Por Paula Comandari Octubre 17, 2013

© José Miguel Méndez

"Los partidos son instrumentos al servicio de un propósito. A ratos da la impresión que la DC está más preocupada de cortejar que de liderar, de administrar que de transformar, de cuidar lo poco que tiene y nunca de arriesgar".

"Álvaro Elizalde faltó a una regla básica de la confianza política al revelar los contenidos de conversaciones privadas a otras personas y tampoco ajustó su relato a cómo sucedieron los hechos".

Los golpes los sintió con distinta intensidad. “Muchas me dolieron poco, pocas me dolieron mucho, y ninguna me dolió lo suficiente”. Así califica Jorge Navarrete las deslealtades que, según él, enfrentó al interior de la Democracia Cristiana, durante las primarias de la Concertación, donde fue coordinador general de la candidatura del DC Claudio Orrego. El paso fue duro. Por eso, luego de la derrota se sumergió.

Tenía mucho que pensar. Hace tiempo no se sentía cómodo dentro del partido en el que militaba desde hace 25 años. Los tensos momentos vividos durante la campaña pusieron en evidencia muchos de sus conflictos. “Dirigimos una campaña que nunca pudo desplegar sus alas por no querer incordiar a la elite partidaria”, reflexiona el abogado, quien es reconocido como una figura destacada en los gobiernos de la Concertación.

En este periodo, además, Navarrete enfrentó sus propios fantasmas: haber pertenecido a una generación privilegiada en la DC que fue incapaz de construir una comunidad política propia. “Fuimos buenos gerentes pero dueños de nada, nos acostumbramos a hacer política con ropa prestada. Ésta fue una generación de mijitos ricos que no estuvimos dispuestos a sacrificar parte de la comodidad política y bienestar material que tan temprano adquirimos”.

El miércoles pasado, Navarrete renunció al partido, al que también pertenecen su padre y su madre (Jorge Navarrete y Patricia Poblete). Se le ve triste, pero seguro. “Dejo la falange porque estoy convencido de que se culminó un ciclo. Es una institución que está vieja y cansada”.

En esta entrevista, además, el abogado cuestiona el rol que ha ejercido el comando de Michelle Bachelet sobre ella y habla de su distanciamiento con Álvaro Elizalde. “Ojalá que sus asesores eviten esconderla y sobreprotegerla como lo han hecho hasta ahora”.

-¿Usted participaría en algún cargo público en un eventual gobierno de Michelle Bachelet?

-Estoy seguro de que hay personas más capacitadas e interesadas que yo para esta nueva etapa. Por lo demás, creo que es difícil que un gobierno de coalición convoque a personas que recientemente han dejado de pertenecer a sus partidos de referencia.

-¿Cómo es eso?

-Esta semana concurrí al registro electoral para materializar una decisión que venía madurando hace tiempo: renuncié a mi militancia en la DC.

-¿Por eso accedió a dar esta entrevista después de meses de no querer hablar sobre la DC y las primarias?

-En parte sí. No queriendo hacer un tema de esta cuestión, era importante para mí formalizar mi decisión ya que tampoco quería desafiliarme de la DC a hurtadillas.

-¿Lo que gatilla la decisión es la falta de sintonía con quienes dirigen hoy la DC o porque siente que el partido dejó de tener un fin específico?

-Son tres las razones. La primera obedece a la convicción de que un partido debe tener un propósito común, el que se ejecuta a través de ideas, valores y proyectos. Cada vez veo más difuso ese ideario. Por eso, no me siento cómodo ni representado en lo que cotidianamente muestra la falange. Segundo, los partidos son agrupaciones voluntarias, en las que se cede algo de nuestra autonomía para fortalecer un proyecto colectivo. Hace mucho tiempo, en la DC no existe ni lo uno ni lo otro. Lo que sí hay, con honrosas excepciones, son emprendimientos individuales, los que se acoplan a la voluntad común e institucional sólo en la medida que son funcionales a sus intereses. Por último, participar de un partido requiere una vocación especial que yo perdí. Pese a que no he sido un militante prototipo, quiero más libertad política y profesional de la que es aceptable cuando perteneces a una organización política.

