Por Juan Pablo Garnham Agosto 28, 2014

“A cambio de ampliar y continuar la cooperación con el gobierno chileno en el caso de Letelier y Moffitt deberíamos estar preparados para asegurar a Pinochet que encontraremos las formas de disuadir a Argentina de acciones militares en el área del Beagle”, dice el documento redactado el 23 de junio de 1978.

Jimmy Carter subió al estrado en ciudad de Panamá y comenzó a hablarles a los líderes latinoamericanos. “Estoy orgulloso de estar aquí como parte del grupo más numeroso de jefes de Estado que jamás se hayan reunido en el Hall de las Américas”, dijo Carter. Pese al tono amigable, en la audiencia estaban dos mandatarios que Estados Unidos había dudado seriamente en invitar al evento: los generales Jorge Rafael Videla, de Argentina, y Augusto Pinochet, de Chile.

“Yo le recomendé no traer a Pinochet y Videla”, recordó Robert Pastor, quien era uno de los principales asesores en temas latinoamericanos del gobierno de Estados Unidos. “Zbigniew Brzezinski (consejero de Seguridad Nacional de la época) estuvo de acuerdo en decirle esto a Carter: que invitemos a los presidentes de las democracias y a los ministros exteriores de los otros países, pero Carter decididamente quería traer a todos los presidentes, sin importar su procedencia”. La cita es parte de la investigación que hizo recientemente el cientista político Andrés Villar, investigador chileno de la Universidad de Cambridge que, para su tesis doctoral, estudió la relación de Argentina y Chile durante el conflicto del Beagle, entre 1977 y 1984.

Un documento que a 30 años del Tratado de Paz y Amistad entre ambos países revela capítulos inéditos de la crisis diplomática y arroja luces sobre el desconocido rol que desempeñó la Casa Blanca para evitar un enfrentamiento armado en la región. “A mí me interesaba mucho ver cómo actuaron los actores internacionales durante esta época”, explica Villar desde Inglaterra, “y me hacía ruido que no existiera mucha información sobre la participación de Estados Unidos en este conflicto, porque Estados Unidos tenía especialmente un rol hegemónico en la región”.

A través de informes desclasificados del gobierno británico, de Estados Unidos y entrevistas con testigos privilegiados como Robert Pastor (quien fallecería en enero de 2014), Villar pudo comprobar que la situación fue mucho más compleja de lo que normalmente se describe. En la resolución del conflicto pesaron numerosos hechos, incluyendo el asesinato del ex canciller Orlando Letelier en Washington -ocurrido en septiembre de 1976-, cuyo caso estaba aún abierto, o la pragmática política argentina que, a pesar de tener una dictadura anticomunista, vendía sus granos a la Unión Soviética, aprovechando el bloqueo de Estados Unidos a Moscú.

Entre éstos estaba la nueva política que Carter trató de implementar en Latinoamérica y que lo tenía en ese estrado. El 7 de septiembre de 1977, el presidente estadounidense llevaba sólo ocho meses en el poder y había decidido hacer un importante gesto para el continente: firmar un acuerdo para entregar el canal de Panamá a ese país. Al invitar a todos los jefes de Estado, quería hacer de este evento un gesto de su preocupación para todo el continente. “A Carter le importaba Latinoamérica”, dijo Pastor a Andrés Villar durante su investigación para esta tesis, “le importaban los derechos humanos y estaba decidido a hacer de éstos un tema central en su política exterior. Eso hizo que, desde un comienzo, les diéramos muy duro a los gobiernos militares”. Sin embargo, durante ese encuentro en Panamá, Carter no tuvo dudas en reunirse con Pinochet.

“Carter realmente creía en la negociación cara a cara”, explicó Pastor, “quería asegurarse que fuera entendido que los derechos humanos le importaban… Al final de esa semana (en Panamá), Carter conocería la agenda de las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica mejor que cualquier otro presidente de EE.UU., porque conocía todos los temas del momento y particularmente los con Pinochet y Videla”. Un año más tarde, en diciembre de 1978, este conocimiento sería tremendamente útil, cuando las tensiones entre Chile y Argentina llevarían a estos países a estar a minutos de la guerra.


