Por Josefina Ríos Febrero 7, 2013

Antes de tomar una decisión importante a Andrés Chadwick le gusta sentarse solo y leer. Pero en esos momentos no le gusta revisar libros de política; prefiere las novelas. Le encanta la literatura chilena, en especial Isabel Allende y Roberto Ampuero, a quien le ha pedido varias veces que traiga de vuelta a Cayetano Brulé, su ídolo. También busca títulos de escritores jóvenes y disfruta de best sellers como La Trilogía del Siglo, de Ken Follett, serie que lo tiene durmiendo poco durante el último tiempo. Nunca, eso sí, ha decidido sentarse a redactar su propio libro.

“Me encanta que se escriba desde la centroderecha, porque se hace muy poco, pero yo no lo he considerado”, dice. “Aunque de repente, cuando soy testigo de situaciones divertidas, digo: ¡Cresta, que no se me olvide!”. Pero, se lamenta, las anécdotas terminan en el olvido. 

A quienes sí escriben los lee aplicadamente, como hizo hace poco con el libro de Jovino Novoa, un amigo de largos años y compañero de ruta en la UDI, pero de cuya mirada esta vez discrepa profundamente.

Dicen que se demoró casi dos días en ordenar su oficina en el Ministerio del Interior, una vez que la desocupó Rodrigo Hinzpeter. El 5 de febrero pasado se cumplieron 100 días desde esa maratónica jornada. Hoy el despacho luce impoluto. “Me gusta encontrar mis cosas rápido”, explica como disculpándose. Sobre los cien días, dice, no se había dado cuenta. “Pensé que llevaba más”, asegura ahora instalado como dueño de casa de La Moneda, luego de que el viernes pasado el presidente Piñera se fuera de vacaciones.

Se siente cómodo en ese rol, aunque asegura que el mandatario sigue muy conectado. Pero más allá de los hechos simbólicos que rodean a Chadwick durante esta semana, lo importante, esgrimen desde el mundo político, es que con la llegada de este fundador de la UDI a Interior se reivindicó a la política en la administración Piñera.

Él, conciliador, matiza: “Es injusto decir eso, porque cuando Rodrigo Hinzpeter fue ministro, como jefe de gabinete, necesariamente le correspondió ejercer una función política en forma importante y en su estilo”.

-Pero a Hinzpeter se le vio más en temas de seguridad, de hecho usted llegó antes a la Segegob para paliar el déficit político percibido en el propio gobierno.

-Eso pasa porque mi trayectoria es política. Creo que los que hemos sido parlamentarios valoramos el tiempo para conversar y reunirnos. Por eso he tratado desde Interior de dejar espacio para eso. La actividad política requiere tiempo y no funciona en ritmos de ejecución, funciona en ritmos de persuasión.

-Usted tenía un papel clave en la UDI. Pero su rol era más en las sombras, las caras visibles eran Pablo Longueira o Juan Antonio Coloma. Hoy en el gobierno está en la primera línea. ¿Le acomoda?

-En la UDI trabajábamos todos juntos y en equipo. Pero es cierto que en política hay personas que tienen características de liderazgo muy fuerte. Pablo Longueira, por ejemplo, tiene una connotación de líder muy potente. Yo no tengo esas características del político líder masivo. A mí siempre me ha gustado más el trabajo de ir logrando los objetivos.

-Pero su cargo sí le exige liderazgo. De hecho, se le ha visto en primera línea en varios temas.

-Es cierto que estoy en primera línea. Pero a mí me gusta más y me siento más cómodo en una labor de conducción en la que creo puedo aportar algo, pero no tengo ninguna condición para una labor de liderazgo y no me hago problema por eso.

-Usted fue diputado, senador, ministro y hoy jefe de gabinete. Sólo le falta ser presidente. ¿Le gustaría?

-No, uno tiene que estar muy consciente de sus condiciones  y aptitudes. Las personas que llegan a ser presidente, primero que nada, son muy pocas, y además deben tener  liderazgo,  ascendendiente y motivación. Sinceramente, a mí nunca se me ha pasado por la cabeza.

-¿Eso lo tranquiliza o lo frustra?

-Me tranquiliza, porque creo que en la vida lo que a uno lo frustra es cuando se pone en situaciones que sabe que no va a poder alcanzar o no se da cuenta de que no tiene las condiciones.

