Por Sebastián Rivas Febrero 27, 2014

Tras el nombramiento de Peñailillo como jefe del equipo político, el nuevo ministro del Interior ha desplegado con rapidez a su gente en cargos clave del nuevo gobierno. Por primera vez, la G-90 pasará de ser un grupo de amigos y eficientes operadores políticos a detentar poder real.

Alberto Arenas ya ganó su primera batalla antes de asumir. El economista no sólo se quedó con la influyente cartera de Hacienda: Bachelet lo ungió además como el encargado de implementar el programa de gobierno, quitándole poder a la Segpres que encabezará Ximena Rincón.

Muñoz, Eyzaguirre y Pacheco son reconocidos como ministros “empoderados”, que sólo responderán ante Bachelet, ya que tienen posturas independientes al interior de sus partidos, y son profesionales altamente competentes para carteras como RR.EE., Educación y Energía.

Fue al estilo del bacheletismo: a través de un breve comunicado de prensa, a las tres de la tarde del miércoles 26, el equipo de la futura mandataria informó que Paula Narváez será su jefe de gabinete, sorprendiendo a buena parte de la dirigencia de la Nueva Mayoría.

Entre varios políticos del sector se daba como un hecho que el cargo sería ocupado por Harold Correa, actual jefe de gabinete de Carolina Tohá y uno de los más cercanos al designado ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo. Por eso, el nombramiento fue visto en círculos del futuro oficialismo como un primer traspié del hombre de confianza de Michelle Bachelet.

Narváez es cercana a Paula Walker, designada como jefa de la Secretaría de Comunicaciones del próximo gobierno. Ambas coincidieron trabajando para Bachelet en Nueva York y se vinculan con el sector de la Nueva Izquierda del Partido Socialista. A esta tendencia también pertenece Mahmud Aleuy, futuro subsecretario del Interior y cuyo protagonismo este verano resolviendo los errores en las designaciones de subsecretarios se ha enfrentado con el bajo perfil de Peñailillo.

Todas las señales que ha dado Bachelet comienzan a revelar cómo será el mapa de poder y la correlación de fuerzas de su segundo gobierno. A diferencia de la vez anterior, la mandataria dejó fuera de la primera línea a figuras tradicionales de los partidos y privilegió a quienes han construido relaciones personales con ella. El eje central sigue siendo el mismo que lideró la campaña: la dupla de Peñailillo y el ministro de Hacienda, Alberto Arenas. El primero llega acompañado de un numeroso contingente de jóvenes militantes del PPD -la denominada G-90-, a quienes ha desplegado en varios ministerios; el segundo desembarca con un equipo de técnicos de confianza de distintos partidos que se extiende por toda el área económica.

Un tercer grupo incluye a figuras de peso político propio, como Nicolás Eyzaguirre, Heraldo Muñoz y Máximo Pacheco, quienes cuentan con autonomía para sus respectivas áreas y mantuvieron estrecho contacto con la futura presidenta mientras vivía en Estados Unidos. Aunque en la Nueva Mayoría aún están pendientes de los próximos nombramientos en puestos estratégicos, como el Segundo Piso de La Moneda, estos tres ejes son los que contarán con mayor influencia a partir del 11 de marzo.

LA REVANCHA DE LA G-90

Es una generación que en los 90 se destacó en las federaciones estudiantiles, que lograron perfilar a las juventudes del PPD, y en la década del 2000 aprendieron el funcionamiento del aparato estatal trabajando activamente en los gobiernos de Ricardo Lagos y Bachelet, pero que sin embargo siempre habían estado en la segunda fila de la política. Hasta ahora.

Tras el nombramiento de Rodrigo Peñailillo como jefe del equipo político, el nuevo ministro del Interior ha desplegado con rapidez a su gente en cargos clave del nuevo gobierno. Por primera vez, la G-90 pasará de ser un grupo de amigos y eficientes operadores políticos a detentar poder real.

