Por David Muñoz Febrero 5, 2015

© Pablo Sanhueza

Camilo Escalona se toma un respiro. El mes de enero fue movido para él, pese a ser su primer enero después de varios años fuera del Congreso. Aunque se mantuvo como un testigo casi silencioso de la remontada del gobierno en el tramo final del año legislativo, siguió de cerca los pormenores, al mismo tiempo que recorría el país en charlas y encuentros donde busca seducir a la militancia socialista para convertirse, en un sexto período, en presidente del PS. Recorrió diez comunas en enero, trajín que dice retomará en marzo. Febrero servirá para descansar. “Para pensar”, corrige el ex senador por la Región de Los Lagos, mientras revuelve un café con leche en la tradicional Confitería Torres, en plena Alameda. Se muestra relajado y sonriente, sin la seriedad de otros años. Pero habla con seguridad y casi como si ya tuviera la propiedad de un cargo que conoce de sobra con sus luces y sombras. A ratos habla golpeado, dándose el tiempo para reivindicar frases e ideas que levantaron polémica durante el último año, lejos, eso sí, de la primera línea de poder tras la derrota senatorial de 2013. No tarda mucho en advertir que está convencido de que los hechos le dieron la razón.

-En la DC ya estamos listos. Tenemos acuerdo - bromea el secretario nacional de la DC, Víctor Maldonado, aludiendo a la competencia interna de ese partido, quien no duda en pasar a saludarlo apenas lo divisa sentado en una mesa junto a la entrada, antes de retirarse del café. Escalona le devuelve una sonrisa que sostiene durante toda la entrevista.

-¿Cuál es su evaluación del primer año legislativo del gobierno de Michelle Bachelet?
-Para ser una coalición que nunca antes existió, que va desde la DC al PC, es un buen balance. Que logre perdurar un entendimiento de esta naturaleza es un hecho notable. Todos los agoreros que han especulado que la Nueva Mayoría se iba a deshacer con prontitud han sido desmentidos. La política que yo he impulsado durante todos estos años se vio confirmada. Es perfectamente posible el entendimiento entre la izquierda y el centro. Incluso se han tramitado proyectos ni fáciles ni simples, reforma tributaria, reforma educacional, sistema binominal reemplazado por el proporcional, y el Acuerdo de Unión Civil. Que este bloque haya logrado tramitar y aprobar estos proyectos es un hecho sin precedentes. La teoría de la retroexcavadora ha sido desmentida, aquella que quería empujar a la DC fuera del entendimiento de gobierno no dio resultado. Todos quienes me han acusado de conservadurismo se tienen que tragar sus palabras. El gobierno ha sido sostenido por el mismo bloque de fuerzas que lo eligió, los mismos que respaldaron el programa y constituyeron el gabinete. No es el mismo bloque que inició la transición el año 1990, naturalmente, pero son aquellos que confluyeron en un entendimiento para elegir a Bachelet los que han sido capaces de sacar adelante estas reformas que difícilmente en otro país las podría llevar adelante un bloque de esta amplitud.

-Entonces, usted ya no es crítico respecto de la forma como el gobierno ha conducido el debate de sus reformas, porque usted señaló que “faltaba dirigir mejor la agenda” de La Moneda...
-Eso yo lo planteé en el mes de mayo o junio, cuando la propuesta de reforma tributaria tenía dificultades y la propia presidenta dio instrucciones para que eso se corrigiera. Mi punto de vista fue exactamente el mismo que tuvo en cuenta la presidenta cuando instruyó que se abriera un diálogo político con la oposición, lo que permitió que la reforma tributaria fuese aprobada por la unanimidad del Parlamento.  No era el enfoque inicial que había en abril cuando se hablaba de pobres contra ricos. En la reforma educacional el gobierno también desplegó un esfuerzo muy grande con el propósito de asegurar que nadie se descolgara de este acuerdo político programático, como le llaman a la Nueva Mayoría. El diálogo político fue esencial. Me siento, desde ese punto de vista, enteramente validado con los criterios que señalé en su minuto: achicar los apoyos conducía a que las reformas se empantanaran, mantener la diversidad en el apoyo a las reformas hizo posible que estas se aprobaran.

-Pero usted tenía un diagnóstico crítico e incluso dijo que era necesario un cambio de gabinete. Al final, pareciera ser que la presidenta tenía la razón al no hacerlo…
-El tema del cambio de gabinete lo instaló el Ejecutivo y no yo, a partir de la manera en que se reaccionó frente a la encuesta CEP del mes de diciembre. Hubo hechos que alimentaron esa idea, la suspensión de la gira de la presidenta, su regreso a La Moneda. Y cuando se instaló ese debate, yo pensé que la presidenta lo iba a llevar a cabo en el mes de enero. El mes de enero ya pasó, no lo hizo, y todo indica que la presidenta ya resolvió mantener su equipo de colaboradores, como corresponde al sistema presidencial.