-¿Políticamente usted ya tocó techo, entonces?

-Exactamente. Yo ya tomé una decisión política.

Andrés Chadwick apunta a que el pasado 14 de noviembre tuvo la oportunidad de renunciar al gabinete para postular nuevamente al Senado, como se lo propuso la UDI. Pero declinó. Tenía dos razones poderosas: “Primero, hice un compromiso con el presidente de acompañarlo hasta que a él le dure la paciencia conmigo. Y, segundo, quiero hacer otras cosas en la vida”.

-¿Un cambio radical?

-Es grande, pero quiero hacerlo. Puede ser que en tres meses esté desesperado y ruegue  volver, pero hoy día es al revés: tengo el entusiasmo de retomar la oficina de abogados que tengo con Luis Hermosilla. Me fascina la universidad, he hecho clases casi toda la vida, así es que me encantaría volver a una universidad.

 -¿Ha pensado en dedicarse a la formación de jóvenes en política?

-El otro día me di cuenta que me gustaría estar en la Fundación Jaime Guzmán, formando jóvenes.

 

El final de su UDI

-Su salida de la política probablemente coincidirá con el retiro de Jovino Novoa del Senado. Además, si las cosas siguen como están, Longueira no será candidato presidencial. ¿Es el fin de la UDI como la conocimos?

-Tengo la impresión que sí. Aunque prefiero hablar sólo por mí, si las cosas siguen un curso normal, todo indicaría que la generación fundadora de la UDI -por lo menos Pablo, Jovino y yo- no estaríamos en roles de conducción como lo hemos estado desde la fundación del partido.

-¿Le dolieron las críticas que hizo Novoa al gobierno en su libro?

-No quiero ponerlo en términos personales. Ahora, tengo un punto de vista muy distinto al de Jovino. Primero, pienso que su libro no tiene como objetivo el gobierno, aunque periodística y políticamente hablando sus críticas a esta administración sean lo más atractivo. Creo que él escribió pensando en la UDI: es ahí donde se está viviendo un proceso superprofundo que va a implicar definiciones sobre su perfil hacia delante.

-¿Y cuál es la discusión?

-Me siento fundador de un partido cuyo perfil, compromiso, ideas y valores no estaban estrictamente vinculados a una ideología económica de derecha, sino a un proyecto de renovación de la política y a una visión más amplia y moderna que la derecha tradicional en sus principios o valores más básicos.

-¿Se refiere a esa derecha  más rural?

-No. Buscábamos algo más amplio que la derecha tradicional en cuanto a la mera defensa de la libertad individual, el rol del Estado o el crecimiento económico. Creamos la UDI para demostrar que las ideas que la centroderecha tenía en su patrimonio ideológico y valórico estaban fundamentalmente destinadas a la posibilidad de superar la pobreza y crear condiciones de mayor igualdad de oportunidades y disminuir las desigualdades, generando una sociedad integralmente más armoniosa y capaz de alcanzar el desarrollo y mayor justicia social.

-En su libro, Novoa apunta  a que hay desigualdades que son intrínsecas a la sociedad.

-Por eso tengo una diferencia de fondo con el contenido del libro, en términos de cuál es el proyecto UDI. Fundamos la UDI para ser un partido popular y remarcamos ese carácter porque eso era lo nuevo que estábamos ofreciendo: no repetir un partido de derecha tradicional. Jovino, en su libro, prefiere una UDI centrada en los valores más tradicionales de lo que él llama la centroderecha. Y, en una segunda perspectiva con relación al gobierno, yo hoy me siento mucho más interpretado como UDI por la obra de esta administración que por algunas de las afirmaciones que él propone.

-¿Cuáles, por ejemplo?

-Por ejemplo, la reforma educacional. Para mí un elemento central de un pensamiento de centroderecha como nosotros lo pensamos en la UDI, es que la educación sea  un instrumento clave para generar igualdad de oportunidades. En esa línea, el Estado tiene que jugar un rol en términos de posibilitar las oportunidades  a las personas que no pueden tenerlas por sí solas. Si con este objetivo el Estado tiene que hacer una reforma tributaria que sube o mantiene un impuesto para las grandes empresas, que además disminuye el impuesto a las pequeñas y medianas empresas y que genera un incentivo tributario para los padres que educan a sus hijos, yo lo aplaudo. Si yo no estuviera dispuesto a hacer eso para generar las condiciones que necesita el país para garantizar financiamiento permanente y para generar mayor igualdad en la educación, ahí sí que me sentiría renunciando a mis principios.

