Por Daniel Matamala Septiembre 11, 2014

Arturo Fontaine tiene una vida doble. Más que nunca esta semana, cuando sus facetas de destacado escritor e influyente académico se despliegan en paralelo. Como novelista, ve el montaje de la adaptación teatral de Marco Antonio de la Parra para su último libro (La vida doble, precisamente). Y como investigador, publica un paper urgente y de prosa encendida para alertar sobre el riesgo que viven los liceos emblemáticos y el profundo efecto que su fin tendría en nuestra sociedad.

“Estamos seguros que la presidenta no querrá pasar a la historia como quien destruyó las instituciones más sobresalientes que haya creado Chile”, dicen Fontaine, Sergio Urzúa y Silvia Leiva en el último párrafo del trabajo.

Una cruzada que trae de vuelta a Fontaine al debate público, poco más de un año después de su abrupta salida del CEP, el centro al que convirtió en el think tank más influyente del país en sus 30 años como director.

-¿Por qué teme que la reforma pueda destruir al Instituto Nacional y los demás emblemáticos?

-Hay un “efecto pinza” provocado por el doble efecto del sistema de ranking en la admisión de las universidades, y el fin de la selección.

-¿Por qué el ranking sería tan nocivo para estos liceos?
-El ranking castiga a los colegios exigentes y beneficia a los colegios mediocres que ponen notas altas y parejas. Eso va a hacer que los alumnos, tempranamente y no en cuarto medio como está pasando ahora, sino que cuando las notas empiecen a contar, se cambien a colegios mediocres. Eso va a producir un desplazamiento de colegios buenos a colegios malos. Se va a premiar la conducta de buscar colegios mediocres y preuniversitarios para la PSU, porque de esa manera vas a maximizar tus puntajes. Además, como vas a estar en un colegio mediocre, vas a tener más tiempo y vas a poder realizar una buena preparación PSU. A los emblemáticos esto los golpea particularmente, porque muchos de los alumnos se van a ir a colegios particulares subvencionados o a otros liceos más malos, y son alumnos que tienen mucho menos poder económico para pagar preuniversitarios.

-Pero el ranking permite emparejar la cancha, dando opciones para alumnos destacados de colegios mediocres…
-No quiero decir que el ranking esté mal, pero es todavía una exploración tentativa. Nosotros proponemos que las universidades dejen una cuota para alumnos que entren por ranking, y que el resto de los cupos se asigne por vía tradicional. Y debe ser para colegios que voluntariamente quieran esto, porque el ranking tiene efectos en la vida escolar.


"ME ANGUSTIA LA INSENSIBILIDAD DE LOS EXPERTOS"

-Se debate si los emblemáticos hacen una diferencia, o es simplemente que seleccionan a los mejores.
-Ese prejuicio es típico de alguien que jamás ha estado ahí, hay que ver lo que hacen los profesores. Son verdaderas escuelas de la democracia. No es casual que Bachelet y Alvear vengan del Liceo 1, ni que el Instituto Nacional tenga 17 presidentes de la República. Estos expertos que están detrás del computador, nunca han entrado a estos colegios, nunca han hablado con los profesores. Ven esto como un sistema en que asigno niños para acá y para allá. Me produce angustia la insensibilidad respecto a cómo se hace una institución real. Estamos dando la señal de que todo ese trabajo no vale nada y que estos niños estarían igual de bien si no los hubieran educado ellos. Eso es muy ofensivo. Que esta obra educacional hecha en Chile por generaciones de chilenos se diluya, me parece muy insensato.

-Pero la reforma sí permite cierta selección en los emblemáticos: harán un sorteo, pero sólo dentro del 20% mejor de cada colegio, ¿eso sí permitiría resguardar a estos colegios?
-A mi juicio no, porque se hace mucho menos selectivo académicamente el grupo. Además cualquier niño capaz va a estar dentro de ese 20% superior sin hacer demasiado esfuerzo, entonces esto va a rebajar el nivel y el premio al esfuerzo. Y va a bajar el nivel de estas instituciones. Va a llegar gente menos capacitada y que se esforzó menos, con menos hábitos de trabajo, y no va a haber ese ethos que tú sientes en esos colegios, de personas que llegaron ahí por sus méritos personales, no por una rifa.

