Por Carolina Sánchez // Fotos: Sebastián Utreras Octubre 20, 2017

Andrés Zaldívar 25,4%

Antes de ser presidente del Senado, de ser parlamentario, e incluso antes de ser ministro, Andrés Zaldívar, militante histórico de la Democracia Cristiana, vivió momentos de dudas. Decidir que quería dedicarse a la política —y no a su profesión de abogado o al mundo privado— no fue del todo fácil. Pero el entonces presidente Eduardo Frei Montalva lo convenció y, con tan sólo 26 años, en 1968 lo nombró ministro de Hacienda. 49 años después lo tuvieron que volver a convencer. Esta vez de no jubilarse y que, con 81 años, se presentara a la reelección.

—Estamos en una pelea muy compleja, muy difícil. Pero uno tiene que estar a lo que digan los ciudadanos. Si me eligen nuevamente volveré a ser senador. Algunos me dicen que estoy con muchos años, pero eso lo aprendí del presidente Frei Montalva, cuando me nombró muy joven. Él hizo una combinación en su gabinete entre experiencia y juventud. Y ahí recordé un dicho campesino: “En vasija antigua y con vino joven se hace el mejor vino”.

—Su trayectoria política partió muy joven, como ministro, y hoy es el parlamentario que más años ha estado en el Congreso, ¿usted se siente poderoso?

—No, creo que soy una persona que ha entregado parte importante de su vida al servicio público. No me siento poderoso. Me siento uno más dentro de la gente que está en la tarea que hoy día es tan poco apreciada, incluso es muy cómodo no estar en ella. Uno recibe normalmente una crítica infundada. Hoy día los políticos somos mal mirados.

—¿A qué cree usted que se debe eso?

—Creo que en el mundo hay una visión negativa de quien tiene la autoridad, el poder. Se cree que la gente que está en el poder está para aprovecharse. Si hay corrupción, a todos se les mide con el mismo metro. Muchas veces abusamos de los privilegios, y hoy día se sabe todo en todas partes. Los políticos estamos en una vitrina, uno tiene que cuidarse mucho de sus actitudes, de no abusar de su poder. La política hoy día está muy desprestigiada y eso no es bueno, porque es necesaria, una democracia sin política no funciona. Lo importante es que podamos recuperar esa credibilidad.

“En la política, como decía Patricio Aylwin, hay que avanzar en la medida de lo posible, yo no creo en las retroexcavadoras. Ni creo en los que dicen que tienen toda la verdad y que el otro no tiene nada que decir. Muchas veces incluso tu enemigo más acérrimo tiene algo que decirte”

—Hay veces que cuando se habla de su poder en política se dice la “cocina de Zaldívar”, porque con usted se negocian grandes decisiones. ¿Qué opina de eso?

—Es todo un invento. Yo siempre he entendido que para hacer una buena negociación, que llegue a su objetivo, no hay que andarla publicando por los diarios. Las negociaciones hay que hacerlas en un ámbito casi personal, y una vez que uno logra un entendimiento, se pone sobre la mesa. Yo creo que las cosas que se saben antes nunca resultan. No es cocina, es una forma de negociar.

—Se lo dijeron por la negociación de la reforma tributaria.

—Carlos Montes siempre me dice que me llaman cocinero, pero no cociné nada. La verdad es que eso se negoció con mi conocimiento. El ministro de Hacienda, Alberto Arenas, negoció directamente con la derecha. Y cuando me dijo que había llegado a un acuerdo, le dije “agarra” y cierra el tema. Cuando salí de La Moneda me preguntaron y yo les dije que no todos podían estar en la cocina. Y es cierto, las negociaciones, los acuerdos, a pesar de que todos quieren una transparencia absoluta para que resulten, tienen que ser en términos privados.

—Se habla de “la política de los acuerdos”.         

—La verdad es que desde que yo me incorporé en la política, hay algo que siempre he creído: primero, que hay practicar la amistad cívica, no mirar a tu contendor como un enemigo sino como una persona con la cual tú tienes diferencias; y lo segundo es tener conciencia de que muchas veces en el otro puedes encontrar cosas que pueden ser positivas para tomar decisiones. Siempre he sido muy partidario de los acuerdos. En la política, como decía Patricio Aylwin,  hay que avanzar en la medida de lo posible, yo no creo en las retroexcavadoras. Ni creo en los que dicen que tienen toda la verdad y que el otro no tiene nada que decir. Muchas veces incluso tu enemigo más acérrimo tiene algo que decirte.

—¿Usted cree que hoy día la ciudadanía es más crítica respecto a ese funcionamiento?

—Mucho más. Exigen mucha más transparencia, incluso exageran con la transparencia. Hoy día hay que fijarse hasta en los gestos. Basta con que tú hagas un gesto, te graban y se viraliza. Uno tiene que estar dispuesto y cuidarse por la vitrina, pero también es importante que respeten la privacidad. No para esconder algo, sino porque uno también la necesita.

—¿Era más cómodo ser parlamentario antes que ahora?

—Sí, antes no había esa preocupación. No había esta exigencia, que a mí me parece bien. Hoy día la gente quiere saber cómo financias tu campaña, qué es lo que haces, y me parece  bien. Antes no. Hoy nadie puede pretender hacer política como si fuera un señor feudal. Pero antiguamente no había problema, además había más cuidado.

 

***

—Hace un tiempo, el ex presidente Lagos tuvo que renunciar a su candidatura por falta de apoyo en su sector. ¿Usted considera que eso fue una derrota para el proyecto de la Concertación?

