Por M. Eugenia Fernández G. Octubre 20, 2017

Andrés Chadwick 45,6%

Cecilia Morel 13,9%

Gonzalo Blumel 9,7%

 

Hay pocas dudas al respecto. Tanto para quienes trabajan con Sebastián Piñera como para quienes votaron la encuesta Los Poderosos según los Poderosos, es el UDI Andrés Chadwick quien ostenta —y por mucho— el primer lugar entre los influyentes de la campaña del ex presidente.

Pragmático, poco dado a los protagonismos y estridencias (de hecho, rechazó dar una entrevista a este medio a propósito del sondeo), quien fue uno de los coroneles fundadores del gremialismo —junto a Jovino Novoa, Pablo Longueira, Juan Antonio Coloma y, por supuesto, Jaime Guzmán— entró tarde al círculo de poder piñerista.

Sonó para el primer gabinete, pero no fue hasta agosto de 2011 —para el tercer ajuste ministerial, cuando el gobierno estaba en su peor momento político debido a las manifestaciones estudiantiles y las críticas internas—, que el entonces senador por O’Higgins arribó a La Moneda. Lo hizo tras estar veinte años en el Congreso, y junto a Longueira, uno de sus  partners en la política, cuyo destino fue Economía.

Primo hermano de Piñera, de quien es seis años menor, Chadwick contaba a su haber no sólo con una larga carrera política, sino también con dos rasgos que pesan en el ex presidente al conformar equipos: el respeto intelectual y los vínculos familiares.

Instalado como vocero en La Moneda, el UDI copó el vacío de poder que se había asentado en la casa de gobierno con un titular de Interior, Rodrigo Hinzpeter, y una vocera, Ena von Baer, que eran objeto de fuertes críticas internas por su falta de articulación política.

Un colaborador sintetiza los cambios que imprimió Chadwick a la gestión política. Primero, enumera, modificó la relación con los periodistas y medios, instalando una política de puertas abiertas.

Segundo, “empezó a recibir a todo el mundo, fue una válvula de escape con los partidos de la Coalición por el Cambio”. El escenario era adverso: dos meses antes de su ingreso a La Moneda, la bancada de diputados UDI se había rebelado contra el gobierno, mostrándole un disco PARE a Hinzpeter en reprobación al proyecto de Acuerdo de Vida en Pareja. Por el lado de RN las cosas tampoco fluían, y su timonel Carlos Larraín se había convertido en uno de los principales críticos de la administración por su falta de gestión política. Larraín, dice este colaborador, se convirtió en un asiduo a la oficina de Chadwick.

El carácter de Chadwick encaja bien con lo que Piñera busca en un equipo. Ambos comparten la vocación de poder, pero si el candidato va a la primera línea, el ex senador prefiere la cocina política, esquivando el protagonismo público.

La articulación con los partidos y su instinto político, afirman quienes trabajaron con él en La Moneda, afiataron la confianza de Piñera en él. Todos los días se le veía cruzar el Patio de los Naranjos —cuaderno bajo el brazo— para reunirse con el entonces presidente, quien empezó a conversar las decisiones políticas con su vocero. “Se generó una confianza que se retroalimentaba con la realidad”, observa un ex miembro de su equipo.

Desde el punto de vista comunicacional, el ex senador llegó con un diseño cuyo eje fue potenciar la imagen de un gobierno que cumplía. Para eso creó el diario Chile Cumple, que en 2014 se transformó en Chile Avanza Con Todos. De esa jugada, afirman varios que estuvieron en La Moneda, se derivan las ventajas de Piñera sobre sus adversarios hoy: los atributos de liderazgo y de ser el más preparado para gobernar. “Esto situó a Piñera en el racional y lo potenció hacia delante, quizás sin saber que sería uno de sus grandes atributos para esta elección”, explican.

También cumplió roles clave en el debate interno. Lejos de frases como “en 20 días hemos hecho más que en 20 años”, como dijo Piñera el 1 de abril de 2010, Chadwick planteó bajar las expectativas ante la ciudadanía. En esa línea, habría sido uno de los artífices del tono autocrítico del último mensaje del 21 de mayo del entonces mandatario, en el que pidió perdón por sus errores. “Gracias a esta relación cotidiana, terminó por convencer de hacer algo así a una persona que no es muy dada a pedir disculpas”, subraya un colaborador.

