ese acuerdo del que habla, vayan divididos a la elección de noviembre?

—Desde el inicio señalamos que nos habría encantado un candidato único, definido por primarias, pero también dijimos que eso era una decisión autónoma de los partidos y que somos respetuosos de eso. Es importante mantener ese respeto. Pero también se pronosticaron las tragedias más enormes de este proceso y, si se mira, no se ha producido ninguna de esas tragedias. Estamos a un mes de la primera vuelta y hemos sabido sortear la dificultad que significa tener dos candidatos. Ha requerido de habilidades distintas. Esa es la gracia de ser político y dedicarse a esto. Aquí no existen recetas mágicas ni tú puedes aplicar a circunstancias nuevas recetas del pasado.

—No está nada claro ese acuerdo de la centroizquierda para una segunda vuelta presidencial.  El candidato Guillier lo está tratando de forzar, mientras que Carolina Goic (DC) es más reacia. ¿Se debe hacer un esfuerzo más decidido en la Nueva Mayoría?

—Es muy importante que los ciudadanos progresistas que se van a reencontrar en la segunda vuelta tengan eco en los partidos políticos de ese empuje e impulso. Los ciudadanos necesitan referentes que convoquen al encuentro progresista de la segunda vuelta.  Los partidos y dirigentes deben estar a la altura

—¿Y qué sucede si ningún oficialista pasa a la segunda vuelta y Beatriz Sánchez, del Frente Amplio, es la que lo consigue ¿Ve la posibilidad de un acuerdo progresista en torno a Sánchez?

—No soy analista política, soy ministra de Estado: el escenario en que me pongo y lo que esperamos como gobierno, por cierto, es que sea un representante de nuestra coalición quien pueda continuar proyectando los cambios de este gobierno.

—¿Qué tan importante es para La Moneda la proyección de la NM?

—Es relevante y fundamental esa proyección, porque se trata de un modelo de país que está en juego y esa es una diferencia muy sustantiva. Tiene que ver con que la política se trata de principios, de valores y de convicciones que se ponen en juego. Creemos que lo que representamos como centroizquierda es un modelo de país que le hace bien a Chile.

—Y en ese plano, ¿qué tan peligrosa es la alternativa de que salga elegido Piñera presidente?

—Sebastián Piñera y la derecha chilena representan un modelo de país distinto, donde claramente hay un retroceso hacia un orden conservador en lo valórico, muy liberal en lo económico. Cada uno se las arregla frente al mercado.

—El llamado esfuerzo personal...

—Usted sabe que el esfuerzo personal puede estar plagado de injusticias sociales de las que hay que hacerse cargo. Sebastián Piñera ha expresado que él no cree en la gratuidad de la educación superior. Y en el reconocimiento de derechos de las personas, Piñera no cree en el matrimonio igualitario, no cree en la adopción homoparental. Su sector, no sólo él, se ha opuesto, a lo largo de la historia, al divorcio, a la igualdad de los hijos nacidos fuera del matrimonio, a la despenalización del aborto en tres causales. Niegan el concepto de igualdad de género como un derecho. Son temas que están a la vista, que no inventamos nosotros. Hay dos modelos de sociedad en juego. Creemos en una sociedad de derechos, algo que la oposición relativiza, el rol social del Estado al garantizar los derechos de los ciudadanos

—¿Cree que Piñera acabaría con todo los logros de este gobierno y que, por eso, están abrochando con premura?

—Para eso debe ganar y tener las mayorías parlamentarias necesarias, y eso le falta a Piñera (aún). Nosotros hemos hecho las reformas con la sostenibilidad que se requiere, legalmente, son leyes de la República.

—¿Era necesario hacer una minuta desde La Moneda (que circuló en los partidos oficialistas) para defender el legado de Bachelet y diferenciarse de un  gobierno de Piñera?

—Desde que la presidenta llegó a Chile en 2013, la derecha estableció una práctica permanente, una campaña de desprestigio del gobierno de la presidenta Bachelet. Ellos han hecho circular minutas para echar abajo cualquier logro de este gobierno. Todo gobierno tiene el deber de defender su obra. Por supuesto que pueden existir estos documentos que sistematicen de manera objetiva esos logros.