Fontaine se apoya en las cifras de admisión a las universidades de Chile y Católica. El 17,45% de los egresados de liceos emblemáticos entra a esas universidades, casi la misma proporción que el 17,70% de los particulares pagados. En cambio, apenas el 1,10% de los egresados de los demás municipales, y el 1,60% de los subvencionados lo logran.

“Los emblemáticos son nuestros ascensores de movilidad social. Si los debilitamos, se cierra la elite dirigente. Vendrá de particulares pagados o de casos absolutamente excepcionales. Yo creo que esto es muy malo. Y es una mala lectura de lo que las familias quieren, que es ‘que mi hijo surja’ y eso se produce por la educación, que permite movilidad. Están funcionado, son inclusivos, heterogéneos, meritocráticos, llevan a la gente en una generación a un nivel más alto. Debilitar algo que está funcionando, es muy insensato”.

-Pero este ascensor de movilidad social es muy estrecho. La inmensa mayoría  que no entra, queda condenada…
-Tienes toda la razón, eso no le arregla el problema a los demás niños.

-¿Cuál es la solución para los demás?

-La única es mejorar fuertemente la calidad de los profesores. Necesitamos un salto brutal en la calidad, formación e ingresos de los profesores. Y esto desde los jardines infantiles para adelante. Hoy en términos de poder de compra, nuestros profesores ganan menos que en 1970.


UNA MOLESTIA MUY GRANDE


-¿Es un avance eliminar el copago?

-El copago provoca segregación y hace muy difícil que exista educación pública de calidad. Tiende a transformar a la educación pública en la opción para quienes no pueden pagar y eso me parece un problema muy serio. Por eso, el fin del copago es un avance, siempre y cuando se fortalezca la educación pública, y por eso me preocupa tanto este tema de los emblemáticos. Es la gran obra de la educación pública chilena que debiese servir de modelo y es una experiencia que habría que generalizar.

-Muchos padres de clase media ven a los colegios subvencionados como un símbolo de movilidad social. ¿Es real?
-Hasta ahora los particulares subvencionados no han producido nada parecido a los emblemáticos. Pero la gente siente gran orgullo por poner a sus hijos en un particular subvencionado. El cambio de las reglas del juego va a afectar a esta gente porque cambia el nivel de certeza.  El colegio te va a informar que tu hijo no quedó, y no por un examen de admisión, sino por una tómbola, una rifa.

-¿Y eso tiene un efecto político?
-Sí, y es negativo para el gobierno y la Nueva Mayoría. Hoy, si tu hijo es rechazado en un colegio, tu queja la enfrenta la directora del colegio. Es un problema del colegio contigo. Pero ahora el ministerio se convierte en el blanco, porque a la gente no le va a parecer bien que su hijo aleatoriamente quede fuera. La rifa no va a ser aceptable como explicación. Esto puede ser una molestia muy grande que se va a canalizar hacia el gobierno.

-¿Ese efecto político no se contrarresta con el fin del copago, que permitirá a los niños de clase media ir gratis a colegios donde hasta ahora deben pagar?
-Esa es la gran apuesta del gobierno y creo que es un error. La gente ya tiene ese dinero destinado a la educación, porque no quiere el colegio municipal, a menos que éste se mejore. Esa persona quiere dar 10 mil pesos mensuales para mejorar la educación de sus hijos. No va a estar feliz porque con esa plata va a pagar las cuotas para comprarse la moto. No, va a buscar la manera de gastar igual esa plata en la educación de sus hijos.

-¿Entonces la lectura política del gobierno es equivocada?

-La reforma tal como está planteada no interpreta a las capas medias. Lo que ellas quieren es que la educación mejore y su hijo surja, y no se ve que el proyecto del gobierno conduzca a ello de manera clara y rápida.

