Por M. Eugenia Fernández G. // Fotos: José Miguel Méndez Septiembre 15, 2017

Es lunes 11 de septiembre y Daniel Platovsky (65) podría estar sentado en el Palacio de La Moneda. En cambio, el director del Museo de la Memoria se acomoda frente a una mesita en su oficina en Bellavista, donde se ubica el call center que dirige.

La semana pasada fue invitado al homenaje a Salvador Allende que encabezó la presidenta Michelle Bachelet en la casa de gobierno. Cuenta que en 2014 asistió y estuvo en la primera fila. Pero, esta vez, Platovsky no fue. —El gobierno de Bachelet, por quien voté en 2013, me defraudó, especialmente por su administración del tema económico. Y sentí que, a 60 días de la elección, sería un evento más político que una conmemoración de la figura del ex presidente.

Platovsky es un bicho raro para la política chilena.

Representante del ala liberal de ese partido —junto con Andrés Allamand, Rodrigo Hinzpeter, Gastón Gómez e, incluso, Sebastián Piñera— decidió dimitir en 2013 por sus profundas diferencias con su entonces timonel, Carlos Larraín.

Hoy forma parte de un grupo de personas que ya no está en la primera línea. Sí lo estuvo en 2005, cuando protagonizó la arriesgada maniobra que llevó a Piñera a ser el candidato presidencial de RN, a pesar de que era el UDI Joaquín Lavín el postulante natural del sector. En ese entonces, el ex mandatario presidía el partido, Hinzpeter era su secretario general y Platovsky, el primer vicepresidente.

"Políticamente, el gobierno de Piñera terminó siendo nada. No quedó nada. La Nueva Mayoría arrasó. Y los dos últimos años de gobierno de Piñera fueron UDI, era cosa de ver La Moneda"

El ingeniero guarda buenos recuerdos de esa maniobra que, según él, “cambió la política de la derecha para siempre”. Hubo una épica, dice, que hoy no se ve en esta tercera campaña presidencial.

—Veo una cuestión demasiado jerarquizada. Antes había espíritu de lucha. Ahora veo mucha estructura de cuadros, de comisión. No veo por dónde corre la sangre caliente. Esta es una campaña más fácil entre comillas, pero eso puede jugar en contra porque puede llevar a bajar la guardia, cometer errores y perder votos. Hay un evidente riesgo de soberbia.

En 2010, cuando Piñera llegó a La Moneda, le confió ni más ni menos que la difícil y polémica tarea de disolver el diario La Nación.

A pesar de su cercanía con Piñera, en 2016 Platovksy se definió como socialdemócrata y apoyó la aventura presidencial de Ricardo Lagos, argumentando: “No veo a nadie más”. Ad portas de la elección de noviembre, Platovsky —que en 2013 apoyó a Michelle Bachelet— dice que votará por el candidato de Chile Vamos, “por sobrevivencia”. Pero advierte que a su campaña aún le falta camino por recorrer.

—El año pasado apoyó la candidatura de Lagos. Ahora que él no está, ¿a quién ve?

—Después de que el PS defenestró a Lagos, hoy si uno quiere votar con responsabilidad para que el país avance, no veo otra alternativa que Piñera. Votar por Guillier sería irresponsable. Para mí, Guillier es el No candidato. No maneja el comando, no tiene plata para financiar la campaña, no dice nada importante… es un no en todo. Quien quiere votar en forma responsable, si bien no estoy de acuerdo en todos los valores que representa esta derecha, tiene que hacerlo por Piñera.

—¿Votar por Piñera es el mal menor?

—No, para nada. No es el mal menor: es la salvación. Esto es un problema de supervivencia. Quiero asegurarme de que no salga Guillier, por ningún motivo, por lo que representa. Este país entraría en un hoyo negro, no sé dónde terminaríamos. Chile, que se debe a su gente que recién empieza a salir del subdesarrollo, no puede darse ese lujo.

—¿Y qué va a pasar con el mundo socialdemócrata a la hora de votar en noviembre?

—Una buena mayoría votaría por Piñera, por lo mismo. Para asegurarse de que el país no caiga en el abismo.

Una competencia Lagos-Piñera habría sido maravillosa para este país. Hoy no hay debate, no sabemos qué piensan. Piñera está metido en un discurso valórico-religioso, del que espero que salga porque no es lo central, y estamos deseando que aparezcan ideas concretas respecto del país que quiere. Tengo esta cosa que me preocupa: siento que o se deja cooptar o está cooptado por la UDI. RN no aparece.

—¿Por qué te preocupa?

—Porque políticamente el gobierno de Piñera terminó siendo nada. No quedó nada. La Nueva Mayoría arrasó. Y los dos últimos años de gobierno de Piñera fueron UDI, era cosa de ver La Moneda.

—Hoy dos de los principales rostros de su campaña son conocidos militantes UDI, Andrés Chadwick y Gonzalo Cordero.

—Teniéndole gran cariño a Chadwick, siento que Piñera está cooptado por la UDI. No sé quién influye y cuánto en su estrategia, pero no sé qué aporta RN desde las ideas, y ahí está la UDI.

—¿Y eso es un riesgo?

—Si la segunda vuelta va a ser peleada, puede ser un problema. Es un tema de estrategia. Si Piñera está convencido de que tal como está estructurada hoy la campaña es suficiente para ganar la elección, para qué cambiarla. Pero otra cosa es si quiere dar una señal de que “voy a ganar y bien ganado”, porque eso le da más poder político para un mandato más amplio. Hasta ahora el discurso de Piñera ha estado concentrado en afianzar el voto duro de la derecha, que no sé para dónde más podría irse excepto a su candidatura, porque lo ganó en la primaria. Para la segunda vuelta debería virar a un discurso más inclusivo.

