Por M. Eugenia Fernández G. // Fotos: José Miguel Méndez Enero 20, 2017

Para ser alcalde de Santiago,  puede parecer un bicho raro.
Quien hable con él, se encontrará con un hombre joven, flaco, de carácter tranquilo y voz baja, que dice no volverse loco con la exposición que implica estar al mando de este municipio y que tampoco aspira a dar el salto de su vida en su carrera política después de estos cuatro años que comenzaron en diciembre pasado. No.

Un par de semanas después de asumir, se juntó con un grupo de vecinos en el salón de honor del Palacio Consistorial de Santiago, edificio que alberga a la municipalidad. El propio Alessandri cuenta que le dio “pudor” cuando los asistentes lo aplaudieron. Ciertamente, algo que está lejos de lo que cualquiera imaginaría de quien detenta el municipio más influyente y expuesto de Chile.
Es un alcalde piola, le han dicho. También que es fome. Pero para él eso no es tema.

Todos mis antecesores han tenido gran exposición pública, pero siempre mirando una plaza mayor. Yo me he subido a la torre del Museo Histórico y La Moneda no se ve”

Sentado en la bellísima oficina que mira a la Plaza de Armas —por la que han pasado personajes como Jaime Ravinet, Joaquín Lavín, Raúl Alcaíno, Pablo Zalaquett y Carolina Tohá—, Alessandri dice que él es “lo opuesto” a sus antecesores. “Todos han tenido gran exposición pública, pero siempre mirando una plaza mayor. Yo me he subido a la torre del Museo Histórico y La Moneda no se ve: nunca un alcalde de Santiago ha sido Presidente de la República”, dice. Tampoco le llama la atención el Congreso. “Siempre me han gustado las pegas ejecutivas”, responde. Sí le gustaría reelegirse, aunque sabe que el municipio de Santiago no suele regalar eso a su inquilino principal. “Nadie se reelige, pero yo ya marqué historia: dejé en el camino a mucha gente de mi sector y le gané a una persona emblemática de la Nueva Mayoría (Carolina Tohá). Esta alcaldía es una moledora de carne: hay pocos recursos para invertir en la comuna y tienes problemas grandes, es como un Chile chico”.

Imagen Felipe Alessandri_-39Le costó sangre, sudor y lágrimas estar ahí. Tras dos periodos como concejal (2004 y 2012), a mediados de 2016 Alessandri ya había informado a Renovación Nacional, su partido, que quería competir. Sin embargo, ante la reelección de Tohá, los dirigentes de Chile Vamos optaron por buscar nombres de connotación nacional. Así fue como salieron al ruedo los ex ministros Luciano Cruz-Coke, Cecilia Pérez y Joaquín Lavín. Según una persona que conoció de cerca estas negociaciones, en RN daban por sentado que Tohá tendría un gran arrastre electoral, por lo que era difícil encontrar a quien quisiera competir con ella. Lo más probable era perder.

Aunque no era el candidato del establishment, Alessandri insistió, y después de medirse en una encuesta con Lavín que arrojó un empate, logró convertirse en el candidato único de Chile Vamos. El desenlace de la historia, lo conocemos: ganó por 10 puntos a la alcaldesa PPD, quien obtuvo 19.500 votos menos que en 2012. El ahora alcalde tampoco aumentó la votación: sacó 7 mil votos menos que Zalaquett cuando este perdió frente a Tohá.

Es lunes, y Felipe Alessandri camina por la Plaza de Armas. Va, junto con su equipo, a almorzar a un local de comida peruana. En la plaza se multiplican los extranjeros. Pasean, juegan ajedrez, conversan sentados en una banca. Al alcalde le gusta la diversidad que se ve en Santiago, y es crítico de cómo ha tratado Chile Vamos, su coalición, el tema de los inmigrantes. “Este fenómeno llegó para quedarse y no podemos estigmatizar. Tenemos la obligación de ser serios en cómo abordar este tema. No creo que usarlo políticamente sea lo mejor para el país”, afirma. En Santiago, el tema es mayor, por eso esta semana se reunió con el sacerdote Miguel Yaksic, director nacional del Servicio Jesuita a Migrantes, para trabajar en conjunto.

