Por Juan Andrés Quezada Febrero 28, 2013

“Ayer hablé con mi mamá, estaba en Dublín y de ahí partía a Corea. Me comentó que tenía un montón de actividades durante toda la primera quincena de marzo. Después de eso, no sé qué hará”, cuenta Sebastián Dávalos, el hijo mayor de la ex presidenta Michelle Bachelet, manteniendo el suspenso sobre su llegada a Chile. En su oficina en el quinto piso de un edificio junto al Estadio Español en Las Condes -donde trabaja con su esposa Natalia Compagnon y una decena de profesionales jóvenes-, el cientista político de 34 años, que luce dos aros y pelo ya cano peinado con gel, prepara él mismo el café y regula el aire acondicionado antes de iniciar la conversación. La entrevista fue agendada para entregar detalles sobre su trabajo como asesor de emprendedores e inversionistas, luego del reportaje que publicó en enero Qué Pasa sobre sus negocios en el mundo privado, pero Dávalos termina hablando sin reservas sobre su visión ante el eventual regreso de su madre y el anuncio que ella hará este mes. 

-¿Cada cuánto habla con la ex presidenta Bachelet?

-Bastante seguido por teléfono, pero no hablamos de política, si ésa es tu pregunta. Hablamos básicamente de cuestiones familiares.

-En su última intervención pública, ella dijo que iba a “hablar en marzo” sobre su futuro. ¿Usted sabe cuál es la decisión?

-Conociéndola, y la conozco mucho, ella es de terminar lo que está haciendo, es decir, ella está cumpliendo un ciclo en Naciones Unidas y sigue dedicada cien por ciento a eso. Tiene un montón de actividades durante toda la primera quincena de marzo. Después de eso, no sé qué hará.  

-En el escenario de que vuelva, habrá un debate sobre con quién debe gobernar. ¿Cómo le gustaría que fuera un eventual segundo gobierno de su madre?

-Que tenga la base más amplia posible, que tuviese voz la mayor cantidad de partidos, movimientos, ONGs y que se crease un mecanismo de participación ciudadana mucho más elaborado de lo que existe hoy. Que la gente no sólo se manifieste a través de las protestas, sino que hubiese una instancia para que participen en la elaboración de nuevas ideas y del programa. Me interesa un bloque amplio, que garantice gobernabilidad al país y que lo represente.

-Otro punto que se ha discutido es el de la “renovación”. ¿Está de acuerdo con que un futuro gobierno debe tener en su mayoría nuevas caras?

-No me gusta hablar de caras nuevas por caras nuevas. Me gusta que exista experiencia de por medio. La experiencia vale más. Si las caras nuevas implican experiencia, me parece perfecto. Hay mucha gente con experiencia que anteriormente trabajó en la segunda línea del gobierno. Creo que el renovar por renovar y poner caras nuevas porque sí ha sido un problema de este gobierno, donde se puso a gente que no tenía la experiencia adecuada para ocupar ciertos cargos. 

-Más allá de la relación madre-hijo, ¿ocuparía un cargo en el comando?

-Ahora estoy metido en el mundo privado. Llegado el momento, suponiendo que ella decide aceptar este reto, suponiendo, además, que en la primaria es elegida, ahí recién voy a pensar si es que converso este tema con ella. No sé si es que ella quiere que participe o no. Yo no tengo interés en ser rostro de su campaña, pero sí me podría interesar participar en algo más de contenido programático, de políticas públicas.

-¿Qué le parece que después de cuatro años la gente siga apoyando a su madre? 

-Que la sigan queriendo me provoca una mezcla de sentimientos. Tengo sentimientos encontrados. Por una parte, me llena de orgullo, y por otro lado, me preocupa que la gente la vea como una salvadora cuando es una persona común y corriente. Es una persona que está dedicada al servicio público, siempre lo ha estado, que le gusta mucho trabajar con la gente y que le gusta ver los resultados.

-¿Le preocupa quizás que haya muchas expectativas cifradas en su regreso?

-Ella es una persona que deja todo cuando se compromete en un trabajo, que se entrega por entero a la función o a la labor que está haciendo, pero en términos políticos las respuestas de un gobierno no funcionan sólo con lo que haga un presidente. Funcionan también con lo que dice el Parlamento. Entonces, por mucha intención que ella tenga de hacer cosas, el Parlamento puede decir otra cosa. Y eso me da la impresión que en este país la gente no lo tiene tan claro.

-¿Comparte que ella hoy tiene poco margen para decir que no?

