Por Rodrigo Vergara // Fotos: Alvaro Poblete Noviembre 4, 2016

Francisco Huenchumilla (72) mide sus palabras. Pareciera buscar, con cada silencio y fonema, la carga de significado exacta. No quiere interpretaciones erróneas que lo hagan salir a dar explicaciones molestas. Simplemente apuntar a sus objetivos políticos, enfocarse ahí y, en lo posible, dar en el blanco. Sólo aplicar la lógica de causa y efecto, pero exacto. Y esta entrevista es una prueba fáctica de aquello. Dice que su nombre está disponible para lo que su partido decida, pero reniega voluntarismos. Nada de subjetivismo o aventuras personalistas, pero pareciera disfrutar con la idea de que un político de origen mapuche pueda aparecer en la papeleta presidencial del año que entra. Dice que sería bueno porque eso sería un “remezón cultural” en la “clasista” sociedad chilena. Es Huenchumilla, el político, en su versión más purista. Y elige, como punto de partida, criticar al manejo del gobierno postmunicipales y la reacción de la presidenta de su partido, Carolina Goic.

—¿Qué entiende usted por el “nuevo trato” que pidió la senadora Goic?
—Así como en los primeros tiempos de la Concertación con Aylwin y Pinochet había un problema de estabilidad, yo creo que el problema del gobierno de la presidenta Bachelet y de la coalición es un problema de gobernabilidad. ¿Qué entiendo yo por esto? El cómo participan los partidos en el gobierno, dónde participan, cómo se relacionan, cómo se coordinan y cómo toman decisiones. Creo que en esos ámbitos están los puntos críticos de la situación porque yo me imagino, hablando de un buen gobierno, que tiene que haber una política de anticipación de los posibles conflictos y una política de anticipación de los posibles escenarios. Entonces cómo un gobierno puede permitir que una presidenta de partido haga este emplazamiento.

—Entonces, ¿se debe entender que usted no comparte la actitud de Carolina Goic luego de las municipales?
—Es que me parece que no es un tema de Carolina Goic, es un tema del sistema. Del modo de relacionarse de los partidos con el gobierno y con la presidenta.

—Tampoco era difícil imaginarse un escenario adverso…
—Se puede ser optimista, pero es para el militante o para el discurso público, pero en el manejo interno se deben prever todos los escenarios. Y uno de esos escenarios es que nos fuera mal. Y se pueden sacar muchas cuentas diciendo que ganamos en concejales, ganamos aquí o ganamos allá; pero estamos hablando de la sensación que quedó en la opinión pública y esa es que el gobierno fue derrotado. Eso debió preverse.

—¿Ve cercana la posibilidad de que la DC se vaya del gobierno?
—No creo que ese sea un escenario que esté hoy día presente en la DC. Sería un error político. Porque estamos hablando aquí de personas adultas que saben lo que hacen. Aquí lo que hay que hacer es ver lo que vamos a hacer en el futuro, pero hay que tener un mínimo de lealtad contigo mismo, con lo que fuiste, con cómo comenzaste a apoyar a Bachelet cuando estaba en las alturas. Entonces, no porque ahora esté mal, hay que arrancarse. No procede.

—¿Considera que el PC mantiene una sobreinfluencia en el gobierno?
—No sé si la mantiene porque no estoy en el gobierno, pero creo que si la tuviera podría ser por su manera de hacer política, ordenada, que cualquier partido, si quisiera, lo podría tener. La Guerra Fría terminó hace tiempo. Hoy día no hay un referente desafiante al capitalismo. Se acabaron los muros. Ya los comunistas no se comen a las guaguas. Entonces seguir con eso es un discurso interesado. Y lo que se esconde detrás es que simplemente no se quiere avanzar en los cambios que la sociedad chilena necesita. Entonces yo, francamente, prefiero al PC en el gobierno más que en la calle. Creo que es al revés, el PC le da mayor estabilidad al sistema estando en el gobierno.

