Por Javier Rodríguez Abril 19, 2016

Sergio Bitar partió hablando de la colaboración, no tan conocida, entre Nelson Mandela y Patricio Aylwin. Mandela salía de la cárcel, asumía la presidencia de Sudáfrica, y se veía enfrentado a una sociedad dividida, con heridas profundas, diferencias que se veían irreconciliables. Una historia que, al final, es la de muchos países. Sobre todo de aquellos catalogados de "en vías de desarrollo". Fue así como el gobierno de Madiba contactó al chileno para crear su propia comisión de Verdad y Justicia, tal como lo hiciera Aylwin al suceder a Augusto Pinochet como presidente en el retorno a la democracia. "Le hice el homenaje que merecía, como el hombre de Estado que fue, como la figura que condujo la transición con una inteligencia para avanzar progresivamente", dice Sergio Bitar, ex ministro en los gobiernos de la Concertación y activo colaborador del gobierno de Salvador Allende.

Bitar contesta el teléfono desde Estocolmo, Suecia, donde se encuentra presentando su libro “Transiciones democráticas: conversaciones con líderes mundiales”, escrito junto al académico Abe Lowenthal y que contiene la última entrevista en profundidad al fallecido ex mandatario.

Hecha a principios de 2012, Aylwin, acompañado de su hija Mariana, contestó a todas las preguntas de los entrevistadores, sin esquivar ningún tema. Fue una larga conversación -en la que incluso imitó varias veces a Pinochet, cuenta Bitar- que, una vez transcrita, fue revisada por el mismo ex presidente para su publicación final.

—En la entrevista él hace hincapié en que derrotó a Pinochet en su propio marco institucional. ¿Se sentía orgulloso al respecto?

—Más que orgulloso... Uno en las transiciones se va moviendo en los espacios de poder que tiene disponibles y va corriendo el cerco paso a paso, gradualmente. Él explica que no teníamos espacio más que para derrotarlo en su propia ley, en el plebiscito. No se pudo a través de la movilización social y se tomó la decisión de batir a Pinochet dentro de sus propias reglas y, a partir de ahí, ir ampliando los espacios de cambio posible. Ahí la frase de "en la medida de lo posible", que sirvió para ir avanzando gradualmente y, como él dice también, eso no quita que en la primera reunión con Pinochet él le haya pedido la renuncia. Pero no tenía la autoridad constitucional para hacerlo.

—El marco institucional lo limitaba. 

—Es que la idea era acumular el máximo de fuerzas político sociales para ir cambiando la institucionalidad impuesta por la dictadura. Reformándola, otorgando más poder a los ciudadanos e ir, progresivamente, creando más libertad.

—Otro tema que toca, donde lo interpela directamente, es cómo Aylwin logró convencer a ex adversarios suyos durante el gobierno de la Unidad Popular para colaborar con él. 

—En la UP, en ese período, estábamos con una carga ideológica que nos dividía. Al Golpe Militar una de las figuras importantes que nos aparecía como un factor que favoreció el golpe fue la DC, con Aylwin como una de sus figuras. Después de la dictadura, la izquierda cambia. Se cae el Muro de Berlín, mucha gente de izquierda pasa a la zona occidental, otros ya tenían una mirada más amplia de los cambios, y la Democracia Cristiana cambia. Se da cuenta de que ni le van a entregar el poder, ni que podrá sola derrocarlo, porque van a ser perseguidos igual. Entonces todos cambiamos, y ahí se produjo el reencuentro del que hace mención.

—Él se tachaba a sí mismo de pacifista, siempre se le destacó la prudencia como virtud. ¿Cree que alguien con otras características podría haber negociado así la transición con los militares?

—No hubo una negociación con los militares. Él tenía una forma suave, pero firme. Ese es un rasgo de su personalidad. La decisión de crear la Comisión de Verdad y Reconciliación fue una decisión tomada por él que describe en la entrevista, a pesar de que Pinochet le advierte que esto abrirá heridas, en una suerte de amenaza. Y fue un hecho histórico de la mayor envergadura para lograr democracia con justicia. Él tenía esa capacidad, una cualidad inicial, de aglutinar en torno a sí a todos, darles lugar a todos, pero imponiendo un criterio de viabilidad. No de posiciones conservadoras que no avanzaran ni extremas que se toparan sin cambios o generaran expectativas frustradas. Se rodeó de gente de calidad y da una señal de un futuro nuevo. En su período de gobierno él traza los rasgos que van a caracterizar a la Concertación durante sus veinte años. Un proceso gradual de reformas con mayoría política y con inteligencia para ir saltando los escollos que había dejado la dictadura y una oposición de derecha manejada por la UDI, con una ferviente pasión hacia Pinochet, que bloqueó el grueso de los proyectos. Hubo que actuar con mucha inteligencia.

—¿Para usted cuál fu su principal legado?

—Yo indico cuatro elementos que son constitutivos de lo que vino. Primero el reencuentro, la unidad de los chilenos y la unidad de las fuerzas democráticas. Segundo, democracia con justicia, verdad y derechos humanos, cuyo símbolo es la creación de la comisión de Verdad y Reconciliación. Tercero, el crecimiento con equidad. Que desde un comienzo se rompe con el modelo de la dictadura y se demuestra que se puede crecer con lucha contra la pobreza, con apertura internacional negociada, con infraestructura, con una política de inversión más fuerte de la que había, con educación, con equidad. Finalmente, el concepto constitutivo de su legado, de "avanzar en la medida de lo posible". Que al final era una contraposición de lo que se decía en la UP, de "avanzar sin transar". Ese juego fue muy importante. La transición chilena fue corriendo el cerco de lo posible. Hasta crear después una condición que permitió el surgimiento de una fuerza más amplia, como la Nueva Mayoría.

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