Por Víctor Hugo Moreno. Septiembre 8, 2017

El lunes 21 de agosto existía expectación. En el despacho presidencial de La Moneda no cabía otro tema: ese mismo día el Tribunal Constitucional daría a conocer el fallo sobre el proyecto de despenalización del aborto en tres causales. Era un partido, una verdadera final, que no se podía perder. Cuando se supo la buena noticia, la aprobación por el TC, la presidenta Michelle Bachelet sintió que era un triunfazo. Ese día en La Moneda sólo había rostros sonrientes.

De inmediato se citó a la prensa al salón O´Higgins. Y. como si fuera causalidad, —aunque en política pocas cosas lo son—Bachelet y las ministras Claudia Pascual (ministra de la Mujer) y Paula Narváez (de la Segegob) vestían de blanco, azul y rojo. La mandataria dijo que en ese histórico día había ganado Chile y la democracia. Esa mañana Bachelet quería comenzar a escribir su legado.

En agosto de 2016 se elaboró una lista de cinco ejes temáticos para el  legado: Educación, salud, pensiones, empleo, derechos civiles.

Sin embargo, en política,  cada hora, cada día puede ser peor. Ese 21 de agosto, el comité de ministros rechazaba la ejecución del proyecto minero y portuario Dominga. Pudo leerse como otro triunfo de Bachelet en su cruzada por el desarrollo sustentable; no obstante, parte de su gabinete no opinó lo mismo. El entonces ministro de Economía, Luis Felipe Céspedes, se restó de la votación y el de Hacienda, Rodrigo Valdés, expresó en privado su molestia por la decisión. Chocaban el crecimiento y el medioambiente. El triste fin de la historia es ya conocido. Pero, más allá de estas diferencias, lo que colmó la paciencia de la presidenta fue que sus ministros estaban cuestionando la institucionalidad. Eso era inaceptable para ella, comenta una fuente de La Moneda. Les pidió, privadamente,  a sus ministros que respetaran la decisión, pero no lo logró. Pese a que nunca estuvo en sus planes, decidió remover a sus ministros económicos. La caída del equipo completo fue algo nunca visto desde el retorno a la democracia. Pese al dolor del quiebre, no dudó en subrayar su autoridad:  ¡Señores, yo soy la presidenta y a las instituciones se les respeta! fue la señal que quiso dar, explican en palacio. No hubo más que decir. Pese a los altos costos políticos que podía significar la decisión, a la presidenta poco ya le importan.

Dentro del entorno de la mandataria creen que este conflicto fue única y exclusivamente provocado por los ex ministros de Hacienda y Economía y respaldan el mensaje que dio la mandataria cuando dijo:

—Hay gente que cree que si uno se preocupa del medio ambiente, ya la economía no va a seguir creciendo y sí puede. Sólo hay que ponerse otros anteojos y decir cómo esto puede ser una oportunidad—. Ese mensaje, fue creado por el férreo grupo de sus asesores del segundo piso, liderado por Ana Lya Uriarte y Pedro Güell. No había matices. Luego vino el cambio de gabinete, no sin antes coronar el espectáculo con una sutil última señal desde Hacienda: Valdés sin consultarle a Presidencia decidió, a través de una conferencia de prensa, anunciar su alejamiento de Teatinos 120 en un hecho inédito. Esto cayó como una bomba en palacio. Se rompía una regla republicana de oro: los anuncios de cambios de gabinete sólo los informa el Ejecutivo.

Así, el éxito de la aprobación por el TC de las 3 causales de aborto se diluyó rápidamente. Se sintió desorden y falta de gobernabilidad. El legado se hace más difícil de transmitir, pero la mandataria no cesará. Tiene demasiado poco que perder.

 

El coro

Desde agosto del año pasado que la presidenta trabaja en la concreción de su ansiado legado, ese que todos los presidentes acumulan para engrosar los libros de historia. En su primer mandato, el tema fue más fácil. Su alianza de gobierno era una Concertación estructurada y alineada. La reforma al sistema de pensiones fue el foco central de la herencia. Pero, en esta segunda Imagen _srq8434administración, el panorama es un poco más difuso. Es tal la cantidad de reformas estructurales que el programa de gobierno presentó al país que,  a poco andar, comenzó a perder el apoyo de la ciudadanía. Las cifras de la empresa Adimark dan cuenta de que la caída en la aprobación a su gestión comenzó antes incluso del estallido del caso Caval (que la tocó familiarmente por su nuera y su hijo). Ya en noviembre de 2014 partió la pérdida de popularidad gracias a la discusión de la reforma tributaria (con aquel recordado video de los poderosos) y el proyecto de inclusión del sistema educación secundaria. Allí, se hicieron públicas las primeras diferencias al interior de la Nueva Mayoría, algo que jamás volvería a recomponerse. En ese tiempo comenzó la desafortunada tesis de la retroexcavadora (del ex presidente del PPD; Jaime Quintana) contra la visión de los más moderados viudos de la ex Concertación. Una fuente de palacio confiesa que el gran problema de la presidenta es que nunca encontró un “coro” que la siguiera. Cada partido oficialista empezó a remar por su propio lado. ¿La conclusión? El experimento de juntar a democratacristianos con comunistas no pasó la prueba. La Moneda lanzaba cualquier proyecto de ley y los “matices” aparecían de inmediato. Así, resultaba complejo dar una sensación de gobernabilidad, comentan desde La Moneda.

