Por Juan Andrés Quezada Julio 2, 2015

"Estamos en una crisis muy profunda que se desencadena en el 2013 con el conjunto de acontecimientos que se produjeron durante el gobierno de Piñera, y que se expresaron en las elecciones presidencial y parlamentaria de ese año, donde perdimos un millón y medio de votos".

Admirador del estratega británico Winston Churchill, Andrés Allamand tiene delineado el escenario electoral de cara a las elecciones municipales del próximo año y también de las presidenciales del 2017. Ganar ambas batallas es factible, dice el senador de Renovación Nacional, pero para ello se requiere, explica, aglutinar a todas las fuerzas de la centroderecha e independientes desilusionados de este gobierno en una gran plataforma o partido único.

–¿Por qué un partido nuevo?

–Por el cambio en las reglas electorales. El sistema binominal promovía dos fuerzas principales y, al interior de éstas, dos partidos principales. La lógica del sistema proporcional es muy distinta: paradojalmente, por inducir a la fragmentación, premia la cohesión. En segundo lugar, porque las actuales identidades de los  partidos de la centroderecha están muy deterioradas y su imagen como Alianza, por los suelos. Otro punto, es que la lógica de las coaliciones es la competencia interna entre los partidos que la integran y hoy, frente a la situación del país, no es razonable gastar ningún esfuerzo “para el lado”. A la ciudadanía le interesa vernos empleando toda su energía en frenar la “retroexcavadora”, construyendo una plataforma alternativa, y le importa muy poco el perfilamiento individual de los grupos que participen en tal tarea. Y en cuarto lugar, nuestro futuro pasa por la capacidad por atraer a nuevas personas y hoy nadie puede entrar directamente, sino sólo a través de los partidos. Por todo esto creo que si no se reagrupa ahora, la centroderecha va al despeñadero. Es más, sin unidad, nuestra derrota será peor que en el 2013.

–Su compañero en el Senado, Manuel José Ossandón, dice que “los chilenos deben perder el miedo a decir soy de derecha”… 

–La izquierda ha logrado, desde hace muchos años, estigmatizar a la derecha y, en ese sentido, Ossandón tiene razón. Por ello, hay que darle un contenido a nuestro sector o recuperar contenidos que nunca debió perder. Por ejemplo, la centroderecha debe establecer una muralla china con los conflictos de interés. No es cierto, como decían en el gobierno anterior, que los conflictos de interés no existan. La derecha tiene que cortar con el financiamiento proveniente de grupos económicos y estar a favor –y así lo he planteado desde hace 21 años– del financiamiento público de la política. La derecha también tiene que cortar de raíz toda mirada complaciente con los abusos.

–Justamente, el ex presidente Piñera se encuentra organizando reuniones con intelectuales para encontrar un “relato” a un futuro gobierno de centroderecha que logre atraer a los chilenos.

–Con Sebastián Piñera tenemos plena coincidencia en que la centroderecha requiere un nuevo relato. Yo sostengo que ese relato tiene que tener calle, como le gusta decir a mi amigo Manuel José Ossandón, y tiene que tener academia. El mundo de la realidad y el de las ideas no pueden ser compartimentos de estanco que nunca se rozan. La nueva plataforma no sólo debe agrupar a los actuales dirigentes de los partidos, también debemos terminar con un distanciamiento de más de medio siglo con el mundo de los intelectuales.

–Hoy existen muchos intelectuales de derecha…

–Desde los años 60, y estamos hablando de medio siglo, se produjo un divorcio entre la acción política de la derecha y sus intelectuales. ¿Por qué Héctor Soto, Arturo Fontaine, Lucía Santa Cruz, Harald Beyer, Óscar Godoy, David Gallagher y Joaquín Fermandois, por nombrar sólo algunos, nunca militaron en ningún partido? A la inversa, los José Joaquín Brunner, Eugenio Tironi y más recientemente Fernando Atria, sí se involucraron en sus partidos y ejercieron no sólo una influencia intelectual, sino una gran influencia política. Los nuestros no lo han hecho o porque no quisieron o porque  en los partidos no los hemos sabido recibir. En la derecha hoy vivimos una paradoja. Nunca hemos tenido más centros de estudios, investigadores tiempo completo, superávit de papers y sin embargo todos coinciden en que nuestras ideas, en los últimos tiempos, han ido sistemáticamente retrocediendo en la sociedad.

–A su juicio, ¿por qué existe esta paradoja?

