Por Juan Andrés Quezada Mayo 14, 2015

“Si el PC ingresa al gobierno, yo me voy para la casa”, señaló Jorge Burgos, en una entrevista en Qué Pasa, el 4 de noviembre de 2008. Siete años después, el actual ministro del Interior no sólo deberá liderar un gabinete con dos ministros comunistas, sino que enfrentar la presión del PC para cumplir con el programa.

Ya casi se le acababa el plazo, cuando la presidenta Michelle Bachelet llamó a Jorge Burgos el domingo en la tarde para ofrecerle ser su ministro del Interior. Éste aceptó de inmediato, sin poner condiciones, y agradeció la confianza.

Fiel a su estilo frontal y directo, el jefe del gabinete llegó a La Moneda pisando fuerte y marcando diferencias con su antecesor, Rodrigo Peñailillo. Dijo que no le gustaban las retroexcavadoras y que valoraba el sentido de la “prudencia” en la política. Sus palabras fueron celebradas por la centroderecha y los empresarios, pero cuestionadas por sectores de la Nueva Mayoría. Justamente de su relación con los sectores de la izquierda del bloque de gobierno dependerá el éxito de Burgos, pero también de otros factores. Entre ellos, uno principal: la relación que tendrá con la mandataria.

A pesar de que tienen algunos amigos en común, como Carlos Mackenney y Francisco Vidal, la presidenta no posee una relación de amistad y de confianza con el abogado DC, como la tenía con su antecesor.

FRENO DE MANO A LA RETROEXCAVADORA
“Entró pegando en las canillas”, fue uno de los comentarios que se escuchó entre los miembros de la directiva del PPD, que se reunían en el patio de los Cañones cerca de las seis de la tarde del lunes. Burgos llevaba pocas horas en su nuevo puesto y mostraba sinceridad absoluta. Esa tarde había sido ovacionado por el consejo nacional de su partido, cita tras la que lanzó una bomba: “A mí no me gustan las retroexcavadoras porque andan para atrás y creo que este país necesita ir hacia adelante”.

El ministro hacía alusión al término acuñado hace un año por el presidente del PPD, Jaime Quintana, donde señalaba que el gobierno de Bachelet y la Nueva Mayoría habían llegado a La Moneda a “destruir los cimientos del modelo neoliberal de la dictadura”. Los dirigentes PPD se enteraron de sus palabras justo antes de entrar a hablar con él, en lo que sería su primera reunión política. “Los ministros no están para comentar metáforas”, dijo Quintana antes del encuentro. Aunque cordial, la cita fue más tensa de lo que se esperaba. El presidente del PPD, el senador Guido Girardi, el presidente de la Cámara, Marco Antonio Núñez, y el secretario general del partido, Óscar Santelices, reconocieron el nuevo terreno que pisaban y advirtieron al ministro que el PPD no sería “cómplice de pausas” en las reformas. Burgos, en tanto, insistió en su tesis inicial sobre la necesidad de conversar y dialogar. De hecho, al día siguiente, puso paños fríos: “Tiene toda la razón (en alusión a la respuesta de Quintana), los ministros estamos para tratar de gobernar”. Pese a ello, el análisis de que su llegada a Interior significa una “moderación” del programa se instaló con fuerza en los partidos más a la izquierda del bloque, idea que es reforzada desde la propia DC. “La señal con Burgos es que se acabó, se enterró, el infantilismo progresista, en la DC habíamos soñado con esto, con un giro al centro”, dice un dirigente del partido.

En el PS también tomaron nota del nuevo escenario. Aunque estaban golpeados por la pérdida de dos ministerios, el martes el almuerzo de los diputados se transformó en una catarsis: no sólo sentían que habían sido castigados por Bachelet (la salida del vocero de gobierno, Álvaro Elizalde, fue la más resentida), sino que advertían que las señales de La Moneda podían significar un “freno de mano” al tranco reformista. De inmediato los diputados acordaron pedirle una cita al ministro Burgos . El miércoles, el nuevo vocero, Marcelo Díaz, fue el que asistió al almuerzo con sus ex compañeros de bancada, quienes no dudaron en enviar el mensaje a Palacio. La cita lejos de despejar las dudas, mantuvo las aprensiones en el mundo de izquierda.

SENTIMIENTOS ENCONTRADOS EN LA DC

Aunque mayoritariamente, entre la dirigencia y la militancia, la designación de Burgos fue celebrada como si fuera un gol en el primer minuto del segundo tiempo, su arribo a Interior desató sentimientos encontrados en buena parte de la colectividad. Apenas su nombre fue mencionado por Bachelet había una verdad ineludible al interior de la falange: no existía la posibilidad de que el presidente de la DC, Jorge Pizarro, hubiera influido en su nombramiento.

