Por Víctor Hugo Moreno, Javier Rodríguez, Natalia Correa y Carolina Sánchez // Ilustración: Vicente Martí ] Febrero 24, 2017

Marco Enríquez-Ominami se refiere a caso de agresión a jovenes Homosexuales en La DehesaME-O, Candidato Presidencial PRO: “El PRO es un proyecto de izquierda, una  moderna, progresista, inclusiva y pragmática. No vive en los clichés del pasado”.


JORGE ARRATEJorge Arrate, Ex Candidato Presidencial:
 “La composición de clase ha cambiado mucho. Todo eso ha afectado a la izquierda, que aún no es capaz de reinventar su identidad.


Elecciones internas del PPDFrancisco Vidal, Ex Ministro PPD:
 “No existe una figura que una a toda la izquierda, pero una puede unir al centro de la izquierda, y esa es Ricardo Lagos”.


Ernesto Águila, Analista Político PS:
 “El sujeto se dispersó y ahorErnesto Aguila 1.jpga
se organiza por los de arriba con los de abajo. Y eso puede ser desde un barra brava hasta un animalista”.


Barbara Brito.jpgBárbara Brito, Militante Vencer U. Chile: 
“Ser de izquierda significa defender los derechos de los trabajadores, poder estar con ellos en sus demandas”.

 

Camila Rojas ex dirigenta FecH 1-fech-2016.jpgCamila Rojas, Militante Izquierda Autónoma: “Lo que podemos ver en el desarrollo de la izquierda es que igual hay un vacío de ideario”.

 

Pablo Ortuzar_-2.jpgPablo Ortúzar, Analista Político: “Hay un remanente que sigue aferrado a la ilusión castrista y a las perspectivas totalitarias de los socialismos reales”.

¿Qué es ser de izquierda hoy en Chile? Una pregunta que transita por un universo infinito de respuestas, donde ninguna es particularmente aclaradora, ni en Chile ni en el resto del mundo.  Desde que la Asamblea Nacional francesa —formada luego de la revolución en 1789— situó en el ala de la izquierda a los representantes del pueblo y en la derecha a los monarcas, que se instauró en el mundo una división conceptual entre oprimidos y opresores; entre la elite con poder y el ciudadano común carente del mismo. Desde allí, se alzaron las banderas de lucha, y la posterior construcción de un ideario de izquierda que tuvo su máxima expresión teórica con la elaboración del marxismo, que ponía el centro y la trascendencia de esa lucha en la dicotomía capital/trabajo. Luego, en América Latina, ese ideario mutó hacia la lucha de guerrillas, para desembocar en Chile con el fallido proyecto de izquierda institucional de la Unidad Popular. El fin de esa historia ya es conocido.

Desde ahí hasta la actualidad, la izquierda chilena ha transitado por diversos caminos, marcados por las divisiones y las constantes renovaciones. Hoy ese proyecto aún no encuentra un nicho. El último intento de la Nueva Mayoría —que amplió su espectro del centro democratacristiano hacia el Partido Comunista— tampoco logró generar una identidad unitaria que satisficiera no sólo demandas conceptuales de una visión de país; y tampoco las demandas ciudadanas expresadas en el movimiento social de 2011. La izquierda, entonces, sigue buscando un camino.

Cuando se hace el ejercicio de consultar a diversos representantes del mundo de la “familia de la izquierda” cuál es la identidad que los une, asoman algunos lugares comunes, extraídos aun de viejos manuales históricos que apuntan siempre a la idea de la defensa de los derechos de los oprimidos; es decir, la concepción clásica del marxismo aún se mantiene como una bandera de la causa. Y ante ello, “la familia” en algo concuerda: que el resguardo de los derechos sociales es el principal motor, aunque las diferencias asoman en las formas.