De su red de confianza al interior del PPD se designó a dos subsecretarios: su brazo derecho, Juan Eduardo Faúndez, quien quedó al mando de la Subsecretaría de Servicios Sociales, repartición que coordina los bonos y financiamiento solidario a los sectores más vulnerables; y Carolina Echeverría a la cabeza de la Subsecretaría para las Fuerzas Armadas, la única de las autoridades cuestionadas este verano a quien Peñailillo salió a defender personalmente: “Todos conocemos a Carolina Echeverría y sabemos su compromiso en materia de derechos humanos”, señaló ante las acusaciones por el rol de su padre en el régimen militar.

En el círculo del nuevo ministro también se encuentran Gabriel Sepúlveda y Adolfo Galindo, que trabajaron en la campaña y ahora serán jefes de gabinete de los ministros de Energía y Minería. Si bien son dos reparticiones técnicas, los nombres fueron impulsados por Peñailillo para que las carteras -que deben lidiar frecuentemente con conflictos sociales- tengan un canal de comunicación directo con Interior.

Entre los hombres del grupo se cuentan, además, al ex administrador de La Moneda y amigo de infancia de Peñailillo, Cristián Riquelme -quien corre como favorito para volver a ocupar el cargo, ya que su rol fue bien evaluado-; Nicolás Cruz, responsable de la estrategia digital de Bachelet; y el abogado Héctor Cucumides, quien formará parte de su staff en La Moneda y es hermano de Carolina Cucumides, antigua aliada de Peñailillo y con quien compartió la presidencia de la juventudes del PPD a inicios del año 2000. Se suma al grupo Carlos Henríquez, quien integró la comisión de Educación del comando, y la futura intendenta de Aysén, Ximena Órdenes.

En el PPD los definen como una nueva corriente que toma fuerza al interior del partido, paralela a las tradicionales tendencias del girardismo y el laguismo. Se caracterizan por ser un grupo hermético, con mucha disciplina y lealtad entre sus miembros -“Nos queremos, nos defendemos y nos ayudamos”, dice uno de sus integrantes-, que no pertenecen a la elite política y se destacan por la meritocracia en la forma como han forjado sus carreras. 

Se ubican en la vereda opuesta de Guido Girardi, a quien le critican su forma de hacer política. Aunque Sergio Bitar ha apadrinado a la G-90, y los ha incentivado para que se capaciten y profesionalicen realizando estudios de posgrado, en el partido aún se les critica que no son un grupo ideológico y que les ha costado armar una identidad política clara. De todas formas, ellos se consideran a sí mismos liberales en lo valórico y representantes de una socialdemocracia moderna y que, al contrario de los tecnócratas, saben forjar redes y tener manejo político para solucionar en forma eficiente los problemas de la administración pública.

Un episodio que marcó a fuego al grupo fue el caso Chiledeportes, que estalló el 2006, el primer año del gobierno de Michelle Bachelet, cuando de esa repartición se filtró un mail con supuestas asignaciones de recursos para comunas de diputados PPD. Aunque la denuncia investigada por la fiscalía no quedó en nada, la presión política y de la prensa llevó a la destitución del director metropolitano de Chiledeportes, Orlando Morales, y a la renuncia de Harold Correa como jefe de gabinete del vocero de gobierno, Ricardo Lagos Weber, para evitar que el caso siguiera escalando. Hoy entre los miembros de la G-90 dicen que fue una acusación injusta, producto de una vendetta al interior del partido y que los volvió más cautelosos y desconfiados de la prensa y de los dirigentes políticos. Nunca perdonaron a Jorge Schaulsohn por haber amparado las denuncias, pero tampoco a Lagos Weber por haber permitido la salida de Correa. Éste sólo logró volver al gobierno años después, cuando Bitar lo contrató como su jefe de gabinete en Obras Públicas.

