Por Juan Pablo Sallaberry Octubre 6, 2015

El domingo 27 de septiembre la Cancillería chilena informó a la prensa que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, había tenido ese día una “animada y muy positiva” conversación telefónica con la presidenta Michelle Bachelet para preguntarle por el terremoto de Coquimbo y sobre “algunos puntos pendientes del TPP”.

Un artículo de The New York Times informaba que las principales trabas provenían del gobierno de Chile por el tema de las patentes farmacéuticas

Lo que no se dijo entonces es que Obama estaba realizando gestiones directas con los países que negocian el Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica para intentar salvar la iniciativa. Dos días antes, el 25 de septiembre, había tenido la misma conversación con el presidente de Perú, Ollanta Humala, y el 23 de septiembre el contacto telefónico fue con el de México, Enrique Peña Nieto, a quien le dijo que había que asegurar que ambos países siguieran como líderes de la economía global y llevar el TPP a una “rápida conclusión”, según señaló un comunicado de la Casa Blanca.

Estados Unidos tenía prisa. La última ronda de negociaciones del 31 de julio entre los 12 países miembros, que se realizó en Hawaii y que prometía ser la decisiva, resultó un fracaso según la prensa especializada. Un artículo de The New York Times informaba que las principales trabas provenían del gobierno de Chile por el tema de las patentes farmacéuticas, así como de Australia y Nueva Zelandia por la comercialización de los productos lácteos.

Al telefonozo de Obama a Bachelet se sumaron otros gestos como que ambos coincidieron en una misma mesa en la Asamblea General de la ONU, o la visita del secretario de Estado, John Kerry a Chile, para participar en el encuentro Nuestro Océano, y quien ayer se reunió con la Mandataria.

Chile había estado en las conversaciones del TPP desde el inicio en lo que se anuncia como la mayor zona de libre comercio conocida hasta ahora en el mundo, que representará un 40% de la economía mundial y se promueve como “el mayor acuerdo del siglo XXI”. El gobierno de Sebastián Piñera fue uno de los impulsores más entusiastas y trató de cerrarlo varias veces sin éxito. Sin embargo, la nueva administración de Bachelet quitó el pie del acelerador y en su programa de gobierno dijo que había que bajar la urgencia y revisar con detalle sus alcances e implicaciones para que no afectara los intereses de Chile, sobre todo en lo que se fijara en materias de propiedad intelectual y nuevas restricciones medioambientales y de regulación financiera, que pudieran generar desventajas competitivas. Los actuales ministros de gobierno, Carlos Furche y José Antonio Gómez, eran de los más críticos y argumentaban que Chile ya tiene acuerdos de libre comercio con los otros 11 países por lo que no era clara la pertinencia de este nuevo documento.

Por eso una de las condiciones fue terminar con la cláusula de estricto secreto que Estados Unidos había impuesto a las negociaciones y se permitió que, tal como en otros tratados de libre comercio, se abriera una “habitación de al lado”, esto es la posibilidad de ir informando algunos de los aspectos de las tratativas a grupos de interés de cada país. Así Direcon (la Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales) tuvo en el último año y medio más de 50 reuniones con instituciones y grupos empresariales, aunque aún el acuerdo es desconocido por la ciudadanía, las ONGs y la mayoría de los parlamentarios quienes deberán ratificar el acuerdo en el Senado.

Al telefonozo de Obama a Bachelet se sumaron otros gestos como que ambos coincidieron en una misma mesa en la Asamblea General de la ONU, o la visita del secretario de Estado, John Kerry a Chile, para participar en el encuentro Nuestro Océano, y quien ayer se reunió con la Mandataria.

La ronda final de negociaciones se realizó la semana pasada en Atlanta (de la treintena de encuentros sólo uno se realizó en Santiago, y una decena de Estados Unidos).

Según relató en La Tercera, Andrés Rebolledo, director de Direcon, en la última ronda quedaba por resolver normas para el sector automotor, lácteos y medicamentos y tuvieron que extender las conversaciones que inicialmente terminaban el viernes, pero que finalmente el gobierno chileno quedó satisfecho al mantener las patentes farmacéuticas con un plazo de 5 años y no los 12 que pedía Washington. A su juicio, el provecho para Chile del TPP es que “vamos a tener una ganancia con la rebaja arancelaria de productos agroindustriales con los países con los cuales estos temas quedaron excluidos de los Tratados de Libre Comercio, por ejemplo, Japón, Canadá y Vietnam donde mejoramos nuestra posición”.

Para los especialistas y la prensa internacional, el principal éxito de Estados Unidos es mantener un liderazgo económico y reglas de común acuerdo en el comercio del Asia Pacífico contrarrestando el poder de China, potencia que es el principal socio comercial de Chile, pero que no participa del TPP.

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