-¿Ha conversado esto con sus camaradas?

-Todos han sido cariñosamente críticos. Esto no es una cuestión sencilla para mí, después de 25 años de militancia ha sido más difícil y doloroso de lo que me hubiera imaginado. Los amigos y familiares con los cuales socialicé esta cuestión tuvieron una reacción parecida: comprensión, algo de pena, pero respeto por una decisión personal, la que sin embargo ha sido objeto de críticas, interpelaciones personales y algo de preocupación por la oportunidad.

-De hecho, varios podrían interpretar su renuncia como un gesto de encono...

-Es probable que muchos malinterpreten este gesto con motivo de la última derrota electoral en la primaria, como si mi decisión fuera motivada por la ofuscación o el despecho. No me voy sentido de la DC ni tampoco por una derrota electoral. Dejo la falange porque estoy convencido de que se culminó un ciclo y que el tremendo aporte que hizo a la historia de Chile no podrá repetirlo en la etapa que tenemos por delante.

-Los que lo interpelan, ¿a qué apuntan?

-La mayoría de los DC creen que es posible un cambio desde el interior del partido y así modificar su sentido y trayectoria. Varios me hacen ver que pude hacer más esfuerzos antes de haber tomado esta decisión.

-¿No le hace sentido esa crítica?

-Los partidos son instrumentos al servicio de un propósito. A ratos da la impresión que la DC está más preocupada de cortejar que de liderar, de administrar que de transformar, de cuidar lo poco que tiene y nunca de arriesgar.

-¿Eso lo dice por el rol que juega hoy dentro de la Nueva Mayoría?

-No me desvela la influencia que la falange pueda tener en los electores o la opinión pública, sino la ausencia de ganas y escasa vitalidad política propias de una institución que está vieja y cansada. Poco importaría que la DC fuera la pequeña fracción de una agrupación política mayor, como la Nueva Mayoría, si se advirtiera un rol diferenciador y distintivo. Por el contrario, estamos más preocupados de no quedarnos abajo y salir en la foto, que de justificar el aporte para la nueva etapa que se viene en la política chilena.

LA DC, ORREGO Y LAS PRIMARIAS

-¿Qué mea culpa hace luego del fracaso de la campaña de Orrego en la cual usted fue su jefe programático?

-Fuimos los primeros en reconocer nuestro grado de responsabilidad, y yo personalmente lo hice en la columna de La Tercera del domingo siguiente a los resultados. Nuestro principal error fue diseñar una campaña de nicho, pensando en que no votaría más de un millón de personas, lo que sepultó una estrategia que reveló el aspecto más conservador de la agenda valórica del humanismo cristiano, donde además subestimamos el desprecio de los ciudadanos hacia la política tradicional, y dirigimos una campaña que nunca pudo desplegar sus alas por no querer incordiar a la elite partidaria. Sume el fenómeno Bachelet y el escaso apoyo de la DC, para completar la explicación del resultado.

-Usted en varias ocasiones se ha sentido incómodo en la DC por el choque de visiones en su interior, ¿de qué forma se manifestaron esas tensiones?

-De varias maneras. Primero, nos vimos obligados a callar posiciones que entraban en contradicción con su voz oficial. La otra fue la oposición de algunos dirigentes de la DC, pese a que la decisión de competir se adoptó oficialmente y que la designación de Orrego fue producto de un proceso democrático. Varios se restaron de la candidatura y otros intentaron derechamente sabotearla.

-¿Quiénes específicamente?

-A estas alturas, poco sirven las recriminaciones, pero en varias oportunidades los diputados Gabriel Silber y Roberto León, o el alcalde Christian Vittori, se expresaron respecto de la candidatura DC como nunca un militante de otro partido, de izquierda o de derecha, se hubiera referido a su propio candidato. El mismo Silber ha explicitado una alianza política con Guido Girardi, perjudicando los intereses de su camarada Alberto Undurraga y la votación que la DC podría obtener en dicha circunscripción. Pero, por cálculo o para evitar un problema, todos callan.