–Porque en la centroderecha no hay una correa transportadora de ida y vuelta entre el mundo de las ideas y el mundo de la política. Si uno revisa los columnistas de cualquier diario advierte que los de centroizquierda –sin excepción– militan y ayudan a sus partidos; los nuestros son todos “independientes” y muchas veces se ensañan con ácidas críticas hacia la propia centroderecha. Yo soy amigo de varios y siempre les digo: meter penales desde la galería es muy fácil; en la cancha siempre es difícil. La pregunta es muy simple: ¿Quién es el Tironi de la centroderecha? ¿Quién es el Brunner? ¿Quién es Atria?

–¿Estaría dispuesto a liderar el partido único?

–Estoy dispuesto a ayudar, pero no a protagonizar, porque creo que esa es una tarea que deben realizar los presidentes de los partidos o dirigentes que no hayan estado en la primera línea, porque objetivamente los que hemos estado adelante generamos anticuerpos, tenemos muchos adherentes, pero también detractores. Mi idea es un partido único, pero perfectamente puede haber etapas intermedias, podemos tener una coalición, una federación, pero hay poco tiempo para hacerlo, porque tenemos sobre nosotros la espada de Damocles de la reinscripción.

–¿Pero podría resultar un error juntar en un solo conjunto a tantas personas que piensan diferente, me refiero  a los temas valóricos, por ejemplo?

–No se trata de cambiar la forma de pensar, se trata de cambiar la forma de convivir. La centroderecha debe ampliar sus puntos de vista y asumir la diversidad de la sociedad, partiendo por ella misma. Cuando presenté el AVP hace cinco años, la gran mayoría de los dirigentes de la UDI y RN lo rechazó. Durante el gobierno anterior, nadie lo impulsó. Hoy todas las reformas del gobierno de Bachelet tienen un alto rechazo ciudadano salvo una: el AVP, rebautizado como unión civil. En Inglaterra, David Cameron, que ganó por gran margen su reelección, afirma que apoya el matrimonio homosexual no pese a ser conservador, sino porque es conservador. En Irlanda un plebiscito fue favorable al matrimonio gay. Y la semana pasada, la Corte Suprema lo legalizó en todo Estados Unidos. ¿Y la centroderecha chilena va a seguir votando en contra de las uniones civiles?

CONTRA EL TIEMPO

Al hablar sobre su sector, Andrés Allamand pone una línea divisoria en el 2010, cuando lograron llegar a La Moneda con Sebastián Piñera, gobierno en el que él fue ministro de Defensa. Dice que de ahí en adelante comenzó una descomposición que continúa hasta ahora.

–Tengo una visión positiva de lo que hizo la centroderecha hasta el 2010. Fuimos un engranaje clave para la transición, fuimos oposición constructiva que ayudó a que al país le fuera bien y tengo el convencimiento de que el período 1990-2013 son lejos los mejores de Chile. Creamos partidos institucionalizados, ganamos terreno en todos los sectores de la sociedad, consistentemente nuestro umbral electoral estuvo arriba del 40%, algo que pocas centroderechas en el mundo pueden exhibir, disputamos las últimas cuatro elecciones presidenciales en segundas vueltas muy reñidas, salvo la última, y ganamos el gobierno después de medio siglo. Sí creo que estamos en una crisis muy profunda que se desencadena en el 2013 con el conjunto de acontecimientos que se produjeron durante el gobierno de Piñera, y que se expresaron en las elecciones presidencial y parlamentaria de ese año, donde perdimos un millón y medio de votos; nuestra posición parlamentaria quedó en la irrelevancia, ya que los quórums calificados quedaron en manos del gobierno y el virus de la dispersión nos atacó muy  duramente.

–¿Qué pasó tras el segundo triunfo de Bachelet?

–No hicimos la reflexión autocrítica que era indispensable. Pero eso es historoa, la centroderecha tiene un diagnóstico compartido: necesita una nueva plataforma. Si no nos reagrupamos estaremos a poco andar muertos en vida. Hoy tampoco podemos cometer el mismo error que cometimos en el gobierno anterior, cuando pensamos que, con un buen manejo económico, íbamos a obtener un triunfo político. Hoy estamos a punto de cometer un nuevo error, que es decir “la Nueva Mayoría lo está haciendo tan mal, que sin hacer nada, vamos a ganar”.

–Su radiografía del sector es dramática...

