Por Juan Pablo Sallaberry Junio 13, 2013

Aunque se decidió que no realizaría vocerías en el comando, en privado Peñailillo actúa como el principal representante de Bachelet. Según un cercano, sabe que por ello debe cuidar todos sus pasos y declaraciones: “Tiene mucha conciencia de que lo que diga es como si lo dijera ella”.

Desde los partidos lo respetan: nadie discute que es la figura central y el hombre con el que hay que hablar para llegar a Bachelet. Y aunque se valora su capacidad, una de las críticas es que es difícil contactarse con él. “A veces no responde correos ni llamados”, cuenta un dirigente opositor.

Entre sus cercanos sostienen que perfectamente podría asumir un cargo ministerial en un futuro gobierno, pero que todo depende de si Bachelet lo autoriza y le da un espaldarazo o, por el contrario, decide mantenerlo como su operador estrella.

“¡Rodrigo!, ¿eres tú?”. La mesera que atendía el cóctel que ofreció el lunes Canal 13, previo al debate de los candidatos presidenciales de la Concertación, no lo podía creer. Una de las principales figuras que acompañaban a Michelle Bachelet era Rodrigo Peñailillo (39), su antiguo compañero de los años de educación media en el Liceo A-49 de Coronel. El secretario ejecutivo del comando de la ex mandataria la reconoció de inmediato y le dio un fuerte abrazo, ante la sorpresa de quienes presenciaban la escena.

Peñailillo había recorrido un largo camino para llegar a ese lugar. De su vida en provincia como dirigente estudiantil en la Universidad del Biobío, pasó a encabezar la juventud del PPD y a hacerse un lugar en el gobierno de Ricardo Lagos como gobernador de Arauco, con 28 años, el más joven hasta ese momento. Su salto siguiente sería a la primera campaña de Michelle Bachelet, donde luego, en La Moneda, se convertiría en su jefe de gabinete. Y ahora, coordinaba todos los detalles del debate: como la mano derecha de la ex presidenta, definió quiénes serían los invitados del comando, participó en los ensayos y en cada pausa salía para visitar a Bachelet en su camarín e intercambiar opiniones sobre el desempeño.

Era una de las pocas actividades públicas que ha tenido desde que la ex mandataria lo nombró al frente de su campaña. Por eso, muchos de los asistentes aprovecharon de saludarlo. Otros se acercaron a presentarse, como Fabio Valdés, miembro del directorio de Canal 13 y amigo del presidente Sebastián Piñera. En todo momento estuvo acompañado por el vocero del comando, Álvaro Elizalde, y el jefe programático, Alberto Arenas. Y denotó su nerviosismo cuando se sentó en primera fila frente a las pantallas gigantes, pese a que faltaba media hora para el foro. Al final de la jornada, fue él quien acompañó a Bachelet a saludar, uno por uno, a los invitados de los otros comandos. “Jefa, por acá, por acá”, la guiaba Peñailillo.

Es un hombre de contrastes: se le reconoce como el más cercano a la candidata que lidera las encuestas, el estratega de su desembarco en Chile para obtener un segundo mandato, y alguien que hace valer su peso en el mundo político, pero  que no da entrevistas, no se conoce su pensamiento político y muy pocos podrían reconocer su rostro en la calle.

Sin embargo, la ascendente influencia del brazo ejecutor de Bachelet ha levantado la incertidumbre sobre qué rol jugará en un eventual nuevo gobierno: si se mantendrá en el segundo plano que ha cultivado hasta ahora o dará un salto a la primera línea de la política.

LA VOZ DE BACHELET

El celular de Guido Girardi sonó a primera hora del jueves 4 de abril. Al otro lado de la línea estaba Rodrigo Peñailillo: lo llamaba para pedirle explicaciones sobre la confusión generada la tarde anterior, cuando el senador PPD dio a entender que sería parte del equipo territorial de Bachelet como uno de sus voceros. El asesor de Bachelet fue concreto: necesitaba que se retractara cuanto antes, para no empañar la presentación del comando, agendada para esa misma tarde.