Y esas formas transitan por un pedregoso camino en el cual no existe consenso sobre cómo abordar los cambios que se demandan, al menos por las expresiones críticas de la calle ante el modelo neoliberal. Es un problema aún no resuelto entre lo que se inauguró como la Tercera Vía y la socialdemocracia, instaurada por los gobiernos de la Concertación, o los cambios de raíz hacia un sistema diametralmente opuesto. Pero ¿qué hacer con el actual modelo basado en el consumismo y la adquisición de bienes materiales? Nadie sabe. A muchos que alguna vez lucharon con rebeldía por una sociedad igualitaria (otro concepto clásico de la izquierda), tampoco les desagrada del todo el modelo impuesto en Chile en pleno auge del régimen militar. Por ello, la confusión sobre para dónde debe apuntar un nuevo modelo genera cierto miedo. Incluso cierta vergüenza por aceptar el modelo, pese a todas las brechas e injusticias que genera. Y allí asoma la duda: ¿transformación, ajuste o revolución?

El dilema

Ernesto Laclau fue un filósofo argentino que construyó la base de la teoría postmarxista que plantea la mutación del sujeto histórico de lucha de clases del proletariado, ampliándolo hacia otras circunstancias que aparecen dentro de la sociedad moderna. Nuevos sujetos. En ese plano, encontrar hoy una identidad de la izquierda chilena resulta más complejo y nebuloso, porque se suman otras inquietudes de la ciudadanía. El analista político (PS) Ernesto Águila menciona este punto como una de las trabas para construir esa identidad perdida.

—La idea postmarxista se centra en que la izquierda tiene que construir una idea de pueblo y ese pueblo puede venir de diversas clases sociales y tener distintas sensibilidades. Este sujeto se dispersó y ahora se organiza entre los de arriba con los de abajo. Y eso puede ser desde un integrante de una barra brava hasta un animalista —afirma, agregando que hoy esa identidad tiene que ver con ciertos valores respecto de que la libertad finalmente sólo es posible si se ejerce a todos por igual. Eso aún asoma como un lugar común de izquierda.

Jorge Arrate, ex candidato presidencial y ex PS, apunta a que la izquierda hoy todavía no puede resolver cómo hacer frente a los cambios que se han instaurado en la sociedad chilena, luego de la creación del modelo neoliberal

—El modelo neoliberal estableció al mercado como rector de la vida social, no sólo de la asignación de recursos. Entonces, la cultura está mercantilizada, los ciudadanos viven atemorizados de perder su trabajo y están endeudados hasta la coronilla. Además, la composición de clases y grupos de la sociedad ha cambiado mucho. Todo eso ha afectado a la izquierda, que aún no es capaz de reinventar su identidad y hacerse oír con fuerza —comenta.

Desde una mirada más estratégica y pragmática, el ex ministro Francisco Vidal (PPD) piensa que la construcción de la izquierda chilena postdictadura se tuvo que hacer apuntando hacia el centro como eje rector, para desde ahí cimentar los acuerdos con el objetivo de lograr lo que él cree debe ser una sociedad más justa.

—Producto del golpe en la izquierda sucedieron dos cosas. Primero, que para hacer una serie de transformaciones sustantivas era imprescindible construir una mayoría política, eso es lo clave. Y ligado a lo anterior, para poder construir esa mayoría era necesaria la unión entre el centro y la izquierda —dice y enfatiza que tanto la Concertación como la Nueva Mayoría sí han trabajado por lograr ese objetivo, y que ahora el líder que debe seguir construyendo un proyecto de izquierda, aunque siempre mirando hacia el centro, es uno solo: Ricardo Lagos.

Y dentro de ese debate, aparece con fuerza hoy un complejo entramado sobre cómo hacer frente al modelo neoliberal. Y también,  la identificación exacta sobre cuál es la causa de la lucha. Nadie lo ve con total certeza. Ante ello, la izquierda todavía no encuentra la salida, convirtiéndose en una serie de corrientes internas, algunas más socialdemócratas, otras completamente rupturistas, pero ninguna de ellas con una base sólida. Esa dicotomía no se resuelve, y el gran problema vuelven a ser las diferentes miradas; algunas de ellas derechamente irreconciliables. El analista político Pablo Ortúzar, ligado a la derecha, resume el tránsito de la izquierda chilena y su actual estado de indefinición.