"No veo a la DC firmando un contrato de adhesión con algún candidato que no muestre sus ideas, sus cartas, su programa y visión de país"

—¿No será que el emplazamiento de Goic forma parte de una estrategia para posicionarse como carta presidencial?
—Yo diría que un dirigente político de ese nivel que pueda hacer movimientos tácticos, está dentro de la política. También fue un movimiento táctico sacar al ministro Pacheco. Todos hacen movimientos tácticos y eso está dentro de lo posible de lo que pueda hacer Carolina Goic. Eso podría ser perfectamente plausible y legítimo. El tema es que tiene que calibrar si los movimientos tácticos son los más adecuados para un posicionamiento estratégico porque muchas veces el jugador que juega en el área chica, en el metro cuadrado con la cachaña, no es el que se proyecta para el futuro como algo sólido. No estoy hablando específicamente de Carolina, sólo digo que en el movimiento táctico que hace cada persona debe pensarse sobre si realmente se le da el sentido estratégico a lo que hace.

—Porque pareciera que ella se transforma en el referente de la DC, en la contraparte al ala izquierda de la Nueva Mayoría y, por cierto, en una figura.
—Ella tiene todos los méritos para eso, pero lo único que señalo es que lo de Carolina pasó por un déficit político del gobierno y de los partidos de la Nueva Mayoría. Esa posibilidad de un movimiento táctico debió anticiparse. Pudo ser Carolina u otro el que hubiera tirado el mantel. Ahora, ¿eso le reditúa en el corto plazo? Probablemente. ¿Reditúa en el largo plazo? Tengo mis dudas porque se debe seguir gobernando y al gobierno le quedan muchos meses.

—¿La ve como candidata presidencial?
—Sí. A ella y a muchos otros.

—Entre ellos usted…
—Estoy hablando objetivamente de otras personas: Carolina, Claudio Orrego, Nacho Walker, Ximena Rincón. Tengo una muy buena opinión desde el punto de vista personal y del punto de vista de su formación intelectual. No es ese el problema. El problema es si ellos o cualquier otro logra tener la credibilidad de la gente. Ese es el punto político. Pero de los candidatos que están en la oferta pública, todos tienen una gran formación intelectual y son todas personas respetables. El problema es si logran penetrar en el corazón de la gente. Si la gente les cree o no. Ese es el problema. Entonces eso lo determina la gente, no lo determina Francisco Huenchumilla. Ellos tienen mi respeto. Y es lo mismo que pasa con Ricardo Lagos, a quien conozco muchísimo, fue mi profesor en la universidad. Él tiene todas las calificaciones intelectuales, de estadista, de conocimiento, de formación, pero la pregunta es si eso basta o la gente exige otras cosas. ¿Le va a creer la gente con todas las credenciales que pueda tener o no? Ese es el problema.

—¿Ve a algún personaje con esa credibilidad? ¿Se habla mucho de Alejandro Guillier?
—La ventaja que tiene Alejandro es que es una persona creíble. Él viene con viento de cola. A él le creen por lo que fue. Por el periodista que fue y cómo se manejó. Era una persona creíble y eso se le traspasa a su condición de senador, pero, probablemente, la gente desconoce cuál ha sido su trabajo como senador. Entonces él tiene un prestigio que ganó desde mucho antes. También la pregunta es si será suficiente. Creo que nadie tiene una bola de cristal para saber si es suficiente o no.

—¿Le falta la otra parte entonces o quizás no la conocemos?
—Claro. Mucha gente puede decir que esto es una apuesta. ¿La gente estará dispuesta a hacer de nuevo una apuesta, como se hizo cuatro años atrás? No sé si el país está preparado para hacer una apuesta. ¿Por qué muchos dicen que tienen que ir Lagos y Piñera? Porque no quieren hacer apuestas nuevamente. No quieren hacer un salto al vacío. El problema es que si esas “sandías caladas” (Lagos y Piñera) van a tener la credibilidad de la gente. Ese es el problema que tiene Lagos y todos.

—¿A quién le pone fichas Huenchumilla para candidato?
—En este minuto, a nadie. Creo que estamos poniendo la carreta delante de los bueyes. Este país necesita tener un debate de ideas respecto del país que queremos. ¿Qué país queremos? ¿Cómo tenemos que vivir los chilenos? Ese debate no está presente. Tenemos un debate muy tecnocrático. Se hace un programa y lo hace un conjunto de expertos y por qué no discutimos qué país queremos tener y me tiro a la piscina. Aquí, cuando se habla de una reforma a las pensiones, a la salud, a la educación, etc., es todo un escándalo. En Chile nadie quiere echar abajo la estantería o echar abajo el capitalismo. Yo no he encontrado a nadie, ni siquiera en el PC, que diga “con el programa de Bachelet o para el futuro queremos echar abajo el sistema capitalista”.