El caso les pena hasta hoy. En la G-90 creen que el que se filtrara desde el comando el nombre de Correa como jefe de gabinete de Bachelet fue una operación política contra Peñailillo para evitar su designación. Si bien confían en que terminará ocupando otro alto cargo en La Moneda -en enero trabajó codo a codo con Peñailillo en las oficinas de Tegualda-, el episodio se suma a la oleada de críticas que el equipo del futuro ministro recibió desde la Nueva Mayoría por la forma en que revisaron los antecedentes de las nuevas autoridades de gobierno.

Están alertas. En el grupo afirman que ya no tienen la misma inexperiencia de la época de Chiledeportes y ahora sabrán hacer valer su peso, más aún con Peñailillo como el encargado de la coordinación política de la Nueva Mayoría. La primera tarea será tener una reunión como grupo político para definir la agenda de los próximos cuatro años. En abril, el PPD definirá la fecha de las elecciones internas y la G-90 deberá decidir si intentarán tomarse el partido con una lista propia. Otra definición a largo plazo es la candidatura presidencial de 2017. Ahí ya hay una pista: varios miembros del grupo, incluido Peñailillo, conformaron el comando de campaña de Carolina Tohá para ser alcaldesa de Santiago, y algunos se quedaron trabajando con ella hasta hoy en la municipalidad.

EL EJE DE TEATINOS 120

Alberto Arenas (PS) ya ganó su primera batalla antes de asumir. El economista no sólo se quedó con la influyente cartera de Hacienda: Bachelet lo ungió, además, como el encargado de implementar el programa de gobierno, quitándole poder a la Secretaría General de la Presidencia que encabezará Ximena Rincón y que lleva las relaciones con el Congreso.

No sólo la reforma tributaria, sino la educacional y la constitucional pasaron bajo su supervisión como jefe programático de Bachelet. Ahora será un ministro con amplios poderes, similar al modelo de Andrés Velasco hace ocho años. Una gran victoria considerando que al inicio de la campaña era mirado con recelo por el mundo empresarial.

Así como en 2006 Velasco desembarcó junto al equipo de Expansiva, Arenas tejió una red que abarcará puestos clave no sólo en el equipo económico, sino en ministerios sectoriales. Son gente de su máxima confianza, vinculada en su mayoría a la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile y -a diferencia de Peñailillo y la G-90-, con un sello político transversal. Además, comparten el haber trabajado en segunda fila durante los gobiernos de la Concertación y tener un perfil meritocrático. “Ha tenido una política conservadora: convocar a gente que él conoce cómo trabaja”, explica un economista cercano a Arenas.

Durante el gobierno de Sebastián Piñera, el futuro ministro organizaba almuerzos tres veces al año para mantenerse en contacto con el grupo de economistas con los que trabajó durante su gestión en la Dirección de Presupuestos. Entre ellos, Sergio Granados, Jorge Rodríguez, Enrique Paris y Julio Valladares. Granados dirigirá la Dipres, mientras Rodríguez, Paris y Valladares serán asesores senior en Hacienda. Otro miembro de su equipo de confianza es su esposa, Jacqueline Canales. Ambos trabajaron juntos en la Dipres cuando Arenas encabezaba el servicio, y ella mantuvo su puesto de jefa sectorial durante el actual gobierno. Sin embargo, aún no está confirmado que ella se mantenga en el cargo.

El futuro ministro también consiguió que el equipo económico completo fueran nombres cercanos a él. Su subsecretario, Alejandro Micco, y el ministro de Economía, Luis Felipe Céspedes -ambos DC-, eran interlocutores frecuentes como asesores senior de Hacienda durante el período de Velasco. Otro de los asesores de esa época, Eric Parrado, corre como una de las principales cartas para estar a cargo de la SVS o la Superintendencia de Bancos.