Chadwick fue, además, el pacificador de conflictos al interior de La Moneda, como las rivalidades en el comité de comunicaciones que se reunía semanalmente en el Segundo Piso, al que acudían Fernanda Otero, Magdalena Piñera, M. Irene Chadwick, M. Luisa Brahm y Hernán Larraín.

Que en 2012 llegara al Ministerio del Interior fue, por ende, el curso natural. En momentos de crisis el ex presidente se apoyó en él para tomar decisiones clave, como cuando en enero de 2013 decidió viajar a Vilcún el día después del asesinato del matrimonio Luchsinger-MacKay.

Un ex miembro del Segundo Piso recuerda cómo Chadwick ejerció el poder: “Él desplazó el eje del poder, que estaba concentrado en Hinzpeter y María Luisa Brahm, y lo hizo a punta de efectividad. Estamos hablando de un peso pesado, de un zorro correteado. Su historia política le daba un peso específico, y tiene una relación personal con Piñera con un nivel de confianza que nadie más puede tener”.

 

La diplomacia vaticana

Una vez finalizado el gobierno, Chadwick continuó en su rol de articulador y peacemaker, esta vez en la Fundación Avanza Chile, desde donde lideró la defensa del gobierno de Piñera. “Su objetivo estos años ha sido que la centroderecha vuelva al gobierno, con Piñera”, plantea un parlamentario asiduo a las reuniones de la campaña. “Es el gran articulador de los equipos y la toma de decisiones: en estos cuatro años tuvo un papel fundamental en la institucionalización de Chile Vamos, y es el gran artífice de la paz interna”, describe.

Varios en el sector le atribuyen, además, que Piñera apostara por la primaria.

“Piñera confía en nadie mejor que Gonzalo para los temas programáticos. No tiene comparación”, dicen en el comando. “Para los debates, Blumel es el incuestionado, el único que no puede faltar”, añaden.

Quienes conocen bien a Chadwick afirman que su carácter encaja bien con lo que el ex mandatario busca en un equipo. Ambos comparten una fuerte vocación de poder, pero si Piñera busca la primera línea, el ex senador prefiere la “cocina política”, esquivando el protagonismo público. Un hecho que lo reafirma es que es el único coronel que nunca presidió la UDI. Ello acomoda a Piñera: rodearse de personas intelectualmente sólidas y eficientes, que no busquen mayor figuración.

“Tiene la virtud de anticipar y dimensionar bien los problemas. Además lee bien a Piñera, anticipa qué cosas van a ser clave para el presidente”, explica un diputado.

Su estilo, sostiene, es el de la diplomacia vaticana, en el que abunda la discreción, las redes amplias y la prioridad por prevenir conflictos. Mucho de eso se vio en la difícil negociación parlamentaria de Chile Vamos este año, la que ayudó a destrabar.

“Parte de su estilo e inteligencia se traduce en que las decisiones sean ‘tomadas’ por otros. Él construye definiciones colectivamente”, describe el parlamentario asiduo a Apoquindo 3000. El ex senador no es de confrontar.

Quienes conocen de cerca su relación con Piñera dicen que comparten el mismo humor, aunque el de Chadwick es irónico y el del ex mandatario, ácido. Si tienen discrepancias, “él le va a buscar el lado hasta encauzar la discusión”, cuenta un ex colaborador. Sin embargo, quienes están en la primera línea del comando afirman que la relación entre ellos es de “jefe a subordinado”, y que mientras Piñera lo trata de “Andrés”, él le dice “Presidente”. “No hay una deferencia especial (hacia el ex ministro). Chadwick tiene un objetivo claro de cuidar a Piñera, no exponerlo y no exponerse también”, cuenta una alta fuente.

En la recta final de la presidencial, el ex ministro participa de los comités político y estratégico de la campaña, continuando con su rol de articulador con los partidos. Internamente es el referente de los jefes de área de la campaña, y siempre se mueve en la línea política, no la operativa. “Es la persona más demandada por los partidos”, sintetiza un miembro del comando.

Todas las mañanas se reúne a primera hora con las cabezas de las áreas de la campaña con mayor incidencia política, junto a Alberto Espina, Andrés Allamand, Nicolás Monckeberg, Ernesto Silva, Cecilia Pérez, Gonzalo Cordero y otros. Ahí se analizan las contingencias relevantes, eventuales crisis y oportunidades. Su análisis, además de político, es comunicacional.

De ganar la segunda vuelta, varios personeros de la campaña le atribuyen un peso especial en la conformación de un futuro gabinete. Estaría volcado, afirman, en abrirlo a otras fuerzas políticas y darle el equilibrio que Piñera buscó también en su primer gobierno.