—Pero hubo quienes hablaron de retroexcavadoras… hubo cierto tufillo refundacional al principio.
—Lo planteo en los siguientes términos: ¿Es posible pensar que el modelo de capitalismo que nosotros tenemos en Chile pueda ser cambiado? ¿Podemos discutir eso? Vamos al fondo. Hay un sistema capitalista que opera en todas las partes del mundo, salvo Corea del Norte. En todas partes hay un sistema capitalista, pero no hay un solo modelo de capitalismo. Nosotros en Chile tenemos un modelo igual que en Estados Unidos, pero existe el modelo alemán, el de los países escandinavos, el de China, el de los asiáticos, el de Japón...

—¿Dónde estuvo el error del gobierno?
—El error del gobierno es haber hecho las cosas mal, no haber hecho política. Mire, en tiempos del presidente Lagos, cuando yo fui ministro, siempre se habló del Segundo Piso. El Segundo Piso con Ernesto Ottone y compañía hacía una tremenda tarea, porque ayudaban al presidente en la coyuntura en la toma de decisiones, y en las relaciones con distintos actores del mundo empresarial, político, militar. Pero no se dice nada de lo que nosotros hacíamos en la Segpres. Nosotros en el Ministerio de la Presidencia hacíamos otra tarea, que era una política de anticipación de conflicto. Y la segunda carencia que tiene este gobierno es que hay un problema en la toma de decisiones.

—¿En qué sentido?
—¿Cómo se toman las decisiones entre el gobierno y la coalición? No sé. Cada ministro le pone de su cuento. Entonces hemos tenido ministros, primero estuvo Peñailillo; Burgos, que salió; Fernández, que está cuestionado, entonces cada cual es fiel a su leal saber y entender. Cada vez que escucho a muchos ministros y dirigentes políticos, siempre dicen lo mismo: ¿Cambio de gabinete? “No, eso es facultad privativa de la presidenta, no puedo opinar”. “Ella tiene los cargos las 24 horas y ella decide el instante, el minuto, el mes en que hace el cambio”. Pero creo que están equivocados. Cambiar a un ministro es un problema político, no es un problema jurídico. ¿Por qué es un tema tabú? Al revés, la presidenta podría llamar a los presidentes de los partidos y pedirles su opinión. Ese es un elemento de juicio. Cuando tiene todos los elementos de juicio sobre la mesa, ella tomará la decisión, y eso se traducirá en un acto jurídico, pero lo primero es lo político.

—Pero aquí hay un presidencialismo importante.
—Pero es un error. Escudarse en lo jurídico para decir que la presidenta tiene todas las facultades, yo le digo no, lo jurídico es una cosa, primero lo político. Eso no significa que ella le tenga que hacer caso a los partidos, que tienen que pautearle, pero los partidos están para darle elementos de juicio.

—A ella no le gusta que la pauteen.
—Eso es un error. Si no es pauteo, es darle elementos de juicio para que tome buenas decisiones. Lo segundo que quiero decirle al respecto es que en Chile hay un concepto errado del presidencialismo. Se ve al presidente como un monarca. Un monarca y su corte. Y eso es falso, si en Chile no hay ni una reina ni un rey.

—¿Se ha sacralizado la figura presidencial?
—Se ha sacralizado. La presidenta no puede hablar con el diputado, tiene que hablar con el presidente, y el diputado tiene que hablar con el subsecretario o con el ministro, pero no puede llegar al altar, al sacrosanto altar.

“La política no me deja a mí”

—¿Usted en qué posición va a estar el próximo año?
—Hace tiempo que quería alejarme de la política, pero la política no me deja a mí, me persigue desde que la presidenta me pidió que fuera intendente. Llevo después de dejar de ser intendente 15 o 16 meses y la política no me deja, invitaciones por todos lados, y tengo muchas peticiones también de ser candidato.

IMG_2536.jpg—¿Presidencial?
—Sí, también han conversado conmigo parlamentarios de la DC, y fuera de la DC. Y dirigentes de partidos fuera de la Nueva Mayoría. Han venido a conversar conmigo aquí, hemos conversado en Santiago. La respuesta mía a todos fue que yo soy un hombre de partido, pertenezco a la DC, podré tener muchas discrepancias, pero muchas coincidencias, y por lo tanto yo no creo en los llaneros solitarios ni en las aventuras personales.