—¿Tu temor es que se repita el que describes como desastre político de su gobierno?

—Para que Piñera salga electo —que va a ser, sin duda, y en la segunda vuelta— tiene mucho que hacer todavía. No hay que cantar victoria. En las encuestas todavía no tiene el 45%, la segunda vuelta todavía está abierta. Eso depende del candidato: cómo va a enfrentar la segunda vuelta. Ahí va a tener que hacer una definición seria y clara del país que quiere, y a quién quiere incluir en ese proyecto. Desde el punto de vista del discurso, tiene que ser a todo el país, pero desde el punto de vista de los votos, ¿a quiénes va a atraer? En la segunda vuelta la DC y los laguistas van a quedar mirando al techo, y él va a necesitar esos votos para hacer la diferencia.

—¿Cómo definirías a la UDI de hoy?

—Los coroneles ya están fuera, y eso es un cambio importante y real. Ahora, ¿ese cambio de mando trae consigo un cambio de visión? No sé. Se han quedado pegados en darles una importancia exclusiva a estos temas morales y pegaron a Piñera en lo mismo. Pero él puede golpear la mesa y escapar. Yo lo he visto golpear la mesa. Si él se convence de un camino por el que hay que avanzar, lo hace.

 

Los nuevos valores

—¿Compartes que el discurso del ex presidente se ha derechizado?

—Creo que ha gastado demasiado tiempo y esfuerzo en los temas de aborto, matrimonio gay, que no son el centro del problema. Este país, con matrimonio gay o no, va a tener los mismos problemas, que son otros. ¿Por dónde vamos? El mundo está avanzando en dirección a la robotización, la inteligencia artificial, la industria del conocimiento. Hay que tener una mirada más larga y seria, estos temas no los estamos mirando.

—¿Cuáles son las ideas a las que debería apelar para la segunda vuelta?

—La política no la veo de izquierda o derecha, eso es anacrónico, sino como qué ponderación le das a distintos valores. Eso hay que sincerarlo. Si le damos mayor importancia al aborto o matrimonio gay, ahí estamos perdidos. Hay que respetarlos, pero no son los dominantes. El camino que la sociedad busca va por los valores económicos de crecimiento y sustentabilidad, la relación con los trabajadores, un capitalismo humano, los valores sociales de los derechos humanos, la educación de calidad, el costo de la salud y la seguridad social ante el envejecimiento de la población. Lo que importa es adónde estamos mirando. Esos son los valores nuevos.

"Hay una tremenda oportunidad para que un gobierno de principios distintos a la Nueva Mayoría se prolongue más de cuatro años. Si logras eso, puedes dejar estampados ciertos valores en la sociedad"

—¿Piñera comparte estos valores?

—Sí. A él lo tienen caricaturizado como que no tiene ni Dios ni ley… Él es un jugador y toma riesgos, y eso juega a favor de él porque los asume y hace las cosas. Así fue el 2005. No tiene miedo a posibles fracasos, están dentro de las reglas del juego. Pero es una persona que cree en este capitalismo humano.

 

Administrar el poder

—Hay quienes plantean que se deben incorporar sectores DC y liberales para crear una nueva coalición de centroderecha.  ¿Hay agua en la piscina para hacer algo así?

—Es un tema de cuánto está la UDI dispuesta a ceder poder. Si quieren que todos los ministros sean UDI, con un RN al menos para que sean felices... O si habrá ministros que son de sectores liberales o “distintos”... Es un problema de poder. Ahí entra en juego la capacidad del presidente de administrar el poder, porque para eso va a ser elegido.

—O sea la capacidad de armar un proyecto o coalición política nueva...

—Depende de Piñera, absolutamente. Si no, no puede ser presidente.

—¿Y qué pasa si no lo hace?

—Si se deja cooptar, su gobierno va a ser un desastre políticamente. Hay una tremenda oportunidad para que un gobierno de principios distintos a los de la Nueva Mayoría se prolongue más allá de cuatro años. Es bueno ponerse eso como meta. Si logras estar ocho años, puedes dejar estampados ciertos valores en la sociedad. El capitalismo, la democracia y los derechos humanos ya son valores aceptados por la sociedad. Son matices los que estamos discutiendo. Él puede imponer esos matices que faltan, pero para eso requiere tiempo.

Cuatro años no son suficientes y está la oportunidad de en ocho años sembrar la semilla de valores para que sean aceptados por la sociedad. Ahí pasaste a la historia. Después cambiará de gobierno, pero ya quedó, no cambiarán los valores.

—De ser gobierno, ¿podrá Piñera librarse de la presión de la derecha tradicional?

—Esta es la prueba del presidente, cómo administra el poder. Obvio que la tiene difícil: primero tiene que salir elegido y luego gobernar, que no es fácil. Lo sufrió en su primer gobierno, lo pasó pésimo...

—¿Debe él reivindicarse políticamente?

—Si es que quiere proyectar de verdad... Salir elegido para hacer un gobierno de cuatro años y punto no tiene ningún sentido, al menos para mí. Es la oportunidad de sacar adelante un proyecto que vaya más allá. Además, hay una responsabilidad en hacerlo porque el mundo ha cambiado mucho más de lo que creemos. Si no nos ponemos las pilas y nos preparamos para los próximos 20 a 30 años —de los cuales Piñera quiere tener ocho—, nos vamos a quedar atrás. Ocho años no son nada, pero los cambios vienen en forma acelerada. Hay que subirse al carro de la realidad.

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