Aunque en el PPD, Peñailillo está en la vereda opuesta al “girardismo” -en sus orígenes se le reconocía como laguista y es cercano a Carolina Tohá y Ricardo Lagos Weber-, la llamada no era algo personal. La evaluación era que el anuncio afectaba de forma directa a Bachelet al vincularla al mundo político tradicional. Y, por eso, no dudó en intervenir de forma enérgica.

A esas alturas, el poder de Peñailillo superaba con creces el de un jefe de gabinete. Fue él quien diseñó la estrategia para el aterrizaje en Chile de la candidata, que no contemplaba en su fase inicial actividades con figuras de la Concertación. De hecho, cuando la ex mandataria llegó al aeropuerto en la mañana del 27 de marzo, no asistió a recibirla: estaba resolviendo en su oficina de la Fundación Dialoga todos los detalles y la puesta en escena del discurso en que, esa misma noche, ella anunciaría su candidatura. Peñailillo decidió entre varias opciones que el acto se haría en la comuna de El Bosque. Y que sólo asistirían alcaldes y vecinos del sector.

Pocos dudaban de que el ingeniero comercial ocuparía un rol clave en el comando. Después de la salida del gobierno, siempre mantuvo comunicación con la ex presidenta. Un ejemplo: durante uno de sus viajes por ONU Mujeres, ella lo visitó en 2011 en Madrid, donde él cursaba un máster.

Sin embargo, su designación como secretario ejecutivo -el puesto más alto del equipo de Bachelet- dejó en evidencia tanto su importancia como su influencia ante la ex mandataria. Va de lunes a viernes al comando de calle Tegualda, donde tiene una oficina propia, y los fines de semana recorre el país para reforzar contactos en regiones con miras a las elecciones primarias. Y aunque se decidió que no realizaría vocerías -a diferencia del rol que habitualmente tienen los “generalísimos”-, en privado él actúa como su principal representante. Un amigo que lo conoce hace más de una década afirma que él sabe que por ello debe cuidar todos sus pasos y declaraciones: “Tiene mucha conciencia de que lo que diga es como si lo dijera ella”.

MUÑECA POLÍTICA

“Vengo mandatado por la presidenta”. Con esa frase, Peñailillo abrió su breve intervención el sábado 11 de mayo ante cerca de 20 dirigentes en la sede social Manuel Montt de Dichato. Eran las cuatro de la tarde, y el asesor de Bachelet había llegado para tomar la temperatura al emblemático pueblo, uno de los más afectados por el 27-F.

La cita, organizada por la dirigencia del MAS en la zona, era un ensayo general. Una semana después, el 18, Peñailillo volvería a Concepción para afinar detalles de la visita de Bachelet a la zona, una de sus actividades más difíciles por el simbolismo que tenía. Y el jueves 23, la ex mandataria llegó a Dichato en una actividad calcada a la de su jefe de campaña: con los mismos organizadores, en la misma sede social y con buena parte de los mismos vecinos, con un escenario preparado al milímetro a prueba de riesgos.

Un año antes, el mismo Peñailillo había sido quien tomó contacto con el consultor Enrique Correa, de Imaginacción, y los abogados del caso 27-F para coordinar el manejo de crisis de lo que se considera uno de los flancos más complejos para la ex presidenta en la campaña. Fue él también quien acudió a Contraloría a presentar denuncias de intervención electoral contra el gobierno.

En su círculo se destaca su capacidad de ejecución, de tomar decisiones rápidas y con olfato político. Por su rol, puede intervenir en prácticamente todos los aspectos de la campaña, y él ha optado por tomar en sus manos los temas que considera más complejos. “Todo lo coordina Rodrigo. Si Arenas o la ‘Jupi’ (María Angélica Álvarez) quieren viajar a Coyhaique, tienen que conseguir la autorización de él. Supervisa la estrategia digital, los tipos de actividades, la relación con los medios y baja la línea a los parlamentarios”, dicen en el comando.