—La izquierda chilena, luego del fracaso del gobierno de Allende y el posterior trauma de la dictadura y el exilio, que en algunos casos significa conocer las ventajas de las socialdemocracias europeas y, en otros, los horrores de los socialismos reales, modifica su visión marxista-leninista de los años 60 y 70, y pasa a valorar la democracia, los derechos humanos y los balances y contrapesos del poder. También revaloriza los aspectos beneficiosos del libre mercado, y descarta la vía armada como alternativa para hacerse del poder. Aunque este proceso, obviamente, no lo vive toda la izquierda: hay un remanente que sigue aferrado a la ilusión castrista y a las perspectivas totalitarias de los socialismos reales —explica.

Desde esa lógica se refuerza la idea de que hoy ser de izquierda no es fácil, pues vive bajo la tensión de cuánto de bueno y malo tiene el mercado. Y esa discusión, cuando se concluya el gobierno de Michelle Bachelet con su proyecto de Nueva Mayoría tampoco estará resuelta, y más bien se podría acentuar.

Desde otra mirada, Juan Cristóbal Beytía SJ, capellán de TECHO, aborda el temor de que las lógicas del mercado finalmente terminen ganando la partida y marque la sumisión de la izquierda chilena bajo esos principios.

—Hay gente de izquierda que se ha comprado ciertas lógicas económicas del modelo neoliberal que no pueden ser las lógicas que primen en nuestras decisiones. Por otro lado, la izquierda tiene que tener cuidado con lo que yo llamo un individualismo de Estado. El de la derecha es un individualismo de mercado, pero un individualismo de Estado es cuando yo pago mis impuestos y me desentiendo del dolor ajeno porque ya hice lo que tenía que hacer. Eso es nefasto y al fin y al cabo nos

deshumaniza —comenta apuntando su análisis a otro de los valores perdidos de la izquierda: la solidaridad.

La rebeldía

Una imagen colectiva de la izquierda en los jóvenes es la caricatura de grupos aislados esparcidos por los diferentes campus universitarios, con guitarras en mano, cervezas de litro y bajo las notas de alguna 2394 : Política : General : 22-23canción de la vieja trova latinoamericana. “Compañeros poetas, tomando en cuenta los últimos sucesos…”, cantaba Silvio Rodríguez. Dentro de esos grupos comienzan a gestarse las diferentes ideas de cómo hacer frente al orden establecido. Cómo rebelarse. Y esas ideas, generalmente, están asociadas a la izquierda. Dentro de estas verdaderas células hay de todo. Cada una bajo los principios de una doctrina de manual recién adquirida en alguna tienda de libros usados. Y allí también se gesta la dispersión de un único pensamiento o de alguna bandera de lucha que los una.

En la Universidad de Chile se pueden contabilizar 18 movimientos de izquierda, donde cada uno pretende abordar los problemas de la sociedad bajo su propia mirada. ¿Hay lugares comunes? Sí. El más revelador, la abolición del capitalismo, desde una perspectiva más cercana al marxismo clásico, o al troskismo, que supera por completo la socialdemocracia consensuada por la izquierda concertacionista o de la Nueva Mayoría. Para ellos, ahí no está el camino.

Bárbara Brito es vicepresidenta de la FECH, y militante de Vencer. Para ella la lucha sigue siendo la de los trabajadores. El antagonismo capital/trabajo es su causa.

—Ser de izquierda significa defender los derechos de los trabajadores, poder estar con ellos en sus demandas y en sus luchas. Por ejemplo, ahora está la huelga de los trabajadores de la minera La Escondida (…) Yo creo que es importante tener en cuenta que hasta el día de hoy son los Matte, los Angelini, los Luksic y sus partidos y políticos corruptos los que cercenan los derechos de los trabajadores, y que por tanto la única forma de hacer cambios estructurales profundos es acabar con el capitalismo —explica.

Por otro lado, Javiera López, de la acción estudiantil UNE, apunta a la lucha contra todo el neoliberalismo, agregando nuevas causas, como el feminismo.

Dieciocho movimientos de izquierda se reparten en la Universidad de Chile. Cada uno con identidad propia intentando recuperar una esencia ideológica perdida. Los jóvenes también se rebelan ante la ausencia de un proyecto.