-¿Cree que sigue siendo necesario hacer un ajuste de gabinete?
-Sería ocioso insistir en ese tema si la presidenta ya no lo aplicó.

-¿Sigue creyendo que hay ministros de primera categoría y otros de segunda, como señaló usted?
-Lo que quiero decir es que los ministros son todos autoridad política. Todos los ministros deben jugar su rol. No puede haber ministros técnicos y ministros políticos. Se ha demostrado que así es. En la medida que los ministros han demostrado su liderazgo político, han pasado a ser una contribución valiosa e importante. O sea el ministro Nicolás Eyzaguirre ya no tiene que depender de nadie, el proceso de fin al lucro lo llevó adelante el ministro Eyzaguirre y su equipo en el Mineduc. La ministra Fernanda Villegas tomó en sus manos el tema de la encuesta Casen; el Ministerio de Salud con el Sernam han tomado el tema sobre el aborto en las tres causales. Los ministros se han empoderado, eso es lo que ha ocurrido. Los ministros no están para diseñar propuestas técnicas, los ministros están para liderar políticamente sus áreas sectoriales. Se ha potenciado el rol de los ministros, se ve que tienen más capacidad de acción. Hay un cierto momento en que se entendía que el centro de gravedad del liderazgo radicaba exclusivamente en los ministerios del área política, eso debilitaba la acción del gobierno.

-Para qué cambiar entonces…
-No le voy a recomendar a la presidenta que haga o no un cambio de gabinete. Los hechos han demostrado que la presidenta confirmó a sus colaboradores.


"Cuando se instaló el debate sobre el cambio de gabinete, yo pensé que la presidenta lo iba a llevar a cabo en el mes de enero. El mes de enero ya pasó, no lo hizo, y todo indica que la presidenta ya resolvió mantener su equipo de colaboradores"

 

 

"LA MAYOR CRISIS DE LA DERECHA DESDE 1987"

-Este buen momento del gobierno, ¿no será atribuible más bien a la compleja situación que vive la oposición y, en particular, la UDI, a propósito del caso Penta?
-Son las dos cosas. Se confirmó lo que Andrés Allamand viene reclamando desde hace 25 años. Para que la derecha fuera una alternativa de gobierno, sólida, de largo plazo y no dependiera de hechos puntuales como los del año 2009, se debía terminar la cohabitación del dinero con la política. Ese año nos dividimos y perdimos la elección presidencial y la derecha hizo una buena campaña, pero fue un hecho puntual, y ya el 2013 la derecha volvió a perder la elección presidencial. Por qué ahora la derecha tiene un 78% de desaprobación según Adimark, porque se puso al desnudo la cohabitación entre la política y los negocios.  Creo que el gobierno abrió diálogo cuando tenía que hacerlo. Extremó esfuerzos cuando había que mantener a la coalición unida, para que el total de los parlamentarios aprobaran sus propuestas, les dio campo de acción a sus ministros y estos tomaron las riendas de sus carteras. El gobierno mejoró, sin lugar a dudas, y ese momento ha coincidido con la crisis más seria que ha tenido la derecha desde 1987, cuando el entonces naciente partido Renovación Nacional se dividió y la UDI formó tienda aparte.

-¿Cómo debe capitalizar el gobierno, a su juicio, este buen momento para cerrar su agenda transformadora?
-No se debe caer en la autocomplacencia. A dos meses del complejo momento que instaló la encuesta CEP, la situación del gobierno tuvo un cambio en ciento ochenta grados que se constituye por estos dos factores, una mayor capacidad de la acción del gobierno y la crisis de la derecha. Lo más potente que tiene la Nueva Mayoría no son los  partidos, es el gobierno. Es la acción del gobierno la que fortalece a la Nueva Mayoría y no al revés. Y eso es lo que pasó en el curso de las últimas semanas, el gobierno se activó y la Nueva Mayoría superó las divergencias que la estaban atenazando.

-Pero ahora el propio gobierno, la presidenta, opta por legislar sobre el aborto, pese a que es un debate que vuelve a revivir diferencias en el bloque…
-Este es un tema de la mayor sensibilidad espiritual. Para todos los puntos de vista. En ambos casos, tanto los que apoyan el aborto como los que lo rechazan tienen que ponerse en el punto de vista del otro. Lamentablemente eso no es lo que está ocurriendo. Ambas miradas tienen legitimidad moral, se trata de un ejercicio de tolerancia, además hay un problema que no está en el debate: la responsabilidad del Estado. A nadie se le puede obligar a hacerse un aborto si es que no quiere. Pero tampoco el Estado puede impedir que una persona que quiere poner término a un embarazo con inviabilidad fetal, lo pueda hacer. Al final es un tema de conciencia, por eso no comparto cómo se ha abordado el tema de la conciencia desde ambos puntos de vista. En rigor, el Estado no le puede imponer a nadie su propia concepción, el Estado debe permitir que las personas decidan.