Zbigniew Brzezinski con Juan Pablo II en una audiencia en el Vaticano. La imagen es de 1983.

HALCONES VS. PALOMAS
A mediados de 1978, Estados Unidos analizaba cómo lograr avances en la investigación judicial del asesinato de Orlando Letelier. El embajador de EE.UU. en Chile George W. Landau, viendo cómo conseguir apoyo en este caso, escribió un memorándum al Departamento de Estado. Poco a poco, el tema del Beagle comenzaba a adquirir relevancia: “A cambio de ampliar y continuar la cooperación con el gobierno chileno en el caso de Letelier y Moffitt deberíamos estar preparados para asegurar a Pinochet que encontraremos las formas de disuadir a Argentina de acciones militares en el área del Beagle o, al menos, dar apoyo público al arbitraje”, dice el documento redactado el 23 de junio de 1978.

Luego de que Argentina desconociera el laudo arbitral de Gran Bretaña del 2 de mayo de 1977, que determinaba la soberanía chilena sobre las islas Picton, Nueva y Lennox, las tensiones entre ambos países fueron aumentando y el tema comenzó a tomar mayor importancia para la Casa Blanca. Llegó a tanto que, cuando una delegación argentina viajó a Washington D.C., Robert Pastor fue enfático. “Si ustedes toman una sola roca chilena, por minúscula que sea, el gobierno de los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN los van a calificar de agresores”, dijo el funcionario de acuerdo a la versión de oficiales argentinos publicada en 2003 en un reportaje de La Nación de Argentina. “Le pediría que transmitiera este mensaje con claridad absoluta a Buenos Aires. El presidente Carter está al tanto de nuestra conversación...”.

De acuerdo a lo relatado por Pastor, desde Chile llegó una nota a Washington D.C. explorando la posibilidad de que Estados Unidos oficiara como mediador del conflicto. Lo dicho por Pastor es respaldado por un documento desclasificado de National Foreign Assessment Cente, como se llamó entre 1977 y 1981 la unidad de análisis de la CIA: “La aproximación chilena a Estados Unidos para mediar en la disputa del canal Beagle con Argentina demuestra esperanzas para buenas relaciones con EE.UU.”, dice el mensaje secreto, fechado en enero de 1978 y que fue desclasificado en 2012. Otro documento de la misma entidad, de diciembre de 1978, revela la apertura del régimen argentino sobre esta medida: “En varias oportunidades el gobierno argentino ha expresado su receptividad al involucramiento directo de Estados Unidos o la mediación, pero podría interpretarse fácilmente como un llamado a la OEA, lo cual beneficiaría a los chilenos, que tienen ventaja jurídica en la disputa”.

Sin embargo, para Pastor el interés de Chile y Argentina de involucrar a Estados Unidos tenía como propósito neutralizar la nueva política de Carter, que complicaba a ambos países. “Los militares argentinos, chilenos y de Estados Unidos estaban muy preocupados por la forma en que la política de derechos humanos había alterado sus relaciones, todos estaban ansiosos por restablecer las antiguas buenas relaciones de cooperación en defensa y seguridad”.

Para Pastor, esto comenzó a ser un foco de tensión entre los “halcones” y las “palomas” al interior del gobierno de los Estados Unidos. “Yo pasé mucho tiempo en el Pentágono. Trataron muchas veces de convencerme de renunciar a esta política y que me diera cuenta de lo importantes que estos dos países eran”. Según señala, molestos con Carter, “desde niveles muy altos del Pentágono me indicaban que si decía no a la mediación, entonces yo iba a ser responsable de una guerra en el Cono Sur. No sabía qué hacer”.

Según el relato de Pastor, la idea de involucrar a Estados Unidos en la mediación era una forma de legitimar las relaciones y tirar el tema de los derechos humanos bajo la alfombra. Era una jugada inteligente de los halcones, que dejaba a las palomas en una difícil encrucijada. “Yo no quería legitimar nuestra relación con dos gobiernos militares. No quería dejar nuestra política de derechos humanos afuera de la agenda. Por otra parte, tampoco quería una guerra”, dijo Pastor, “no podía saber si estaban blufeando para cambiar nuestra política de DD.HH. o si es que en realidad estábamos cerca de una guerra. Era muy difícil saber”.

