Por M. Eugenia Fernández G. // Fotos: José Miguel Méndez Marzo 24, 2017

Año 1997. Hall de la Escuela de Derecho de la Universidad de Valparaíso. Dos amigos se saludan con un profesor. Daniel Mansuy, estudiante de Ingeniería Comercial, piensa que el catedrático de suspensores que tiene al frente es un tipo “singular”. Su amigo Hugo Eduardo Herrera, alumno de Derecho, se lo acaba de presentar: es Joaquín García-Huidobro, entonces un profesor de Introducción al Derecho de 38 años.

Probablemente, ninguno de los dos jóvenes imaginó que terminarían autodenominándose “discípulos” del actual columnista dominical de El Mercurio. Ni menos que veinte años después, los tres serían actores del debate que se gatilló dentro de la centroderecha en la última parte del gobierno de Sebastián Piñera, tras años de sequía intelectual. Mansuy (39), como director del instituto de Filosofía de la Universidad de los Andes; García-Huidobro (57), como director de estudios de esa misma unidad; y Herrera (43), como director del Instituto de Humanidades de la Universidad Diego Portales (UDP).

No comulga con la visión economicista de los Chicago Boys ni con la tecnocracia de Libertad y Desarrollo. Tampoco se identifica con el planteamiento liberal de Evópoli. Es un conservador que considera que la política debe estar antes que la economía, y no al revés.

Numerario del Opus Dei, licenciado en Ciencias Jurídicas, doctor en Filosofía y en Derecho con estudios en las universidades de Münster, Navarra y Austral de Buenos Aires, no son pocos en la centroderecha quienes sitúan a García-Huidobro en un lugar de influencia en  la discusión sobre el relato y principios que sustentan a este sector.

No sólo por el citado espacio de los domingos en El Mercurio, sino también por la injerencia que tuvo en la formación de los mismos Mansuy y Herrera —también columnistas de medios escritos—, y el vínculo que mantiene con varias figuras políticas de Chile Vamos y otros centros de pensamiento que aportan a este debate, como el Instituto de Estudios de la Sociedad (IES).

Una muestra de ello esto se conoció en febrero, cuando García-Huidobro junto con Herrera, los senadores Andrés Allamand (RN) y Hernán Larraín (UDI), el ex contralor Ramiro Mendoza y el académico del IES Pablo Ortúzar lanzaron el Manifiesto por la República y el Buen Gobierno. Un documento que abrió una amplia discusión dentro de Chile Vamos entre sus autores y quienes lo tildaron de “comunitarista”.

“Joaquín ‘salió del clóset intelectual’ de la centroderecha. Él ayudaba a mucha gente, pero no había dado el paso de meterse en serio”, afirma un parlamentario cercano.

“Todos estos años de trabajo formando gente le han dado redes políticas e intelectuales relevantes. Es un tipo influyente, muy escuchado”, afirma Mansuy.

Según cuenta, el hecho de que tanto él, García-Huidobro y Herrera empezaran a participar del debate público no fue algo planeado.  “Hace poco decidió tomar un papel más activo, pero no es que haya pasado de cero a mucho, sino que lleva un tiempo más o menos importante”, describe.

Antes de trabajar y firmar el Manifiesto, García-Huidobro ya había forjado una relación con personas de la oposición. Con el diputado RN Nicolás Monckeberg, un cercano al Opus Dei —a quien conoció siendo su profesor en la UC—, y el actual vicepresidente de ese partido, Eduardo Riquelme —que conoció en Viña del Mar en 1993—, se siguen hablando seguido. También tiene vínculos con el diputado UDI Jaime Bellolio.

A Allamand lo visitó una vez mientras era presidente del partido para conversar temas medioambientales y de sustentabilidad. De ambos nació en 2016 la idea de hacer un documento con ideas para la centroderecha, cuestión que se materializó en febrero. “No me parece que sea un salto cualitativo (en presencia política). Hace muchos años que, a mi manera, ya estoy en ese mundo. Mi columna en El Mercurio no es ‘sobre’ política sino que ‘es’ política. Soy un animal político, aunque estoy en una tercera o cuarta fila”, dice García-Huidobro sentado en su oficina repleta de libros, ubicada en el edificio de la biblioteca de la Universidad de Los Andes.