-No estoy tan seguro de eso. Porque ese argumento se basa en las encuestas, y a mí después de las municipales las encuestas no me convencen. 

-¿Cómo se explica que un hijo no sepa qué va a hacer su madre?

-(Ríe) Es que yo no le pregunto esas cosas. Entiendo que haya gente que no pueda entender esto, pero así es, ella toma sus decisiones. En estos momentos ella está de cabeza en la ONU y yo menos que nadie voy a estar preguntándole: “¿Vas a volver o no vas a volver?”. Si ella decide volver en su fuero más íntimo, ella nos va a contar a todos.

-¿Y eso todavía no lo hace?

-A mí todavía no me ha contado nada, no tengo idea, no le pregunto y no me interesa saber.

 

“Nunca fui beneficiado en nada”

-¿Cuánto le ha ayudado o perjudicado ser hijo de Bachelet en su vida laboral?

-La verdad es que me ha perjudicado y te puedo contar un montón de anécdotas. Primero, porque nadie cree que uno trabaje como lo hacen todas las personas. En la Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería (repartición a la que ingresó a fines de 2005) había gente a la que se les acercaban otras personas y lo primero que le preguntaban: “Oye, tú conoces al hijo de la Bachelet”. Sí, les decían. Y la segunda pregunta era: “¿Y trabaja o no hace nada?”. Todos creen que por ser hijo de la ex presidenta uno es flojo y que está echado para atrás. Segundo, yo pasé harta trinchera, mucho más de lo que la gente cree. A algunos directores de Direcon de esa época parece que les preocupaba que otros creyesen que se me estaba beneficiando en algo. Nunca fui beneficiado en nada, a diferencia de lo que la gente piensa. Y en el sector privado pasa lo mismo. Hay gente que no quiere que a uno lo mezclen con empresas, porque sienten que puede ser considerado como lobby o algo por el estilo. Para uno es supercomplicado estar acá. Yo lo dije hace años atrás, a uno lo van a cuestionar siempre: si trabajas en el sector público eres un apitutado y si trabajas en el sector privado tiene que haber tráfico de influencias.

-Se tiende a pensar que siendo el hijo de Bachelet los clientes irían a la segura con usted por los contactos…

-Sí, pero el que crea eso quiere decir que él haría algo por el estilo. Yo no me voy a aprovechar del sistema, nunca lo he hecho.

-Llamó la atención de que en diciembre llegara en un automóvil Lexus al condominio de la ex presidenta Bachelet. Entendemos que usted iba a su propia casa -que está en el mismo condominio-, pero ¿tenía presente que estaba la prensa ahí, y pensó que podía generar comentarios?

-Me llama la atención que eso llame la atención. Por eso, creo que da lo mismo en el auto que hubiese llegado esa tarde, igual hubiera generado comentarios. Si hubiese llegado en citroneta, quizás hubieran dicho: “Oye, que le va mal al hijo de Bachelet”. Lo del Lexus para mí es una anécdota. Me cuesta entender que le hayan dado toda la valoración que le dieron.

-Fue comentado porque uno de los aspectos más valorados de Bachelet es su austeridad, todo lo contrario a un convertible con asientos de cuero blanco que cuesta $27 millones.

-El auto ni siquiera es mío, es de la empresa en la que trabajo. Yo no lo pagué. 

-Ese auto está a nombre de una sociedad en la que participa su esposa Natalia -Caval Limitada-  y que tiene otros tres Lexus más. ¿Son autos para su uso o para venta?

-Son autos para uso de los directores y de los gerentes, nada más que eso, porque la empresa es una empresa de gestión, de negocios, que trabaja en inversiones.

-¿Qué hace Caval Limitada?

-Es una empresa de gestión de negocios, funciona básicamente cómo una consultora. Es de un grupo de accionistas donde Natalia es una de ellas y yo trabajo en ella. Por un lado, desarrolla proyectos por encargo, y por otro lado, lo que hace es representar a empresas más chicas que a veces no pueden, por el tamaño o por falta de contactos, llegar a los mercados que les interesan, y eso pasa mucho en Chile. Nosotros tenemos un pool de empresas nacionales que tienen interés de meterse en mercados específicos y han tocado varias puertas y no los han tomado en cuenta. 

-Entre usted y su esposa tienen registradas seis sociedades distintas. 

-Sí, pero cinco se encuentran inactivas o, habiendo hecho inicio de actividades, nunca han facturado. 

-¿Hacen gestiones de lobby? 

-No, por supuesto que no.

-¿Pero, en concreto, en qué consiste el trabajo?