–Es que estamos en el peor de los mundos. Como Alianza no existimos. No somos una coalición, no somos una federación, no estamos trabajando con eficacia para tener una plataforma que pueda ser la base de un nuevo partido. Ni siquiera tenemos un vocero común. Y estamos atrapados en algo que yo llamo una inercia suicida. Todos los dirigentes, partiendo por los presidentes de los partidos saben que no podemos seguir así y están bien inspirados, pero persiste un bloqueo paralizante.

–¿Cuáles son las razones de esta paralización?

–Hay adversarios abiertos y adversarios larvados: hay quienes creen que es posible recuperar los partidos tradicionales, es decir,  piensan que estamos en el gobierno de Aylwin. En el fondo son los ilusos del camino propio. El prestigio y las marcas de los partidos, sobre todo de RN y la UDI, están muy mal. Hay otro grupo que sigue pegado en antiguas diferencias y argumentan que los conflictos de RN y la UDI van a existir siempre y no se podrán superar. Tercero, existe el síndrome de preferir ser “cabeza de ratón  antes que cola de león”, lo que se explica por sí mismo, y ahora último hay un cuarto grupo que cree que mientras la UDI no resuelva los problemas judiciales que afectan a sus dirigentes, es imposible hacer ningún esfuerzo unitario.

–¿Por qué tanto sentido de urgencia en crear esta nueva plataforma?

–Porque se nos está acabando el tiempo político. El próximo año, a esta fecha, el destino de la municipal ya va a estar jugado, porque en Chile el resultado de la elección municipal condiciona  el de la presidencial. La derecha está tan miope que no se da cuenta que tenemos menos de un año, porque las primarias legales para elegir los candidatos a alcaldes están previstas para junio de 2016. Antes de eso, hay dos eventos importantes: el próximo 30 de octubre se congela el actual esquema partidista. Los que son militantes ya no pueden cambiar ni abandonar el partido en que están inscritos, y muchos alcaldes están pensando seriamente en renunciar a sus colectividades y presentarse como independientes o, aún peor, en formar partidos regionales que con la actual ley son muy fáciles de inscribir. El segundo evento es el proceso de reempadronamiento, que es una de las medidas que el gobierno acogió de la Comisión Engel. Y el incentivo es muy claro: sin reempadronamiento no hay financiamiento estatal. Si los partidos se reinscriben por separado, se evaporará la posibilidad de la unidad por mucho tiempo.

–¿Por qué?

–¿Qué va a pasar cuando a una ciudad lleguen el lunes los dirigentes de la UDI, el martes los de RN, el miércoles los de Evópoli y el jueves el PRI, todos a reinscribir,  en muchos casos, a la misma gente? Me temo que muchos se quedarán en su casa y no se inscribirán en ninguno o aparecerán una infinidad de partidos regionales, o incluso partidos solo en las grandes ciudades de las regiones para impulsar campañas de candidatos a alcalde. Con la nueva ley, aprobada por el gobierno, tras el pacto con Amplitud para cambiar el sistema electoral, por ejemplo en la VIII Región se podrá constituir un partido con 2.000 firmas. Candidatos a alcalde con apoyo juntan esa cantidad de firmas en Concepción, Chillán o Los Ángeles sin mayor problema.  El resultado será, más allá de lo electoral, muy malo: caudillos poderosos, gobernando ciudades y dueños de sus partidos.

–¿Cómo ve el escenario electoral postmunicipales?

–El escenario presidencial se está dibujando con claridad. Vamos a tener una elección con cuatro candidatos. Uno de la centroderecha, uno de la Nueva Mayoría, Andrés Velasco –que en esta oportunidad no va a participar en las primarias ni de la centroderecha ni de la Nueva Mayoría– y ME-O. Ahora, si ME-O termina siendo aceptado en la Nueva Mayoría como la única carta capaz de ganar la elección presidencial, creo que también va a haber cuatro candidatos: el de la centroderecha, Velasco, un candidato DC, que será Ignacio Walker,  y ME-O.

–¿Cuánto lo podría afectar su vinculación con SQM?

–Él tendrá que dar sus explicaciones. En alguna oportunidad, el destino político de Velasco pareció clausurado y, sin embargo, no fue así. Yo no puedo calibrar cuál va a ser el avance de los procesos judiciales ni tampoco cuál va a ser la reacción de la opinión pública frente a los hechos que vayan apareciendo en esos procesos. Por eso es que, al día de hoy,  sostengo que habrá al menos esos cuatro candidatos. Si Enríquez-Ominami compite dentro de la Nueva  Mayoría, la política de alianzas de la centroderecha tiene que ser aún más amplia y debe necesariamente incluir a la DC en la segunda vuelta.

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