-¿El ejemplo de Silber ayuda a reflejar “las personalidades” que hoy lideran la DC?

-No me gustan las generalizaciones, ni menos en política, donde resultan fáciles y populares. Hay grandes dirigentes y varios de ellos están en el Congreso. Con todo, tenemos un problema serio, que va más allá de la DC y que se refiere al sistema binominal y a los partidos políticos. Si no introducimos más competencia, el cargo de parlamentario seguirá siendo para muchos un botín o premio, el que una vez alcanzado se cuida y se intenta preservar como un proyecto personal y con ausencia de consideraciones colectivas.

-La DC ha desaparecido en varias partes del mundo. En Alemania se ha convertido en un partido de derecha. ¿Tiene la DC chilena posibilidades de sobrevivir?

-La DC es hija de otro tiempo, del contexto de la guerra fría, cuando el mundo se dividía entre el capitalismo y los socialismos reales. Su razón de existir fue la convicción de que era posible compatibilizar la libertad política con la justicia social, cuestión que ahora es un patrimonio civilizador común y que pertenece a todos. Sus otros dos grandes aportes históricos fueron las transformaciones sociales de la revolución en libertad y conducir la transición post dictadura. Hoy no avizoro un cuarto momento para la DC, y más bien la percibo incómoda y perdida frente a los desafíos que impone la sociedad del siglo XXI.

CRÍTICAS AL COMANDO DE BACHELET

-Dicen que está molesto con la ausencia de Bachelet en el debate de la ANP y porque aún no presenta un programa real, a menos de un mes de las elecciones.

-Me gustaría ver a una Bachelet menos preocupada de ganar en primera vuelta y sí más explícita en sus prioridades, regulando las expectativas, diciendo a ratos cuestiones que no siempre encuentran la comprensión de los ciudadanos y haciendo comprender las complejidades que significa gobernar. Su candidatura no puede transformarse en un objeto  en disputa: no les pertenece a los partidos ni a sus asesores más cercanos. Me incomodan los silencios y la opacidad que a ratos se advierte. Bachelet ya evitó ser secuestrada por los intereses de los partidos y ojalá que sus asesores no la escondan y sobreprotejan como lo han hecho hasta ahora. Su fuente de mayor sabiduría y patrimonio político es su capacidad para hablarles a los ciudadanos.

-Es efectivo que su relación con Álvaro Elizalde, vocero de Michelle Bachelet, se ha vuelto distante.

-Álvaro faltó a una regla básica de la confianza política al revelar los contenidos de conversaciones privadas a otras personas, y tampoco ajustó su relato a cómo sucedieron los hechos.

-¿Puede ser más específico?

-Prefiero no repetir la misma conducta que estoy criticando. Es cierto que estamos distanciados y, en lo particular, yo algo desilusionado. Todo vocero tiene la necesidad de mantener buenas relaciones con los periodistas, pero hay formas y formas de granjearse su simpatía.

-Hoy fuera de la DC, ¿va a votar por Michelle Bachelet?

-Por supuesto. Nos sometimos a un procedimiento democrático en el cual perdimos de manera categórica. Más de 1 millón y medio de personas manifestaron que Bachelet debía ser la candidata. Votaré por ella. 

-¿No ha pensado en integrarse a Fuerza Pública, el referente liberal que lidera  Andrés Velasco?

-Velasco debiera institucionalizar su votación para volver a la carrera presidencial, pero una de las malas prácticas en política es no llamar a las cosas por su nombre. Convocar a personas en torno a un objetivo político, elegir una suerte de directiva o voceros, apoyar a ciertos candidatos, para en el futuro proponer representantes propios al Parlamento y La Moneda es lo más parecido a un partido. Lo contrario es querer comer sin sentarse a la mesa. Andrés debe ser capaz de demostrar que la buena política es compatible con mejores partidos y deberá asumir las complejidades que significa fundar uno. En lo que a mí respecta, mi única militancia será en la centroizquierda.

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