Ha votado por candidatos de la DC, RN y UDI. En 2013, participó de “Forjadores” un curso de liderazgo para jóvenes RN, invitado por la directiva. Mientras Piñera fue presidente, en dos ocasiones asistió a La Moneda a encuentros con columnistas de su sector político. Y hace un año, el ex mandatario lo invitó a su oficina de Apoquindo 3000 para oír su opinión sobre la situación política del país, a raíz de sus columnas. “Esa vez se tomaron un café que duró dos horas, discutiendo de política”, afirma un conocedor de esa reunión. El propio García-Huidobro cuenta que “le expuse las razones por las que pienso que la centroderecha no debe intentar meter a los intelectuales en el Congreso”. Su papel, dice, es otro. “No podemos reemplazar a los políticos, pero sí prestarles una ayuda que puede ser importante. Nosotros vemos las cosas con más calma y distancia, y eso siempre es útil para un político inteligente. Pero también nosotros podemos aprender mucho de ellos”, expresa. Es que la aparición de los académicos que comenzaron a debatir sobre la centroderecha a fines del gobierno de Piñera —entre los que se contaba a sus discípulos— molestó a varios dirigentes y parlamentarios. Muchos de ellos los tildaron de “recién llegados”.

“Él habla con los políticos que están más interesados en la intelectualidad”, cuenta un parlamentario.

García-Huidobro no comulga con la visión economicista de los Chicago Boys ni con la tecnocracia de think tanks como Libertad y Desarrollo y el CEP. Tampoco se identifica con el planteamiento liberal de Evópoli. Es un conservador que considera que la política debe estar antes que la economía, y no al revés, aunque no demoniza al liberalismo de mercado.

Sus cercanos dicen que es “ecléctico”, y un “numerario chascón” pues rescata ideas de intelectuales que pueden estar en las antípodas de su pensamiento. “Soy un conservador ecológico, regionalista, sindicalista, bastante feminista y absolutamente latinoamericanista”, dijo el año pasado a La Segunda. Ha escrito desde densos artículos filosóficos y jurídicos para revistas especializadas hasta cuentos infantiles. Algunos de sus planteamientos le han valido también la crítica desde medios y académicos del sector político contrario, como cuando tildó a la izquierda de “elitista”.

En términos políticos, algunas de sus ideas se recogen en el Manifiesto por la República y el Buen Gobierno. “El es un republicano en el sentido aristotélico: cree que los ciudadanos tenemos deberes con la polis”, afirma Mansuy.  Por eso plantea el voto obligatorio. Otro punto que se recoge es el de la necesidad de acordar políticas públicas que vayan más allá de los cuatro años del gobierno de turno. Y también una visión conservadora de la familia y la natalidad como elementos de discusión política y factores estratégicos en el crecimiento del país.

“Los que podríamos llamarnos sus discípulos hacemos cosas académicamente distintas: Hugo es kantiano, yo soy aristotélico.  Él forma en una aproximación que es básicamente estar abiertos a la realidad con libertad de espíritu. No te determina a que pienses algo”, dice Mansuy.

Admirador de grupos musicales como Santiago del Nuevo Extremo y Quilapayún y del cine de Miguel Littin, su gusto por “admirar al adversario” le generó detractores en sus filas más cercanas. Así fue en noviembre de 2015, cuando el también numerario y abogado Gonzalo Rojas decidió renunciar a su cargo como profesor de la Universidad de los Andes por el tributo que ahí se realizaría a Illapu, Los Jaivas, Víctor Jara e Inti Illimani. “Son grupos y solistas que promueven la lucha de clases, el odio, la violencia y que reniegan de todos los bienes culturales y morales que debe promover la Universidad”, acusó Rojas en su blog.

Esto derivó en un intercambio de cartas entre ambos en El Mercurio —donde Rojas también es columnista—, en el que García-Huidobro afirmó que “el suyo es un mal conservadurismo” al asumir la lógica de que “al enemigo hay que negarle la sal y el agua. Cualquier reconocimiento significa una claudicación”.

Desde junio de 2016, el hombre conocido por sus suspensores y sus corbatas de color también transmite sus ideas en su canal de YouTube. En un peculiar estilo —hablando a dos cámaras, a veces a medialuz—, habla de temas tan disímiles como su admiración por la senadora PS Isabel Allende (“soy el presidente y único miembro de su fan club conservador”), la vida universitaria y la muerte.

La U. de chile y el opus dei

Fue en Derecho de la Universidad de Chile donde García-Huidobro comenzó con los debates políticos. Ahí entró en 1977 con el mejor puntaje de su curso tras salir del Verbo Divino. Salió en 1982. Fueron años duros durante el régimen militar. Si hubiera elegido la Universidad Católica, habría sido compañero de Carlos Peña, con quien comparten cumpleaños en junio de 1959 y tribuna en el cuerpo de Reportajes de los domingos. También habría conocido a Jaime Guzmán, quien era el líder de muchos de esa generación de la UC. Pero, aunque lo vio en un par de ocasiones, Guzmán nunca lo atrajo.

Entre sus compañeros estuvieron José Antonio Gómez, Teodoro Ribera, Eduardo Saffirio, Guillermo Pickering, Ramiro Mendoza y Pablo Ruiz-Tagle, entre otros.

