Por Andrea Lagos A. Agosto 18, 2017

-Viaje de Francisco I

Entre el 15 y el 18 de enero del 2018, en las últimas semanas de la administración Bachelet, Francisco I visitará la Región Metropolitana, Tarapacá y la Araucanía.

Todo lo que ocurra en la visita del Papa Francisco a Chile pasará por las manos, los ojos y los oídos de Mauricio Rueda Belz. Y ante la mayoría de las peticiones, Rueda responderá que no. Es el personaje que concentra la información de los tiempos, el protocolo, la seguridad, y sabe lo que odia y lo que le gusta a Jorge Mario Bergoglio, el Papa que pisará Chile en enero del 2018. Un pontífice que, a los 80, ya no añora viajar, sino que, según ha confesado, se cansa fácilmente. Rueda es el hacedor de la gira de 3 días en que el Papa argentino le dará el gusto al gobierno de Michelle Bachelet de llegar al país cuando le queden sólo semanas de mandato.

Lleva año y medio en este puesto. Hasta marzo de 2016 estuvo en ese rol el histórico sacerdote italiano Alberto Gasbarri quien, al cumplir 70 años, se jubiló. Había colaborado 34 años a cargo de las giras con Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco I (1982 -2016). Justo antes de Gasbarri trabajó con Juan Pablo II en sus viajes un conocido de Chile: el cardenal jesuita Roberto Tucci,  que nunca quiso ser nombrado obispo y que fue hecho príncipe de la Iglesia —cardenal— al final de su carrera. Roberto Tucci fue el duro que negoció todos los detalles del viaje de Juan Pablo II a Chile en abril de 1987. Una visita de Estado que, entre varios percances, mostró al mundo a Karol Wojtyla junto al dictador Augusto Pinochet, hermanados en un balcón de La Moneda. Tucci reveló al diario L’Observatore Romano en 2009 que “el Papa era muy crítico con el dictador chileno y no quería aparecer junto a él”, y relató que durante la reunión privada del Papa y Pinochet en palacio, el séquito vaticano fue acomodado en una salita anexa y “le hicieron salir (al Pontífice) por otra. Pasaron delante de una gran cortina negra que estaba cerrada y Pinochet, según me contó después el Papa furioso, lo detuvo para enseñarle una cosa. La cortina se abrió de golpe y se encontró ante un balcón abierto, que daba a la plaza, llena de gente”, recordó molesto el famoso antecesor de Rueda.

Con Gasbarri y Tucci en el pasado, será el bogotano al que le corresponderá evitar estas gaffes diplomático-políticas en un minuto en que la presidenta estará a poco más de un mes de terminar su mandato y existirá otro(a) presidente(a) electo(a) a semanas de asumir.

Rueda pertenece a la camada de cura vaticano que cursó un doctorado en Derecho Canónico en la Universidad de la Santa Cruz en Roma y siempre aspiró a ser diplomático. Pasó por la sede vaticana en Washington DC, EE.UU. y en la de Amman, Jordania. Y a Santiago de Chile llegó como secretario del nuncio Aldo Cavalli, que estuvo entre 2001 y 2007 en el país. No muchos lo recuerdan. Era silencioso, pero ser cercano al secretario del nuncio significaba lograr cualquier trámite bien y expeditamente realizado en la Santa Sede.

Mauricio Rueda, uno de los hombres más próximos al Papa Francisco es colombiano. En los últimos meses ha viajado tres veces a su país porque prepara la visita papal de 4 días del mes de septiembre. También estuvo en Chile en una visita flash donde fue acompañado por el obispo auxiliar de Santiago, Fernando Ramos. Ni siquiera Benito Baranda, coordinador del Estado para la Visita Papal,  había sido designado. Tampoco el embajador de Chile ante el Vaticano, Mariano Fernández, se ha reunido con Rueda aún.

El encargado de los viajes no habla con los medios. Y le dicen monseñor, aunque no es obispo.

Es quitado de bulla, eficiente e hispano, lo que lo hermana con Bergoglio. “Es muy cercano a él, alguien lejano no puede tener ese rol de extrema confianza”, señala una alta fuente vaticana.

Conoce a Francisco, sabe que el Papa incluso pide cambiar aviones por otros menos costosos para los traslados, o que rechaza la cama que le instalan en la cabina, prefiriendo sencillas butacas. La famosa imagen de Bergoglio subiendo al avión con un portafolios negro donde lleva un libro, una peineta, un cepillo de dientes y algún documento de trabajo lo resume todo.

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