-¿Jaime Guzmán aplaudiría este gobierno?

-Me carga la gente que usa a Jaime Guzmán. Yo fui imposible más amigo de Jaime, pero no me gustan sus intérpretes. Uno podría decir que son otros tiempos y circunstancias. Guzmán era una persona de valores muy sólidos, pero era un político hábil y entendedor de las circunstancias nuevas que las sociedades plantean. Y, en esa línea, puede haber una tercera diferencia con Jovino.

-¿Cuál?

-Uno aprende cuando gobierna. La sociedad moderna te indica que no existen los gobiernos que imponen una sola ideología. Estamos en democracia, somos minoría en el Parlamento y si bien hay que actuar con los principios y objetivos claros, se debe ir avanzando en la medida que el sistema democrático y tu representación te lo permitan. Entonces, a quienes miran a los gobiernos desde la perspectiva de los institutos, yo les digo: ¡Pucha, vengan a gobernar a ver si sacan algún proyecto de ley “puro y ortodoxo” en el Congreso!

-¿Qué le parece que la UDI en ocho años haya sido incapaz de levantar un candidato presidencial de sus propias filas? ¿Desperfila esto al partido?

-No me puedo pronunciar como ministro del Interior sobre las primarias.

-Se lo pregunto como fundador de la UDI.

-Sólo puedo hacer un comentario general. Los partidos, para ganar, tienen que estar dispuestos a perder. Es muy malo cuando en los partidos empiezan a privilegiar sólo ganar las elecciones, porque eso te va desdibujando, te quita motivaciones, te hace perder liderazgo y dejas de estar dispuesto a correr riesgos. Ésa es una lección muy importante en la UDI: nosotros fuimos muy chicos, tuvimos muchas dificultades y creo que ése fue nuestro mejor momento, porque estábamos dispuestos a perder. Y porque estuvimos dispuestos a perder empezamos a ganar respeto y confianza, a ser actores válidos. Después, llegaron los triunfos electorales. Hay veces que siento que, en general, en los partidos sobran los candidatos para los buenos distritos y pucha que cuesta encontrarlos para los  distritos difíciles.

 

Asuntos internos

Chadwick reconoce que el tema de los conflictos de interés ha sido un problema recurrente en este gobierno y que, muchas veces, el presidente Piñera ha optado por dilatar la salida de los funcionarios cuestionados con el fin de que sus nombres no se vean manchados. “Lo más importante es aclarar si existe legalidad o ilegalidad en los temas que se denuncian; aclarado ese punto se debe hacer la ponderación política”, explica.

“En el caso de Julio Pereira -dice en relación al cuestionado director del SII- él está en una comisión de investigación de la Cámara de Diputados y está en un proceso en la Contraloría General de la República. ¿Qué hemos planteado como gobierno? Esperemos tener los hechos objetivos y luego evaluamos. Es cierto que a la gente le gusta ver a las personas en la Plaza de Armas pidiendo perdón, pero como gobierno se debe tener la tranquilidad de que no se está actuando por una presión, sino por una convicción. Ahora, la prensa tiene todo el derecho de investigar, exponer y plantear los temas”.

-El presidente Piñera dijo a La Tercera que no le gustó que Pereira no le informara a él ni al ministro de Hacienda sobre el “perdonazo” a Johnson’s...

-A mi modo de ver, el presidente lo que quiso fue dejar claro que antes de cualquier tipo de informe o resolución que se tome al respecto, él efectivamente no fue informado de la operación. Ahora, como gobierno somos muy respetuosos de las atribuciones y la autonomía de los servicios públicos, pero cuando un servicio adopta una resolución y esa resolución está llamada a producir efectos políticos que escapan al servicio, me parece más adecuado que su jefe le informe a su ministro o a su subsecretario sobre la decisión. Ahora, esperemos el informe de la Contraloría: no se es un mejor gobierno por actuar velozmente si con eso estás actuando precipitadamente.