—La presidenta, en entrevista con la BBC, reconoce que hubo muchos proyectos en poco tiempo, ¿se pecó de ambición?

—La presidenta cuando llegó (el 2013) como candidata planteó una hoja de ruta. Es importante entender la ilación histórica. Y se desprende de la valoración de los gobiernos democráticos de la Concertación después de la dictadura: lo que se avanzó y lo que se consolidó en la transición democrática. Quedaron temas pendientes y había que enfrentar las distintas desigualdades que persisten en nuestro país. El programa planteó que no se haría más de lo mismo. Reconocemos los avances, pero tenemos que iniciar un camino de transformación en áreas fundamentales que van a trascender los 4 años de gobierno. La presidenta Bachelet cambió la agenda política de Chile de aquí a 10 años. Los que quieran profundizar estos cambios y seguir por este camino o los que quieran tratar de retroceder, lo harán siempre en referencia a este gobierno de la presidenta Bachelet.

—¿Ha sido este el gobierno más de izquierda desde el retorno a la democracia?

—No sé si uno de los clivajes de izquierda- derecha son clivajes actuales que uno puede seguir utilizando. Este ha sido un gobierno centrado en establecer un estado social de derechos, los apellidos que le quieran poner a eso en realidad no es algo de interés del gobierno. Somos un gobierno de centroizquierda y eso lo valoramos en toda su dimensión.

—¿La unión de la centroizquierda de la que ha hablado en esta entrevista tiene que sostenerse en el “todos contra Piñera”?

—Todos juntos por Chile, la verdad. Somos un proyecto político que le hace bien al país. Las oposiciones son necesarias para una democracia sana. No debemos estar concentrados en nuestros contrincantes.

 

Palacio sin aleuy

—¿Cómo se llega a lo que sucedió con el subsecretario Aleuy, con rumores de su renuncia emanados desde La Moneda, que perdió lealtad hacia la presidenta y que se corona con unas vacaciones?

—No me hago cargo de rumores, vengan de donde vengan. Los considero dañinos y nefastos y no me gusta alimentar intrigas. Sólo me baso en los hechos objetivos.

-¿Cuáles entonces son los hechos objetivos de la situación del subsecretario?

—El hecho es que hubo una decisión presidencial referida a un tema específico, en este caso una huelga de hambre sostenida en el tiempo que era peligrosa para la salud de las personas y todo gobierno democrático se preocupa de proteger la salud de las personas. La presidenta Bachelet tomó una decisión y este es un régimen presidencial y todos nos sometemos a esa decisión.

 "Los ciudadanos necesitan referentes que convoquen al encuentro progresista de la segunda vuelta"

—Pero ¿renunció el subsecretario por esta diferencia de criterio?

—El hecho concreto es que está de vacaciones, haciendo uso de su feriado legal que expira en 15 días.

—La presidenta en entrevista con La Tercera dice, “espero que vuelva”. Un jefe no espera que un subalterno vuelva o no de sus vacaciones: éste vuelve no más...

—Hemos señalado que el 2 de noviembre vuelve de sus vacaciones. Más allá de eso, nosotros tenemos una institucionalidad que funciona y que es independiente de las personas y eso tiene que ver con que nuestros equipos siguen trabajando. No existe un vacío de poder, hay una persona que está subrogando y está ajustado al orden administrativo por alguien que conoce el funcionamiento.

—Todo se centró en Aleuy, pero ¿qué pasa con el ministro Marcos Barraza, quien calificó una acción de la policía que depende finalmente de Interior?

—El ministro explicó que esa fue una opinión personal.

—¿No se está blindando a Barraza por ser PC y por ir en la línea presidencial sobre la Ley antiterrorista?

—Esas son conjeturas. Cada ministro tiene un valor y no se trata de un blindaje a nadie, sino que se trata de reconocer lo que cada ministro hace

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