—¿Está dispuesto a que su nombre esté dentro de ese pool de candidatos DC?
—Antes quiero decir un par de cosas: creo que sí o sí la DC tiene que tener un candidato, porque estamos hablando de un partido, no estamos hablando de una agrupación parroquial que se dedica a rezar la novena. Estamos hablando de un partido que quiere acceder al poder. No veo a la DC firmando un contrato de adhesión con algún candidato de buenas a primera, porque no veo a la DC firmando un contrato de adhesión con un candidato que marque 4, 5, 6 o 7 puntos.

—¿Está hablando de Lagos?
—Cualquiera. No veo a la DC firmando un contrato de adhesión con un candidato que no muestre sus ideas, sus cartas, su programa y su visión de país.

—Para ser objetivo, usted apuesta por un candidato DC en primera vuelta.
—Sí, pero déjame seguir con el razonamiento. Naturalmente hay otras condicionantes que influyen en esto. Influye si ese candidato nombrado despega o no despega, porque no es lo mismo un candidato que despegue a un candidato que no despegue. Influyen las listas parlamentarias, entonces tendremos que ver cuál es el sentido de nuestras listas parlamentarias, si ir solo en primera vuelta significa ir aislado en las listas parlamentarias. Y si ese candidato no despega, naturalmente dificulta a los candidatos. Si tenemos un candidato que medianamente entra a la pelea, a lo mejor vale la pena ir con él hasta el final. Porque si ese candidato es medianamente competitivo, significa que podemos hacer una buena performance con nuestras ideas en primera vuelta. Eso nos permite también tener una lista parlamentaria. Ahora, si en el camino hubiera un candidato de la Nueva Mayoría tan competitivo que fuera evidente, lógicamente que el realismo político me dice a mí que a lo mejor es posible llegar a un acuerdo antes de eso.

—Pero pareciera que ahora no está ese candidato.
—En este minuto no está ese escenario. En este minuto yo creo que la DC tiene que seguir su itinerario y nombrar su candidato, y ese tendrá que nombrarlo no entre cuatro paredes, sino que tendrá que haber primarias abiertas.

—¿Su nombre estaría disponible para una primaria en ese contexto?
—Quiero ser bien franco, conozco el Estado completamente. Aquí no estamos hablando de capacidades, porque yo he estado en todos lados. Conmigo hay varios temas si, porque no creo en las aventuras personales, de autoproclamarse y decir yo soy candidato. Esto tiene que nacer al interior de los partidos con una cierta base de apoyo. Si tú no tienes una cierta base de apoyo de gente que esté disponible a trabajar contigo, que crean en las posibilidades de hacer lo que tenemos que hacer, eso es imprescindible. Y por lo tanto, yo no voy a tomar ninguna decisión en términos voluntaristas, subjetivistas. Ni subjetivismo ni voluntarismo, requiere un mínimo de adhesión al interior de los partidos y es básico el rol que juegan los parlamentarios.

—Pero usted señaló que varios parlamentarios se le han acercado a hablar.
—A mí hay una sola cosa que me atrae de esto. A mí me gusta la ética del cristianismo de escandalizar a los poderosos. Yo sé que si un nombre como Huenchumilla, de origen mapuche, está en la lista de los candidatos presidenciales, probablemente provocaría un remezón cultural y político fuerte. No sé si culturalmente el país está preparado para una cosa así. Pero ese escándalo y ese remezón cultural sería una cosa positiva para el país y para la democracia. Pero no tengo ninguna decisión tomada, francamente.

—¿Entonces, el solo hecho de que su nombre esté —por ser de origen mapuche— ya sería bueno?
—Sería bueno porque provocaría un remezón cultural al interior de la sociedad chilena, que es una sociedad muy clasista y muy racista. Bajo ese punto de vista mi candidatura sería un remezón cultural y político fuerte. Pero Francisco Huenchumilla, aparte de ser de origen mapuche, es político. Y no hay saltos al vacío. No estoy para aventuras ni para hacer pruebas.

—¿Y si no?
—Si no, haré lo que el partido me diga. Tengo hoy día una vida muy feliz. gracias a Dios, y estaré a disposición. Si el partido me necesita, estoy disponible para cualquier cosa. Pero una carrera presidencial son palabras mayores, se requieren un análisis y una decisión política donde el rol de los parlamentarios y de la juventud es fundamental.

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