El factor araucanía

-Usted ha tomado un rol protagónio en el conflicto en  La Araucanía, ¿cree que se va a lograr la paz?

-Depende de las expectativas que nos pongamos. Es un tema históricamente duro, muchas veces mal conducido por el Estado de Chile. Creo que ahora están dadas las condiciones... no para que el tema se solucione en un par de años, porque sería una pretensión ridícula, pero sí para generar pasos importantes que permitan una buena convivencia y que logres a través de ello ir aislando a los grupos más extremos. Para eso es fundamental demostrar que el Estado puede, por el camino del respeto, el diálogo, el reconocimiento de derechos y las políticas públicas enfocadas, lograr que el pueblo mapuche se pueda sentir más respetado, reconocido y complementario al Estado de Chile de esta forma, que lo que se puede lograr por la vía de la violencia. 

-¿El asesinato de los Luchsinger ha sido su momento más complicado como ministro del Interior?

-Sin duda alguna. Ahí uno se pregunta, ¿qué más pude haber hecho? Esa pregunta me acompañó durante un buen tiempo.

Pero luego agrega que “el convencimiento de que los responsables de esta situación pertenecen a un grupo terrorista que tiene una naturaleza que le permite evadir las acciones preventivas” calmó en algo la angustia.  “Empezamos todos (un equipo político transversal compuesto por todos los parlamentarios de la región) a trabajar el tema de seguridad y el diálogo, buscando el sustento político para avanzar en las cosas pendientes”.

-¿Como reformar la ANI, por ejemplo? Su acción ha sido cuestionada.

-La ANI tiene un problema de nacimiento. Se origina luego de dos instituciones que son traumáticas. Uno, la CNI y, segundo, lo que fue “la oficina”.  Entonces se creó una agencia cuyo nombre es demasiado rimbombante y cuyas atribuciones son demasiado estrictas. No sé si como gobierno podamos hacerlo, pero al menos a mí me gustaría trabajar en replantear la  ANI; que el título de la institución obedezca a su atribución.  Ahora, donde se hace la verdadera inteligencia, porque sí tienen capacidad operativa, es en Carabineros e Investigaciones.

-A propósito de la captura de Emilio Berkhoff, usted fue enfático al señalar que se había detenido a uno de los principales activistas de la CAM.  ¿No teme que esto se transforme en un “caso bombas II”?

-Cada vez que se detiene a alguien vinculado a grupos extremistas se dice que es un montaje. Son efectos comunicacionales o políticos que se arman para generar confusión. Pero aquí no hay ninguna relación con el “caso bombas”; no le hemos hecho ninguna imputación directa a nadie. De hecho, me preguntaron si Berkhoff estaba vinculado al asesinato de los Luchsinger y dije que no tenía antecedentes. Todo va a ser visto por el Ministerio Público y los Tribunales de Justicia, y si éstos señalan que no hay otros antecedentes que lo vinculen a otro hecho violento, perfecto, nosotros lo aceptamos. Pero eso no significa que él no esté vinculado a la CAM y que ésta no sea una organización que opera en acciones violentas.

 

¿Un mapu en palacio?

-Hace unos años usted fue expulsado de Cuba. ¿Saludó a Raúl Castro cuando estuvo en Chile?

-No. Si hubiese tenido el deber de saludarlo lo hubiese cumplido, pero no me tocó; tampoco me interesaba mayormente. Sí me hubiera encantado saludar Nadal, pero se me pasó la hora. No sé si tuve esa misma motivación con el presidente Castro.

-Se dice que con usted volvió el MAPU a La Moneda.

-El MAPU… ¡Por Dios!

-Se refieren a una forma de hacer política que fue bien exitosa durante los primeros años de la Concertación.

-Nunca lo había oído. Lo que sí, yo creo que un buen gobierno es aquel que genera acuerdos y puede entenderse con las distintas fuerzas políticas. Soy admirador de las primeras etapas de la transición: se hizo una política de altísimo nivel y muy buena para el país.

-¿No siente a veces la tentación de caer en el “síndrome Vidal”. O sea, seguir haciendo vocerías cuando ya se es ministro del Interior?

-(Ríe) La verdad es que me tengo que cuidar mucho de eso.

 

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