Ante ese panorama, la presidenta se comenzó a aislar cada día más. Se encapsuló dentro de su grupo de seguidores más fieles: Uriarte,Güell , y también el subsecretario de Interior Mahmud Aleuy, con quien siempre ha tenido línea abierta para tratar asuntos ajenos a los de su propia cartera. El ahora ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre, también está en la pequeña lista, que antes completaba el ex hijo político de Bachelet, Rodrigo Peñailillo. Con todo, sin quererlo, ella tomó distancia de la Nueva Mayoría, algo que, relatan sus cercanos, le dolió mucho porque fue su fundadora. No le quedaba otra. Había que cumplir con la agenda. Y ese camino tomó, con viento en contra.

 

Mil obras que mostrar

Hace un año comenzó el trabajo por la construcción del legado con sendas reuniones de asesores y ministros,  con la tesis que generó consenso al momento de empezar: la presidenta será reconocida en 5 o 10 años más por todo lo que hizo. “Se quiere más lo que no se tiene cuando se pierde”, dicen en su entorno sobre la Presidenta.

Hace un año se elaboró una lista de cinco ejes temáticos, siempre sujeta a las prioridades modificables por acontecimientos inesperados como catástrofes naturales. Educación, salud, pensiones , empleo, derechos civiles fueron los capítulos. En ellos había que trabajar y centrar los esfuerzos en temas específicos como los derechos civiles y en la agenda valórica. Allí podría encontrar la gran impronta.

Las cifras de la empresa Adimark dan cuenta de que la caída en la aprobación a su gestión comenzó antes incluso del estallido del caso Caval (febrero, 2015).

Sin embargo, si hubiese que definir cuál de todos es el gran tema, o la gran obsesión de Bachelet, ésta sigue siendo la educación y la gratuidad. Ella, sin embargo, sabe que esto no rendirá mucho rédito, por lo compleja que se ha tornado la discusión política educacional y  lo improbable de lograr legislar antes de dejar la presidencia. Pero con todo, la gratuidad para la Educación Superior, sin embargo, es su reforma más querida.

En base a esos cinco ejes, La Moneda comenzó a trabajar, ya con Bachelet resignada a vivir con el desorden del oficialismo, algo que siempre quiso enmendar sin éxito. Desde el momento en que la DC decidió ir sola en la parlamentaria y presidencial, la presidenta se dio cuenta de que esa batalla estaba perdida. Ni siquiera contaba con un único candidato oficialista en primera vuelta.  Ya poco importaba a quién traspasaría los costos electorales de sus decisiones políticas. No hay un candidato que le haga el coro.

Los cinco ejes fueron los acordados y el hito que coronó ese trabajo fue la última la cuenta pública anual del 1 de junio. Un discurso minuciosamente elaborado por Güell  y sus colaboradores, pero en donde también hubo pluma del entonces Ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, quien aterrizó con cifras y realismo gran parte de esa última cuenta. Nadie imaginaba cómo iba a terminar todo. Ese discurso, enfatizan desde palacio, resultó clave para entender los últimos meses de Bachelet en el poder. Había que abrochar las reformas, asegurarlas en el largo plazo y comenzar a mostrar logros con o sin la ayuda de la Nueva Mayoría.

Cerca de mil son las obras, inauguraciones, proyectos, que se mostrarían de aquí al 11 de marzo. La idea es materializarlos, eligiendo con pinzas las actividades donde irá la presidenta. Entre ellas está la inauguración de la línea 6 del Metro, el corredor de Vicuña Mackenna, la remodelación de la Posta Central, del nuevo hospital Van Buren (Valparaíso) y del nuevo Exequiel González Cortes (San Miguel) y  la ampliación del Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM) en el que se trabaja contra el tiempo para tenerlo listo en marzo del 2018. La idea para esta etapa es desplegarla en terreno para mostrar los avances, algo que la presidenta pidió en el consejo de gabinete que se realizó el miércoles en La Moneda. Además, se está buscando el momento para la promulgación de la despenalización del aborto, probablemente para después del 18. “Ese será un evento simbólico importante”, destacan en el gobierno.

