Por Andrea Lagos A. Agosto 4, 2017

La falange, el símbolo de la Democracia Cristiana chilena, es la flecha que cruza el socialismo y el capitalismo. Es la oferta de una tercera opción: la de la justicia social en libertad. Y fue la propuesta renovada que tuvo éxito post-Segunda Guerra Mundial y durante la Guerra Fría. “Hoy esto lo ofrecen muchos. La DC no está proponiendo nada nuevo”, dice el abogado ex DC Jorge Navarrete.

En medio de la gran crisis que enfrenta la DC local, su líder, Carolina Goic, navega el futuro incierto del partido oficialista.

En América Latina han existido dos grandes partidos democratacristianos: el chileno y el venezolano (COPEI). En 1999, un anciano presidente Rafael Caldera, de 83 años, entregó el poder al comandante Hugo Chávez. Cinco años antes, el caudillo venezolano intentó un golpe de Estado en su contra. Desde ese día el chavismo se hizo con el gobierno. El presidente Nicolás Maduro es ahora la consecuencia lógica y el heredero de un país sin partidos poderosos.

Euro DC

La Democracia Cristiana italiana fue histórica en su éxito. Existió durante 51 años, entre 1943 y 1994, y estuvo en el gobierno, a la cabeza o integrándolo, la mayoría de los años en que se mantuvo con vida. Tras años en el poder y múltiples acusaciones de corrupción de muchos de sus líderes con pruebas de jueces que supieron perseguir el delito, la DC italiana, murió. Sus ex militantes, entonces, se integraron a otras alianzas, pero sin la valiosa marca de fábrica de los tiempos del ex primer ministro Mariano Rumor, o de Aldo Moro, el premier asesinado por las Brigadas Rojas en Roma en 1978.

Sergio Matarella, el actual presidente de Italia, de hecho fue demócrata cristiano en el pasado. Pero hoy ni quedan rastros de la DC en los partidos italianos: sus militantes se aliaron para enfrentar el gran poder del ex primer ministro de la derecha Silvio Berlusconi, con su coalición Forza Italia.

La canciller Angela Merkel es la que conduce la CDU (la DC alemana), el partido que resistió la decadencia y el derrumbe que había impactado a las democracias cristianas de otros países. El partido de la canciller es más de derecha que el chileno, dice un analista conocedor de la vertiente germana, pero tiene una identidad mucho más clara que la falange chilena. La CDU alemana puede aliarse con la izquierda, con partidos verdes, con la socialdemocracia o con otras minorías, pero está allí. “Me recuerda la Democracia Cristiana de Eduardo Frei Montalva o el gobierno en coalición de Patricio Aylwin o, incluso, el de Frei Ruiz-Tagle: todos mandatos con una sólida Democracia Cristiana, dice un falangista desilusionado en medio de la mayor crisis de los últimos tiempos.

Valórico

El carácter confesional católico del partido chileno, fundado en 1957, hace 60 años atrás, también conspira contra el laicismo de la sociedad chilena que valóricamente va hacia confines como el matrimonio homosexual, la ley de aborto u otras medidas liberalizadoras y prointegración de las minorías.

Angela Merkel es la que conduce la CDU (la DC alemana), el partido que resistió la decadencia y el derrumbe que había impactado a las democracias cristianas de otros países.

Cuando se fundó en Chile, la DC era más conservadora que lo que postulaban dos Papas de vanguardia, como lo fueron Juan XXIII (1958-1963) y Paulo VI (1963-1978). La iglesia chilena de los 60, con su Doctrina Social de la Iglesia y opción preferencial por los pobres, fue la que inició la Reforma Agraria en la zona de Talca. El obispo Carlos González Cruchaga, el más progresista de Chile en aquella época (mucho más que el cardenal Silva Henríquez), comenzó con esta transformación, que la semana pasada cumplió 50 años. Más tarde, sería impulsada por el gobierno de Eduardo Frei Montalva y por su ministro de Agricultura, Rafael Moreno (1967).

“Si hay algo que enorgullece a la Democracia Cristiana en Chile es la Reforma Agraria, y en la junta nacional de la semana pasada no hubo ni una sola alusión a nuestro gran logro. ¡Qué vergüenza!”, recuerda el ex ministro y embajador DC Genaro Arriagada.

Los liberales tuvieron su república en Chile y perdieron el poder (1861-1891); los radicales originales estuvieron en la presidencia  solos o en alianza (1938-1952) y ahora viene el turno de la DC. De terminar con Bachelet el gobierno en marzo, la Democracia Cristiana ya contabilizaría tres décadas como partido o en la coalición que gobierna el país. Después de la semana que pasó, no está despejado lo que ocurrirá.

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