Según recuerda Pickering, participaba en un grupo de discusión política con varios de ellos. “Discutimos de política desde el primer año. Yo era de la DC y él no. Nunca lo vi en una posición contraria a los DD.HH. y siempre defendió la jerarquía de la Iglesia, sobre todo cuando muchos criticaban al Cardenal Silva Henríquez”, relata.

Antes de entrar a la universidad, tres experiencias marcaron su biografía. Primero, su vida en el campo cerca de Linares. Segundo, el autoexilio a Buenos Aires, donde partió junto a sus papás y hermanos en 1970, días después de salir electo Salvador Allende. Eso lo plasmó en el libro Allende: desde el otro exilio, escrito en conjunto con Miguel Orellana Benado. Y tercero, conocer a Josemaría Escrivá de Balaguer en Argentina, aunque afirma que en ese momento “el Opus Dei me caía mal, si bien no conocía a nadie”. A_los 19 años, junto con entrar a la universidad, se hizo numerario.

Teodoro Ribera, compañero de él en la Chile recuerda que al terminar la carrera y optar por ser profesor en la Universidad de Valparaíso, García-Huidobro “hizo un ‘apostolado’, para irradiar el pensamiento cristiano en la juventud” . Ahí conoció a quien considera su “padrino” en esa casa de estudios: Agustín Squella.

En esos años solía convocar a jóvenes universitarios a charlas en la casa del Opus Dei de calle 5 Oriente, en Viña del Mar. Raúl Letelier, recién nombrado en el Consejo de Defensa del Estado, asistió por tres años. También lo hizo el actual fiscal regional de Valparaíso, Pablo Gómez, con quien mantienen una relación cercana hasta el día de hoy.

Mentor

Cuando se cruzaron en el hall de la Universidad de Valparaíso, Daniel Mansuy era militante de la UDI, al igual que Herrera, quien llegó a ser el presidente regional de la juventud de ese partido. Por coincidencia o  no, ambos terminaron renunciando a la tienda, y Mansuy cambió de rumbo para estudiar Fiilosofía en la Universidad Adolfo Ibáñez. Años después, el profesor dirigió su tesis de licenciatura. “Él dedica su tiempo a formar gente, y tuve la suerte de ser uno de ellos”, cuenta Mansuy, quien se reconoce discípulo del numerario  junto con Herrera y otro profesor de filosofía de la Los Andes, Manfred Svensson. A García-Huidobro no le gusta que le atribuyan el mérito de sus carreras. “Yo me limité a descubrir que tenían unas capacidades excepcionales y a prepararlos para sus doctorados”, que cursaron en Francia y Alemania, respectivamente.

Ellos reconocen la influencia del profesor. “Los que podríamos llamarnos sus discípulos hacemos cosas académicamente distintas. Hugo es kantiano, yo soy aristotélico y Manfred es protestante. El forma en una aproximación al mundo que es básicamente estar abiertos a la realidad con libertad de espíritu: preocúpate de un tema intelectual, estudia y ocupa tus talentos en eso. No te determina a que pienses algo”, agrega.

No es raro que el académico los invite, por ejemplo, a verdaderos “retiros filosóficos” en la casa del campo Linares o a una jornada con un profesor extranjero. Revisa, también, algunos de los textos que los tres autores realizan. Los entrega llenos de comentarios hechos con lápiz rojo.

Explica Mansuy que “en algún sentido, Joaquín sí te empuja a debatir públicamente, pero con mucha libertad. Él enseña que la polis es muy importante y no te puede ser indiferente, pero él no tiene una escuela dogmática”.

En los últimos meses, parte de esas discusiones las han sostenido con miembros de la derecha liberal vinculados con Evópoli. Es el caso de la columna que escribió el propio Mansuy a propósito del programa de gobierno del candidato presidencial Felipe Kast, respecto del cual afirmó que “el individualismo que lo inspira entra en tensión más o menos abierta con la idea misma de comunidad política”, agregando que “se habla mucho de diversidad, de esfuerzo individual y de emprendimiento, pero no hay mayor reflexión sobre el cuadro político que permite que todo aquello exista. La palabra nación, por ejemplo, no es mencionada”.

Ignacio Briones, coordinador programático del Centro de Estudios Horizontal, contestó: “A menos que se considere a la comunidad anterior al individuo, el individualismo     —que en su dimensión política es la protección de derechos y libertades individuales— no implica, en caso alguno, negar lo colectivo”.

Con la carrera presidencial ya lanzada, falta por ver cuánto permearán sus ideas en la campaña electoral que ahora se avecina y en quienes salgan electos como parlamentarios de Chile Vamos. Y también si Piñera, el candidato que parece tener la mayor adhesión, tomará en cuenta las miles de palabras que García-Huidobro, Mansuy y Herrera han publicado en estos años, de llegar nuevamente a La Moneda.

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