-¿Sigue siendo el eje PS-DC el sostén de la Nueva Mayoría, como lo fue de la Concertación?
-El eje DC-PS fue el sostén de la Concertación. En la Nueva Mayoría hay una nueva realidad. Porque en la Nueva Mayoría el PS ya no es el único representante de la izquierda, comparte esa responsabilidad con el PC. En mi opinión la Nueva Mayoría es viable a largo plazo si se respeta la igualdad de condiciones.

-Pero el entendimiento PS-DC ha sido clave para que la DC no agudice la incomodidad que sintió en varios momentos del año pasado…
-Eso lo resolvió el gobierno. Generó el diálogo necesario en las carteras comprometidas directamente con las controversias. Creo que debe ser así también en el futuro. Los partidos acompañan al gobierno. Pero no lo reemplazan. Y el gobierno no puede darse el lujo que su bloque de respaldo se quiebre. Hay mucha gente y entusiasmo en algunos, llegados hace poco a la política, en tratar de hacer una alianza de los escogidos, de los iluminados, de los que sí son transformadores. Pero ahí está lo que ocurrió en Valparaíso: fin del lucro, fin del binominal, Acuerdo de Unión Civil y reforma tributaria aprobados en ese Parlamento que tanto denigran algunos.

-Aun así, puede ocurrir que se reedite la dupla Camilo Escalona-Jorge Pizarro, de llegar ambos a las presidencias del PS y la DC, respectivamente, ¿no?
-Tuvimos una estrecha relación como senadores, incluso cuando todos se querían ir cada uno por su cuenta. Con Jorge Pizarro hicimos un gran esfuerzo como senadores para tener posiciones comunes como oposición al gobierno de Sebastián Piñera. Hay quienes se olvidan de eso, hubo hartos que se querían entregar al gobierno de Piñera, atados de pies y manos, y con el senador Pizarro hicimos un gran esfuerzo para que hubiera oposición. Fue una contribución en su momento. Eso será útil en el caso de que ambos lleguemos a la presidencia de nuestros respectivos partidos. Sin ánimo de excluir a nadie, en igualdad de condiciones con los demás.

-Ese ánimo inclusivo, ¿podría considerar también a Marco Enríquez-Ominami?
-Sin excluir a nadie de la Nueva Mayoría, digo yo. No me cambie el concepto. Nadie me ha informado que este joven, este dirigente que va por su tercera candidatura presidencial, esté en la Nueva Mayoría, está afuera por lo que entiendo.

-Hoy en día parece cada vez más cercano a la Nueva Mayoría. De llegar usted a la testera del PS, ¿consideraría la posibilidad de que compita en una primaria oficialista?
-Creo en los proyectos políticos y no en los personales. Soy socialista desde los 13 años. Soy allendista. Allende era el líder de la Unidad Popular, un proyecto, tenía una alianza de partidos, un programa, un sueño de hacer el socialismo en democracia, pluralismo y libertad. Me eduqué en los liderazgos que se corresponden con proyectos y sueños colectivos. Jamás estaré detrás de ninguna aventura personal. Ahora si ME-O quiere ser el líder de un proyecto colectivo, tiene que trabajar en eso. Tiene que trabajar en eso.

-Hay una posibilidad entonces…
-Hoy es un proyecto individual. Incluso no acepto una frase que pusieron en esta declaración que firmaron hace unos días con parlamentarios de la Nueva Mayoría, donde está el mismo ME-O de siempre, que dice que el sistema político está bajo la cooptación del dinero, eso no es así. No se puede confundir a la derecha con el sistema político en su conjunto. Usted me pidió mi opinión sobre ME-O. Este es una tema que la institucionalidad del PS tendrá que resolver en su momento, sobre la base que el PS debe tener una candidatura presidencial. Los socialistas no nos podemos negar esa posibilidad. Y el tema de ME-O se tendrá que resolver institucionalmente el año 2016. Me guiaré por la decisión que tome el PS ese año.

-Si vuelve a la presidencia del PS tendrá que retomar su relación con la presidenta Bachelet, con quien usted mismo ha dicho no habla hace años… ¿Cómo lo enfrentará?
-Lo enfrentaré como siempre, con buena voluntad.  En política me guío por la buena voluntad, por la buena fe. Tengo una filosofía de vida que no he cambiado desde los 15 años. Siempre he sido igual, afortunadamente, trato de colaborar y contribuir al proceso político del país en su conjunto. No veo ninguna dificultad.

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