Por Camilo Escalona Octubre 28, 2016

El impacto político del resultado de las elecciones municipales, más allá de lo estrictamente electoral, ha provocado fuertes turbulencias que están afectando seriamente la unidad del bloque de la Nueva Mayoría y, en consecuencia, tocan muy profundamente el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet.

Hay acuerdos partidarios que han desafiado, como nunca ocurrió desde 1990 a la fecha, la autoridad presidencial, aumentando ante el país la imagen de desgaste del gobierno. Hay que resolver prontamente estas desavenencias. No hay condiciones para darse nuevos gustitos. La responsabilidad con el país así lo exige.

En la situación que se ha producido, la tentación de que cada cual quiera huir y salvarse solo es un riesgo evidente. Esa tentación está a flor de piel. Incluso más, con el cambio del sistema electoral hay quienes opinan que a cada partido podría irle mejor en el resultado que obtenga si decide levantar sus propias postulaciones, en acuerdo bilateral o incluso en forma unipartidista, debido al deterioro de la imagen política del bloque de gobierno. Es decir, como ocurre en un resultado desfavorable, se acentúan las tendencias a la dispersión.

Si esta fuera la conducta que se impone, el proyecto político de la Nueva Mayoría se vería enfrentado a una situación muy difícil, que podría llevarlo a un desenlace irremediablemente negativo. El país necesita reformas como las que se han impulsado en este tiempo, sin embargo, deben realizarse acumulando mayorías que las sustenten y con fundamentos técnicos y una gestión a la altura de las exigencias, de modo que se legitimen ante el país y no queden reducidas a un apoyo minoritario. En consecuencia, la lucha por mayor crecimiento y contra la desigualdad requiere gradualidad y unidad.

Lamentablemente no se ha implementado una acción política eficaz que produzca ambas cosas.

Sin gradualidad se genera desorden y sin unidad se impone la confusión. Hay que resolver estas contingencias urgentemente. Hay que reinstalar la unidad y un entendimiento país que fortalezca la gobernabilidad democrática, que reponga las confianzas y asegure la plena normalidad de las elecciones presidenciales y parlamentarias del año 2017. Así se despejarían las turbulencias.

De manera que elevando la calidad de la política, terminando pugilatos verbales y descalificaciones que no conducen a nada, es decir, con una acción política constructiva, se lograría reducir la abstención y recuperar mayores niveles de participación ciudadana. El desafío está planteado.

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