El dilema era compartido en los memorándum reservados del embajador Landau. En 1978 señalaba que “al adoptar decisiones sobre la cuestión táctica, también debemos considerar si las acciones servirán para fortalecer a Pinochet (y quizás retrasar el regreso a la democracia), o alternativamente, dejar a un gran número de chilenos creyendo que Estados Unidos desempeñó un papel dominante en el derrocamiento de este gobierno”.


Los documentos de la CIA sobre el conflicto entre Chile y Argentina fueron desclasificados en 2012.

EL CONTACTO POLACO
En diciembre de 1978, la crisis había llegado a su punto máximo. En Argentina movilizaban fuerzas militares y ya se le había puesto nombre al plan de invadir: Operación Soberanía. En Washington veían como éste se sumaba a otros conflictos que les preocupaban seriamente, como lo eran las revoluciones en Nicaragua e Irán.

Según Robert Pastor, fue entonces que pensó en una solución. “Yo sabía que Brzezinski tenía una relación especial con el Papa y le encantaba hablar con él sobre muchos temas geopolíticos”. De hecho, Brzezinski, consejero de Seguridad de Carter, una vez dijo que luego de presentar al pontífice y al presidente, quedó con la sensación de que Juan Pablo II era el hombre de Estado y Carter era el líder religioso. “Obviamente el Papa y Brzezinski tenían mucho en común, hablaban en polaco y nadie podía entender sobre lo que conversaban”, recordó Pastor, “entonces le comenté el tema y le dije que por qué no trataba de que el Papa mediara en esto”.

“Tuve una breve conversación con el Papa en el curso de hablar sobre una serie de temas más amplios”, declaró Brzezinski a Villar a través de un correo electrónico fechado el 8 de abril de 2012: “Levanté el tema del posible conflicto entre Chile y Argentina sobre la disputa territorial y le dije que si había un conflicto entre dos países católicos tan importantes en Sudamérica ésa sería una muy mala señal para la región y el mundo y le pregunté si consideraría ayudar a prevenir el conflicto. El Papa me dijo que lo consideraría y, luego de un tiempo, decidió usar al Vaticano para mediar”.

Para Brzezinski y Pastor la intervención del Papa le permitía a la Casa Blanca mantener su política de derechos humanos y al mismo tiempo evitar la guerra. Según Pastor, cuando regresó al Pentágono con la nueva fórmula les dijo: “Tengo algo mucho mejor, el Papa lo hará. Miré sus caras, y era claro para mí que los había impresionado”.

La versión de la importancia de Estados Unidos en la resolución del conflicto es fuertemente cuestionada por personeros chilenos. En la tesis de Villar figura el testimonio del fallecido general Ernesto Videla, subsecretario de Relaciones Exteriores durante el régimen militar y quien fue parte del equipo negociador chileno en la mediación. Según declara, con la vigencia de la enmienda Kennedy que prohibía la venta de armas a Chile y la postura crítica de Carter frente a Pinochet, era impensable considerar la opción de Estados Unidos como mediador: “Nadie habría entendido ni aceptado esa opción, no tiene lógica”. Por el contrario, Videla critica la inacción del gobierno de Carter: “El mayor pecado de una gran potencia como Estados Unidos fue no haber levantado la voz cuando Argentina declaró insanablemente nulo el laudo arbitral”. Videla remarca su versión de que la mediación del Vaticano fue gestionada por el entonces canciller Hernán Cubillos. “La gestión con el Papa la hizo Cubillos personalmente, a través del nuncio. Habíamos estado trabajando en esa opción por largo tiempo”.

Según concluye la tesis de Villar, la crisis del Beagle estuvo lejos de ser sólo un conflicto bilateral ya que involucró a varios países: “Tanto Argentina como Chile se han disputado la idea de quién invitó a la Santa Sede a mediar. Sin embargo, los documentos recientemente desclasificados en EE.UU. y entrevistas con actores clave cuentan una historia diferente”.

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