Por David Muñoz Junio 25, 2015

© Hernán Kirsten

"Sin crecimiento, el gobierno simplemente no puede allegar los recursos que necesita para implementar su programa. Se puede poner en riesgo la propia continuidad en el tiempo de nuestra reformas", dijo el ministro de Energía, Máximo Pacheco, en el  comité central del PS.

La política ha comenzado a contaminar la economía”. Aunque varios de los presidentes de partido de la Nueva Mayoría escucharon la frase del ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, la noche del domingo pasado en Tolerancia Cero, no les era completamente ajena. La habían oído varias veces en las últimas semanas. La primera, el lunes 8 de junio, en el comité político de La Moneda.

El ánimo no era de los mejores esa mañana en Palacio. En la tradicional cita que cada lunes convoca a los ministros políticos (Interior, Segpres, Segegob y Hacienda) con los jefes de partido, había una silla vacía: Jorge Insunza había renunciado la tarde del domingo a la Segpres.

Tras un breve análisis del episodio, que terminó por reavivar la crisis desatada tras la salida del ministro del Interior Rodrigo Peñailillo, el jefe de las finanzas públicas pidió la palabra.

Lo que vino después fue sólo el comienzo. Un discurso, que calculan duró unos 20 minutos, fue la confirmación certera para los dirigentes de que el nuevo gabinete —aunque golpeado ese día por la salida de Insunza— venía a poner la pelota contra el piso.

La crisis política derivada de las investigaciones sobre financiamiento irregular de campañas, las disputas partidarias, y el descrédito generalizado de la política golpeaban directamente a la economía del país. Ese fue su diagnóstico, según varios de los presentes. Y agregó: problemas de confianza, incertidumbre y ansiedad también tenían que ver con el tranco de las reformas. Aunque dijo que los cambios están financiados, señaló que había que manejar el tema de la “las expectativas”, y que había que poner “bordes”. También les hizo un emplazamiento: ustedes, los políticos, tienen que hacerse responsables, advirtió.

Las palabras de Valdés sorprendieron no sólo por la crudeza, sino por la claridad con que expuso, apoyado en estimaciones y proyecciones económicas. Reflotó los dos últimos registros del IMACEC (Índice Mensual de Actividad Económica) que se ubicaron debajo del 2%, y recordó que el PIB potencial que mide los déficits estructurales y capacidad de crecimiento es menor de lo que se esperaba (se hablaba de 4,5% hace un año y hoy se habla de 3,5%) por una productividad que, a su juicio, permanece estancada y los efectos de una contracción de la inversión.

Cifras conectadas con el nuevo factor: si bien hasta ahora la desaceleración económica el gobierno la atribuía a problemas externos, la realidad interna pesabamás que nunca. El desequilibrio provocado por la crisis política ahuyentaba a los inversionistas, y el gasto público ya estaba disparado y comprometido, disminuyendo la billetera fiscal. Tanto así, que, según transmitió el jefe de Hacienda, ya no existe espacio para improvisar: los recursos para solución de conflictos, catástrofes y otras crisis se habían agotado.

Quedaba, según su diagnóstico, ordenar la agenda, priorizar, quizás, recortar.

LA PRÉDICA EN EL DESIERTO

Un par de horas después de su mensaje al comité político, el ministro Valdés inició una especie de peregrinaje, como si se tratara de un predicador en busca de seguidores. Según quienes lo conocen, estaba consciente que los jefes partidarios se tomarían su tiempo para digerir la información revelada. Lo que ahora venía era el proceso de convencimiento, tarea cuesta arriba por la resistencia oficialista a dar pie atrás en el programa de gobierno. Pero Valdés actuaba sobre seguro. Su misión ya contaba, según fuentes de Palacio, con la venia de la presidenta y el respaldo pleno del ministro del Interior, Jorge Burgos.

Ese mismo día aprovechó el almuerzo con los diputados y senadores de las comisiones de Hacienda -que también se realiza sagradamente todos los lunes en Teatinos 120- para transmitirles el mismo mensaje. Más tarde, utilizó también una cita que habían solicitado un grupo de diputados PS para tratar la crisis hospitalaria. La reunión fue por momentos tensa. El ministro, según los presentes, sinceró sus aprensiones.  Al día siguiente se trasladó al Congreso en Valparaíso donde hizo una ronda con diputados PPD y asistió al almuerzo de senadores de la Nueva Mayoría, y una semana después siguió con diputados PC y senadores DC.

Hasta ahí, la cruzada se mantenía en el ámbito privado. Días después el ministro tenía que enfrentar a los principales empresarios del país en el foro ICARE, donde entregó el mensaje entre líneas.

Aunque mantuvo decididamente el compromiso del gobierno por llevar adelante las reformas, introdujo públicamente el problema del crecimiento. “ Sin crecimiento, el fisco se queda sin plata”, advirtió, aunque hizo la prevención de que no compartía la idea de que para crecer había que “olvidarse” de las reformas. El mensaje inicial estaba calando con matices al interior del oficialismo. Por esos días, tuvo otro encuentro, con menos publicidad, que marcaría un antes y un después. En el Senado sostuvo una larga conversación con la senadora Isabel Allende, quien se preparaba por esos días para enfrentar su primer cónclave partidario como presidenta del PS en el comité central del sábado 20 de junio.

