Por Juan Pablo Sallaberry Octubre 30, 2013

© Hernán Kirsten

Según Carlos Furche, ex director de Direcon durante el gobierno de Bachelet, “el problema es que Chile es el único país que ya tiene acuerdos de libre comercio con los otros 11 que integrarían el TPP, por lo tanto las posibilidades de ganar acceso real a mercados son reducidas”.

En las negociaciones se estableció una cláusula de estricto secreto y los gobiernos tienen prohibición de informar a la ciudadanía y a los grupos de interés los temas que se están debatiendo. Y este aspecto es precisamente lo que genera mayor molestia y temores en torno al acuerdo.

Se presenta como la mayor zona de libre comercio conocida hasta ahora en el mundo: 12 países, un mercado potencial de 800 millones de personas y un PIB sumado de US$ 28 millones de millones. Con esos datos, el Acuerdo Transpacífico, más conocido por sus siglas en inglés TPP (Trans-Pacific Partnership), prometía ser uno de los mayores legados en materia de política exterior de la administración de Sebastián Piñera. Prometía.

Pero la mañana del domingo, el programa de gobierno presentado por la candidata de la Nueva Mayoría, Michelle Bachelet, encendió las luces de alarma en la Cancillería. Lo que hasta entonces eran críticas solapadas en el ambiente académico y en los medios especializados, ahora quedaron expuestas en un revelador párrafo de la página 154 del documento: “Tenemos preocupación ante la urgencia por negociar el acuerdo TPP. Para velar por el interés de Chile se debe hacer una revisión exhaustiva de sus alcances e implicaciones. Para nuestro país es prioritario impedir aspectos cuestionables que pudieran surgir de este acuerdo pues, mal manejado, se transformaría en una renegociación indirecta de nuestro TLC con EE.UU.”.

Así las cosas, por primera vez un asunto de política exterior -área que tradicionalmente había sido materia de Estado y generaba consenso entre oficialismo y oposición- se levanta como una pugna dentro de la campaña presidencial. Y tras el anuncio de revisión de los acuerdos alcanzados hasta el momento, de forma inédita podría darse el escenario que un nuevo gobierno desconozca los avances de su antecesor en negociaciones comerciales. El TPP está bajo fuego.

Los cuestionamientos de la comisión de relaciones exteriores del comando de Bachelet apuntan principalmente a las restricciones que podría establecer este acuerdo comercial en aspectos como propiedad intelectual, patentes farmacéuticas, derechos digitales, medioambiente y nuevas normativas para el sector financiero, las que podrían significar un retroceso en los acuerdos ya alcanzados por Chile en años anteriores. Con todo, estas dudas se enmarcan en el terreno de las suposiciones, porque hasta la fecha el TPP se ha negociado en el más absoluto hermetismo entre los gobiernos de los 12 países que lo adscribirían: Estados Unidos, Canadá, México, Australia, Chile, Brunéi, Nueva Zelandia, Singapur, Malasia, Perú, Vietnam y Japón. Incluso se habla que también se podría unir Corea del Sur.

Según Carlos Furche, quien fue director de la Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales (Direcon), durante el gobierno de Bachelet, “el problema es que Chile es el único país que ya tiene acuerdos de libre comercio con los otros 11 que integrarían el TPP, por lo tanto las posibilidades de ganar acceso real a mercados son reducidas”. En cambio, para suscribir el tratado se tendría que modificar, a petición de EE.UU., la legislación en varios temas sensibles. “Sería muy deseable que quienes llevan esta negociación en el gobierno nos expliquen cuál es el trade off que están visualizando, cuál es el equilibrio que consideran responde a los intereses de largo plazo del país”.

Sobre este tema, la actual cabeza de la Direcon, Álvaro Jana, no demora en responder: “Tal como el presidente Piñera lo ha expresado públicamente, de concluirse las negociaciones durante este gobierno, por cierto que daremos a conocer adecuadamente su resultado antes de firmar el acuerdo”. En La Moneda existe conciencia de que parte de los escollos que ha enfrentado el TPP se debe a que aún no ha sido socializado. Por lo mismo, confían en que una vez que la oposición lo conozca se cuadrará tras él. Así lo habría comentado en privado el propio Piñera durante la última APEC, aduciendo que en la Concertación lo critican simplemente porque no lo conocen.

EL ENTUSIASMO

Tras la cancelación a última hora de viaje del presidente de EE.UU., Barack Obama, al foro de Cooperación Económica del Asia Pacífico, APEC, realizado a inicios de octubre en Bali, Indonesia, Sebastián Piñera recibió una misión especial. Los organizadores le pidieron abrir la reunión ante los líderes de las naciones que conformarían el TPP. El mandatario tuvo que improvisar su intervención y allá mismo, de puño y letra, escribió un texto centrado en las bondades del TPP y la promoción del libre comercio.

El acuerdo es una prioridad para Piñera, quien no disimula su entusiasmo. Ya en la cumbre de la APEC de 2011 en Hawái, cuando las negociaciones aún estaban en pañales, destacó la importancia del tratado y agregó que pretendía cerrarlo en 2012.  En junio de este año, durante su visita a EE.UU., dijo que su intención era sellar el acuerdo en octubre. Luego la fecha se postergó para diciembre. Pero fue el canciller Alfredo Moreno quien relativizó los plazos y explicó que “son tan diversas las realidades de los países que a veces es difícil avanzar tan rápidamente”.