-Te voy a dar un ejemplo: estamos representando comercialmente a una empresa de software que hace seguimientos, mediciones y análisis de sitios webs y que ellos por más que han tocado muchas puertas ninguna empresa grande de tecnología los ha tomado en cuenta. ¿Qué hacemos nosotros? Tomamos su proyecto, les hacemos la presentación, la demo, y vamos a vendérselo a una gran empresa. Si les interesa, asesoramos a nuestro cliente en el contrato, es decir, gestionamos todo el servicio.

-¿Sus clientes son chilenos o extranjeros? 

-Todos son chilenos.

-Una de las asesorías que se conocen es la que hace su esposa a Gonzalo Vial Concha, dueño del haras donde se casaron. ¿En qué consiste la asesoría?

-Efectivamente, Natalia en algún momento le hizo una asesoría a Gonzalo Vial Concha y ellos tuvieron una muy buena relación profesional. Sobre la asesoría no te puedo responder, primero porque no tengo la claridad y segundo porque no tengo la facultad debido a cláusulas de confidencialidad en el contrato.

-Vial Concha es hijo del dueño de Agrosuper. ¿Ustedes tienen algún vínculo con él?

-A Vial Concha lo he visto una sola vez en mi vida en una reunión. Yo no trabajo con él, y no veo ningún proyecto con él, y para mí es Gonzalo Vial Concha, no el hijo del dueño de Agrosuper.

-A raíz de ese vínculo con Vial se les ha relacionado con los permisos para la planta de Freirina… 

-Caval Inversiones tiene un poco más de un año de antigüedad y los permisos en Freirina se deben haber gestionado con bastante antelación. Caval Inversiones no tiene nada que ver con Agrosuper y yo, Sebastián Dávalos, nunca he tenido nada que ver con Agrosuper, no conozco a Gonzalo Vial Vial y, es más, ni siquiera sabía dónde estaba ubicado Freirina en el mapa hasta que estalló el conflicto. 

-Otra sociedad es Asia Pacific Brokers (APB), que Natalia Compagnon creó en diciembre de 2006 con Yun Tso Lee, quien luego lo llevó como académico a la UDD. ¿A qué se dedica esa empresa?

-A él lo conocí como alumno y después como académicos hemos hecho algunas cosas en conjunto. Hicimos un paper para un journal indio, también lo invité más de una vez a impartir clases a una universidad, y él también me invitó a hacer un par de charlas en la Universidad del Desarrollo. Aparte de ello, no tenemos otro tipo de nexos. Hasta donde entiendo, esa empresa tiene inicio de actividades, pero nunca ha emitido ninguna factura.

-APB se fundó mientras usted estaba en Direcon, donde una de sus funciones, hasta 2007, fue encargarse de la relación con Asia. Ustedes no estaban casados en esa fecha, pero ¿no le parece que hay un posible conflicto de interés, considerando la información que  usted manejaba?

-Me llaman la atención las sospechas, primero, porque yo nunca vi el tema China y, según recuerdo, alguien habló que tenía negocios con empresarios chinos… Segundo, lo que nosotros veíamos eran los temas legales, las condiciones del acuerdo, que posteriormente al ser aprobadas por el Parlamento, se hacían  públicas. Es decir, si yo hubiese querido tener algún tipo de “información privilegiada”, hubiese sido durante el período de la negociación y, aún así, esa información no se habría podido utilizar hasta que el acuerdo estuviese vigente. No tengo ningún conflicto de interés por nada, porque yo trabajaba con gobiernos, no con el sector privado. Mi contraparte eran funcionarios de gobierno, de ministerios de Japón, Tailandia… 

-¿Cuál es su rol específico en la sociedad de su esposa?

-Aquí trabajo como muchos otros profesionales. Tengo proyectos a mi cargo que tienen que ver con tecnología, comunicaciones y prestación de servicios al sector minero.

- ¿Cuál es la diferencia entre Compagnon y Dávalos Sociedad Anónima -que crean en febrero de 2012- con el resto de las sociedades, y a qué se dedica esa sociedad?

-Muy sencillo, esa sociedad la creamos nosotros antes de casarnos y hoy no está activa, no tiene inicio de giro ni de actividades, ni nada. Como en ese tiempo no pensábamos casarnos y yo soy un poco taxativo, dije: “Tenemos que pensar en el futuro de nuestra familia”, y acordamos con Natalia hacer una sociedad, con el fin de que las cosas que comenzáramos a tener las fuéramos metiendo ahí. Yo tengo amigos  cuyos padres empresarios entendieron que la mejor forma de proteger “el patrimonio familiar” para los hijos era a través de sociedades donde los padres y los hijos fuesen socios. En mi caso, por su corta edad, aún no puedo incluir a mi hijo en las sociedades, pero el objetivo es protegerlos a ellos. 

