Por Juan Andrés Quezada Noviembre 6, 2014

© Gabriel Garvo

En la DC coinciden que sus dos cartas presidenciales que se enfrentaron en primarias en enero de 2013 -Ximena Rincón y Claudio Orrego- han perdido fuerza y popularidad en el gobierno de Bachelet. La propia DC cuestionó implícitamente la poca influencia política de la ministra en La Moneda.

RELACIÓN CON EL GOBIERNO
Un correo del secretario nacional de la DC, Víctor Maldonado, llegó la mañana del miércoles 29 de octubre a las casillas de los poco más de 50 militantes que integran el consejo nacional del partido. Se trataba de una notificación cuyo carácter era extraordinario: a petición de 19 de sus miembros, en su mayoría cercanos al histórico dirigente Gutenberg Martínez, la instancia de resolución partidaria se reuniría el lunes 3 de noviembre. ¿El motivo? Tratar asuntos de la contingencia política: los recientes roces con parlamentarios y dirigentes del Partido Comunista y otras figuras del bloque, como el senador socialista Fulvio Rossi, habían instalado un clima de tensión en el oficialismo, que se manifestaba en una relación tirante con La Moneda en el fragor de la batalla por la reforma educacional. Argumentos más que suficientes para abrir un debate político que permitiera a la dirigencia tomar la temperatura interna antes de seguir encarando el confuso clima oficialista.

Pero había un detalle que marcó la discusión interna. La iniciativa no la había tomado la directiva presidida por el senador Ignacio Walker. No sólo la autoconvocatoria fue gestionada por Martínez, sino que el ex diputado pasó a la ofensiva durante todo el fin de semana previo. En varias entrevistas televisivas y radiales envió señales no sólo a la dirigencia partidaria, sino que a la Nueva Mayoría: la DC o una parte de ella no se sentía cómoda al interior del bloque. 

Aunque implícito, el mensaje contenía una crítica fuerte hacia el gobierno atizada por dos episodios previos.

Primero, el respaldo de la presidenta Bachelet al embajador en Uruguay, el militante PC Eduardo Contreras, pese al revuelo de sus declaraciones a un diario rioplatense en el que acusaba a la DC de apoyar el golpe de Estado de 1973, fue una realidad dura de digerir para el partido, que se desveló por conseguir su salida. Las posiciones y decisiones de la colectividad no llegaban al palacio presidencial. El segundo episodio fue la polémica con la diputada comunista Karol Cariola, que acusó a un grupo de diputados DC y de otros partidos de no plegarse a la indicación que establecía penas de cárcel al lucro en la educación. Los diputados DC argumentaban que habían sido notificados por el ministro Nicolás Eyzaguirre, que dicha iniciativa no contaba con el patrocinio gubernamental, por lo que había libertad de acción. Por otro lado, acusaron que el Ejecutivo se había comprometido al mismo tiempo con los ex dirigentes estudiantiles e incluso la indicación había sido redactada por asesores del Mineduc. Los dardos apuntaron en la DC hacia Eyzaguirre, a quien acusaron de mantener un doble discurso y a los ministros del comité político. Ambos episodios fueron analizados en el consejo. El presidente de la Cámara, Aldo Cornejo, fue el más duro en su diagnóstico contra Eyzaguirre, y señaló que los ministros debían asumir su responsabilidad política en la reforma educacional. Análisis que dio paso a otra conclusión plasmada en la declaración del consejo: la DC no está en La Moneda, no ejerce liderazgo ni conducción y tampoco hace presente su opinión. De ahí que una de las frases del texto que grafica este escenario fue la que más golpeó a palacio. “Ahora lo que corresponde es reforzar la conducción política del gobierno y que los liderazgos responsables y representativos se hagan presentes con su opinión”. Aunque nunca fue mencionada en el debate del consejo, según varios de los presentes, la crítica golpeaba directamente a la ministra de la Segpres, Ximena Rincón. De ahí que otros plantearan la necesidad de dar una señal para forzar un cambio de gabinete que modificara este escenario.  La ministra recogió el guante y se hizo eco de dichas versiones y las calificó de “críticas soterradas”.

“Me encantaría terminar el gobierno con la presidenta Bachelet en la materialización de un programa que es espectacular para la gente”, dijo Rincón a La Segunda.

MEDICIÓN DE FUERZAS
Para varios en la Nueva Mayoría, los dos episodios de conflicto de la DC con el PC generaban un efecto claro: el aglutinamiento de las fuerzas internas del partido. Por primera vez en mucho tiempo, esta DC que se mostró dividida entre dos almas en la última Junta Nacional de julio, aparecía unida, cohesionada frente a un enemigo común. Hasta los dirigentes más cercanos a la izquierda tradicional del bloque, como el presidente de la Cámara, Aldo Cornejo, mostraban los dientes. “Nos tienen cansados los toreos del PC”, decía el dirigente en El Mercurio, dando cuenta que, esta vez, la disidencia a la directiva de Ignacio Walker estaba alineada. Pero  el tono del debate del consejo demostró que se trataba de una cortina de humo. Las fuerzas internas se mantienen en disputa y a la expectativa, considerando que en marzo próximo se renueva la dirigencia. La situación era monitoreada al detalle desde La Moneda. Robinson Pérez, asesor del ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, telefoneó a varios de los consejeros en la previa.