Mientras en países como Malasia les preocupa que las normativas puedan retrasar el desarrollo de las naciones con menor crecimiento, Japón está velando por sus intereses en materia agrícola. Chile y Nueva Zelandia han hecho observaciones sobre regulaciones en las patentes de los medicamentos, ya que puede afectar el precio y apertura en la comercialización de remedios genéricos en Chile. “Estados Unidos tiene que ser más flexible porque estamos tratando con países muy diferentes. Todo el mundo tiene que ser más flexible”, dijo Piñera en Bali. Sobre este punto Perú -país que también tiene un TLC con Estados Unidos- fue más categórico y su ministro de Comercio Exterior, José Luis Silva Martinot, declaró: “No vamos a ir un milímetro más allá de lo que ya se negoció en el tema de propiedad intelectual”.

Según detalla Álvaro Jana, “después de 19 rondas de negociación, hemos cerrado varios capítulos, pero aún falta por negociar y trabajar bastante. Esperamos poder concluir las tratativas en los próximos meses. Con este tratado completaremos y profundizaremos los acuerdos de libre comercio que ya tenemos y podremos producir y comercializar productos finales elaborados con insumos de cualquier país TPP”. Agrega que, con reglas parejas para todos, el tratado permitirá generar mayor transparencia, predictibilidad y estabilidad para ejercer el comercio, y aumentará los niveles de competitividad internacional de las empresas chilenas. Además no perjudicará los TLC ya firmados, porque aplica el principio de coexistencia y el exportador puede acogerse a las condiciones que más le convengan.

SIN PIEZA DE AL LADO

El TPP es un debate a ciegas. Hasta la persona más crítica al acuerdo reconoce que no puede juzgarlo con propiedad porque los detalles del mismo no son conocidos. En las negociaciones se estableció una cláusula de estricto secreto y los gobiernos tienen prohibición de informar a la ciudadanía y a los grupos de interés los temas que se están debatiendo. Y este aspecto es precisamente el que genera mayor molestia y temores en torno al acuerdo.

Desde el Tratado de Libre Comercio con EE.UU. -elaborado entre 2001 y 2003-, en Chile se estableció la práctica denominada “habitación en la puerta del lado”. Esto es que, si bien había temas que se manejaban con discreción, por cada ronda de negociación se abrían consultas sobre los contenidos más delicados con los sectores empresariales, las organizaciones sindicales, la sociedad civil y las ONG. Pero ahora se estableció un tratado “de puertas cerradas” y los especialistas en comercio exterior se han visto obligados a informarse bajo cuerda, a través de filtraciones o de organismos no gubernamentales que consiguen antecedentes en sus respectivos países.

En ese terreno de secretismo es donde se cultivan los mayores fantasmas sobre el acuerdo: por ejemplo, sectores laborales norteamericanos aseguran que las grandes corporaciones de ese país están sentadas en la mesa de negociación fijando condiciones. En la misma línea, el New York Times publicó el pasado 2 de junio que el TPP contempla un riguroso control a los sitios de internet, con amenaza de cortar la conexión a los usuarios que infrinjan los derechos de propiedad intelectual. También hay suspicacias sobre las normativas respecto a las empresas estatales, en ese sentido hay voces que aseguran que Estados Unidos propuso que si un Estado decide poner en marcha nuevas áreas de economía que todavía no ha desarrollado -por ejemplo el litio en Chile-, es obligatorio abrir la participación a sectores privados no sólo de Chile, sino también de las naciones firmantes del TPP.

La inquietud llegó al Congreso y un grupo de senadores presentó un proyecto de acuerdo aprobado transversalmente pidiendo transparentar el TPP y abrir un debate técnico y político. Más lejos han llegado senadores como José Antonio Gómez y Alejandro Navarro, quienes ya anunciaron que, como están las cosas, rechazarán el tratado cuando deba ratificarse en la Cámara Alta. Por su parte, gremios como la Sofofa también han manifestado su preocupación sobre el tratado, y contratataron un estudio independiente para evaluar sus costos y beneficios.

No sólo el secretismo tiene a varios con los nervios de punta. Además, existe una creciente preocupación de las implicancias que podría tener la firma del TPP en las relaciones del país con China, el primer socio comercial de Chile. Según el analista Marcos Robledo -ex asesor internacional de Bachelet-, los altos estándares que ha puesto EE.UU. para suscribir el tratado en materias como medioambiente o derechos laborales resultan prohibitivos para la economía china. “El TPP es percibido como muy hostil hacia China.  El punto político más complicado para Chile es que al sumarnos a la estrategia de EE.UU. parece que le estamos diciendo no a China y es precipitado optar por un solo actor cuando tenemos una estructura política y comercial más diversa”.

Desde el oficialismo, sin embargo, desdramatizan la situación. Su principal argumento para esto es un artículo publicado el 19 de octubre por East Asia Forum sobre la posición de China frente al TPP. En simple, el reportaje sostiene que el país asiático habría dado un giro y podría estar observando con interés el tratado. La publicación asegura que “Debido a la influencia de EE.UU., el TPP no había recibido una respuesta positiva por parte de los países de Asia-Pacífico en un principio. Sin embargo, después que convencieron a Japón y Vietnam para unirse a las negociaciones, China ha tenido que reconsiderar su posición. China sabe que va a pagar un precio muy alto si se excluye de un mercado unificado”.

 

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