Pero todo debe ir acompañado de un relato y para eso se necesita ese “coro”de seguidores, algo que reconocen en el entorno presidencial será complicado de lograr en lo que resta. Esta impronta necesita de un alineamiento de los partidos oficialistas y de funcionarios públicos (intendencias, gobernaciones, seremis), y eso no está fácil de conseguir.

En este diagnóstico coincide un ex cercano asesor de Bachelet en su primer gobierno (2006-2009) Juan Carvajal, ex director de la Secom. Cree que La Moneda no está saliendo a mostrar el relato que ya a estas alturas debería estar consolidado.

—Hoy yo no veo que alguien esté trabajando en el legado. Esto es mucho más que un discurso o un deseo. De lo que se trata es de contar con un diseño que se va implementando sistemáticamente en la dirección que se busca. De eso, claramente nada hay—

Carvajal agrega que el legado de Bachelet finalmente pasará por los temas valóricos, pero también por la reforma al sistema binominal.

—Independientemente de lo que ha sido su propósito, este gobierno será recordado por su agenda valórica. Entre otras cosas, porque Chile será un país distinto, más amplio y más diverso luego del fin del mandato de Bachelet. Habrá un antes y un después de su gobierno, con el aborto y la aceptación de las tres causales, la presentación de la ley de matrimonio igualitario, a la que se suman la de divorcio y la ley Zamudio, que ya se estaban aplicando.  El grupo que llegó al gobierno estaba muy centrado en las reformas estructurales que no quedarán en la retina de la gente—dice Carvajal, quien agregra: —El fin del sistema electoral binominal, proyecto que fue rechazado en sucesivos gobiernos, se instalará en la memoria colectiva como el que abrió el camino para que otras sensibilidades tuvieran oportunidad y espacio para ser representados en la institucionalidad democrática. Finalmente será recordado que en este gobierno se concibió la idea de la gratuidad, independientemente si en el futuro sea para todos, o sólo para los que lo necesiten—.

Pero la presidenta también quiere mostrar su legado fuera de Chile. Para ello, le quedan contadas oportunidades. La primera de ellas, y la más simbólica, será la Asamblea de las Naciones Unidas a la cual viajará el 19 de septiembre. Su discurso está aún en elaboración, pero adelantan desde el Ejecutivo que uno de sus ejes será el legado social que intentó impregnar en su gobierno. Luego, para noviembre, tiene proyectada una visita a Roma para participar en un foro de salud y en donde también aprovechará para coordinar la visita del Papa Francisco en enero. Por último, para este fin de año, le resta el viaje a Vietnam para participar de la cumbre APEC.

 

El hombre clave

La presidenta tuvo que improvisar para hacer el ajuste ministerial y no se complicó mucho la vida. A Nicolás Eyzaguirre, quien a estas alturas es su verdadero guardián, lo dejó en Hacienda, un terreno que maneja de sobra. Mientras que en la Secretaría General de la Presidencia nombró al PS Gabriel de la Fuente, a quien  califican como un “funcionario de carrera”. Bachelet actuó con pragmatismo, designando a quien tiene dominio de la abultada agenda legislativa. El nuevo titular de la Segpres no es un rostro nuevo en el patio de Las Camelias. Comenzó como jefe de la División de Relaciones Políticas e Institucionales en la cartera, para luego asumir como subsecretario.

Esta “carrera funcionaria” es reconocida entre los parlamentarios, de quienes ha recibido múltiples felicitaciones, las que comenzaron el lunes cuando participó en la firma del proyecto de ley que tipifica como delito la incitación al odio. “Bien Gabriel”, le gritó Juan Pablo Letelier (PS) al verlo en el salón Montt Varas. La Constitución, aunque es un tema importante para Bachelet, dejó ya de ser una prioridad. Pero De la Fuente tendrá el desafío de liderar la redacción del proyecto, el cual aún se trabaja con sigilo. Podría ser enviado sólo luego de las elecciones, dicen en el gobierno.

 

Sin dolor

Bachelet ya alista su salida, con los grandes dolores y altísimos costos que ha tenido su segundo paso por La Moneda, tanto familiares como políticos. El más grande fue el dolor del caso (Caval) en que se envolvió su hijo, Sebastián Dávalos, y del cual nunca se recuperó del todo. Bachelet jamás volvió a ser la misma afirman las fuentes consultadas. También estuvo el dolor político de perder la sintonía con los partidos que la apoyaron en su retorno, lo que la dejó gobernando muy sola; o bien con el 35% que la apoya y que ella dice ver cuando sale a terreno. De no mediar alguna otra catástrofe natural o política, la presidenta incluso podría subir en las encuestas. Ya pasó el umbral del dolor que la ha acompañado desde que, prácticamente, asumió en 2014. Despedir a todo su equipo económico no alcanzó a ser tan doloroso. Hoy Bachelet ya no tiene miedo. No tiene más que perder.

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