Ya en la discusión, aparecía Martínez con un discurso menos incendiario que el de la noche del domingo en Tolerancia Cero, pero aclarando que si bien una cosa es el respaldo al gobierno y otra la relación con la Nueva Mayoría, la ausencia de la mandataria, o en su efecto de la conducción política de La Moneda, también eran parte del problema. “Los silencios no aportan”, fue la frase que pidieron incluir varios dirigentes afines al “Gute” en la declaración final, en clara alusión a la presidenta. Mientras tanto, el diputado Fuad Chahín, representante del sector de los “colorines”, pedía derechamente la intervención de Bachelet en la disputa DC con sus socios. Fue al calor de dicho debate, que entre los dirigentes DC se dieron cuenta que una nueva alianza interna se forjaba: tanto Walker como el senador Jorge Pizarro, uno de los líderes de la disidencia, coincidían en la necesidad de mantener al margen a la mandataria. Otro que se sumó fue Cornejo, quien dijo que no se podía “pretender que el gobierno resuelva los problemas del bloque”.


 

PROYECCIÓN DE LA NUEVA MAYORÍA
“Las próximas elecciones internas en la DC van a ser trascendentales”. La frase de la ex ministra Mariana Aylwin a Qué Pasa, refleja una realidad que ya es evidente en la DC: en los comicios de marzo de 2015 para elegir a la mesa se medirán dos visiones políticas que marcarán el curso del conglomerado con miras al futuro. Por ello, algunos apuestan a una mesa de unidad que evite heridas o la construcción de un acuerdo de mayoría.

En la última elección, Martínez lideró un sector de visión más moderada, buscando sellar la identidad partidaria de centro, mientran la visión más progresista y bacheletista fue encabezada por Yasna Provoste. Esta dualidad se hizo visible el lunes, cuando este último grupo llegó con varios párrafos redactados para incluir en la declaración, entre ellos uno que aludía a la continuidad de la Nueva Mayoría, la que calificaban como un “pacto indefinido”.

 A ellos se sumaron voces más radicales como el ex senador Mariano Ruiz-Esquide, histórico representante de los “chascones DC”, quien incluso pidió expresar con claridad la voluntad de la DC de darle continuidad al conglomerado. Como contraparte, Martínez exigió todo lo contrario: expresar que la Nueva Mayoría era un acuerdo político y programático aún en “etapa de evaluación”. Tras un acalorado debate, decidieron excluir las palabras Nueva Mayoría del texto, y no hacer alusiones a su futuro. Los próximos días serán claves, pues Martínez debe decidir si toda su ofensiva que viene construyendo en alianza con Walker, de mostrar identidad  promoviendo los acuerdos en la reforma tributaria y defendiendo la educación particular subvencionada en la reforma educacional, será sellada con una candidatura a la presidencia DC. Por otro lado, en la disidencia señalan que si bien Aldo Cornejo viene perfilándose como una carta del sector, cercanos al senador Jorge Pizarro señalan que este último no ha descartado tomar las banderas y regresar a la conducción del partido. Quienes lo conocen dicen que le convence la necesidad que tiene la DC de mostrar un perfil más institucional y más cercano a la presidenta Bachelet. Precisamente su sintonía no sólo con la mandataria, sino con su círculo más íntimo, podría asegurar una mayor influencia DC en el tránsito del gobierno. Una demostración de ello es que tras el consejo nacional del lunes, tanto Pizarro como Cornejo se trasladaron hasta La Moneda para cenar en reserva con el ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, cita en la que, según quienes conocieron el contenido de la conversación, se abordaron los alcances del cónclave DC.

Quien dirija la DC en el próximo período será clave en la corrección de otra falencia que varios ven en el partido: la ausencia de liderazgos presidenciales en un escenario en el que en otros partidos abundan.

En el partido coinciden que sus dos cartas presidenciales que se enfrentaron en primarias en enero de 2013 -Ximena Rincón y Claudio Orrego- han perdido fuerza y popularidad en el gobierno de Bachelet. La propia DC cuestiona la poca influencia política de la ministra secretaria general de la Presidencia.

Aunque para muchos en la DC lo que ocurrió fue sólo una “pataleta”, para otros se trató de un “ejercicio de enlace” o una suerte de “acuartelamiento” para lo que viene. Otros en la Nueva Mayoría creen que la DC quemó anticipadamente uno de sus últimos cartuchos.

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