Por Víctor Hugo Moreno. Mayo 27, 2016

¿Qué esperan de mí como general director?, preguntó Bruno Villalobos el 10 de septiembre de 2015 a días de haber asumido el máximo cargo de la institución uniformada. Ante un teatro de la Escuela de Carabineros colmado, un oficial respondió “que nos apoye, general”. Dicho acto fue seguido vía streaming por más de 16 mil carabineros a lo largo de todo Chile, y —al menos para los optimistas dentro de la institución— fue la primera señal de que en el alto mando de Carabineros algo estaba por pasar. Venía un giro, un cambio que muchos al interior del organismo esperaban silenciosamente. Los carabineros necesitaban levantar su moral. Sentirse plenamente respaldados por su máxima autoridad. Luego de ese día quedó la expectativa. Villalobos pronunció un potente discurso de apoyo. Algunos vieron en sus palabras una verdadera arenga. Anunciaba que no dejaría solo a ningún carabinero, pero que al mismo tiempo no permitiría excesos. Trazó las primeras líneas de un renovado liderazgo.
Para muchos, el enérgico comunicado de Villalobos tras los graves disturbios del 21 de mayo en Valparaíso —que le costaron la vida al trabajador municipal Eduardo Lara— refrendó la promesa del general director. Sin el filtro de asesores y bajo su sola convicción, la autoridad policial escribió por las redes sociales de la institución: “Basta ya de poner en tela de juicio a los carabineros. Nosotros ponemos el pecho a las piedras, las balas, los fierros y al final siempre encuentran un pero (…) Acá no falló la inteligencia policial. Al morir un trabajador—que es padre de un carabinero— por acciones de delincuentes, el que falla es el país, las familias que no ejercen su rol de autoridad para frenar a estos individuos que le perdieron el respeto a la vida”.
Villalobos corría un riesgo: defender acérrimamente a Carabineros sin importar si sus dichos podrían incomodar al gobierno.
el adn verde de villalobos
Bruno Arnoldo Villalobos Krumm es hijo de una profesora y de un coronel de carabineros. Hijo ilustre de su ciudad natal, Concepción, vivió su infancia bajo la crianza de una familia de uniformados. Cercanos al general dicen que es de esos carabineros que lleva en la sangre la institución.
Otro aspecto que destacan quienes lo conocen es que procura no dejar ningún espacio de duda sobre algún tipo de aprovechamiento del cargo. Es así como una de las primeras cosas que aclaró al asumir, en desayuno privado con la prensa, fue la situación de su hijo, doctor del mismo nombre, quien se desempeña como médico en el Hospital de Carabineros. Esa vez precisó que él había sido uno de los mejores alumnos de su generación y que por méritos propios quiso entrar al hospital institucional. Todo ello, para evitar suspicacias sobre algún tipo de nepotismo. No quería dejar ningún manto de sombra.
Su carrera ha estado marcada por diversos cargos, muchos de ellos de corte operativo y de inteligencia. Dentro de sus ascensos el más significativo fue cuando en septiembre de 2014, tras el bombazo en el subcentro de la estación de metro Escuela Militar, fue designado por la presidenta Bachelet como jefe de la nueva unidad de inteligencia. Ese hecho fue la primera señal de que él sería el sucesor del general Gustavo González, más aún con el antecedente de que Villalobos conocía muy de cerca a la mandataria desde que fue jefe de seguridad presidencial en su primer mandato. vilalobos