Por su privilegiada posición, hoy pocos se atreven a criticar a Chadwick. Quizás lo único que salta a la vista es que quienes trabajan o han colaborado con él afirman que “es frío como un pescado”. Pero en la política eso puede ser una gran ventaja.

 

Morel, la consejera

Cecilia Morel fue de las pocas que empezó y cerró su paso por La Moneda con más del 60% de aprobación.  Las dos o tres veces que se le midió siendo primera dama, recuerda un profesional que trabajó en la casa de gobierno, resaltó su atributo de cercanía. “Todo lo que no tiene Piñera, por eso es un gran complemento”, agrega.

Al igual que sus hijos, en un principio Morel fue reacia a que su marido fuera a la reelección. Una vez tomada la decisión por parte de los Piñera, la orientadora familiar entró a la campaña. A diferencia de 2009, esta vez —a pedido del ex presidente— participa de los grupos programáticos en temas de “envejecimiento positivo” y pensiones. La ex primera dama mantiene una agenda paralela a Piñera, con reuniones con diversas agrupaciones, ONG, hogares y centros, además de realizar giras paralelas a las del ex presidente. Esta semana, por ejemplo, estará en las regiones del Maule y Biobío, mientras Piñera estuvo en Aysén. “Al Presidente le gustaría que lo acompañara más. Ella lo hace pero también tiene su agenda y ha impulsado el multiplicar los esfuerzos”, cuenta un colaborador.

Habla seguido con Cecilia Pérez, Chadwick y Gonzalo Blumel. “Ella se da cuenta de que hoy es más conocida, y que con menos actividades llega a más gente”, añade. Por eso es que ha grabado videos de apoyo a candidatos al Parlamento de Chile Vamos, con un discurso unitario.

Quienes la conocen afirman que no tiene ambición política, aun cuando a fines de 2012 se le planteó ser candidata al Congreso. “Tampoco tiene agenda propia. Es la más leal al presidente porque es su marido, y le preocupa que se rodee de gente leal”, explican en su equipo. Por ello es que no deja de corregir a su marido cuando lo cree necesario. “Su capital político es, quizás, su mayor poder, pero también lo es el hecho de que él la escucha, y que valora su intuición e inteligencia”, subrayan.

 

Blumel, el incuestionado

Cuando en marzo de 2013 Gonzalo Blumel entró al Segundo Piso presidencial como jefe de asesores, su relación con Piñera no era cercana.

Venía de la división de estudios de la Segpres, entonces comandada por Cristián Larroulet, donde apoyaba con minutas diarias y documentos la tramitación y estudio de los proyectos de ley.

Larroulet había librado una dura competencia con María Luisa Brahm en términos de influencia al interior del gobierno y, con la llegada de Blumel como su reemplazante, muchos en el Segundo Piso entendieron que el ministro había ganado. Así, el inicio fue tenso, sobre todo con dos profesionales —Fernanda Garcés y Rodrigo Yáñez— considerados discípulos de Brahm, que había partido al Tribunal Constitucional.

Blumel siguió trabajando en temas de contenido, pero se le agregó la coordinación de las bilaterales y el trabajo “de hormiga” en la evaluación de los proyectos de ley. Ahí construyó una relación personal con Piñera, quien lo nombró secretario ejecutivo de Avanza Chile tras terminar el gobierno.

Ingeniero civil, músico por hobby y fundador de Evópoli, a sus 39 años Blumel se ha transformado en una persona de confianza y primera necesidad para el ex presidente, quien le encargó su programa de gobierno. “Piñera confía en nadie mejor que Gonzalo para los temas programáticos. No tiene comparación”, cuenta una alta fuente de la campaña. “Para los debates, Blumel es el incuestionado, el que debe estar presente, el único que no puede faltar”, agrega.

“Es el campeón de las cifras, y Piñera lo valora por ser rápido, conectado y hacer una pega minuciosa”, cuenta un parlamentario que lo conoce bien. Pero también tiene opinión propia, y es ahí donde muchos UDI resienten su pensamiento liberal en lo valórico y la influencia que ello tendría en un eventual gobierno. “Gonzalo está muy a la vanguardia, es sólido y cree en una derecha moderna”, subrayan. Su bajo perfil, al igual que Chadwick, se acomoda bien al estilo de Piñera.

En la UDI algunos afirman que en la campaña se nota un “sello limpio y técnico muy a lo Blumel”, y echan de menos ver a “un Piñera en la calle, rodeado de gente”.

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