-Los resultados de la PSU, corregidos por nivel socioeconómico, muestran que la dependencia del colegio o el copago hacen poca o ninguna diferencia. ¿Por qué los padres prefieren los subvencionados? ¿Hay arribismo, como se ha insinuado?
-Es muy fácil ironizar con las decisiones de los padres y volver toda decisión una cuestión de clase, y eso es un error. La gente tiene una experiencia muy vívida de que el efecto par puede ir hacia abajo. Te lo dice cualquier mamá: “las malas juntas pueden echar a perder a Pedrito”. El ambiente escolar es algo que los padres cuidan. Chile tiene un consumo de droga en edad escolar bastante alto,  tenemos un problema ahí, que requiere un tratamiento especial. Los padres están preocupados por eso. Y como no pueden solucionar el problema del otro, tratan de solucionar el propio. Es algo serio, no para echarlo a la broma o a la chacota.

-¿Le preocupa algo de la reforma en ese sentido?
-El proyecto altera por completo las reglas para suspender o expulsar alumnos de los colegios. Ahora el director tendrá que agotar los medios para corregir a ese alumno, eso queda en la ley. Luego, ir al consejo escolar, y tiene que haber una resolución fundada. Eso significa judicializar las suspensiones y expulsiones, los directores van a arriesgar un juicio.

-¿No es deseable que haya un procedimiento justo, que evite sanciones discrecionales?

-Eso en California, por ejemplo, ha creado muchos problemas. Los profesores y los directores se van a restar de tomar esas decisiones, y eso va a tener un efecto directo en la disciplina. ¿Tú crees que a los padres no les importa eso? Si un niño es violento, hace matonaje, reparte drogas entre sus  compañeros, el director va a pensarlo siete veces antes de suspenderlo o expulsarlo porque eso le puede significar un juicio.

-¿Las expulsiones no son una forma encubierta de seleccionar?
-Hay cierta ingenuidad ahí. Y eso porque se supone que estás expulsando por razones de clase. Eyzaguirre está con esta obsesión de que la gente tiene una cosa de clase, y lo ve como una cuestión risible, y no es así. Las mamás saben mejor que nosotros lo que hacen, conocen el barrio.

"A LA DERECHA SE LE ABRE UNA OPORTUNIDAD ENORME"

-El gobierno de Bachelet se basa en la reforma de la educación como medio de combatir la desigualdad. ¿Es la agenda correcta?
-El diagnóstico es correcto: en Chile hay demanda de movilidad social y eso pasa por una cirugía mayor en educación. Estoy completamente de acuerdo. Los instrumentos son los que hay que discutir.

-¿La desaceleración no cambia las prioridades?
-La desaceleración por supuesto requiere prioridad e importancia, pero no debiera alterar el proyecto, que es abordar la movilidad social vía educación.

-¿Se polarizó Chile en los últimos años?
-Nos hemos ido de un extremo a otro. De un consenso excesivo a una cosa donde el consenso es mal visto y se valora el conflicto. Son péndulos, hay que buscar el equilibrio. Pero la sociedad chilena no está polarizada para nada, son las elites políticas las que se han polarizado.

-¿Y los empresarios, no están más polarizados y atrincherados?
-No lo siento así, creo que han tomado una actitud bastante tranquila. Hay preocupación: cada vez que cae el cobre, Chile entra en problemas y eso pone a la gente tensa.

-¿La derecha quedó nocaut con su derrota electoral?
-Nunca he compartido la idea de que la derecha haya quedado nocaut. Fue un periodo turbulento pero me pareció desde muy temprano que habría un resurgimiento de la derecha desde sus bases en capas medias. Hay un enorme espacio para la derecha en la situación actual. En la medida en que el gobierno mantiene una agenda que hostiliza a las capas medias, a la derecha se le abre una oportunidad enorme.

-En ese contexto, ¿Andrés Velasco es una figura atrayente para la derecha liberal?
-Es una figura atractiva, con un planteamiento moderno que renueva la política, pero no sé qué vaya a pasar. Supongo que la derecha tendrá candidatura propia.

-¿Le gustaría ver a Velasco presidente? ¿Votaría por él?
-Creo que sería una figura muy interesante, pero eso está muy lejos.

-Como ex director del CEP, ¿le parecieron justas las críticas a la redacción de las preguntas sobre lucro y copago en la última encuesta del centro?

-No puedo hablar del CEP. Sería de muy mal gusto que opinara.

-¿Se dañó el prestigio del CEP?
-Creo que ya contesté la pregunta.

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