Su poder también se nota en el área política. Es él quien conduce y coordina las reuniones semanales del comité que integran los presidentes de los partidos que apoyan a Bachelet más Arenas, Elizalde, Orietta Rojas y Róbinson Pérez. Y él también es quien luego informa de sus resultados a Bachelet.

Nadie duda de que la palabra de Peñailillo en esas citas pesa. Un escenario muy distinto al del gobierno de Bachelet, cuando participaba de oyente en las reuniones del comité político de La Moneda, donde sólo opinaba cuando era consultado y su presencia era criticada en voz baja por ministros y presidentes del partido.

Ahora, empoderado, fue él quien llevó a puerto las reservadas negociaciones con el Partido Comunista para concretar el apoyo a la ex presidenta, pese a que ella no aceptó reunirse personalmente con Guillermo Teillier y el resto de la dirigencia antes de la proclamación formal. Algo que en su entorno marcan como un ejemplo de su peso político.

El ingeniero comercial también es el canal oficial de Bachelet con el presidente del PS, Osvaldo Andrade, y del PPD, Jaime Quintana, incluso desde antes del desembarco de la ex mandataria: ambos dirigentes tenían que llamarlo a él si querían enterarse de información, e incluso en ocasiones se iban con las manos vacías. Con Quintana, pese a ser de su partido, tuvo diferencias: al inicio la comunicación fue sólo a través de correos electrónicos  y el senador no compartía su estrategia para el desembarco de la ex mandataria, aunque hoy el lazo ha mejorado.

Desde los partidos lo respetan: nadie discute que es la figura central y el hombre con el que hay que hablar para llegar a Bachelet. Y aunque se valora su capacidad, una de las críticas que se le hace es que es difícil contactarse con él. “A veces no responde correos ni llamados”, cuenta un dirigente opositor.

LOS ORÍGENES

Peñailillo habla diariamente con Bachelet: además de los temas operativos, intercambia opiniones políticas y coincide con ella en las definiciones programáticas. Sin embargo, en el comando aclaran que él “no es Ottone”, en referencia al líder del Segundo Piso del gobierno de Lagos que fijaba los lineamientos estratégicos y políticos de largo aliento de esa administración.

En el bacheletismo dicen que la relación entre ambos es de máxima confianza, pero no de amistad: Peñailillo siempre mantiene formalidad en el trato. Eso no impide que plantee diferencias sobre definiciones estratégicas. “Es disciplinado y obediente, pero no es un ‘yes men’, y eso le gusta a Bachelet”, explican.

La relación de ambos lleva más de una década. Se conocieron en 1999: entonces, la ex mandataria era jefa de uno de los sectores en que se había dividido la Región Metropolitana para impulsar la campaña de Ricardo Lagos, y el joven ingeniero comercial era el hombre “de los carteles y las camionetas”: debía recorrer toda la capital moviendo la publicidad. De esa época se comenta que Peñailillo fue el ideólogo de la estrategia de las “palomas móviles” que se desplazaban por la ciudad según el horario punta de los vehículos.

A fines del 2004, Bachelet recordaba su nombre y no dudó en aceptar la recomendación de Sergio Bitar y Francisco Vidal para reclutarlo en su campaña. Peñailillo se había desempeñado con éxito como funcionario de la Subdere y luego como gobernador, donde también estrechó lazos con Camilo Escalona, entonces diputado por esa zona. Fue entonces cuando rechazó un cupo parlamentario para trabajar por la candidata socialista.

Como jefe de gabinete, fue adquiriendo cada vez más confianza de Bachelet y tuvo la capacidad de mantenerse al margen de las disputas entre los miembros del Segundo Piso, como Juan Carvajal y Francisco Javier Díaz, hoy fuera del núcleo de campaña de la ex presidenta. Quienes lo conocen afirman que es un sobreviviente, gracias a la discreción y cautela que demostró en esa época. “No transmite todo lo que escucha y evita meterse en conflictos, y eso es algo que en política no es tan frecuente”, comentan en la Concertación.