Hijo de Gustavo Alessandri Valdés —pinochetista, fundador de RN y ex edil de Santiago—, el alcalde es un poco inubicable en el aún rígido espectro político chileno. No egresó de un colegio tradicional como el Tabancura o Saint George. La opción de su mamá, la periodista Constanza Vergara, fue el internacional Nido de Águilas, en el que se codeó con compañeros de diversos países.
En términos políticos, no duda en tildar de dictadura militar al periodo de Augusto Pinochet, cuestión que es difícil de encontrar en las huestes juveniles de RN y la UDI. Y se ubica entre los liberales de la centroderecha, ya que apoya el matrimonio y la adopción de hijos por parejas gay. Sobre el aborto, dice: “Soy contrario, pero también es una realidad, así que no estoy en contra de que se legisle”.
“Si uno quisiera encasillarlo en una línea ideológica, sería en el ala más Hinzpeter de RN. Pero también con mezclas porque es muy tradicional en temas de la República”, cuenta Carlos Kubick, ex concejal UDI por Santiago.

politicaEn RN se siente más cercano a Andrés Allamand y a Alberto Espina. Admira la gestión que tuvo Manuel José Ossandón como alcalde de Puente Alto, pero no duda en decir que su candidato presidencial es Sebastián Piñera, con quien trabajó como encargado ciudadano de la Presidencia entre 2010 y 2014. De ahí provienen, de hecho, varios de su equipo, como su jefe de Comunicaciones, René Cánovas, y la coordinadora de gabinete, María José Torrealba (hija de Raúl Torrealba). Su jefe de gabinete es el abogado Pablo Rivadeneira, hermano de Ignacio, quien fue jefe de Contenidos de Piñera.

“Mira, la galería Alessandri... ¡pero no es mía!”. El también abogado camina por Huérfanos. Sabe de memoria los nombres y creadores de edificios y pasajes de Santiago. El patrimonio y el uso de los espacios públicos son sus verdaderas obsesiones. Por eso, recoge papeles del suelo y reta a los comerciantes ilegales que se instalan en los paseos peatonales. Quiere tener tiempo para recorrer los barrios, durante este primer mes eso ha quedado en stand by: la primera prioridad por ahora es sanear el déficit de $13.400 millones que mantiene la Dirección de Educación, una parte de los cuales se trata de cotizaciones previsionales impagas de profesores.

Esta semana, el alcalde se reunió con la ministra de Educación, Adriana Delpiano, quien le dijo que le adelantará una parte de la subvención —unos $2.200 millones— para evitar pagar intereses. Advierte que hoy sólo tiene capacidad para pagar los sueldos hasta marzo, y acusa que si no recibe más ayuda del Ejecutivo, ese mes “no sólo estarán los estudiantes y profesores marchando, sino también este alcalde para que nos den los recursos”.

La deuda no es nueva. A mediados del año pasado, los concejales de oposición a Tohá acordaron acusarla por notable abandono de deberes por este mismo tema. Alessandri terminó restándose y la iniciativa se cayó. “Ella nos aseguró que los pagos estaban al día”, afirma. Kubick, compañero de ese concejo, responde: “Me hubiese gustado que fuera más duro con la alcaldesa”. En diciembre, el municipio decidió encargar una auditoría forense a la Dirección de Educación, que en febrero determinará si hubo delitos en la administración de la ex ministra.

Es martes, el sol pega fuerte y Alessandri —de terno azul impecable, corbata rosada Hermès— cruza la calle Catedral por Puente. Durante su campaña, los vecinos lo llamaban el “candidato robot”. Ríe cuando recuerda que, en ese tiempo, el ex alcalde Alcaíno le recomendó “chasconearse” y sacarse los mocasines que tanto le gustan. Quizás son los mismos que lleva puestos.
“Felipe es muy elegante, es Alessandri, tenía que desordenarse un poco... pero peinado y todo ganó, y yo fui uno de los primeros en apoyarlo”, cuenta Alcaíno.

Este último es un referente del actual alcalde, mucho más que Lavín o Zalaquett. Dice el alcalde que a ambos les tocó asumir en circunstancias parecidas, “con un municipio en quiebra. Quiero, como él, entregar saneada la municipalidad... Me encantaría estar inaugurando un Cesfam o estar con las juntas de vecinos. Pero hay que hacerse cargo de este tema”.

Relacionados