SI NO HAY CRECIMIENTO...

El discurso de poco más de 15 minutos con que se inauguró el pleno del comité central del PS hizo que gran parte de la audiencia, atiborrada de militantes de base, dirigentes regionales, parlamentarios y tres ministros de Estado, se miraran entre sí. La senadora Isabel Allende, en su primer cónclave, había bajado una línea un tanto incómoda.

“Tenemos que tener el coraje de decir que con las actuales condiciones económicas no le será posible (al gobierno) hacer todo lo que hubiésemos querido, y vamos a tener que priorizar e implementar gradualidad (…) hay que ir sincerando lo que podemos hacer ahora y lo que vamos a postergar”, afirmó.

Hubo múltiples lecturas. Algunos celebraron la ofensiva de Allende, pues demostraba que el PS, al ser el partido de la presidenta Bachelet, había aprendido de los errores del pasado actuando con responsabilidad en tiempos de crisis.

Los sectores más progresistas no lo vieron así. Interpretaron que el discurso de Allende significaba un triunfo de las visiones más “conservadoras”. Incluso, varios se aventuraron con una influencia directa del vicepresidente, Camilo Escalona, cuestión que desvirtúan cercanos a la presidenta del PS.

Lo cierto es que, según otras fuentes consultadas, la senadora preparó el discurso con un grupo reducido de colaboradores más cercanos, entre los que se cuentan el secretario general del partido, Pablo Velozo, el analista político Ernesto Águila, e incluso habría participado el director ejecutivo de TVN, Ricardo Solari, uno de los principales aliados de la senadora en su candidatura a presidir el partido. Consultado al respecto, en todo caso, el ex ministro negó haber participado en dicha tarea.

Otra interpretación a la ofensiva de Allende que se levantó al interior del partido apunta a sus aspiraciones presidenciales: la senadora habría optado por mostrar moderación y sensatez en su discurso, en lo que también se cree es un mensaje directo hacia el mundo empresarial.

Si parte de la militancia PS se vio sorprendida por este giro de Allende, el discurso, minutos después, del ministro de Energía, Máximo Pacheco, dejó en shock a gran parte de los dirigentes PS. Pacheco aclaró, de entrada, que no hablaba como ministro de Energía, sino como integrante del Comité Económico de ministros, y abrió su discurso diciendo que “lo que viene en economía no es promisorio”.

Con un diagnóstico aún más agudo que el titular de Hacienda, el ministro socialista dijo que “sin crecimiento, no hay reformas posibles”. “Sin crecimiento, el gobierno simplemente no puede allegar los recursos que necesita para implementar su programa. Sin crecimiento no hay creación de empleo y se puede poner en riesgo la propia continuidad en el tiempo de nuestras reformas”. Pese a que estas palabras generaron un intenso debate, finalmente el comité central resolvió aprobar una declaración alineada con el discurso de Allende.

EXPECTATIVAS A LA BAJA

Con la posición de Allende y el PS en la mano, Valdés llegó este lunes pasado al comité político con la idea de sellar definitivamente su estrategia. Se encontró, eso sí, con una fuerte oposición del propio presidente de su partido, el senador Jaime Quintana. A su frase de que la política contaminaba a la economía —que había dicho en Tolerancia Cero y que volvió a repetir esa mañana—, Quintana respondió dándola vuelta y vaticinando que si el gobierno se ve impedido de cumplir sus promesas de campaña, la economía contaminará a la política con el riesgo de perder las próximas elecciones. Le planteó que lo que acababa de acontecer era un cambio de rumbo difícil de explicarles a los electores.

A esta oposición se sumaron el presidente del PC, Guillermo Teillier, y del MAS, Alejandro Navarro.

“De esta discusión en ningún momento se desprende que tengamos que dejar de cumplir con las reformas que están comprometidas”, apuntó Quintana. La presidenta convocó ese mismo lunes a un consejo de gabinete para el día siguiente en el que hizo suyo el mensaje de Valdés. En la cita, llamó a sus ministros a redefinir las prioridades de sus carteras, mientras que señaló que se mantiene el “compromiso irrenunciable” con las tareas de gobierno, pero que “vamos a discutir la mirada de los recursos con que contamos y cómo priorizamos”.

La gran duda que quedó dando vueltas es qué se va a priorizar. Varios dirigentes de la Nueva Mayoría especulaban a partir de declaraciones de la propia senadora Allende. "Cuando hablo de priorizar, significa que evidentemente se le va a poner más énfasis a reformas que considere más sustantivas; como son a mi juicio educación y laboral, y otras tendrán que esperar", dijo el lunes en radio Cooperativa.

Con ello todos apuntan que la nueva Constitución podría pasar al congelador, precisamente por la incertidumbre que genera.

"Todo esto no significa descuidar los cambios principales, pero sí es importante avanzar a un ritmo coherente y también quizás más importante, contener expectativas que están fuera del marco de lo que se ha acordado", sentenció tras el consejo de gabinete el ministro de Hacienda, como si fuera mediocampista que pone la pausa en medio del terreno de juego.

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