—Esas desigualdades tienen responsables con nombre y apellido y que pertenecen a una clase política y empresarial que nunca ha gobernado para nosotros, sino que históricamente ha devuelto favores a los suyos. Esa lucha es la que debería estar presente en toda la izquierda actual, una izquierda que llegue a todas las personas que están viviendo la desigualdad. Por eso yo lucho, para construir algo nuevo, una sociedad feminista, antineoliberal, y capaz de garantizar los derechos a la población —dice.

En la Universidad Católica también hay una dispersión del pensamiento de izquierda, agrupados en la plataforma Crecer. Uno de sus militantes agrega más causas, más luchas, y siempre desde el lado de los reprimidos.

—Ser de izquierda es estar por el lado de los oprimidos, los que están más dominados en la sociedad. En el caso de Chile o de Latinoamérica en general eso recae en estar del lado de los que sufren los sistemas de gobierno, principalmente de gobierno capitalista. Estar del lado de los indígenas, las mujeres y las minorías sexuales, que es un aporte que se le ha hecho en último tiempo a la izquierda, que es dotarla no sólo de un carácter de clase, sino también de los oprimidos en otros temas: el feminismo, el tema racial, por ejemplo—

Y en eso están los jóvenes de izquierda hoy: Imaginando e intentando volver a crear izquierda, muy lejos de la visión renovada propuesta por la Concertación y la Nueva Mayoría. La ex presidenta de la FECH y hoy candidata a diputada, Camila Rojas, lo piensa así.

—Lo que podemos ver en el desarrollo de la izquierda es que igual hay un vacío de ideario. La renovación socialista terminó administrando, pero sobre todo, profundizando el modelo capitalista. De socialista le queda muy poco.

Frente y progresistas

El naciente Frente Amplio para muchos podría ser el llamado a llenar el vacío de una izquierda con una identidad clara. Para ello están trabajando, aunque curiosamente a ellos no les gusta que los encasillen en el sector. Más bien prefieren hablar de los excluidos. Y allí, en ese espacio, hay cabida para muchos. El presidente de Revolución Democrática, Sebastián Depolo, lo explica.

—El Frente Amplio está en una construcción. Todavía no tenemos una ideología escrita ni definida, y la invitación que estamos haciendo es una invitación a las fuerzas transformadoras en este país, se sientan o no se sientan de izquierda, pero que compartan un diagnóstico. Y el diagnóstico es que el modelo de desarrollo en Chile hay que cambiarlo —afirma.

Otra corriente que también quiere situarse en la izquierda son los progresistas. Su líder y candidato presidencial, Marco Enríquez-Ominami,  apuesta por una renovación de las ideas, sin las anclas o trabas de la historia.

—El PRO es un proyecto de izquierda. Algunos se definen de centro-izquierda, pero el problema de los acentos en las etiquetas no es productivo para la tarea que tenemos: crecimiento económico para todos. Es una izquierda moderna, progresista, inclusiva y pragmática. No vive en los clichés del pasado —enfatiza.

la última pugna

Con todo, la izquierda busca su ubicación, su oferta política para la construcción de una nueva sociedad. Algo de lo que siempre ha sido su esencia: el cambio por revolución o transformación. En el Chile de hoy la izquierda debe luchar por una adecuación casi natural de la gente al sistema neoliberal, pero que siempre demanda mayor justicia social. Allí está el terreno de disputa, sobre qué tan profundo debe ser el cambio. Si es que en verdad se quiere o interesa. Por mientras, la Nueva Mayoría sigue enfrascada en discusiones históricas acrecentadas esta semana con la prohibición que hizo el gobierno cubano al ingreso a la isla de la democratacristiana Mariana Aylwin. Allí, vuelven a relucir las diferencias y los conflictos por la aceptación o no de un gobierno de corte autoritario. Concepto en el cual no se aprecia ningún grado de consenso entre las posturas más de centro, como la DC, y las más representativas de la izquierda marxista, como el PC. En medio de esas pugnas, la izquierda aún sigue buscando su identidad.

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