Arenas logró, además, que Heidi Berner, la tercera a bordo cuando él lideraba la Dipres, quedara a cargo de la estratégica Subsecretaría de Evaluación Social, que deberá redefinir la Ficha de Protección Social, proceso que podría ampliar los receptores de beneficios y obligar a un mayor desembolso del Estado. Otro nombre es Andrés Gómez-Lobo: con el futuro ministro de Transportes tiene un lazo desde que era el negociador con Velasco y Arenas de los fondos para el Transantiago. Y se da por descontado que Michel Jorratt, quien también es cercano, asumirá en el SII o será el coordinador de la reforma tributaria.

Pero el mayor desafío de Arenas será capitalizar el poder político que le entregó Bachelet. En esa área, dos mujeres de su equipo, Andrea Palma -su ex jefa de gabinete- y la investigadora de Cieplan, Macarena Lobos, han sido claves: han trabajado desde enero en la redacción de los proyectos de ley para los 100 primeros días.

En la Nueva Mayoría esperan que Arenas ejerza como el principal negociador de las reformas. Más aún considerando que Ximena Rincón partió con un mal pie al revelar la semana pasada que aspira a ser candidata al Senado o a la Presidencia en 2017. La declaración cayó como un balde de agua fría en Tegualda, porque dejó de manifiesto que Rincón tiene agenda propia. “Fue un autogol. Imagínate cuando tenga que ir a conversar: los senadores la van a ver como futura rival y no como ministra”, reconoce un alto dirigente de la Democracia Cristiana.

Además, el futuro jefe de las finanzas públicas tiene línea directa con el Congreso. Le tocó personalmente convencer a senadores de la Alianza, como Pablo Longueira y Evelyn Matthei para apoyar la reforma previsional del primer gobierno de Bachelet, e integró hasta antes de su designación en Hacienda el Comité de Asignaciones Parlamentarias. Con el área económica bajo el control de su equipo de confianza, Arenas podrá concentrarse en ganar influencia política.



De izquierda a derecha: Nicolás Eyzaguirre, Heraldo Muñoz, Paula Narváez, Paula Walker, Máximo Pacheco.

EL CLUB DE NUEVA YORK

Con el nombramiento de Paula Narváez como jefa de gabinete, Bachelet reveló nuevamente una tendencia que ha seguido en su designación de altos cargos: confiar en personas con las que cultivó una relación personal mientras estaba viviendo en Nueva York. De hecho, además de ella, otra ex colaboradora de su época en ONU Mujeres desembarcó en un cargo de confianza: Paula Walker, jefa de prensa en su primer período y en la organización internacional, estará a cargo de la Secom, puesto que en el primer gobierno ocupó el periodista Juan Carvajal y que se transformó en uno de los hombres más influyentes de su administración.

Narváez y Walker forman parte del selecto grupo de personas que tuvieron contacto con la mandataria en Estados Unidos. Entre ellos, se cuentan Heraldo Muñoz (PPD) -quien era director regional del PNUD y que incluso fue vecino de Bachelet en Manhattan-, Nicolás Eyzaguirre (PPD) -quien en esa época vivía en Washington como director del FMI para el Hemisferio Occidental- y Máximo Pacheco (PS), que en su época como presidente para Europa, Medio Oriente y África de International Paper viajaba frecuentemente a Nueva York a visitar a su hija, la socióloga Paula Pacheco (PS), quien también cultivó un lazo con la mandataria. En el nuevo gobierno será jefa de gabinete de Mahmud Aleuy. Otro nombre de los contactos en Nueva York que podría aterrizar en el gobierno es el ex intendente Igor Garafulic (PPD), asesor de Muñoz en el PNUD, y quien está en conversaciones para asumir como su jefe de gabinete en la Cancillería.

Muñoz, Eyzaguirre y Pacheco son reconocidos como ministros “empoderados”, que sólo responderán ante Bachelet, ya que tienen posturas independientes al interior de sus partidos, y son profesionales altamente competentes para carteras como Relaciones Exteriores, Educación y Energía, que representan áreas complejas y los principales desafíos inmediatos del gobierno.

Por eso, en el diseño inicial tendrán amplio margen de maniobra; además, tienen buenas relaciones con Peñailillo y Arenas.

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