El contraste de varias fuentes consultadas confirmó esta realidad. Todos apuntan más bien a los mensajes que a partir del jueves de la semana pasada, apenas conocida la decisión de la presidenta de pedirle la renuncia a sus ministros, comenzó a enviar hacia La Moneda el saliente jefe de la DC, Ignacio Walker. Dicen las mismas fuentes que la influencia del senador DC fue determinante no sólo en la designación de Burgos, sino que en la permanencia de los ministros de su partido. El caso más emblemático fue la ratificación del ministro de Obras Públicas, Alberto Undurraga, quien había sido flanqueado por los aportes de Penta a la fundación Ciudad Justa, entidad que dirigió antes de convertirse en secretario de Estado, situación que lo ponía como candidato a salir del gobierno.

El ministro del MOP era, hasta la inclusión de Burgos, uno de los más cercanos a Walker en el gabinete. Es historia conocida la amistad y complicidad política de más de 40 años entre el nuevo titular de Interior y el ex presidente DC, por lo que su designación resultó ser un duro golpe para Pizarro, quien quedó en una compleja posición. Sin juego de piernas para aportar al ajuste ministerial (su carta para el comité político era el diputado Aldo Cornejo), el presidente de la DC debe interactuar en el gobierno con su antítesis al interior de la DC. Burgos y Walker siempre estuvieron en veredas opuestas  al senador por Coquimbo, tanto así que este último lideró la llamada “disidencia”, creada en el primer periodo de Walker al frente de la DC, mesa en la que Burgos era su  vicepresidente.

La relación entre el ahora jefe del gabinete y el presidente del partido es tan fría, que incluso tras la ceremonia en el salón Montt Varas, Pizarro intentó un gesto de abrazo que fue resistido por el recién jurado ministro.

Escenario que también es un problema para este último: su propio partido es un hervidero precisamente por lo debilitado en que se encuentra el liderazgo de Pizarro, golpeado por la situación judicial de sus hijos Sebastián y Jorge, vinculados a pagos de SQM. Al interior de la DC señalan que su permanencia al frente de la mesa sería insostenible si sus hijos llegaran a ser formalizados. El problema para el ministro del Interior es que necesita firmes aliados, justo cuando desde los partidos de izquierda acusan un “giro hacia el centro” con su llegada.

PC EN ALERTA
“Si el PC ingresa al gobierno, yo me voy para la casa”, señaló Jorge Burgos en una entrevista en Qué Pasa, el 4 de noviembre de 2008, en pleno primer gobierno de Bachelet. Por esos días, Burgos había reemplazado a Soledad Alvear, quien había renunciado a la presidencia del partido, y se oponía en forma tajante a la posibilidad de realizar un pacto electoral con el PC para enfrentar las elecciones parlamentarias del 2009. “Es tan legítimo un acuerdo instrumental con RN como con el PC”, señaló el entonces diputado.

Siete años después, el actual ministro del Interior no sólo deberá liderar un gabinete con dos ministros comunistas, sino que enfrentar la presión del PC para que desde La Moneda se impulsen las reformas del programa de Bachelet, especialmente la convocatoria a una asamblea constituyente. Justamente esta fue una de las conclusiones adoptadas en la comisión política de la colectividad realizada la noche del martes y a la que asistieron los ministros Marcos Barraza y Claudia Pascual (Sernam).

En la misma reunión el partido analizó el cambio de gabinete y lamentó la salida de Peñailillo, a quien consideraba un aliado en el gobierno y que defendieron hasta el final.

Pero quizás la resolución más importante adoptada esa noche -y que quedó por escrito- fue convocar a un pleno del comité central para definir la postura del PC en esta nueva etapa del gobierno.

Por lo pronto, buscarán influir en el mensaje presidencial en temas como el mejoramiento de la atención en salud, la calidad del transporte y resolver el problema indígena.

“El PC se encuentra a la espera, en alerta”, señala un dirigente cercano a Guillermo Teillier.

EL FLAGELO DE LA AC
“Más allá de las personas, me importa el énfasis en las políticas de gobierno (…) Debe haber una propuesta muy potente  y eso es una nueva Constitución por medio de una asamblea constituyente”. Apenas se conocieron los nombres del comité político, Girardi mencionó la necesidad de reponer el debate sobre una Asamblea Constituyente (AC). Si bien siempre ha sido defensor y promotor de dicho mecanismo, desde que la Nueva Mayoría arribó a La Moneda y durante 2014 había optado por un bajo perfil y un respaldo irrestricto al gobierno, alejado de los debates políticos contingentes, sin la necesidad de insistir, de momento, en dicha causa. Pero la actividad política y la influencia de Girardi han aumentado al interior del PPD, y sobre todo tras el estallido de la crisis política en La Moneda. Es por eso que, ese mismo lunes, varios interpretaron sus palabras como un anticipo a la realidad que se asomaba: el nuevo titular del Interior era contrario a dicho mecanismo. No pasaron muchas horas más para confirmar dicho escenario.