LA HERMANDAD PPD

En marzo,Peñailillo viajó a Nueva York para reunirse con Bachelet. No era la primera vez que lo hacía, pero en esta ocasión fue a exponerle a la ex mandataria su trabajo de los últimos meses, con todos los preparativos para su regreso. Había estado trabajando durante un año en la operación, con un reducido equipo de militantes PPD de su plena confianza. Entre ellos, Orlando Morales y Gabriel Sepúlveda, quienes junto a Adolfo Galindo, Cristián Riquelme y Harold Correa, entre otros, conforman su núcleo generacional, la denominada G-90.

Varios de ellos ocupan actualmente cargos en el comando y ya han trabajado en otras campañas. Entre ellas, la de Carolina Tohá en Santiago, donde el propio Peñailillo colaboró con consultorías enfocadas en identificar el perfil de los nuevos electores y cómo orientar el discurso hacia ellos. También en la última campaña interna del PPD tomaron posición, al apoyar la candidatura de María Antonieta Saa. Y hubo un gesto que demostró su reconocimiento interno: Peñailillo obtuvo una de las primeras mayorías para integrar el consejo nacional del partido.

La relación al interior del grupo es de amistad férrea: varios de ellos viven en el mismo sector de Ñuñoa y se juntan los fines de semana. “Peñailillo lleva a su equipo a todas partes”, comentan en el PPD. Ahora están a cargo de posiciones claves en las áreas comunicacional, administrativa, política y territorial del comando bacheletista. Pero ese desembarco también ha recibido críticas desde el PS, por considerar que “hay demasiados pepedés en el comando”.

A inicios del gobierno de Bachelet, el grupo sorteó una tormenta política, al ser vinculados algunos de sus miembros con denuncias de irregularidades en Chiledeportes. El caso por muchos fue leído como una vendetta interna de otros sectores del partido que intentaban perjudicar a Peñailillo y, a través de él, a la propia mandataria. Tras el episodio, el grupo se rearmó y reforzó un perfil que en el partido describen como hermético y muy cuidadoso en sus posicionamientos.

MIRANDO A LA MONEDA

Londres y Madrid fueron los destinos escogidos por Peñailillo tras salir de La Moneda. Su apuesta era perfeccionarse: por eso vivió un par de meses en la capital británica, donde tomó cursos de inglés, y luego se matriculó en la Universidad Complutense de Madrid, donde recibió una beca del plantel para estudiar un máster en Análisis Político por un año. Allí compartió con su amigo Juan Eduardo Faúndez, ex director del Injuv y también militante del PPD. En ese período, Peñailillo se interesó en estudiar los modelos de estado de Bienestar europeos, y ver su posible aplicación en Chile.

Sus cercanos dicen que, aunque muestra carácter, se ha mantenido como una persona sencilla, afable y austera: volvió al mismo departamento donde vivía antes de realizar su posgrado e incluso cuida su vida social. “Prefiere no exponerse para evitar que algo pueda perjudicar a Bachelet”, comenta un amigo.

En su entorno explican que no tiene agenda propia -una de las cualidades que más valora la ex presidenta- y que no le incomoda mantenerse en un segundo plano si es funcional a la candidata. Después de las primarias en la Concertación esperan que sea el encargado de coordinar el ingreso de las candidaturas perdedoras al comando triunfador, manteniendo su rol protagónico en la campaña de primera vuelta.

Y aunque entre sus cercanos sostienen que perfectamente podría asumir un cargo ministerial en un futuro gobierno, todo depende de si Bachelet lo autoriza y le da un espaldarazo o, por el contrario, decide mantenerlo como su operador estrella, ya que es difícil que encuentre a otra persona de sus características para que se integre a su círculo de confianza. En cualquier caso, afirman quienes lo conocen, Peñailillo será leal: “Está consciente de que su poder se basa exclusivamente en su relación con Bachelet”.

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