—Sí, y creo que fue un gravísimo error. Si bien militamos en distintos partidos, él es un hombre socialdemócrata, ayudó a la conformación de la Concertación, que hizo una gran tarea. Este país tiene una obligación, un deber con la Concertación. La Concertación hizo una gran transformación en este país durante los cuatro gobiernos. No es que la Nueva Mayoría lo haya hecho bien o mal, sino porque creo que precisamente el error ha sido tratar de excusarnos de lo que habíamos hecho. Creo que cometimos un error del que nos vamos a arrepentir de por vida, porque si tenemos un resultado negativo esa va a ser la razón. Es una actitud brutalmente negativa, y muchas veces yo creo que por defender algunos intereses personales.

“Quienes pretenden llevar a la DC hacia la derecha están absolutamente equivocados y quien pretendiera llevar a la DC hacia el Frente Amplio, también”

—¿Cómo cuáles?

—No, yo no doy nombres. Cada uno va a ponerse el sayo en su momento.

—Durante este periodo hemos visto sobre todo desacuerdos en la Nueva Mayoría…

—Creo que uno de los grandes errores nuestros, y creo que la desafección de la gente con nosotros, a pesar de todo lo que estamos haciendo, se debe a las diferencias internas. El hecho de que de repente se pierda un proyecto porque a un par de diputados, un par de senadores se les ocurre que no están de acuerdo, y no se dan cuenta de que son parte de un colectivo en el cual tienen que comprometerse. Y, por otra parte, que hemos hecho muchas veces las reformas de manera apresurada. Si vamos a pagar un precio, lo vamos a pagar por eso.

—Pero en una coalición donde iba a convivir la DC y el PC, ¿no se pensó que eso podía pasar?

—Sí, yo creo que efectivamente hemos tenido diferencias con el Partido Comunista, y tenemos diferencias que son insalvables. En materia de derechos humanos tenemos una visión diferente sobre lo que está pasando en Venezuela, en Cuba, en Corea del Norte. El PC tiene un doble discurso, justifica muchas veces sus dictaduras. El marxismo fracasó en el mundo, el comunismo fracasó, y aquí en Chile eso no se ha aceptado. Pero a pesar de todo eso, yo no soy contrario a entenderme con el Partido Comunista en las cosas que realmente tengamos acuerdo.

—La Concertación duró veinte años y la Nueva Mayoría durará cuatro. ¿En qué se diferenciaron principalmente?

—Yo creo que fue la forma en cómo se ha hecho la política y se ha planteado el esquema de gobierno. Ese apresuramiento, el decir la retroexcavadora, crear casi una cosa antiempresarial. Si el empresario de por sí no es malo, lo que sí hay que regular es que el empresario cumpla sus funciones, porque es necesaria la actividad privada, y uno no puede satanizar. Y yo creo que lo que le pasa al PC es que tiene un resabio ideológico estatista que viene del periodo del marxismo en su pleno esplendor.

—Desde sus inicios, la DC se caracterizó por impulsar cambios sociales profundos, como la reforma agraria. ¿Usted cree que hoy se encuentra en sintonía con los cambios que pide la ciudadanía?

—Si no estamos, tenemos que ponernos en sintonía. Porque la gente quiere educación, quiere acceder si no tienen recursos, quiere educación de calidad, quiere regulación. Uno tiene que ponerse de acuerdo. Yo estoy de acuerdo con la reforma educacional. También creo necesario reformar la previsión, pero no creo en aquellos que dicen “no + AFP”, porque no es así. La DC tiene que ponerse a la cabeza de los cambios, pero también a la cabeza, aun cuando le cueste la crítica, a que no se hagan las cosas apresuradas y que no lleguen a su fin porque se tropiezan en el camino. La DC tiene que jugársela. Yo no le temo a nada.

—¿También se podrían poner en sintonía con el matrimonio igualitario o los derechos reproductivos de la mujer?

—Cuando se tratan los temas, yo soy coherente con lo que pienso, y pido que me respeten como yo respeto. En el caso de aborto, la primera causal no es aborto del punto de vista penal, sino médico. En la segunda causal también era partidario de aceptarla con un diagnóstico médico serio. Y la tercera dije que no porque estoy en contra de la pena de muerte, pero que la madre esté exenta de toda responsabilidad si decide abortar. Pero una vez dictada la ley, hay que cumplirla. A un católico la ley no lo obliga a abortar.

—¿Y en el caso del matrimonio igualitario?

—Hay que tener mucho cuidado en cómo tratar este tema porque es un cambio cultural profundo. Cuando fue el AUC, yo fui muy partidario, pero si ahora se le quiere cambiar el nombre, hay que tomar nota. Yo no me niego a discutir el tema, y si vamos a hacer el cambio, seamos claros de que vamos a hacer un cambio que requiere trabajar culturalmente con la gente.

—Respecto a Carolina Goic, ¿por qué cree que no ha logrado posicionarse como una de las candidaturas fuertes?

—Yo me entusiasmo mucho con su candidatura. Ahora, creo que partimos tarde y que en vez de dedicarnos a apoyarla, estamos discutiendo si vamos a apoyar o no en segunda vuelta. Nos estamos entreteniendo en cosas que nos ponen otros en discusión. Quienes pretenden llevar a la DC hacia la derecha están absolutamente equivocados y quien pretendiera llevar a la DC hacia el Frente Amplio, también.

 —Pero si efectivamente la segunda vuelta fuera entre Sebastián Piñera y Beatriz Sánchez, ¿con quién se sentiría más cómodo?

—Ninguno de los dos.

—¿No votaría?

—No tendría por quien.

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