“Chile debe hacer un esfuerzo por tener una nueva Carta Fundamental que ojalá rija nuestras relaciones políticas(…) en mi s anteriores responsabilidades tengo una opinión sobre la asamblea constituyente que, por lo menos como se ha propuesto en algunos libros acá, no la comparto”, dijo Burgos en una entrevista en Mega.

En su primer día en La Moneda, se abría un nuevo flanco de disputa política al interior del oficialismo. Tras la crisis de legitimidad instalada por los casos de corrupción la ofensiva por una AC crecía día a día desde marzo.

Sin ir más lejos, el recientemente nombrado ministro de la Segpres, Jorge Insunza, fue integrante hasta el lunes de la “bancada AC” y uno de los 60 diputados firmantes del proyecto que faculta al presidente a llamar a un plebiscito para cambiar la Constitución. “Queremos ofrecerle una alternativa a la presidenta, para que pueda tomar la iniciativa de convocar a la ciudadanía y votar la idea de una nueva Constitución y una asamblea constituyente”, dijo el 21 de abril pasado  Insunza. De estas últimas palabras se cuelgan hoy los parlamentarios que promueven el mecanismo, quienes también han recordado que Marcelo Díaz presentó en 2011, al fragor de las movilizaciones estudiantiles, un proyecto de reforma constitucional para establecer una asamblea constituyente. Con todo, Burgos deberá convivir con la posición de sus dos acompañantes en el comité político, Insunza y Díaz, en tanto la presidenta no defina el “proceso constituyente” que anunció hace un par de semanas. Pese a ello, el miércoles, la bancada de senadores DC ya le tendió una mano: en una declaración de 12 puntos programáticos, los parlamentarios le piden a la presidenta que precise en su próximo mensaje del 21 de mayo, el “alcance” del proceso constituyente anunciado para septiembre próximo.

UN SHERIFF NATURAL
“El ministro va a priorizar un enfoque preventivo y de control al delito”. El presidente del Senado, Patricio Walker, entregó luces el martes de que, a diferencia de su antecesor, Rodrigo Peñailillo, Burgos va a tomar las riendas de la seguridad pública. Para nadie en el gobierno ni en la Nueva Mayoría es sorpresa que Peñailillo había dedicado la mayor parte de sus esfuerzos a la coordinación política, entregando la delincuencia al subsecretario del Interior, Mahmud Aleuy, y Antonio Frey, subsecretario de Prevención del Delito.

Si bien durante 2014 las cifras de victimización se mantuvieron estables, se instaló una percepción de aumento de la inseguridad: la última entrega de la Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (Enusc), en abril, si bien registró un estancamiento en el índice de victimización de un 25% en 2014 (en 2013 había sido 24,8%), reveló que el 80% de las personas perciben un aumento de la delincuencia en los últimos 12 meses. Cifras que le valieron  críticas al gobierno, y en particular a Peñailillo, instalándose la  idea de que el tema no era una prioridad de su gestión.  La frase de Walker del martes refleja el cambio que buscará Burgos y el desafío autoimpuesto: su acabada experiencia como jefe de gabinete de Enrique Krauss en Interior en los albores de la transición, y su paso por la subsecretaría del Interior hicieron de la seguridad ciudadana su nicho de expertise, el que desarrolló con creces desde la Comisión de Seguridad Ciudadana de la Cámara Baja. “Va a ser un tema prioritario de mi gestión”, dijo ese día a El Mercurio. Lo que está por verse es si confirma a sus compañeros en dicha tarea, en particular al subsecretario Frey, quien es candidato a salir en el próximo ajuste de subsecretarios.

En la reunión que sostuvieron el martes a primera hora, el ministro del Interior y el presidente del Senado se fijaron otro compromiso: trabajar en una vía expedita en el Congreso para los proyectos que serán incluidos en la agenda de probidad.  Las apuestas indican que su experiencia legislativa y nexos políticos permitirían a Burgos sortear con éxito dicha tarea, aunque hay dudas instaladas en otro flanco: cuál será su estrategia para enfrentar el devenir de las investigaciones de los casos Penta, SQM y Caval -que precisamente contribuyeron a debilitar la posición de Peñailillo en el gobierno- y cómo afrontará eventuales salpicaduras tanto en el gobierno como en el oficialismo.

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