UNA ARENGA NECESARIA
“Menos mal que alguien está sacando la cara”, comentan miembros de la institución. En las filas de Carabineros hace tiempo se comparte un ánimo de cierta resignación y decaimiento ante lo que juzgan como una notoria falta de liderazgo en el alto mando en el último tiempo. Es una carencia que, para muchos, comenzó tras la muerte en 2008 del general Alejandro Bernales. Varios coinciden en que ninguno de sus sucesores —Eduardo Gordon y Gustavo González—, logró liderar con la misma efectividad. La vara con Bernales había quedado demasiado alta, y para muchos carabineros no resultó fácil sobreponerse a la tragedia.
Desde ese momento, comentan fuentes uniformadas, se comenzaron a formar bandos. Gordon y González, dicen las mismas fuentes, ejercieron mandatos más “políticamente correctos”. Con estilos más personalistas, ninguno logró siquiera acercarse a lo que Bernales infundió en sus dos años y medio al mando de la institución.
Por ello, la llegada de Villalobos y sus primeras señales, sirvieron como una inyección anímica al interior de Carabineros. Muchos uniformados se habían comenzado a resignar al ver cómo desde los mandos superiores no les prestaban el apoyo necesario. Más aún ahora que el ojo de la opinión pública está puesto constantemente en el actuar de la policía, principalmente en el terreno de las protestas callejeras, la situación se comenzó a tornar intolerable.
Un carabinero grafica así la situación: “hace unos años salíamos de la casa sin saber si volveríamos con vida; ahora tampoco sabremos si volvemos con pega”. Fiel reflejo, apuntan desde la institución, que evidencia lo que se instaurado como “la tesis de la inhibición”: la noción de que, ante disturbios que puedan significar críticas severas al actuar de la policía uniformada, los carabineros prefieren “dejar hacer” a los violentistas en una marcha. Fue lo que refrendó esta misma semana la presidenta Michelle Bachelet en una entrevista en radio Duna, cuando comentó que el caso de Rodrigo Avilés —el joven que estuvo con riesgo vital tras recibir un chorro directo de un carro lanzaguas el 21 de mayo del año pasado, lo que derivó en el despido del “pitonero”— pudo haber afectado la acción policial el sábado pasado.
Este panorama había comenzado a mermar las relaciones internas. Villalobos había aclarado desde un comienzo que, si bien respaldaría la labor de Carabineros, sancionaría los actos fuera de la ley. “La evaluación es permanente. Si en algún momento del ejercicio del mando se hace necesario efectuar cambios de funciones, no tendré inconvenientes en realizarlos. No le quepa duda que este general director tiene claro cómo ejercer su mando”, dijo el año pasado en una de sus primeras entrevistas.
Una de las prioridades tras asumir ha sido iniciar un proceso de recuperación de confianzas, diseñando un renovado plan de políticas internas para los carabineros y sus familias. Así también, ya está en avance el plan estratégico de la institución, que se orienta en cuatro áreas: integración comunitaria; excelencia operacional y coordinación interinstitucional; ética y profesionalismo; y calidad de vida y desempeño policial.
Una alta fuente de la institución dice que con Villalobos “se recuperó la motivación y el liderazgo que se había perdido. Ahora los carabineros ven a un general que tiene las riendas del carro y que ha demostrado que apoya los procedimientos policiales. Tiene un estilo criterioso, no visceral, y que ha impactado profundamente en todos los niveles, desde generales a cabos”.

LA INCOMODIDAD DE LA MONEDA
Villalobos se relaciona directamente con el ministro del Interior, Jorge Burgos, con quien mantiene un fluido diálogo. Su debut como director, sin embargo, no fue para nada fácil: ocurrió en plena crisis de los camioneros que querían pasar por La Moneda para protestar por la violencia de La Araucanía, en agosto del año pasado. El general fue ahí testigo privilegiado de la disputa Burgos-Aleuy. No fue el mejor recibimiento.
Hoy en La Moneda respetan el estilo de Villalobos, pero para algunos causa cierta incomodidad. Sus últimas intervenciones han sido calificadas como “poco usuales”, rayando el límite de declaraciones políticas. Incluso algunos en Palacio creen que su idea a futuro es incursionar en la política activa, algo que en el círculo cercano al general descartan de plano.
Desde la Subsecretaría del Interior apuntan algunos cuestionamientos, por ejemplo, en el retraso en la entrega del informe por el caso Avilés. Además, las principales disputas en ocasiones se dan en orden a las planificaciones, por ejemplo, de las marchas, donde muchas veces chocan temas operativos y políticos. Aunque en torno a las atribuciones, en La Moneda son claros en que Carabineros tiene que ceñirse a la ley, y que eso no significa estar atados de manos.
Con todo, en Palacio miran con cautela la arremetida de Villalobos. Aunque el general corre, hasta ahora, con ventaja: cuenta con el apoyo de Bachelet, y puede asumir los riesgos que tomó esta semana con su profunda y dura defensa institucional.

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