-¿Ningún dirigente cercano a su madre lo llamó para comentar el tema?

-Nadie, de ningún lado, no se me ha acercado nadie.

 

La renuncia a la cancillería

-Usted trabajó durante varios años en Direcon. ¿Qué experiencia sacó de ese paso por el sector público?

-Aprendí lo sacrificado y mal entendido que es el sector público. Hay mucha gente que cree que el sector público es la señora que atiende por una ventanilla de nueve a seis de la tarde y que la caricaturizan como la señora que dice que no a todo y que invita a llenar formularios y que antes de la salida ya está con las zapatillas con clavos. En la Direcon había un equipo que trabajaba 24 horas, los siete días de la semana y los 365 días del año. Y no porque lo haya visto, sino porque lo viví en carne propia. La función pública es mucho más sacrificada de lo que se cree.

-¿Fue incómodo trabajar allí siendo hijo de la Presidenta de la República durante su período? 

-No fue incómodo, supongo que había mucha gente a la que esto le llamaba la atención, pero también había mucha otra a la que no, y aún mantengo muy buenos amigos en la Direcon. 

-Y al revés, ¿por qué optó por continuar trabajando allí luego de que Sebastián Piñera llegó al gobierno?

-Básicamente, porque a partir de diciembre del 2006, cuando terminó mi trabajo en el acuerdo con Japón, entré al departamento de la OMC en la Cancillería. Desde ahí tomé una serie de temas y me especialicé en subsidios pesqueros, que es un tema muy técnico, y que en Chile hay muy pocos especialistas. Es tan técnico que no existe una política pública al respecto, y por eso enfoqué mi tesis de magíster en ese tema,  por si alguien se interesa en el futuro por utilizarla como guía. 

-¿Recibió presiones para dejar ese puesto?

-Presión no, pero uno se da cuenta que el trato cambia. Había gente que parecía sentirse un poco incómoda conmigo ahí. Esa era la impresión que me daba y alguna vez alguien me sugirió que si no me sentía cómodo podría buscar otros aires, pero presión, presión no.

-¿Por qué decidió privatizarse a mediados de 2012?

-Porque sentí que había cumplido un ciclo y que no estaba siendo escuchado. Sentía muchas negativas de forma más que de fondo. Me explico, yo daba mi opinión, que era compartida por otras personas, pero como yo proponía, me decían que no. 

-¿Le decían que no por ser el hijo de Bachelet?

-No sé si por eso o por mi personalidad… Hay gente que puede que no me encuentre agradable, pero cada vez que proponía algo me decían no, es que no, es que no, es que no, y un día dije “para qué me tienen acá si me van a decir a todo que no y yo estoy pensando en salvaguardar los intereses del país”, y decidí renunciar. 

-Habiendo trabajado en ambos gobiernos, ¿qué impresión se llevó de la administración de Piñera?

-Como en todas las cosas, es un gobierno que ha tenido aciertos, como la intención de continuar con políticas sociales que venían de antes y desaciertos, como la incapacidad de haber encontrado un relato que lo caracterizara. Diría que el gobierno de Piñera ha hecho un montón de cosas, de acciones, pero que no tienen mucha relación unas con otras. Es como un brainstorming de acciones. Otra cosa que me llama la atención, y que ha sido un desacierto, es haber creado muchas expectativas. Desde el principio se repitió que venía una nueva forma de gobernar y se crearon expectativas muy altas en la gente. Se prometió terminar con la puerta giratoria y un montón de eslóganes de campaña, que en la práctica no eran tan sencillos de llevar a cabo. 

-¿Cuál es su relación con la política?

-Tengo una relación histórica con la política, porque fui militante -y aún lo soy- del Partido Socialista. Sin embargo, desde que salí de la universidad dejé de militar activamente. Ni siquiera voy a votar a las elecciones internas del PS. Sí voto en las elecciones nacionales, como en las recientes municipales.

-¿Y no ha recibido invitaciones para incorporarse al trabajo del PS, considerando que se viene una campaña importante?

-Tampoco. Hace una década atrás, tome la decisión de seguir mi propio camino, solito, un poco aburrido de que todo el mundo me indicara como el hijo de… Decidí, además, que en la política había cosas que derechamente no me gustaban y preferí no estar metido en eso y lo hice.  

 

Relacionados